De Eredan.
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Mientras que la tormenta resonaba aun más fuerte, el Bosque de los Murmullos era testigo del comienzo de las hostilidades entre los distintos gremios que habían llegado al lugar donde yacía la piedra caída del cielo. Los Enviados observaban frente suyo a los Rastreadores de Xzia. Cada uno de ellos ponía en manifiesto las fortalezas de la parte contraria. En ese momento, los Rastreadores llevaban la delantera sobre sus oponentes. El camuflaje no permitía que las Sablemagicos y el caballero lograran alcanzarlos. Hasta que un evento inesperado interrumpió la batalla... | Mientras que la tormenta resonaba aun más fuerte, el Bosque de los Murmullos era testigo del comienzo de las hostilidades entre los distintos gremios que habían llegado al lugar donde yacía la piedra caída del cielo. Los Enviados observaban frente suyo a los Rastreadores de Xzia. Cada uno de ellos ponía en manifiesto las fortalezas de la parte contraria. En ese momento, los Rastreadores llevaban la delantera sobre sus oponentes. El camuflaje no permitía que las Sablemagicos y el caballero lograran alcanzarlos. Hasta que un evento inesperado interrumpió la batalla... |
Version du 5 décembre 2010 à 10:00
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Caída del Cielo : Acto 1
Viaje
Desde hace varios días que los miembros de Kotoba transitaban por los caminos imperiales. Habían atravesado varios pueblos, y en cada uno de ellos, los residentes al ver la llegada de los ilustres héroes, les ofrecían alojamiento y realizaban fiestas suntuosas en su honor. Terminaban de pasar Okia, la ciudad más lejana de la capital imperial, pero la mas cercana a la Tumba de los Ancestros. La ubicación de la piedra caída del cielo se encontraba a tan solo dos días de marcha.
A continuación atravesaron las grandes puertas de Ji, construidas por los Ancestros para guiar a los muertos hacia el sitio donde sus almas descansarían eternamente. Rompiéndose así, el tratado existente entre el Imperio y los Draconianos. Pero poco importaba, los tiempos habían cambiado el resultado de la victoria obtenida por los extranjeros. O al menos eso creían....
Los caminos que cruzaban esas tierras no eran más que senderos olvidados. Hasta que Amaya encontró huellas.
-Ahí! Miren! Exclamo ella.
La joven señalo una humareda que se elevaba al cielo no muy lejos de donde se encontraban. Aku tímidamente se acerco al Señor Imperial.
- Creo que se de quienes se trata. No tenemos nada que temerles.
Rápidamente los Kotoba se acercaron a ese lugar, sin esperar a los personajes enigmáticos. Uno de ellos estaba vestido con un traje y maquillaje gracioso, mientras que el otro era un enorme monstruo tan musculoso como gordo.
- Kyoshiro y Okooni! - Exclamo el joven Iro, a la vez que se dibujaban dos estrellas en sus ojos. Los dos personajes se acercaron hacia el grupo.
-Que bueno que estén aquí. Casi estamos reunidos todos los Kotoba. Les dijo Gyakusha. Kyoshiro, el menor de los dos, se adelanto para saludar.
- Mi señor. Hemos visto estrellarse la piedra meteórica y supuse al instante que vendrían desde lejos hasta este lugar.
Sen´Ryaku se dirigió rápidamente hacia el fuego y lo apago.
- Esto no es para nada inteligente, por el contrario. Los dragones no estan muy lejos de aquí, nos descubrirán! Exclamo ella.
En respuesta Kyoshiro la miro a los ojos asintiendo negativamente con la cabeza.
- Ellos desde hace tiempo que saben de nuestra llegada. No los subestimes
Campamento
Fue un excelente día, los Enviados de Noz´Dingard habían logrado establecer su campamento a los pies de la piedra caída del cielo.
Tzahal, Eglantyne y Moira se habían marchado para explorar los alrededores y vigilar la posible llegada de sus enemigos: los Kotoba. Durante ese tiempo, el resto del clan charlaba tranquilamente, disfrutando de la relativa tranquilidad del lugar.
El Profeta reposaba en un sillón de viaje, mientras rascaba despacio a Kounuk quien emitía un chillido de placer. A su vez, Anryéna hablaba con su nieto sobre un tema que apasionaba al joven: su familia.
- Anryéna, usted es la madre del Profeta y por lo tanto mi abuela. Pero el Profeta nunca quiso decirme quién fue su padre.
- Hijo mío, es natural que quieras saber sobre nuestro linaje. Pienso que hay secretos que tu padre debería haberte revelado hace tiempo y por eso te los contare. El joven empezó a impacientarse.
- Yo soy la hija del Dragón y de Zaina, la primer Sablemagico.
Aerouant abrió grande los ojos y la conexión se hizo evidente. Él era nieto del gran Dragón! Sentado en su sillón, el Profeta escuchaba a su madre, cuya apariencia fue siempre la de una mujer joven y bella.
- Yo tuve dos hijos, el primero fue tu padre. Mientras que el segundo, y aun mas sorprendente, es tu tío quien no se encuentra en su forma humana.
- Kounok! Exclamó Aerouant.
El pequeño dragón miro al Cristalmancer quien lo observaba con gran interés.
- En cuanto a ti, descendiente del Dragón, tu madre no es otra que la actual líder de los Sablemagicos, la venerable Naya. Sin embargo, desde hace años que ella se distancio del Profeta. Debido a que sólo obligaciones especiales permiten que se relacionen.
- ¡Madre, ya fue suficiente! Hay historias que no son como parecen, al menos no literalmente… ...
Mientras tanto, Alishk se sumergía cada vez mas en sus pensamientos. Desde su llegada sentía algo extraño en la piedra caída del cielo, y se mantuvo durante un tiempo examinando la inmensa gema con toda su percepción mágica.
Había logrado rozar una suerte de campo de protección, el cual no dejaba nada sin resguardo. Nadie podía tocar la piedra. Esta emitía una especie de luz amarilla suave, la cual iluminaba el desierto con una energía sin fin.
- Entonces Alishk, ¿Qué es lo que percibes con tu magia?
El niño que acababa de hablar se escondía detrás de unas grandes gafas.
- Extrañamente no sentí nada agresivo, pero sospecho solo es una fachada. Tu también deberías intentar percibir de que se trata, Pilkim.
- Sí, tienes razón...
Tempestad
En el Bosque de los Murmullos el viento resoplaba a través de las ramas de los árboles viejos. Moira Eglantyne y Tzahal habían recorrido alrededor del mismo y se disponían a regresar al campamento, cuando de pronto, la percepción mágica de la más joven de las hechiceras reacciono.
- Tenemos una visita. Alguien se esconde no muy lejos de aquí.
Tzahal hizo señas a las hermanas para que descubrieran quien era. Rápidamente ejecutaron un rayo mágico, que cayo dentro de las sombras del bosque. El caballero del dragón esperó unos momentos antes de arremeter contra los arbustos ...
El Señor Imperial a su vez había enviado a Tsuro, Amaya y Ryouken como exploradores para conocer más acerca de los Enviados de Noz'Dingard y sus personalidades. Por lo tanto, los tres Kotoba se aventuraron cerca del campamento "enemigo". Una vez allí observaron a las Sablemagicos y al Caballero partir del campamento con destino hacia el bosque. Esta era una buena oportunidad para reunir información acerca de estas desconocidas personas cuya fama había llegado, incluso, a los oídos del Emperador. Los dos Rastreadores no se comunicaban con palabras, sino por signos. Siendo por lo tanto, capaces de comunicarse en silencio y seguir a los Enviados. Estaba tan bien escondida, que nunca imaginó la posibilidad de ser descubierta por los mismos que pensaba, eran muy inferiores a ella. Amaya, una novata en el arte del camuflaje, fue percibida por las mujeres Noz'Dingard ...
Ellos son los amos de lo invisible. Los Combatientes de Zil hace tiempo que asechaban a los Enviados y Kotobas. Habían identificado a sus víctimas. Pero sin embargo, Télendar no era un hombre que actuaba sin tener todas las cartas en mano.
- Soriek, Ergue, Granderage, vayan al bosque y eliminen a todo aquel que encuentren.
El joven miró a Marlok.
- Si mal no recuerdo, tú sabes manejar los elementos.
- Asi es. Pero hace bastante tiempo que no uso mis poderes.
- No me importa. Cumple con lo que te ordeno.
El mago obedeció la orden que le dio su jefe. Se sentó sobre una roca para obtener una mejor visión del entorno y empezó a recitar unos conjuros mágicos. Rápidamente las nubes se amontonaron sobre el lugar donde impacto la piedra que cayo del cielo. Luego el viento comenzó a azotar la llanura y el Bosque de los Murmullos. Marlok se esforzó por continuar, pero por desgracia no tuvo éxito en la creación de la tormenta y esta escapo de su control, desatando una fuerza devastadora. Los rayos rasgaban el cielo y aparecían tornados por todas partes. El mago Zil estaba avergonzado, mientras que Télendar se regocijaba de gracia por la oportunidad que este fracaso le brindaba.
- Ahora Combatientes de Zil, maten, maten a todos!
