De Eredan.

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Version du 21 février 2011 à 01:47

2.18 El honor recobrado

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Todas ellas estaban allí. Toda la hermandad se mantenía delante de ella, como para equilibrar el peso de la vergüenza, esta vergüenza que sentía desde hace semanas. Llevaban un vestido simple y gris y un cinturón de cuero negro caía sobre sus caderas. El gris, el color de la desgracia. Hoy, no era más una Sorcelame, dejando su espada a los pies de Naya, no retuvo sus lágrimas. Lágrimas que muchas de ellas compartían. Cuando una Sorcelame no cumplía la función que le había sido asignada, era toda la organización y todos sus principios los que caian en un estado de verguenza. El error de la joven mujer, era el error de todas ellas, pero a pesar de esto, era ella quien pagaba el precio.

- Anazra. Hoy, tu honor ha sido quebrantado, y el honor es el pilar de nuestras creencias y de nuestros principios.

La comandante recogió la espada de Anazra.

- Recuerdo el día en que te di esta arma, eras muy joven en aquella época. Quitartela hoy es para mí una aflicción.

Las lágrimas de Anazra caían con fuerza sobre el suelo cavernoso del templo de la hermandad.

Ya es hora de que te vayas. Guardo esta espada, esperando poder devolvertela el día en que tu honor sea recobrado.

Así terminaba la ceremonia donde se le retiraba su titulo a una Sorcelame. Esto sucedia muy raramente, pero siempre que pasaba, era una prueba para toda la organización.

Algunos días más tarde, la joven mujer había abandonado toda esperanza de volver a ser la que era. Pasaba la mayor parte de su tiempo en los jardines de Noz' Dingard donde estaban las estatuas de los héroes del pasado que miraban hacia el horizonte. ¿ Cómo recobrar el honor? Se había planteado esta cuestión una centenas de veces, sin encontrar la menor respuesta.

- ¿ Entonces, encontraste la inspiración Anazra?

Dos jóvenes mujeres llegaban, vestidas de Sorcelame.

- ¿ Vienen a provocarme con insolencia, mis "hermanas"?

Moîra y Eglantyne habían entrado a la orden en la misma época que ella y desde ese momento habían tejido lazos muy fuertes entre ellas.

- Todavia no.

- No teníamos noticias de ti, pareciera que tu presencia aquí hubiera sido ocultada por Dragón.

- ¿ Dragón? Debe estar ríendose de mi situación, añadió irónicamente la ex-Sorcelame.

- No estaria tan segura, si estuviera en tu lugar, añadió Eglantyne.

- Pero no estás en mi lugar. Me gustaría mucho verte, en él.

Ambas hermanas se sentaron a un lado y otro del banco de piedra.

- ¿ Te acuerdas de nuestra formación? Preguntó Moîra.

- Sí, perfectamente bien.

Rememoró entonces, algunos años antes, la formación recibida de su hermana mayor, Naya, particularmente de la primera frase que les dirigió. Esa frase, usada tanto a modo bienvenida como para enunciar un reto a lograr. "La Sorcelame es a la vez “fina lamina” y hechicera. Debe ser ágil y comprender los arcanos de Dragón."

Luego memorias más recientes, donde Eglantyne, Moîra y ella se habían aventurado en el Soplo de Dragón, una región en lo más profundo de la Draconia. Allí, habían comprendido el sentido de la palabra honor. Anazra miró a sus amigas con interés. Las dos sonreían. Sabían bien que le habian dado una pista, para su vuelta a las Sorcelames. Se levantó, con el corazón lleno de esperanzas.

- Gracias, comprendí lo que debó hacer.

Luego, se fue sin decir ni una palabra más, saludando de lejos a sus amigas.

- ¿ Piensas que lo conseguirá?

- Dragón vela siempre por ella como vela por nosotros. Por el momento, no sera Sorcelame, pero sigue siendo una draconica, y sus poderes son siempre temibles.

- Ya veremos que pasa.

Anazra hizo una pasada rápida por el hostal donde dormía desde su decaimiento, tomó sus pertenencias, la espada que se le había ofrecido para reemplazar a la retirada por Naya y dejó la ciudad en una pisada. Sabía que su viaje duraría sólo algunos días y qué pasaría por pueblos que bordearían el camino. Se encontraba aquí en un periplo iniciático, o por lo menos de un nuevo inicio. Recorrio el camino que llevaba hacia el sur, a Noz' Zar, la segunda ciudad más importante de la Draconia. Desde alli, dejó la seguridad relativa para seguir caminos que la llevaban a la llanura de Mornepierres, la cual atravesó con prudencia y temeridad. Todo se repetía, excepto que esta vez, llegada al borde de esta llanura, encontró a un viajero que reposaba cercano a un arroyo. Anazra no esperaba encontrarse a alguien aquí, en medio de la nada. El hombre se levantó al encuentro de la antigua Sorcelame. Era un joven, que tenía más o menos su edad, llevando ropas de viaje pero de una factura que no dejaban duda alguna sobre su condición, un miembro de la nobleza. Los rasgos de su cara le recordaban a alguien, pero verdaderamente no sabía a quien, y aun asi tenia la fuerte impresión de ya haberlo visto antes.

- Es usted, dice con un aire de bastante satisfecho.

La joven mujer frunció las cejas. "¿ De que se tratara esto? ".

- Eso depende, ¿a quién espera el señor?

