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Sommaire

Acto 2: El Canto de Cristal

El Canto de Cristal

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La travesía por el desierto significo para ellos una victoria fácil de lograr. Tenían una misión de suma importancia y cada vez que salía el sol, las oraciones eran pronunciadas con un fervor increíble. Galvanizados por su fe, no sintieron el paso del tiempo. Al final, en medio de un día particularmente radiante, todos lo escucharon. Era como una especie de canto, majestuoso. Él los llamaba, los guió hasta el punto de impacto. Mientras más avanzaban, la canción se hacía más clara. Alhem detuvo su marcha bruscamente.

- ¿Por qué te detienes? Dijo Aziz poniendo la mano sobre el hombro del sacerdote de Sol'ra.

Los otros nómadas esperaban, prestando atención a las palabras de su líder espiritual.

- Esta canción es un llamado de ayuda. Vio la piedra, y ella confirmó su razonamiento. Los infieles son numerosos y de gran alcance. Ella está en peligro. Debemos actuar con rapidez antes de que se desate una catástrofe.

Aziz se volvió hacia a Kararine y hablo con un tono lo más autoritario posible.

- Vas a ir a explorar y nos traerás un informe sobre estos perros que se atreven a tomar cualquier cosa que no les pertenece.

A modo de respuesta, la joven bajó la cabeza antes de correr en la dirección del impacto.

Unas horas más tarde, por fin llegó a su destino y su corazón se precipitó cuando posó sus ojos en la piedra. Ella era majestuosa y estaba bañada de una luz que le recordaba a la joven mujer el templo Sol'ra cuando el sol estaba en su apogeo, y sus rayos bañaban las paredes de la sala de oración. A sus pies, de un lado y del otro, había dos campamentos. Uno tenía carpas azules adornadas con banderas con los símbolos de Dragón, y el otro tenia tiendas rojas alineadas. En todas partes, había numerosos asentamientos con muy diferentes estilos. Kararine estimó que había mucha gente, pero de todos modos Sol'ra protegería a sus seguidores y fácilmente podría vencer a estos parásitos. Interiormente se regocijó imaginando los combates que se llevarían a cabo. Pronto, se dijo a sí misma, estas tiendas se quemaran por las llamas de la furia del dios del sol. De pronto, oyó pasos que se acercaban a ella. Sintió que el aire se enfriaba. Los pasos cesaron y escucho una voz con un acento extraño.

- ¿También puedes escuchas esta canción?

Kararine se arriesgó a mirar fuera de su escondite. Se encontraba una mujer con la piel pálida y unos intensos ojos azules. Existía en esta persona algo parecido a un poder oculto que provocaba confianza en la joven nómada. Decidió ir a examinar a esta extraña mujer. Sin pronunciar una palabra, se acercó y observó que el frío emanaba de su cuerpo.

- ¿Qué eres? ¿De qué canción estás hablando?

- Yo soy Yilith, hice un largo viaje siguiendo una canción que oigo en mi cabeza. ¿La oyes? Todo esto es increíble.

Pobre Kararine, esta infiel estaba tratando de confundirla. Tenía que advertirle a Alhem y Aziz lo más pronto posible.

- No sé a qué te refieres -exclamó retrocediendo. Sacó una daga y se puso a la defensiva. Déjame en paz y no pasará nada.

- De acuerdo, no eres muy amigable. Voy a ver si las otras personas me pueden ayudar. Luego siguió su camino como si nada hubiera sucedido.