Enfrentamientos
Mientras que la tormenta resonaba aun más fuerte, el Bosque de los Murmullos era testigo del comienzo de las hostilidades entre los distintos gremios que habían llegado al lugar donde yacía la piedra caída del cielo. Los Enviados observaban frente suyo a los Rastreadores de Xzia. Cada uno de ellos ponía en manifiesto las fortalezas de la parte contraria. En ese momento, los Rastreadores llevaban la delantera sobre sus oponentes. El camuflaje no permitía que las Sablemagicos y el caballero lograran alcanzarlos. Hasta que un evento inesperado interrumpió la batalla...
Amaya bordeaba un árbol, al mismo tiempo que esquivaba la hoja de una espada recién desenvainada. Hallándose a pocos pasos de Moira quien con su espíritu ejecutaba un hechizo: obligándola a tomar una decisión crucial. Entonces Amaya se abalanzo sobre su victima, al mismo tiempo que sentía un alambre sobre su tobillo. En ese instante se percato de que era demasiado tarde y una red muy bien escondida debajo de las hojas secas se cerró sobre ella. El ruido alertó a Moira.
- Perfecto, eh aquí un ratón atrapado en una trampa!
- Eh me hechizaste, maldita bruja! gruño a su captor.
- Pero no fui yo quien...
La Sablemagico se detuvo bruscamente al oír el sonido de unos pasos apresurados. Se dio vuelta y vio a su hermana correr en su dirección.
- Muévete ahora! -gritó a su hermana. Eglantyne había caído encima suyo, con el sable en su mano.
Tsuro, al mirar a su joven estudiante sabia que no podía dejarla en esa situación. Aprovechando la confusión de la batalla, dio la vuelta y trepo al árbol de donde sujetaba la red. El anciano Rastreador recorrió silenciosamente las ramas encontrándose cara a cara con una criatura verde que lo miraba con los ojos bien abiertos.
- SSSSSSSS No me toques mosca fea o te haré volar lejos!
Tsuro salto a la vez que lanzaba una violenta patada la cual logro hacer caer a Granderage quien aterrizo sobre sus patas de reptil sin lastimarse. El Rastreador corto la soga mientras daba un giro hacia el suelo encontrándose nuevamente con Granderage.
- No sé quién serás, pero tendrás graves problemas.
Granderage no respondió porque estaba planificando un golpe. Ella lo distraía el tiempo necesario para que Ergue pudiera darle un veloz y poderoso golpe. Confiándose que un perro viejo no aprende trucos nuevos. Pero por suerte, Amaya se libero y saltó sobre Granderage a la vez que Ergue entraba en acción, sin poder evitar que el mismo continuara con su plan. El cazador tiró su extraña arma circular pero justo a tiempo el Rastreador pudo esquivarla.
Eglantyne y Moira se levantaron. Después de su caída se habían quedado escondidas en un matorral. De pronto unos ruidos estremecedores empezaron a sonar y una enorme criatura de piel azul apareció. Soriek se precipitó sobre las dos hermanas. Eglantyne contraataco con un ataque rápido, pero la criatura detuvo todos los golpes de su oponente. Sin embargo, de la nada, apareció Aez blandiendo su sable para proteger a sus aliados y deshacerse de Soriek...
Ejecución
Mientras los primeros enfrentamientos tenían lugar en la frontera entre la Tumba de los Antepasados, Draconia y los Siete Reinos, desde hace algún tiempo la Dama Jeanne había sido enviada para cumplir una misión al Templo de Precades. Al igual que el convento, el albergue y el hospital, ese templo era constantemente frecuentado por viajeros o nativos de la zona a quienes se les brindaba atención médica, o simplemente, un lugar donde pasar la noche antes de continuar con su viaje. De hecho, las sacerdotisas de Precades eran conocidas por su inquebrantable fe en su divinidad: la diosa Mera. La joven había crecido en este lugar, amada por sus hermanas, siguiendo su destino, el cual siempre fue ayudar a su prójimo. Había encontrado su sitio en este mundo, el cual a veces era hostil...
- Jeanne...
La joven estaba orando en una pequeña bóveda en la cual le gustaba refugiarse de vez en cuando. La voz provenía de una mujer. Era suave y cálida, pero totalmente irreal. Su pulso se acelero al sentir que su presencia le resultaba familiar, aunque Mera nunca se había aparecido en la vida de sus siervos. No se movió ni un centímetro por temor a que la presencia desapareciera.
- Jeanne... Yo soy aquello por lo que tu vida siente gran interés...
Esta revelación estremeció el corazón de la joven, las lágrimas rodaron por sus mejillas enrojecidas por las emociones que estaba sintiendo. Se había quedado sin palabras
- Jeanne... espera pacientemente a la prueba que se producirá en el lugar donde cayó la piedra. Y no te olvides de que siempre estaré con ustedes.
Dio las gracias al cielo por esta demostración. Pero la Dama Jeanne no esperaba que ese momento terminara tan abruptamente...
- ¡Adiós! La voz del Traquemage sonaba extraña, alterada a causa de la mascara que portaba.
La pobre mujer paso de la intensa dicha que le provocaba la conexión con su diosa al temor que le provocaba el Traquemage, famoso por su reputación de haber cometido durante muchos años asesinatos fugases y espectaculares. Apretó el gatillo, pero el resultado no fue el que esperaba. Un fino velo de luz rodeo la figura de Jeanne, y el proyectil disparado por el arma reboto sobre el escudo que la protegía, volviéndose sobre el atacante impactando sobre su hombro.
Las reglas de los Traquemages eran estrictas, si alguna vez un procedimiento fracasaba, el único camino a seguir era la retirada. Fue un accidente que llamo la atención de los peregrinos que pasaban empeorando aun mas la situación del Traquemage. Las pocas personas que alguna vez conoció estaban muertas o pronto a estarlo.
- Síguelo, Jeanne!
La voz de Mera sonó en su cabeza. Al no ser muy ágil, corrió como pudo fuera del templo. Los presentes se dieron cuenta enseguida de lo que sucedía, porque encima de la niña continuaba brillando el halo divino. Le hicieron una seña y le mostraron el camino que por el que se dirigía el asesino. Dentro de ella todo era confusión. Muchas preguntas la amedrentaban, mezcladas con el entusiasmo y el miedo. El camino era fácil de seguir. Habían muchos rastros de sangre que la llevaron hacia la Tumba de los Antepasados. A la distancia, la tormenta causada por Marlok derramaba toda su ira y, por desgracia para Lady Jane, el Traquemage se dirigía directamente a esa dirección.
La lesión de este último parecía más grave de lo que había pensado.
- Tengo que encontrar a alguien, para que me ayude a detener el sangrado y disipar esta maldita teurgia que me rodea...
Su traje había sido quemado en su hombro derecho y parte de su casco se había roto, dejando escapar un largo cabello, castaño...
Venganza
Los sucesos fueron suficientes para que se desembocara una batalla entre los Envidados de Noz'Dingard y los Kotoba. La tormenta había servido como pretexto para que ambas partes se acusaran mutuamente. En poco tiempo el campamento draconiano había sido arrasado por un rencor centenario. Pero a medida que la batalla avanzaba, el Profeta estaba aun mas seguro de que la tormenta no había sido provocada por los extranjeros de Xzia, es mas, la magia utilizada se parecía a la ejecutada por los aprendices Noz'Dingard. Entonces decidió poner fin a la intemperie a así lograr que la magia del dragón ya no pudiera ser interrumpida. La lluvia se detuvo, el viento cesó, y la magia incontrolable desapareció.
Fue en ese preciso momento que Aku tuvo la oportunidad de liberar el sello que restringía su magnifico poder. El delgado papel que bloqueaba la magia de Aku fue arrancada mientras se convirtiéndose en cenizas. De inmediato convocó a Akujin quien maulló de placer por el reencuentro. Y por una buena razón, el “Cherchefaille” tenía el control sobre Aku desde el momento en que sus caminos se cruzaron por primera vez.
- Ahora somos libres, expreso aliviadamente el joven.
- ¿Eso crees?
Aku reconoció de inmediato la voz de su antiguo maestro. Toran había llegado antes que el, y se mantuvo mirándolo fijamente con ojos llenos de venganza. En una fracción de segundos, profesor y el alumno se enfrentaron, iniciando Akujin el duelo, lo que obligaba a Aku a unírsele y convertirse en Akutsaï. Toran habia esperado ese momento durante años. Al fin vengaria a su seres queridos asesinados por su ignorancia y arrogancia. Los tatuajes del anciano comenzaron a emerger de su cuerpo dándole un aspecto espectral. Ambos Tsoutaïs se lanzaron golpes uno contra el otro, desencadenando una gran batalla que los llevo hasta la Tumba de los Ancestros. Aunque Akutsaï no había podido derrotar a su amo, el hecho de ser dos “Cherchefailles” lo convirtió en un adversario a su altura. Sin contar a los Rastreadores de Xzia, nadie le había provocado jamás estas dificultades y mucho menos aun un Tsoutaï. Akutsaï se escondió en las ruinas de la Tumba de los Ancestros, una antigua ciudad del Imperio a la cual los horrores de la guerra habían devastado por completo. Toran tenía todo planeado. Su plan era impecable y su venganza implacable. Poco a poco logro que su antiguo alumno lo siguiera hacia donde el quería. Tenía preparado un ritual Tsoutai antiguo que le habría servido anteriormente para derrotar a Akujin. Todo sucedió de maravillas. Llevaba varios años entrenándose para esta confrontación, logrando superar al máximo las artes antiguas Tsoutaïs. Los archienemigos se encontraron en el centro de la aldea en ruinas. La noche caía lentamente y ya habían transcurrido varias horas. Toran hizo creer a su antiguo alumno que ya no podía seguir, arrodillándose a pocos metros.