- A la que debía proteger a mi padre, pero que no llegó a hacerlo.

El corazón de la joven mujer se estrechó y la vergüenza apareció de golpe sobre su cara.

- Oh, por favor, excúseme por esa frase tan desgraciada, no quería causarle pena. Venga, instálese conmigo yo voy explicarle lo que exactamente me trae hasta aqui.

La antigua Sorcelame puso sus pertenencias y se acomodó sobre la hierba verde, el joven hizó lo mismo.

- Nos cruzamos una vez a hace dos años, después crecí y por sobre todo esto Dragón me confió la tarea de suceder a mi padre, el antiguo Señor-dragón de Drak' Azol.

- Felicitaciones, es una responsabilidad pesada, la suya.

- Gracias, pero no estoy aquí para contarle todo esto. Supe que usted se dirigia hacia el Soplo de Dragón. El caso es que debo visitar al Señor Karn, y paso por el mismo camino.

- ¿ Supo? ¿ Quién le dijo que pasaría por aquí?

- Sus amigas Eglantyne y Moîra.

¡ Aaah zorras! Sabía bien que su discusión a propósito de nuestra formación no era anodina. Anazra estallaba y pensó " me la hicieron bien ".

- ¿ Y entonces le habran dicho que recordarme mis errores a lo largo de un viaje, sería de seguro, un castigo interesante?

El joven hombre quedo boquiabierto, como aturdido por esa frase.

- No, no, al contrario. Usted sabe que ese tragico acontecimiento es debido sólo a dos cosas: la Fatalidad y el Traquemage. Si sus amigas hubieran estado en su lugar el resultado habría sido el mismo.

- Usted se basa en suposiciones.

- No, entiendo que usted siente el no haber cumplido con su deber, pero usted no debería sentirse mal, porque si así pasó, es porque asi tenia que pasar.

- No estoy convencida por lo que usted me dice, Señor Draconico. ¿ Podemos ponernos en marcha ? Estos lugares no son muy seguros.

- Usted tiene razón.

Siguieron entonces por el camino a través de las montañas rojas. Al principio Anazra apenas escuchaba al Señor Draconico, a medida que recorrian el camino, iba cediendo poco a poco frente a los argumentos del joven hombre. Comenzaba de nuevo a tener confianza en ella. Luego, algunos días después, llegaron en un lugar conocido bajo el nombre de Soplo de Dragón. Una hondonada rellena por una bruma opaca, sin interrupción.

- Henos aquí en el Soplo de Dragon, voy a continuar mi camino hacia Kastel Drak. Espero que estos pocos días pasados en mi compañía le hallan abierto los ojos.

Anazra conocía la peligrosidad del camino hacia Kastel Drak y, para llegar a la ciudad, había que atravesar el paso del Ojo, que era famoso por estar frecuentado por bandoleros.

- Si usted quiere, puedo acompañarle hasta allá.

- No, no, usted tiene mejores cosas que hacer, que escoltarme, nadie atacaria a un Señor Draconico.

- Confiemos que asi sea.

Sus caminos se alejaron y la antigua Sorcelame avanzó en el Soplo de Dragón. Una leyenda muy conocida de los dráconicos cuenta que sera este Soplo de Dragón el que impedira que los secretos de lo que pase en este lugar sean revelados. Las jóvenes Sorcelames venían aquí para ser puestas a prueba. Anazra avanzó un buen tiempo antes de sentir la presencia de Dragón.

- ¿ Cuales son las reglas de la orden de las Sorcelames? Le preguntó una voz cavernosa.

- Servirte, servir al pueblo Draconico y a los Señores draconicos.

- ¿ Bien, y cómo servir lo mejor posible a un Señor Draconico? La voz se hizo más seria.

Anazra quedó silenciosa algunos segundos. Luego, su corazón se estrechó. Había dejado al Señor de Drak' Azol frente a un riesgo potencial. Si buscaba su honor, no debía permanecer más allí. Se echó a correr lo mas rapido que podía. Se paró por poco tiempo y acudió a sus poderes mágicos para soportar mas. Reencontro al Señor mientras que éste era asaltado por un puñado de pícaros para robarle sus riquezas.

Sin vacilación, desenvainó su espada y puso en juego su destreza bien entrenada mucho tiempo antes. Los bandoleros no resistieron mucho tiempo y huyeron a toda prisa. El Señor Draconico afortunadamente, no tenía ni un rasguño.

- Y bien, verdaderamente creí que usted iba a abandonarme a mi suerte.

- Las Sorcelames deben velar por los Señores Draconicos.

- ¿ Pero usted es Sorcelame?

- Si la dirigente de nuestra orden lo quiere.

- En ese caso, me permitirá intervenir en su favor.

Algunos días más tarde, en el templo de la orden de las Sorcelames en Noz' Dingard. De nuevo, estaban todas reunidas, pero esta vez sus vestidos eran azules y sus aspectos mostraban regocijo. Anazra estaba de nuevo de rodillas delante de Naya. El silencio se hizo entonces.

- El Honor jamás nos deja. Cuando estamos en duda, podemos contar las unas con las otras.

Tomó la espada de Anazra.

- Este es el simbolo de nuestro compromiso y hoy estoy feliz de devolvértelo. Porta orgullosamente esta arma y reúne a tus hermanas, Anazra, Sorcelame de Noz' Dingard.