Kararine continuó sus investigaciones en el bosque que estaba cerca para evitar la agitación. Con el mayor sigilo posible, se trasladaba con la esperanza de no volver a tener un desafortunado encuentro. Una vez más, debido a la mala suerte, o quizás por su falta de destreza en áreas forestales, por poco es atravesada por un puñal que lanzaron. Luego, una persona vestida de gris con una capucha bastante extraña saltó sobre ella sin previo aviso. Esta vez, fue suficiente para hacer enojar a la joven. Ella lo esquivó ágilmente mientras desenvainaba una daga en cada mano. Se lanzó a su adversario a quien lo tenía a una distancia muy corta, quien tuvo que hacer una acrobacia evitando su ataque y consiguiendo que solo rasgara su capa. La batalla duró varias horas, ambos tenían igual fuerza pero Kararine había ideado un plan y poco a poco se acercaba a su ejecución. Así que después de un rato la asesina (pues tal era el rol que se le había asignado) sabía que su enemigo iba a perder, porque ahora serian cinco contra él. Entonces Aziz, quien arremetió contra él, obligando al confuso Traquemage a esquivar por poco una lanza que cruzaba de lado a lado. La situación se le fue de sus manos, al igual que su presa. El debía desaparecer nuevamente para repensar su estrategia. Se envolvió en su capa y se tiró hacia el suelo. La tela cubrió el suelo antes de ser cortada en trozos pequeños por Kararine y Aziz. Por desgracia, el Traquemage había desaparecido.

La exploradora luego explicó lo que vio y que había encontrado. Insistió en la extrañeza de los infieles y propuso no atacar de frente o de lo contrario la derrota, a pesar del apoyo de Sol'ra, sería aplastante. Aziz, quien había servido durante mucho tiempo en el ejército de Kahani III propuso, en espera de la llegada de refuerzos, intentar hacerse a la piedra en busca de pequeños ataques hacia grupo reducidos de guerreros. Alhem aceptó con cierta reticencia, pero era imprescindible seguir las órdenes de Ïolmarek y era seguro que los infieles se cruzarían en su camino. Más aun con el llamado de la piedra, tenían que darse prisa ahora.

Estos infieles conocían de la presencia de los fieles de Sol'ra. Y así fue como los Nómades del Desierto entraron en conflicto por la piedra caída del cielo.

La Maldición

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El portal se abrió, y la luz que se escapaba de él se fue debilitando despacio. Sangrespada y Sinrostro se miraron un largo rato antes de que uno de los dos pronuncie la menor palabra.

- ¿Y ahora? ¿Qué pasa? ¿Le dice el Hom'chaï a su compañera?

- ¡Y bien, vayámonos!

No había ella acabado su frase que una forma se dibujó. Un hombre pasó el umbral de la puerta, hizo algunos pasos y se derrumbó. Luego, sin el menor ruido, la Puerta del Infinito se cerró, y luego desapareció. Ambos Zil miraron con ojos terribles, verdaderamente no esperaban esto. Les habían prometido una vuelta a la vida entre sus semejantes, y finalmente se encontraban con alguien desembarcado de ninguna parte. Sangrespada examinó al desconocido. Éste llevaba una armadura magnífica de placas cubiertas de cuero endurecido, que cuando era nueva probablemente debía haber sido roja. Una capucha cubría su cabeza, dejando aparecer algunos mechones de cabellos que el tiempo había blanqueado. La elfine estudió el cuerpo inanimado y levantó la capucha.

- Está vivo. Volvamos con Kriss, probablemente él podrá ver lo que tiene.

Sinrostro tomó al desconocido y se lo echó al hombro tan vulgarmente como a una bolsa.

A lo largo del camino de vuelta hacia el campamento de los Zil, Sangrespada parecía perdida en sus pensamientos. Algo la tenía preocupada sin saber demasiado que. Tenía la vaga impresión de que este desconocido no era tan desconocido como parecía. Llegados a la carpa, fueron acogidos por Abyssien.

- Por fin los encuentro, tengo cosas que deben saber.

- Nosotros también tenemos cosas que decirte. Debemos ver también a Télendar y Kriss para contarles.

- Es una historia larga, pero Télendar no es más de los nuestros. Yo retomo el papel de jefe de los Combatientes de Zil.

¡Era, decididamente, un día pleno de sorpresas!

- Euh... Muy bien, de todos modos jamás me gustó. Cuando tomó tu sitio, en el gremio, le habría propinado unos cuantos golpes.

- Sinrostro, siempre tan refinado y poético.

Este último puso delicadamente su paquete al pie de su nuevo jefe que miró al desconocido con una mirada asombrada.

- ¡Esto es raro! Esta armadura me dice algo.

- ¿Tú también? Cortó Sangrespada. Desde que lo encontramos, tengo la impresión de conocerlo.