- Jajajaja! El poderoso Toran rendido a mis pies. ¿Qué se siente saber que pronto te unirás a tus amigos? ¿Te sientes libre?
Toran entrecerró los ojos y miró fijamente a Akutsaï.
- Libre? Sí, pronto. Pero será precisamente Aku quien será liberado.
Cuando la noche cubría su manto de oscuridad sobre la Tumba de los Antepasados, aparecieron alrededor de los dos Tsoutaïs, unos espectros pálidos como fantasmas.
- Los reconoces? Vienen por ti Akujin, y también vinieron a darme la fuerza necesaria para cumplir mi mayor anhelo. Debido a tu ira y al control que ejerces sobre Aku, necesitas concentrarme más. Mira debajo de ti.
Akutsaï admitió que efectivamente reconocía los espectros y eran los mismos que el asesino hace años. La tierra comenzó a brillar formando diseños complejos. No tuvo tiempo de preguntar más. Ambos “Cherchefailles” amedrentaron sus colmillos en los brazos del maestro, uno a cada lado. Seguido Toran comenzó el ritual de oraciones y cantos antiguos. La magia inmovilizo a Akutsaï quien comenzó a sentir un intenso dolor. Luego los Cherchefailles lanzaron un disparo como queriendo romper una hoja de papel. El dolor era demasiado fuerte. Termino por comprender lo que estaba sucediendo. Al cabo de unos minutos, las dos entidades se separaron nuevamente. Aku cayó al suelo, inconsciente. Respecto a Akujin, se encontraba luchando contra las influencias de Toran.
- Akujin, te voy a desterrar de estas tierras. Si bien no podré matarte, te encerrare para siempre. Y romperé la influencia que tienes sobre Aku.
El anciano desenrollo un pergamino el cual contenía miles de símbolos escritos. El mismo empezó a emitir un brillo rojizo. Akujin desapareció, absorbido por el pergamino. Toran se reverencio ante los fantasmas quienes formaban un circulo a su alrededor.
- Gracias, por fin podrán descansar en paz ahora que fueron vengados.
El Monstro
Los combates estaban a flor de piel dentro del Bosque de los Murmullos. Ergue y sus secuaces se encontraban en jaque por sus adversarios Tsuro, Amaya, Eglantyne y Moira. El viento arrancaba las hojas y ramas de los árboles, lo que reducía notablemente la visibilidad de los combatientes.
Acorralados los Combatientes de Zil, sus estrategias ya no se basaban en la sorpresa, pero si en la asombrosa capacidad del cazador. Ergue tomo una bolsa de cuero y apresuradamente desato la cuerda desgastada por el tiempo. Introdujo su mano y saco un polvo blanco el cual en contacto con el aire formo una espesa niebla, la cual comenzó a extenderse por cuanto lugar encontrara.
En ese momento, el viento cesó y apareció el sol, atravesando sus rayos por entre las copas de los árboles. Pronto, la niebla se levantó, lo que dificulto la visibilidad de los Rastreadores y las Sablemágico quienes no paraban de buscar a sus oponentes. Mientras tanto, Ergue comenzó una especie de ritual, recitando unos sonidos exóticos. El era uno de los pocos que conocían el secreto que guardaban los habitantes de una isla remota. Se escucharon sonidos de tambores, los cuales comenzaban lentamente pero a medida que pasaba el tiempo se tornaban más y más rápidos.
Moira y Eglantyne presentían que algo anormal estaba sucediendo. Una extraña magia estaba en proceso y eso no les agradaba para nada. En cuanto apareció la niebla los Rastreadores adoptaron una formación de combate, mientras reemplazaron su lengua natal por signos. Obviamente, también sospechaban de un truco por parte de sus oponentes. Y tenían razón. Ergue, lejos de la mirada de sus enemigos se encontraba realizando una particular danza. Soriek y Granderage no movían ni un pelo mientras el cazador daba vueltas a su alrededor. Fue entonces cuando la niebla regreso al mismo lugar del cual había salido, y los que estaban atentos escucharon palabras en un dialecto muy primitivo. A continuación, la misma se centro alrededor de los Combatientes de Zil, haciéndolos invisibles a los observadores externos. Finalmente, desapareció y en lugar de los tres secuaces había un monstruo, un híbrido perfecto, un coloso gigante de piel azul en algunas zonas, y verde en otras, con un cuerno afilado que se asemejaba al mismo que portaba Soriek.
- Y ahora que empiece el show! -Exclamó la cosa con una mezcla de tres voces. La misma saltó, arrancando árboles como si fueran ramitas simple. Sus oponentes solo oyeron el crujido de ramas rotas.
- Prepárate, lo que se acerca es poderoso. Amaya, Kaidan!
La joven miró a su amo y reacciono asombrada. Una máscara atemorizante de color rojo apareció en su mano. Instintivamente se la puso sobre la cara, para luego desaparecer.
Las Sablemágico también reaccionaron con rapidez. Moira se puso delante de su hermana y comenzó a lanzar conjuros sobre su arma. Mientras que su hermana, empezó una especie de oración.
- Oh Dragón, concedele a tus siervas el poder necesario para ganar. Que el espíritu de mi hermana y el mío entren en armonía.
Fue entonces cuando la criatura llegó hasta donde se encontraban. El monstruo se detuvo en seco frente a su pequeño publico.
- ¡Jajajaja! Deberían haber escapado mientras podían! Ahora están perdidos!
- Es lo que piensas! Exclamo Tsuro. A la vez que aparecía una mascara en su mano. El rastreador se la equipo para luego precipitarse hacia al criatura.
La batalla comenzó, pero esta vez la intensidad era muy diferente! Lo que hasta entonces había sido una simple escaramuza se convirtió en una verdadera batalla, donde las vidas estaban en juego. El pulso sanguíneo se les acelero. La ofensiva de la abominación era formidable. Los golpes lanzados por Tsuro y Moira parecían picaduras de mosquitos. Pronto, el monstruo llevo la delantera. Moira, le hacia frente pero se estaba quedando sin aliento. Tsuro había sido enviado por su entrenamiento en las artes de Rastreador, pero por desgracia su especialidad se basaba en la neutralización de Magos, no en el enfrentamiento contra monstruos.
Unos minutos más tarde los protagonistas estaban al borde del colapso. Heridos y fatigados, con la voluntad a punto de desvanecerse.
- Eglantyne... lo conseguiste???!! Esta a punto de vencernos! Moira sentía una energía familiar, era la del Dragón. Sus heridas se cerraron nuevamente. Su voluntad y coraje para enfrentarse a esta abominación revivieron. Eglantyne se apoyo junto a su hermana y un dragón de humo azul las rodeó a su alrededor. Sus espadas brillaron con una luz azul y se volvieron tan ligeras como una pluma. Las damas se lanzaron sobre el monstruo quien grito con cada sable.
Por su parte, Amaya también había terminado su preparación. Grabo en los árboles cercanos símbolos de Rastreador. Hizo un gesto a su amo y éste se ubico en posición de ataque. Un ideograma que formaba un círculo apareció bajo sus pies. El símbolo parpadeó unos segundos y luego desapareció de repente. El viejo golpeó la abominación a una velocidad increíble. Cada golpe lo hizo volar. Eglantyne tomo al monstruo por el pie, y se lo lanzo al Rastreador quien lo esquivo. Moira empujo su sable en la espalda del monstruo quien grito de dolor. Entonces Tsuro aprovecho para utilizar una técnica que heredo de los grandes maestros de su familia. Durante la oración toco muchos puntos los cuales lograrían que la criatura se constituyera en la forma de un humano normal. Y, milagrosamente, funcionó. La abominación cayó en el suelo, una niebla blanca salio de ella, y reaparecieron en su lugar los tres Combatientes de Zil...
La muerte del Profeta capitulo 1
La noche cubría con su manto de oscuridad la Tumba de los Ancestros. Los Enviados de Noz'Dingard y los Kotoba continuaban sus caminos por separado. El arte ancestral en el manejo de armas había igualado a la magia. El combate duró todo el día. Ahora, la calma regresaba a la región. O casi. Porque en la sombra un plan se estaba tramando...
Las palabras daban vueltas con fuerza en la cabeza de Télendar y sus secuaces. La orden era simple: asesinar al Profeta. El misterioso hombre no hacia elecciones libradas al azar, sin remordimiento seleccionaba sus victimas, y era un especialista en los asesinatos por la espalda. El jefe de los Combatientes de Zil había asesinado muchas veces, sin disimular el placer que sentía en cada oportunidad.
Esta vez el plan era simple: dividirse para dar un golpe certero. La primera parte se realizó con éxito. Ergue, Granderage y Soriek fueron enviados para crear una distracción. Mientras tanto, Télendar tuvo la oportunidad de analizar con precisión a sus enemigos y descubrir todas sus debilidades. Los Kotoba no serían un peligro por estar alejados de la escena del crimen, prefiriendo Gakyusha montar un campamento al otro lado de la piedra caída del cielo.
- Querida mía, esto será muy divertido. Entusiasmada Silene sonreía a su hermana.
- Ya me estoy aburriendo de tanto esperar. Télendar nos prometió acción.
El joven se rascó la parte de atrás de su cabeza.
- Ah? Les dije que.... Sí, tienes razón. Si todo sale de acuerdo a mis planes esta noche será una gran noche para los Combatientes de Zil. Vamos a demostrarle a todos quienes somos y que valemos mucho mas que esos gremios falsos! No se olviden que deben llamar la atención durante todo el tiempo que necesite para llevar a cabo mi tarea. Marlok esta a punto de lanzar su ataque.
Las dos Guémélites respondieron al unísono un "Sí jefe!" que rebosaba alegría. Télendar pronto desapareció entre las nubes de humo. Las hermanas, por su parte, empezaron a correr hacia el campamento de los Enviados.
Estos se refugiaron en lo que quedaba de su campamento, en parte socavado por la tormenta. Las telas de las tiendas ondeaban en el viento y la mayoría de sus pertenencias se encontraban diseminadas en el barro.
El joven Pilkim empezaba a recoger sus preciados pergaminos. Aunque el figuraba desde hace poco entre los miembros del gremio gracias a sus increíbles poderes mágicos, sin embargo no dejaba de ser un joven estudiante y esa misma juventud era su mayor debilidad. Siguió los pergaminos que habían volado fuera del campamento. De hecho no era consciente de lo que estaba sucediendo a su alrededor, por encontrarse perdido en sus pensamientos. Finalmente se golpeo contra una roca.
- Auchhhhhh! Cayó sorprendido. ¿Quién me puso esto ...
Se detuvo cuando vio lo que realmente era. Un enorme golem de cristal, viejo y sucio.
- Wow! Esgrimió Pilkim extasiado ¡Un golem ... de cristal ...
El muchacho se puso inmediatamente en guardia, presintiendo que algo andaba mal. Y por una buena razón. Escucho una voz detrás de él.
- Hola pequeño, ¿Te perdiste?
Pilkim se dio vuelta y encontró a alguien cuya reputación presidía: Marlok, el traidor. Inmediatamente, el joven mago lanzo un hechizo formando una barricada glacial para detener a Marlon y su golem, antes de huir sin esperar respuesta.
Gritó tratando de gesticular lo mejor posible para que todos los Enviados puedan entenderte.
- AAAAHHH MARLLOOOOKKKK!
En ese preciso momento Silene y Selene hicieron su entrada para sorpresa general, seguidas de cerca por Marlok y su Golem. Se produjo el efecto esperado, el caos total reinó en el campamento! La rabia de las hermanas y el poder del mago exiliado desorganizaron las tropas draconianas. Anryéna vio a su antiguo aprendiz y rápidamente arremetió contra el para ponerlo en su lugar. El mago zil al ver a la descendiente del dragón que venia hacia donde se encontraba retrocedió lentamente, teniendo en cuenta que el objetivo era mantenerlos alejados de la zona clave.
Por su lado, las hermanas se encontraban luchando contra Aerouant, Pilkim y Alishk. Los hechizos venían de todas partes sin llegar a tocar a las Guémélites, acostumbradas a enfrentar a los magos. El campamento que acababa de ordenarse quedo nuevamente destruido, esta vez sumando las llamas devastadoras. Tras un breve debate, los magos de Noz'Dingard se organizaron y tomaron la delantera, siendo la oportunidad perfecta para que Silene y Selene decidieran condimentar con un poco de sabor la lucha. Desde sus inicios, estas dos tenían la habilidad de transformarse en una única criatura: Sombrosia. La sorpresa fue tan grande como el tamaño de esta formidable entidad. La misma tenía apariencia de una serpiente con un busto de mujer y cuatro brazos. El jefe de los Zil, por su parte, se había acercado a su presa después del ataque. Diestramente se rascaba la espalda, no para herir, sino para atraer su atención. Una vez logrado el objetivo, el asesino Zil se alejo para atrapar al Profeta en sus redes.
- Obviamente, el buitre no está muy lejos! Reconozco muy bien la bajeza de un Zil!
El merodeador contesto solamente con un ataque rápido y luego se alejo. Esto enfadó un poco al mago Noz quien comenzó a lanzar poderosos hechizos. Télendar esquivo todos los ataques, siempre de cara al oponente. Este pequeño juego duró el tiempo necesario para llevar a cabo su trampa. En poco tiempo ocurriría una de las tragedias que cambiarían para siempre el destino de los Combatientes de Zil y de los Enviados de Noz'dingard.
- ¡Estas terminado, como la rata que eres! Expreso orgullosamente el Profeta.
- ¿Eso crees? la sangre del dragón que fluye a través de ti te llena de orgullo...
La voz provenía de alguien que apareció en la escena, vestido de negro.
- ¡Tú! El mago gritó enojado, yo pensaba que la gente como tu había desaparecido para siempre.
- Nunca debes decir nunca...
El extraño dejó caer una gema y Telender la tomo rápidamente. El Profeta abrió grande sus ojos al ver esa cosa.
- Veo que has comprendido, mitad dragón, que la muerte es tu única salida.
Télendar ataco con toda su fuerza. El Profeta contraatacó con sus hechizos de relámpago más poderosos, pero a su oponente lo protegía la gema colgada alrededor de su cuello. Luego llegó el trágico momento en el que las garras del Merodeador se hundieron en el pecho del mago. Y la sangre empezó a correr ...
La muerte del Profeta capitulo 2
Bajo la mirada del desconocido, Télendar arrojo el cuerpo del profeta al suelo y lo mato atravesando su garganta con sus garras. Así pereció el Profeta.
- Antes eras un oponente más valiente. Se jactaba el desconocido.
El dragón sintió la repentina ruptura entre él y su Profeta, hiriéndolo profundamente. Todos los Enviados de Noz'Dingard sabían que algo grave había sucedido. El pensamiento semi-colectivo les advirtió a todos sobre la desaparición de su líder. Anreya fue la primera en reaccionar. Su primer sentimiento no fue tristeza, sino ira.
- ¿Qué le hiciste maldito Zil???!!!! Gritó enojada. ¿Qué le hiciste??!!
Su aspecto cambio. Sus rasgos humanos se convirtieron en reptiles. En su parte superior un par de alas traspasaron su vestimenta. Inmediatamente Kounok se transformo en un Dragón gigante, también inmerso en una ira sin igual.
- Van a pagar! Esgrimió antes de arremeter contra Sombrosa, seguido por Pilkim cuyas lágrimas fluían de el sin poder evitarlo.
Aerouant necesitó un poco de tiempo para recuperarse. Además de los lazos filiales, él estaba vinculado a su padre porque se asemejaban enormemente. Fue él quien lo había iniciado en la Magia del Dragón y sobre todo en la cristalmancia, donde se destacó. Su corazón se partió cuando, después de una rápida mirada a su alrededor, no vio al Profeta. Todo esto no era un sueño. Y luego… explotó. Utilizando toda la magia que le impregnaba, solo quería estar con su padre. La voz ancestral del dragón sonó en su cabeza: “Terminó”.
De pronto se encontró en la escena del crimen. El Profeta estaba tendido sin vida. Se acerco y con todo el amor que sentía por él lo tomo entre sus brazos. No pudo contener las lágrimas.
- Pero que sorpresa, el hijo se unió a su padre. Se rió entre dientes Télendar.
- Desháganse de esta molestia, ordenó el desconocido.
El joven no dijo nada y se quedó mirando fijamente al asesino. Repentinamente el descargó su ira en un ataque explosivo. Unos cristales aparecieron en las manos del mago, y una armadura protegía su cuerpo. Télendar se sorprendió por esto. La piedra “Corazón negro” lo protegía de los hechizos que le lanzaba. El mago Noz'Dingard era muy diferente del Profeta. Por su lado, Aerouant tenía una sola cosa en mente: hacer morder el polvo a la vil criatura. Pero el maldito sabía luchar y no le pudo sacar ventaja. El joven vio la piedra sujetada a una cuerda que colgaba alrededor del cuello de Télendar, y todo quedó claro. Una piedra de corazón negro! Él nunca la había visto, pero gracias a su talento cristalomanciano podría hacer algo al respecto. Reunió todo su poder. Unos cristales gigantes hicieron temblar la tierra y se escuchó un sonido ensordecedor. Télendar sabía que su oponente estaba preparando algo contra lo que no podría enfrentarse. El extraño que anteriormente observaba con una sonrisa, ahora la había perdido y en su lugar poseía una mueca de preocupación.
Aerouant era un especialista con los cristales y las piedras corazón. La de Télendar estaba visiblemente corrompida y tenía que retirarse. La barrera cristalina protegía a Aerouant. La magia contenida en los cristales los desintegro y ahora se concentraba en la piedra de Corazón negro. El jefe de los Zil aullaba de dolor como si la piedra fuese en verdad su corazón.
- Te liberare de la influencia de la piedra y pagaras por tu asesinato!
El desconocido se abalanzó sobre Télendar y le arrebató la piedra de corazón de las manos. Con la parte posterior de su mano libre, realizo unos hechizos de sombra sumergiéndolos rápidamente en una oscuridad impenetrable. Poco después, la oscuridad se disperso. Para desgracia de Aerouant, sus rivales ya no se encontraban allí.
- Cobardes! Los enviados los encontraremos donde sea que estén!
Los enemigos habían partido, y la cólera dio lugar a la tristeza. Anryéna, que acababa de llegar después de perseguir a Sombrosa, se inclino sobre el cuerpo de su hijo y le acarició la cabeza con cariño.