- Es porque seguramente les han contado esa historia. En fin, una historia que habrán escuchado, cuando ustedes estaban en casa de los humanos de Yses.

Justo en ese momento aparece, Kriss que había sentido curiosidad por ver reunidos a sus compañeros.

- ¿Qué pasa aquí? Interrogó al músico.

- Apareces justo a tiempo, puedes mirar lo que tiene. Ordenó el jefe de los Zil mostrando al desconocido.

- Sí por supuesto, pero no aquí. Sinrostro, tráelo a mi vagón, te lo pido.

Abyssien y Sangrespada se instalaron cómodamente bajo la carpa que, aparte de escenario para las presentaciones, servía de salón inmenso donde los miembros del gremio podían relajarse a su manera.

- ¿Entonces, que historia?

- Sí, eso estaba por contarte, dijo poniéndose su sombrero.

A su alrededor la escena cambio, y la carpa desapareció para dejar lugar a un bosque lúgubre. Allí, un animal se coló entre los árboles, luego vino otro de por allá, y luego otro para formar finalmente una jauría. Luego salieron del bosque. Sangrespada los reconoció: ¡Volks! Eran criaturas terribles y casi desaparecidas en la actualidad. Uno de ellos era particularmente imponente. Era visiblemente su jefe. La continuación fue una carnicería. Los Volks atacaron varios pueblos y devoraron todos los seres vivos que pudieron, tanto por placer como por hambre. La escena cambió nuevamente, ahora estaban en un castillo. Allí, tres personas noblemente vestidas conversaban vivamente.

- Señor, intentamos todo contra los Volks sin éxito. Tienen mucha destreza y su jefe nos siente llegar, anticipadamente.

El hombre coronado miraba fijamente el suelo, mientras reflexionaba sobre la mejor solución.

- Veo que sólo él puede ayudarnos. Sé que no lo aprecias en lo más mínimo, pero hay que reconocerle sus meritos.

- ¡Usted no piensa en él! ¿Gaumatta, a pesar de la amistad que nos une, usted no puede intervenir para llamarlo a él?

- Mergis, eres por cierto mi amigo, pero mi decisión está tomada. Bardiya, avisa a Kolodan de la situación.

La imagen se desvaneció y la carpa reapareció. ¡Kolodan! ¡! Conocía esta historia. Este protector fue la última muralla contra estos monstruos. Diezmó a todos ellos y combatió a su jefe durante días. Luego, después de eso, desapareció misteriosamente.

- ¿Quieres decir que este hombre es Kolodan?

- Eso no es seguro y el mejor modo de verificarlo, es preguntarle a él.

La noche cayó sobre la Tumba de los Ancestros. Kriss había trabajado y sus muchas heridas no eran más que un recuerdo. Abyssien, Sangrespada y Sinrostro esperaban alrededor del fuego que Kriss les diera noticias. La puerta del vagón se abrió.

- Sinrostro, puedes venir a echarnos una mano.

El músico retenía por el brazo al desconocido que había recobrado el conocimiento. Lo instalaron con ellos alrededor del fuego. Todos ellos esperaban la continuación de la historia, era Kolodan?

- ¿Quién eres? Preguntó Abyssien.

- Yo... Soy Kolera...

- ¿Kolodan quiere decir?

- Kolo... ¡No! Aquel ser desapareció hace mucho tiempo. Ya no queda nada de él.

- ¿Y qué fue de él, si se puede preguntar?

- Ya no existe, ya no soy hombre, pero todavía no completamente Volk. Soy sólo Kolera.

- ¿Dónde estabas durante todo este tiempo?

- ¿Todo este tiempo? ¿Qué fecha es?

- Si mi memoria es buena, los siete reinos utilizan el calendario imperial. Estamos, pues en el año 105.

Esto fue como una puñalada para Kolera. Más de veinte años habían desaparecido sin que verdaderamente se diera cuenta de ello.

- Donde estabas, añadió Sangrespada visiblemente apasionada por el sujeto. Era en...

No acabó su frase. Miraba al cielo con temor. La luna se levantaba, inmensa y roja. La maldición operó.