- Hijo mío te llevare con el Dragón, tu mente y tu cuerpo seran uno con él. Aerouant, es tiempo de que un nuevo profeta sea anunciado, tu estarás a la cabeza de los Enviados.
Un halo de luz azul se esparció por su alrededor, luego desapareció, dejando a los Enviados de Noz'Dingard como líder a un Aerouant plagado por la tristeza, la ira y la duda.
En la distancia, Tsuro y Amaya había seguido en silencio toda la escena y llevaron su informe al Señor Imperial.
- Señor, el Jefe de los Enviado de Noz'Dingard está muerto, fue asesinado por un villano Zil.
Gakyusha tomó un sorbo de alcohol xziarite con un rostro pensativo.
- Los Enviados no tienen líder, por lo tanto podemos considerar que la piedra nos pertenece. Pero me entristece que el Profeta este muerto, y por una traición. Honremos su memoria porque fue un digno rival.
Crónica del Rey
Yo soy Aez, alguna vez fui el príncipe de Avalonia, y hoy soy Rey. Pero, durante un tiempo, yo vagaba como un alma perdida, preso de una infinita sed de venganza.
Como ya lo eh dicho, yo soy el primer hijo de Mirion y estaba destinado a sucederse cuando llegara el momento. Por desgracia, un acontecimiento trágico me impidió acceder al trono. Hace unos años, al igual que todos los príncipes de los 7 reinos, tuve que quedarme durante 2 años dentro de una de las familias reales. Por eso decidí realizar ese aprendizaje en Valdoria con quienes siempre mantuvimos una excelente relación. Nuestros respectivos padres me habían prometido a Marie, su hija menor. Nada podría ser mejor que eso. Yo era prácticamente parte de su familia y el conocimiento adquirido era invaluable para mi futuro reinado.
Pero ocurrió un día fatídico. Mientras me entrenaba en el patio del castillo, un mensajero arribo al galope. El portaba la armadura de mi familia y, además, llevaba un manto negro, en señal de duelo. ¿Su arribo significaba que algo había sucedido en mi reino? El valiente hombre no me dijo nada y se precipito directamente a la sala del trono.
Poco tiempo después, Marie vino corriendo hacia mí, con lágrimas en sus ojos.
_ Aez…El rey de Avalonia…tu padre.
Hizo una pausa, sus lágrimas no paraban.
_ ¿Y bien? ¡Habla! ¿Es algo malo? Le dije con el corazón palpitándome.
_ Se unió a sus ancestros…
Esas palabras fueron como una puñalada en el centro de mi pecho.
Partí inmediatamente hacia Avalonia a fin de conocer más sobre ese acontecimiento. Mi madre me esperaba en la tumba, con tristeza en su rostro. Entonces me contó que mi padre recibió en nuestro hogar a unos Xziriartes que estaban de pasada, de los cuales uno insulto al propio Emperador en persona. Por lo que tuvo que enfrentarse al joven guerrero, quien lo derroto y debido a su avanzada edad no logro sobrevivir a la batalla. Luego el ganador tendría el derecho de demandarle al perdedor la espada de los 5 ancestros. Y de esta forma los Xziriartes se apoderaron de la preciada lámina.
En efecto, según la costumbre, para convertirse en el Rey de Avalonia era imprescindible blandir la espada de los 5 ancestros, la cual había sido forjada hace dos siglos atrás por el primero de nuestros reyes. Sin ella, era imposible cumplir mi destino. Emprendí una cruzada para recuperarla, dejando a cargo a mi madre quien fue la nueva regente. Tenia el deber de viajar por todo el mundo en búsqueda de lo que por derecho me correspondía.
Tres largos años pasaron, tres años deambulando tras pistas que no conducían a ningún lado. ¿Quienes eran estos Xziriartes? Recorrí gran parte del Imperio sin que nadie oyese nunca sobre la espada de los 5 ancestros. Hasta que abandone el imperio y me dirigí hacia donde se encontraba la piedra que cayo del cielo.
Allí había estallado un conflicto entre varios clanes. Nunca preste atención a estos grupos, hasta ahora. Pero, no se si fue por casualidad o porque el momento de mi venganza se había acercado, encontré al ladro de la espada. Pero, sorprendentemente se trataba de un joven de tan solo 15 años. Como había logrado derrotar a mi padre? Lo observe durante unos días y entonces lo comprendí. Su talento en el manejo de las armas era impresionante. ¡Yo mismo lo venceré! El destino es implacable por ponerme a la cacería de Iro! Además, no se encontraba solo. Estaba rodeado de guerreros, y mi fe, parecía tan desalentadora frente a la de ellos. Sin embargo, como no soy ningún cobarde, me presente frente a su jefe y desafié a Iro. Pero el combate fue corto, yo era muy lento a causa de mi pesada armadura, la cual maldije a más no poder. No hablare de esta vergonzosa derrota.
Estaba desesperado, Avalonia se había convertido en una tierra abierta al Gran Torneo. Fue entonces cuando conocí a una persona que me permitió llegar a ser lo que soy hoy. Siempre recordare esa conversación.
_ Hay un tiempo para todo. Un tiempo para la tristeza, un tiempo para actuar y un tiempo para la venganza.
Era un extraño señor de contextura pequeña, sentado sobre un objeto que flotaba sobre el suelo.
- ¿Quien es usted? Le dije. Parece que no se dio cuenta de que es inoportuno.
_ Si me di cuenta. Y se que es lo que te molesta y como restaurar tu honor.
Al oír estas palabras, hizo un gesto y me dio un objeto redondo con agujas.
- ¿Que es?
- Esto te permitirá obtener lo que buscas. Tendrás que ser inteligente y pensar cuidadosamente sobre lo que haces. Explota las debilidades de tu enemigo.
-¿Porque haces todo esto por mi? No te conozco.
Lo se bien. Mejor digamos que no nos conocemos aun. ¡En fin continuemos! Será a cambio de que un día volveré y te preguntare algo muy importante. Entonces recordaras la deuda que tienes conmigo y responderás.
Todo era muy misterioso. Ya había visto cosas singulares, pero esto superaba a todas. Se me había ofrecido la oportunidad de probarme a mi mismo. Y la acepte.
Inmediatamente las agujas del reloj empezaron a girar a toda velocidad, al igual que todo a mí alrededor. Cuando recupere la conciencia, ya no me encontraba en el mismo lugar, pero para mi sorpresa me encontraba en una gran ciudad Xziriarte llamada Méragi que se había vuelto la capital imperial. ¿Por qué me envió aquí? Ciertamente mi oponente venia de este sitio, pero se encontraba a miles de kilómetros de distancia. Entonces vi a una multitud de personas que parecían estar celebrando algo. Les pregunte acerca del festejo. Era sobre la travesía de Iro, el campeón del emperador, quien había vuelto a superar a un gran oponente. Mire para todos lados para ver si se trataba del mismo Iro, y de hecho era él. Pero su aspecto había cambiado. Ahora parecía mucho mayor que yo. ¡Imposible!
Trate de comprender la situación. Por el aspecto de Méragi, probablemente me encontraba en el futuro. Y ahora, ¿que es lo que haré? Buscare información sobre Iro, porque después de todo no sabia nada acerca de él y la información que me aporto la gente me permitiría preparar mi venganza.
Unos días mas tarde, por fin tenía un plan. Así que me dirigí al palacio y me detuve frente a los guardias.
- Yo, Aez príncipe de Avalonia, desafío a Iro, el campeón de su majestad el Emperador de Xzia.
Los guardias se sorprendieron. Entonces uno de ellos se dirigió a la derecha. Un poco mas tarde, un hombre, posiblemente un empleado, vino a buscarme y me llevo a una gran habitación que reconocí como la sala del trono. Sin embargo, me percate de un hecho curioso. Los muros estaba cubiertos con muchas armas colgadas, principalmente espadas. Por un instante, mi corazón se detuvo cuando vi la espada de mis antepasados. Allí, y bajo ella, me esperaba Iro. Estábamos rodeados de cortesanos que se burlaban de mi, condenándome a una rápida derrota. Obviamente el no me reconoció, lo que me favoreció.
- Acepto tu desafío, forastero, y me gustaría ofrecer este triunfo al Emperador. Esto terminara rápido, dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Las personas a su alrededor echaron a reír. Debido a que soy desafiado, elegiré la espada que portare en el duelo.
- Como no tengo espada, entonces puedo elegir una de ellas, le dije señalando las paredes.
- Me parece bien, pero no te hará ganar, estas espadas son de aquellos que perdieron ante mi.
Una vez ahí, sin más preámbulos, me trajo la espada de los 5 ancestros. Esta tradición significo una gran felicidad para mí. Los ancestros estaban ahí, habían estado esperándome. “Véngate” me dijeron al oído. ¡“Hazme justicia, hijo mío”!. Era la voz que no volvía a escuchar desde hace varios años.
Llenos de confianza, los valientes guerreros nos permitieron presenciar un gran espectáculo. Iro, por su parte, lucharía sin armadura, solo con dos sables. El se abalanzo con destreza, pero esta vez la situación era diferente. Ya conocía algunos de sus golpes y, sobre todo, tenia la espada. Detuve todos sus ataques, era una roca impenetrable. Pero por su lado, previno mis pocos ataques.
- ¿Que tenemos acá? ¡Un adversario a mi altura!
A continuación, cambio de posición y ubico sus dos sables en forma paralela. Uno que apuntaba hacia mí y el segundo en la dirección contraria. ¡Una técnica de combate! La detuve con todas mis fuerzas, murmurando oraciones a mis ancestros. La espada comenzó a emitir un resplandor verde, luego lanzo destellos del mismo color. Iro se precipito sobre mí, y yo gire a la vez que gritaba con toda la rabia que tenía contenida. Una gran luz verde cegó a todo el mundo, y cuando nuestros ojos se recuperaban se veía como Iro caía al suelo. Mi escudo se estaba partido a la mitad. Pero una de sus espadas yacía rota.
Me volví hacia el y le dije:
- Yo soy Aez, Rey de Avalonia, y tu vivirás para siempre con la vergüenza de esta derrota.
El Sello
Otro tiempo, otro lugar.
El Rey Gaumatta había muerto, dejando un caos en el Gran Torneo de Yses. A pocos kilómetros de la capital, Guedenot acababa de regresar de recorrer los mercados regionales vendiendo lo poco de sus cultivos que le quedaron después de pagar todos los impuestos. En el camino, luego de tomar un desvío de Moshat, el comerciante escucho un ruido en su carro. En el descubrió a dos criaturas vestidas de harapos, uno mas hambriento que el otro. El comerciante consideraba, que en situaciones extremas, nunca abandonaba a quien lo necesitara, ya sea humano o no, y humanos, estos dos no eran.
- ¿Pero que tenemos acá? Guedenot se dio vuelta para observar mejor lo que sucedía. Vaya, criaturas del bosque, de las que rara vez se ven por aquí. Acérquense así los veo mejor.
Aunque temerosas, las dos criaturas se dejaron ver, descubriendo sus facciones bajo la débil luz del sol de otoño.
- ¡Por todos los santos! ustedes dos parecen pequeños espantapájaros. ¿Cuántos años tienen? ¿De dónde son? ¿Al menos me entienden?
El mayor de ellos era un un Hom'chai lleno de miedo, mientras que el otro se trataba de una Elfine, más pequeña que su compañero, llevando un cabello largo hasta la altura de sus frágiles manos.
- Bueno los voy a traer de vuelta a mi casa, no puedo dejarlos así. Se esconderán allá abajo - dijo, señalando a una manta.
Sin darles respiro los arrastro y de dos empujones los metió bajo la lana. El comerciante corrió los pocos kilómetros que lo separan de su pueblo pensando en que haría con estos dos forasteros. En esa parte del reino la superstición era muy fuerte, y aun mas el racismo hacia todo lo que no era humano. A su llegada, la noche había caído sobre las quince casas que componían la aldea de Herberonde. Ubicado en un bosque, los habitantes eran en su mayoría leñadores y cosechadores de Sèvemiel. Todo lo que venia del exterior era visto con recelo por temor a que sean mal augurios para la pequeña comunidad.
Guedenot llevo su carro hacia el granero para que los niños se metieran ahí y nadie los viera, escondiéndolos entre los fardos de paja.
- No los abandonare, volveré, ¿entienden? No salgan del todo.
Los niños acurrucados uno contra el otro, lanzaron miradas hacia su nuevo entorno. El comerciante se fue a su casa donde su esposa y sus dos hijos esperaban con impaciencia su regreso. A su reencuentro, fue recibido con mucha alegría tras haber partido varias semanas atras. Luego les explicó sobre su encuentro con los forasteros clandestinos anunciando que quería ayudarlos.
- ¡Pero no estas hablando en serio! ¿Te das cuenta de los riesgos que implica?
- ¡Por supuesto que lo sé, pero son niños, Mewëen, niños! Los abandonaras a su suerte?
La mujer de Guedenot vacilo unos segundos, luego rápidamente giro hacia la chimenea. Ella miró a las llamas chispeantes, pensando que era cierto, no podría dejar a los niños, aunque no fuesen humanos.
- Bueno, vamos a ver cómo se ven nuestros huéspedes.
Desde ese día los dos Eltarites, porque así se llamaban las criaturas del bosque se convirtieron en los nuevos miembros de la familia de Guedenot. Los aldeanos que inicialmente sentían miedo muy rápidamente les ganaron cariño, y el tiempo continuó su curso interminable ...
Unos años más tarde.
Las constituciones del Hom'chaï y de la Elfine eran impresionantes. Los dos niños crecieron a una velocidad increíble, la Elfine tenia el tamaño de una adolescente, mientras que el Hom'chaï ya había superado a la mayor parte de los leñadores mas robustos. Como es natural, y de hecho, había encontrado utilidad en ese negocio. En ese tiempo se los llamaba Elaine y Gaherhis, dos nombres típicos de la región de Yses. Habían aprendido las costumbres y el idioma para adaptarse mejor, pero algunas personas parecían que nunca se acercarían o hablarían con ellos. Pero eso no les molestaba, se habían dado cuenta de que, después de todo, no estaban en casa, y probablemente, nunca lo estarían.
Una hermosa mañana de primavera, cuando se preparaban las festividades en honor a una boda, un importante hombre llegó con dos caballeros. Era el Señor de estas tierras, que de vez en cuando inspeccionaba los pueblos. Fue la casualidad que lo llevó allí, y en esa oportunidad encontró a los dos adoptados. La reacción fue inmediata. El Señor estaba furioso porque el pueblo no lo había evitado y por eso castigaría al jefe de la aldea pero Guedenot. Elaine y Gaherhis intervinieron, provocando la reacción de los Caballeros quienes arremetieron contra los Eltarites. El hom'chaï resultó gravemente herido en la cara, la elfine llena de furia lo mato con su extraño sable color ambar. Este objeto singular crecía en la misma proporción que lo hacia ella, y lo que en un principio era un cuchillo, ahora parecía una bella espada curva. Para su asombro, al contacto con la sangre de su oponente, la hoja se tiño de color rojo.
Todo se convirtió rápidamente en un caos general, con la ayuda de Mewëen, Elaine arrastro a Gaherhis fuera de la aldea para curar sus heridas. Para su desgracia, él quedaría con unas profundas cicatrices para el resto de su vida. En el centro del bosque, el azar tocó a la puerta de los Eltarites. A dos leguas de los trágicos acontecimientos, un pequeño grupo de acróbatas se habían asentado. Mewëen les imploró cuidar de ellos porque ahora ya no podrían residir en el pueblo.
Y de esta forma se unieron a los combatientes de Zil.
Hoy en día.
Después de la llegada del desconocido, los dos compañeros habían seguido a los demás combatientes Zil. Su naturaleza Eltarite los hacia resistentes a la locura que reinaba a los Zil. Poco antes de la llegada a la tumba de los ancestros, decidieron dividir el grupo y rodear los grandes bosques del norte, el cual era uno de los pocos lugares no visitados anteriormente debido a las leyendas sobre criaturas extrañas que allí vivían.
Abyssien les había advertido que su búsqueda podría conducirlos a una decepción. Al crecer en la compañía de los hombres habían adoptado una cultura muy diferente a la que debería haber sido la suya.
Cayó la noche sobre el improvisado campamento, a lo lejos la luz emitida por la piedra caída del cielo apenas iluminaba debido a las nubes bajas. Sangrespada y Sinrostro se sumergieron en sus pensamientos, con sus miradas fijas al vació. De pronto el silencio se vio interrumpido por alguien que se aclaro la garganta. Los Zil se sorprendieron.
- Per... Perdonen que los moleste. Estoy un poco perdida...
Sangrespada examino a la recién llegada y observo lo extraña que era, sobre todo por lo blanco de sus ojos, que sin dudas, demostraban que era ciega.
- ¿Puedo colocarme a su lado y disfrutar de su presencia esta noche?
Esta reunión era un poco irreal, Sangréspada se preguntaba cómo esta persona había llegado hasta allí, sola y ciega.
- Tienes razón en tener tantas preguntas. La verdad es que en nuestra última reunión ustedes eran aun muy jóvenes.
- ¿De qué estás hablando? - rugió Sinrostro, ¿qué nos conoces?
- Sé todo sobre ustedes, sé quiénes son, conozco su historia.
Sangréspada saco su espada.
- Así que ya sabes que tendrás que decirnos todo!
La joven con el pelo blanco empujó la hoja con su paraguas.
- Sí, no te preocupes, te voy contare todo. Dijo ella con una sonrisa. Permítanme sentarme.
- ¿Cuál es su nombre?
- ¿Un nombre? Bueno, aquí me llaman El Apóstol. Querría algo mas femenino, pero me acostumbre.
Ese nombre no les decía nada. Ella se acerco hacia el fuego, esperando a que le hicieran más preguntas.
- ¿Quiénes somos?
- Ustedes están perdidos, dos niños con un importante destino en la historia de este mundo. Son descendientes de un pueblo secreto que habita este bosque -dijo, señalando la dirección de su destino. Pero para encontrarlo, primero deben descubrir la manera de entrar en el territorio Eltarite.
- Nos dijiste que nos habías visto antes. Cuéntanos más.
- Veo que eres de un espíritu vivaz, nos cruzamos anteriormente, fui yo quien los coloco en el camino de Guedenot, se acuerdan de él?
- ¡Por supuesto que sí! -Exclamó fuerte Sinrostro con su voz ronca.
- ¿Por qué no nos recogiste y nos llevaste contigo?
- ¿Y ser criados por una persona ciega? Bueno, yo no podía.