- ¡Noooo! ¡No, no, no, no, no, no! Gritó él.

Una transformación se produjo entonces. Kolera se retorció de dolor, los pelos largos y negros aparecieron sobre sus brazos, su armadura cayó al suelo. Luego su cara cambió, se alargó en un largo hocico, sus dientes crecieron. Se había convertido en mitad hombre, mitad Volk. Aunque estaba visiblemente rabioso, se paró precipitadamente delante de Sangrespada. Literalmente fue hipnotizado por la joven Elfine. La cólera se fue poco a poco.

La Prueba

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Ïolmarek esperó pacientemente a que el resto de las tropas se reunieran con él para luego emprender el camino hacia el impacto. Entró en el salón principal del templo de Sol'ra, perdido en sus pensamientos. Ya hace muchos años que se encontraba al servicio del Templo y ciertamente su fe nunca había vacilado, pero desde el canto de cristal, el anciano sacerdote se llenó de dudas. ¿Por qué en los últimos años, durante tanto tiempo la presencia divina fue débil, y de repente una manifestación tan importante de Sol'ra se produce? Recordó que cuando era un joven sacerdote, ocurrió otro evento como este, el que terminó en una catástrofe. ¿De qué serviría ahora? ¿Cuál es el propósito de todo esto? Todas estas preguntas germinaron en la mente del anciano.

- La duda no está permitida en ti, sumo sacerdote.

Ïolmarek dejo de imaginar y miró a su alrededor. La presencia que sentía era extrañamente familiar, como si el pasado resurgiera.

- Yo conozco esta voz, muéstrate.

- Mírame... padre.

A continuación, se dirigió a la estatua que había tallado hace casi treinta años. La joven mujer representada estaba bañada con una luz suave. Ella ya no tenía más el aspecto de una estatua congelada, sino el de una persona viva. Ïolmarek cayó de rodillas, con el corazón encogido por sus lágrimas.

- Dja... Djamena, ¿Realmente eres tú?

- Yo vengo a vosotros como mensajera. ¡Escucha mis palabras porque ellas son instrucciones!

¡Una mensajera! Esto auguraba algo muy importante, porque su aparición era siempre sinónimo de cambio y de intervención divina. Las escrituras antiguas talladas en los muros del templo daban manifiesto de una serie de intervenciones de esta naturaleza.

- Escucho, Mensajera.

- Te alejas poco a poco del sumo sacerdote que eras, y es necesario que tu fe sea infalible. ¡Vengo a enseñarte La Prueba!

- Qu... ¿Qué? Ïolmarek no podía creer lo que escuchaba. Sería sometido a una prueba para demostrar su fe. Ya he demostrado mi lealtad en el pasado y mi vida está al servicio de Sol'ra!

- La fe no es sobre el pasado, sino sobre el presente. Sol'ra necesitará a su sumo sacerdote, y tú tienes que estar listo. Varios eventos se llevarán a cabo y los infieles no tienen que hacer nada para frustrarlos. Tendrás que intentarlo y si tu fe no es lo suficientemente fuerte, acarrearas la ruina.

- Me someteré a la prueba, ¿Cuál es la tarea que tengo que cumplir?

- Un padre y su hija llegaran al templo. El hombre es ciego y sobrevive gracias a su hija. Deberás convencer al padre que Sol'ra reclama a su hija, condenándole a una muerte segura.

Efectivamente un carro tirado por un buey pasó por el arco de la entrada del templo. Una joven comandaba al animal con una cuerda. Se sorprendió cuando se dio cuenta del gran parecido entre Djamena y la joven. Entonces comprendió a qué clase de evento se enfrentaba. La joven ayudó a su padre a bajar y luego ambos avanzaron para saludar al sumo sacerdote debido a la circunstancias de su alto cargo.

- Hemos recorrido un largo camino para rezar a Sol'ra y pedir su ayuda para que sane a mi padre.

Sol'ra dios del sol y de la luz ha sido invocado a menudo en oraciones para recuperar la vista, y en algunos casos esas oraciones fueron escuchadas. Ïolmarek todavía tenía las palabras pronunciadas por la Mensajera y sobre todo la respuesta a la prueba que tenía que cumplir.