- Vamos. ¿Acaso no estas hablando con nosotros? Podrías decirnos como volver a casa.
- En realidad podría hacerlo, pero no sé si realmente desean verlos de nuevo, son muy diferentes a los Eltarite "verdaderos".
- Por favor, enriéndenos, nos dijiste: Yo les diré todo, así que adelante, dínoslo.
El apóstol tomo un momento de reflexión.
- La entrada al bosque es un portal que se encuentra cerca de aquí. Nunca esta nadie cuidándolo porque la mayoría de la gente solo ve un muro verde. Sólo los que son como ustedes pueden verlo, y lo que es aun más importante, abrirlo.
- Bueno, ¿Cómo podemos llegar ahí? exclamo Sangréespada animada. Toma tus pertenencias Sinrostro, iremos en busca de los nuestros.
Y así ambos Zil partieron, con la esperanza de ver a sus familiares.
- Gracias por ayudarnos exclamó la elfine alejándose. Pero, ¿dónde es exactamente?
- Sigue tus instintos! Lo encontraras!
Una vez que sus espectadores se marcharon el Apóstol se encontraba sola frente al fuego. Una lágrima caía por su mejilla.
- ¿Por qué me obligan a mentirles? ¿Cómo quieren que regrese a la Luz mintiendo y engañando? Lo que hice va a cambiar para siempre el destino de los habitantes de este continente.
Sinrostro y Sangrespada caminaron a lo largo de una hora en la oscuridad de la noche, sintiendo tanta alegría como hace años no la sentían. Largos años de búsqueda finalmente recompensados. Al final llegaron a un portal, enorme y majestuoso. Dos aberturas descendían verticalmente en cada una de las paredes. En lenguaje Eltarite, la inscripción comenzó a brillar. Sangrespada y Sanvisage instintivamente se colocaron al frente de las aberturas en cada una de las puertas. A la vez, pusieron su mano en la primera de ellas. Se escucho un ruido sordo, como una especie de “crack”, a continuación, la puerta comenzó a moverse...
Las aberturas dejaron de brillar, la puerta del Infinito estaba abierta. Detrás de ella no se veía un bosque, era algo totalmente distinto. Sangrespada y Sinrostro pronto se dieron cuenta de que no era un portal hacia su hogar...
El Llamado
La piedra atravesaba el cielo a una velocidad atroz, su frenética carrera culminaría sobre el Desierto de Esmeralda. Pero este no era el caso. En su lugar, terminó estrellándose en el centro del continente, en un lugar neutral, donde anteriormente grandes batallas tuvieron lugar: la Tumba de los Ancestros. La roca, gigante como una mansión, atrajo la atención de todas las naciones. Sus líderes pensaban que un gran poder se le otorgaría a quien lograra apoderarse de ella. Los primeros enfrentamientos habían provocado la muerte del Profeta, la traición de Télendar y la victoria relativa de los Kotoba...
El campamento Xziarite se encontraba en calma. El día anterior, los miembros del clan celebraron su "victoria" y le dieron el adiós a un valiente oponente: el Profeta. El sol había brillado con una intensidad inusual en un cielo que no estaba manchado ni con una sola nube. Asajiro, que estaba de guardia, vigilaba sus alrededores en busca de algo que llamara su atención. Entonces se alejo distraído influenciado por los comentarios que había escuchado de sus compatriotas, intrigado por la famosa Piedra caída del cielo, la cual atraía la atención de todo el mundo. Pero se acercó más de lo debido. Un enorme rayo de sol golpeo la roca, provocando el cegamiento del oficial imperial. En ese momento, Alishk, inserto en su meditación, no podía creer lo que veía. El rayo golpeó la piedra con un poder increíble, pero aun así no podía ver la magia en su interior. Nunca sintió algo semejante. Rápidamente se despertaron los enviados. Aerouant, quien no podía conciliar su sueño por no poder olvidar lo doloroso de la experiencia que había vivido, también sintió algo "anormal".
- Nada de esto me informa algo que valga la pena - susurró el mago en el desierto.
- Estoy de acuerdo. ¿A que nos enfrentaremos esta vez?
Por su parte, Kryss, que limpiaba su órgano, se quedo con la boca abierta al ver el rayo de luz. Abyssien, que estaba a su lado, sacudió el hombro de su compañero Zil.
- Y bieh? Que pasah? ¿Que sucedeh?
Pero el músico solo respondió señalando a la piedra que cayo del cielo, mientras balbuceaba algo incomprensible.
Nassaafaraa oukt naass oukt nassaaafaraaa...
- ¿Has oído esa voz Aryhpas? Es muy clara y suave.
Saphyra era una joven mujer que viajaba por el mundo en busca de conocimientos acerca de las distintas religiones existentes. Ella había oído hablar del culto de Méra y del templo Précadès, el cual despertó en ella gran interés.
- No, no entiendo nada. ¿Que es lo que dice?
La criatura que había hablado no era otra más que una muñeca de porcelana, de la cual nunca se separaba. ¿Ella estaba viva? Estaba convencida de que sí.
- Se llama a un grupo de personas en un idioma extraño, pero conozco su significado. La gente viajara desde lejos. Vamos rápido. Quiero ver quienes son esas personas.
Nassaafaraa oukt naass oukt nassaaafaraaa...
A millas y millas de distancia se encuentra el Desierto de Esmeralda. Allí no hay árboles, pero si arena de donde surgen unos inmensos cristales color esmeralda. A pesar de ello, una civilización logro dominar el entorno hostil. Mineptha es la capital de un pueblo que, cuando no viven dentro de las murallas de esa ciudad, salen en busca de materias primas escasas y piedras solares, utilizadas para confeccionar joyas y objetos preciosos. Además del palacio real, se encuentra el templo de Sol'ra, su deidad protectora. La característica sobresaliente de este lugar era que la mayoría de sus compartimientos no tenían techo, para que la luz del sol estuviera presente durante todo el día. Ïolmarek, el sumo sacerdote de Sol'ra y Ahlem se encontraban rezando en el patio cuando escucharon las palabras.
Nassaafaraa oukt naass oukt nassaaafaraaa... Partir a la búsqueda del obsequio destinado para ustedes. Los infieles intentan apropiarse de el. Castigarlos como es debido.
En ese momento, lo que se encontraba dormido en ellos se despertó.
- Alhem, vete con Aziz y los que se encuentren cerca, mientras yo reúno al resto.
- Está bien sumo sacerdote, saldré en su búsqueda. ¿Cuáles son sus órdenes acerca de los infieles? ¿Debo reclutar a su discípula?
- Si, si, ella esta de viaje. En cuanto a los que se encuentren en ese lugar, si se entrometen en su destino serán juzgados por Sol'R!
Al día siguiente un pequeño grupo se marchó en silencio de Mineptha, emprendiendo su camino para reunirse en la Tumba de los Antepasados.
El Precioso
¿ No se dice que en medio la noche, todos los gatos son pardos?. Es un proverbio que nuestra joven ladrona experimentaba en ella lo más frecuentemente posible. Algunos días antes, Hélena había tenido un golpe de suerte , una información que según ella sería el golpe del siglo. Un soplón le había comentado, que se le había dicho, que el célebre tesoro del legendario capitán pirata Gol' denaï había sido encontrado por el gobierno de las Islas blancas y pronto sería expuesto al público antes de regresar a las Bovedas Nacionales. ¡ EL Tesoro de Gol' denaï! ¡ Increíble! No sólo la historia de este pirata célebre se transmitía entre las diferentes tripulaciones de piratas, sino que su valor inestimable hacía relucir los ojos de los investigadores de tesoros y de otros ladrones. Héléna no podía perder esta ocasión única de apoderarse de el. Era demasiado tentador. Se apresuró, porque este rumor se difundía tan rápidamente como un ziaf (una ave muy miedosa) que tenía detrás el viento. Corría peligro de no ser la única en seguirlo. Pierrevent, la capital de las islas blancas, un lugar donde cualquier atolondrado podía deslizarse y caerse en el torbellino. Porque estas islas no eran trozos de tierra en el mar, sino en el aire, como resultado de la gran guerra contra Néhant. El plan estaba listo, cuidadosamente calculado, no dejaba ningún lugar al azar. Su genio estaba en su paroxismo. Evidentemente nada pasó como fue previsto. Y repensando bien en eso, ninguno de sus planes había funcionado correctamente, porque justamente el azar intervenía siempre. ¿ Falta de suerte o coincidencia? Atardecer, primera parte del plan: desactivar las protecciones mágicas. Ningún problema por esto. La alarma, Cristagard 2.0 no presentaba ninguna dificultad. Un poco de polvo de gema espejo y todo resuelto. Luego subió a lo alto de la torre gracias a su fiel enchanfilin: un cordaje muy fino y muy resistente. Perfecto! Nadie la había visto, quedaba pasar a los guardias. ¡ Fácil! ¡ Eran apenas dos para vigilar un antiguo tesoro. ¡ El gobierno de las islas blancas o era avaro o no conocía al célebre Héléna! ¡ Tontos! El Petzouille era un animal bastante particular, apenas más grande que un gatito con una trompa y una facultad apreciada por los bandolero de alto vuelo. En efecto, cuando un petzouille comía semillas de girasol, comenzaba a hincharse como un globo de goma. Bastaba luego, gracias a un mecanismo ingenioso inventado por Larcène, un gran ladrón, con lanzarlo en una habitación para que libere rápidamente un gas soporífico. Luego de esto, tenemos a dos guardias adormecidos, en la sala de exposiciones. La caja de caudales, inmensa y ansiada, reinaba en medio. De forma extraña ningún sistema mágico lo protegía. Nada más, la asombraba. ¡ Clic! La caja de caudales esta abierta. ¡ Los ojos brillantes y el corazón apretado... la abrió y... nada! ¡ Vacía, la caja de caudales estaba vacía! ¡ Por los cuernos de Dragón! ¿ Una trampa? No, visiblemente. Un trozo de pergamino se materializó entonces, rodeando un cristal de cachemin, un objeto del que los ladrones se sirven para dejarse mensajes entre ellos. Escrito, apenas algunas palabras: " ¡ Lo tengo! " firmado: Quilingo. La ladrona apretó el pergamino con rabia.