- ¿Cuál es tu nombre? -Preguntó.

- Djamena.

La coincidencia era demasiado. Le tomó la mano y se concentró, enfocándose en el alma que habitaba ese cuerpo. Él sonrió cuando se dio cuenta con su mente que se encontraba su hija. Sol'ra había vuelto a él, y nunca más volvería a dudar.

- Bueno, Djamena, trae a tu padre al pie de la estatua para que se arrodille, nosotros rezaremos con él.

Oramos a Sol'ra para que tenga piedad de este hombre quien vivió en la oscuridad para que él pueda volver a ver la luz. Ïolmarek usó sus poderes y puso sus manos sobre los ojos del infortunado.

- Sus oraciones han sido escuchadas.

Cuando quitó sus manos del hombre, este parpadeó a la vez que su vista poco a poco regresaba.

- ¡Ahora veo! , Exclamó. ¡Veo otra vez! Cayó de rodillas ante Ïolmarek, Djamena hizo lo mismo. ¿Cómo te agradeceremos?

- Mantengan su fe en Sol'ra y sigan sus mandamientos, sin dudar jamás. Necesito que me presten un servicio.

- Dime, yo haría cualquier cosa que me pida.

- Tu hija pertenecerá a Sol'ra.

¿Esta frase significaba que iba a ser sacrificada en su honor? El hombre no pudo responder nada, aturdido por la noticia. ¿Debería recuperar la vista a cambio de perder a su hija?

- No te preocupes, ella ira al templo y se convertirá en una sacerdotisa. Djamena se sorprendió. ¿Ella servirá a Sol'ra? El hombre se levantó y tomó con sus manos el rostro de su hija.

- Si no recuerdo mal, una joven sacerdotisa no debe ser vista por los hombres, los preceptos de Sol'ra evitan esos encuentros. Tú has tenido hasta ahora una vida llena de miseria acompañando a un ciego. Es hora de que vivas tu propia vida, incluso si eso significa que dentro de poco no volveré a verte.

Djamena se arrojó a los brazos de su padre como si estuviera diciendo adiós. El sumo sacerdote miraba con nostalgia. Recordaba el amor que había sentido por su hija. Significó para él una segunda oportunidad, un rejuvenecimiento, un renacimiento, se dio cuenta de que lo que Sol'ra tomó, él también podría tenerlo.

Una vez que el hombre se fue, Djamena y Ïolmarek estaban solos. Entonces los ojos de la joven cambiaron y brillaban como mil luces.

- Has pasado esta primera prueba, pero vendrán otras. Lo has adivinado, regresaré pero ahora no puedo quedarme. Cuando llegue el momento me reuniré contigo, padre.

El Rúnico, Capitulo 2

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Kalhid esperaba una respuesta, aunque estaba casi seguro que sería un "sí". Pero después de todo, valía más esto que regresar a la esclavitud.

- Hay algo que podrías hacer por nosotros. Debes saber que eres libre de negarte, de ser así, vete al fondo de la sala y ese camino te llevará hacia la salida. Porque lo que se espera de ti, va a ser difícil de cumplir.

- No soy un ingrato. Ustedes me salvaron de la muerte y les estoy agradecido. Entonces, los escucho, ¿Qué desean que haga?

La forma se acercó al joven hombre, pero este último no se atrevió a levantar la mirada porque fue intimidado profundamente.

- Muy bien, tu elección está hecha, y tu palabra está dada. Hace varios días un meteorito se estrelló en el continente. Si bien el acontecimiento es bastante común, es la naturaleza del meteorito la que nos interesa.

El desconocido fue del lado de las armas y las armaduras y, dando la espalda a Kalhid, continuó su discurso.

- Nosotros recorremos el mundo en busca de ciertas piedras que poseen facultades mágicas o que parecen tenerlas. Entonces, en esta, hemos sentido el mayor poder hasta el momento.

Se movió y, con una mano muy poco humana, tomó un objeto. Luego volvió frente a su interlocutor.