- ¡ QUILINGOOOO! Aulló ella. ¡ Lo tendría ese oso perdido! ¡ Lo tendría!
Muy rápidamente se volvió atrás. Debía irse antes de dejarse atrapar, lo que jamás debía suceder. Algunos instantes más tarde, se encontraba en uno de los callejones sombríos de la ciudad, rumiando su humillante derrota. Ningún tesoro... ningún tesoro... Bueno reflexiona hija, reflexiona. Un panda... eso no pasa inadvertido. Voy a usar mis influencias y lo acosare, hasta el fin del mundo si es necesario. Algunos días más tarde, en el corazón de denso bosque al extremo sudoeste de Draconia, la joven ladrona había ideado un nuevo plan. Un plan todavía más detallado que el último, dejando una vez más alguna cosa librada al azar, que sin embargo fue incluida en esta pequeña fiesta. La pista de un panda, sobre todo hominoide era fácil de seguir. ¿ Dónde iba así? ¡ De hecho, poco le importaba, ya que dentro de poco, el tesoro sería suyo! Había escogido un lugar donde todo escape era imposible, un puente inmenso de cordaje por encima de un precipicio de diez metros que daba a un río caudaloso, infestado con animales poco amistosos. Era también el único punto de paso para ir al otro lado del bosque. Pues había colocado algunas trampas que inmovilizarian a Quilingo sin hacerle daño. Luego se escondió y espero pacientemente hasta la llegada de su pobre víctima. El tiempo le pareció una eternidad y su atención se disperso hasta que un ruido hizo que se sobresaltara. Una tabla empezó a rechinar. Se arriesgo para ver que pasaba. Era Quilingo, ya a la mitad del puente. ¿ Pero... pero.... pero... cómo hizo para escapar de mis trampas? ¿? Su reacción fue inmediata, y como la persecución del panda que, al acecho, reparó muy rápidamente en ella. La carrera de persecución fue corta, duró sólo el tiempo de pasar por el otro lado. Porque situado detrás del puente, Quilingo se paró para hacer frente a Hélena. - ¿ Entonces, tu quieres el tesoro? ¿ Sé que te interesa, no?
- Vayamos al grano, no me provoques, deja ya la caja de caudales y vete. Eso te evitará problemas.
- ¿ HAHAHAHA, tu quieres robarme? ¿ A mi? Yo no soy ningún guardia de banco, para nada. ¿ Has oido esto, Erevent? ¡ Tu amiga quiere robarme!
Héléna frunció las cejas. ¿ Que estas diciendo?
Entonces aparecio al lado de él Erevent. Al igual que Héléna, era un miembro de los Enviados de Noz' Dingard.
- Entendí y estoy totalmente de acuerdo. Hiciste un buen trabajo.
La cara de la joven mujer se descompuso.
- ¿ Tú armaste todo esto contra mí? ¿? ¿ Pero por qué?
- Los Enviados deben ser respetables. Robarles algo a aliados no es aceptable.
- Tu no eres quien para decirme lo que es respetable o no, desecho de petzouille.
Hélena trazaba un nuevo plan, tenia que prolongar la discusión el mayor tiempo posible.
- Insultos, ya desciendes al nivel de otros bandoleros. No esta en mi decirte lo que es aceptable o no. Dragón juzgará si eres todavía digna de quedarte en las filas de los Enviados. Mi misión está acabada. Considérate presa.
- ¡ Pero por supuesto! Aulló ella tirando al suelo una esfera de vidrio que liberó un humo blanco que fue esparcido en seguida por un viento violento. La ladrona intentó la huida, pero fue frustrada. Erevent era de los mejores investigadores de la Draconia. Y conocia todas las artimañas de los ladrones como ella. Discretamente había lanzado una suerte " baba de gnomo " que pegaba a una persona en el suelo.
- De acuerdo, de acuerdo... Discutamos, dice ella con una sonrisa.
Pero ya era demasiado tarde. Quilingo sacó una cuerda, la enrosco y se la puso al hombro. Y todos se fueron a Noz' Dingard.
El Runico, capitulo 1
El Desierto de Esmeralda estaba repleto de pequeños lugares increíbles donde la vida bullía como en ninguna otra parte. Todo esto era posible gracias al agua que resurgía de lo profundo y atraía todo tipo de criaturas. Favorecía también el crecimiento de una vegetación abundante. Es en uno de estos oasis, porque así es como la gente del desierto los llamaba, que una tribu que vivía allí desde generaciones fue casi totalmente destruida. El ataque se efectuó al amanecer, mientras que todos ellos todavía dormían. Fue brutal y sin piedad. Los agresores fueron numerosos y muy bien organizados. Se trataba de una de las bandas más grandes de traficantes de esclavos. Los gritos despertaron a las aves de color tornasolado y la sangre, mucha sangre, mancho el desierto. Los hombres que valientemente habían intentado defender a sus familias perecieron delante de la ferocidad de los bandoleros y de sus leones de guerra. Cuando todo el ataque termino, no quedaban más que unos cadáveres en el agua, mientras que las mujeres y los niños habían sido capturados para ser revendidos. Entre ellos, el joven Kalhid, de apenas 9 años de edad. El chico fue vendido algunos días más tarde en el mercado de esclavos de Mineptha a un hombre poderoso que residía en las montañas en el extremo norte del desierto. Apenas llegado a la propiedad de Abn el hissan, fue enviado a las minas de sephra, una especia rara que tenía la particularidad de encontrarse solo en una pequeña porcion de tierra de las montañas. Así había amasado su fortuna el dueño de Kalhid. Los años pasaron y el chico se hizo un hombre. Contra toda previsión, mientras que la gran mayoría de los esclavos de las minas, fallecía rápidamente, el resistió, peleando contra su condición de esclavo, porque los de su pueblo pensaban que la vida valía todo y que la esperanza debía siempre ser un motor para avanzar sobre el largo camino de la existencia. Y el momento llegó. Después de todo ese tiempo en cautividad, ya era hora de recuperar esa libertad que se le había robado. Gracias a su fuerza imponente y gracias a un plan cuidadosamente establecido, él y algunos otros esclavos consiguieron evadirse. La suerte por fin le sonreía. Pero lo abandonó muy rápidamente porque algunas horas apenas, después de haber huido, una tempestad de arena se abatió sobre ellos con una violencia increíble. Casi todos ellos fueron barridos como vulgares pedazos de paja. Kalhid no podía más, a pesar de su resistencia no podía más luchar contra los elementos. Al extremo de su fuerza, se entregó a una muerte cierta. Kalhid abrió los ojos sobresaltándose, jadeante pero vivo. Puso su mano derecha contra su corazón. Latía mucho. Esto lo tranquilizó porque esto quería decir que vivía. El cuarto en el cual se encontraba, estaba inundado de oscuridad. Allí no veía nada. De repente, cuatro antorchas se encendieron. Se encontró recostado sobre una cama confortable, alrededor de él algunos muebles cuyo estilo le eran desconocido y exactamente al lado de él, un pilón que contenía agua. Bebió un trago y se mojo la cara. Centenas de pensamientos tamborileaban en su cabeza. De repente, la puerta se abrió y oyo una voz, una voz grave que le pedía que se acercara. Pasó la cabeza por el marco de la puerta y descubrió un pasillo largo alumbrado también por antorchas. A todo lo largo, había unos símbolos que centelleaban en armonía. Pasó varias puertas totalmente cerradas y desembocó en una sala inmensa. Por todas partes los símbolos relucían débilmente y, lo que le interesó, sobremanera, había allí unas decenas de armas y armaduras magníficamente labradas. Al final de la sala, llamaba la atención lo que se parecía vagamente a un yunque enorme. Detrás de el, semi-escondida en la oscuridad, una criatura que aparentemente tenia un par de cuernos y lo miraba. Vaciló en avanzar pero la voz lo tranquilizó.
No tengas miedo. No queremos a tu vida. Si no... te habríamos abandonado a tu triste suerte.
Efectivamente el raciocinio se imponía y se adelantó, hasta una distancia razonable.
-Les agradezco por haberme salvado.
-No nos agradezcas, cortó la criatura. Por desgracia no pudimos salvar a tus compañeros, ellos perecieron todos.
-Es una gran coincidencia que ustedes me hayan encontrado.
-Esto no es coincidencia, sabíamos que el que esperábamos, estaría entre todos los que allí se encontraban.
-Yo no comprendo muy bien.
- Venimos de lejos y buscamos a personas con un destino particular y tu formas parte de ellos.
Kalhid frunció las cejas.
- ¿ Esperan algo de mí, no es cierto?