- Nos gustaría que fueras allí dónde se estrelló, y que nos traigas un pedazo de esa piedra. Esta tarea es peligrosa. También te confiaremos esto.

Puso el objeto en el suelo y este produjo un ruido metálico. Kalhid vaciló, luego lo tomó. En seguida el objeto se desarrolló alrededor de su mano y alrededor de su muñeca. Era como un tipo de guante. El joven hombre casi sentía como un tipo de conciencia en el interior.


- Este es un objeto rúnico. Cuídalo porque deberás devolverlo. Cuanto más estén ambos en simbiosis, más el guante se desarrollará.

Después de algunos movimientos, rápidamente se dio cuenta que el peso del objeto no correspondía a su apariencia, pero sin embargo parecía muy resistente.

- Les agradezco. Si tengo bien entendido, debo ir al lugar donde el meteorito se estrelló, tomar un pedazo y volver aquí. ¿Es así?

- Sí.

- Bien, esto no me parece muy difícil.

- Lo será. Pero antes de que te vayas, debes saber que tu nombre no es más Kalhid, serás en lo sucesivo el portador de las runas Hares.

¿Una nueva partida, con un nuevo nombre? Al final, esto se ponía interesante. De todos modos, le gustaba cambiar el suyo por un buen nombre.

- Afuera un caballo y provisiones te esperan. Vete ahora, te esperaremos aquí.

Hares se fue hacia este nuevo destino que se le había predicho. Una semana más tarde, Hares encontró el lugar del impacto. De camino había encontrado a otras personas que, como él, iban hacia esta piedra famosa. Supo que los grandes gremios estaban en el mismo lugar y que se libraban enfrentamientos para reclamar su propiedad. Cuando llegó, el sitio era un verdadero campo de tiendas. Si todo el mundo quería esta piedra, dudaba que le dejaran tomar un trozo tan fácilmente. Esperó pues a que llegara la noche para actuar. Una luz débil se escapaba del meteorito, que revelaba ser mucho más grande de lo que imaginaba. No esperaba tampoco que fuera una piedra. ¿Después de todo, quién vigilaría una piedra grande como dos casas por temor a que se la roben? Y muy visiblemente, los Combatientes de Zil, pensaban así. Sobre todo un Combatiente de Zil: Marlok. Éste pasaba una buena parte de la noche estudiando la piedra. Evidentemente hacía esto lo más lejos posible del campamento de los Draconianos. Hares se dirigió hacia la piedra, una vez delante de ella, golpeo la pared con su mano enguantada. Marlok quedó sorprendido porque nadie había podido pasar la barrera que protegía la piedra. Cuando vio a Hares asestarle un gran golpe, no vaciló un segundo. La prudencia con la magia era necesaria y este acto no era prudente, por el contrario, era potencialmente peligroso. El mago realizó una suerte de fusión golemica que tendría por resultado una mezcla sorprendente entre el mago Zil y su viejo golem de cristal.

- ¡Aléjate de ahí! Corres peligro de provocar catástrofes.

Hares miró la cosa extraña con sospecha. Su guante reaccionó ante la amenaza y recubrió la totalidad de su brazo derecho.

- Esto es sólo piedra, ni más ni menos. Quiero sólo tomar un pedazo. No se inquiete, no pasará nada más.

Golemarlok sacudió la cabeza de modo negativo y saltó sobre Hares, llamas aparecieron en sus manos. El hombre del desierto esquivó por poco y le asestó un golpe magistral a su opositor que estuvo a punto de caer a tierra. Pero Golemarlok era curtido y alcanzó a tomar con sus dos manos unidas al coloso del desierto por el hombro y lo hizo vacilar. Pero para Hares, pelearse era un modo de vida. Había perdido la cuenta del número de veces que había peleado en las minas por su supervivencia y la cantidad de vidas que había cobrado. Y así, como cada vez que peleaba, la cólera subía rápidamente. Los intercambios de golpes se hicieron más violentos, la magia del mago-golem se deslizaba sobre el guante rúnico del coloso como el agua sobre la piel de una serpiente. Luego, el mismo guante acabó por recubrir ambos brazos de Hares y los símbolos grabados sobre él brillaron. Golemarlok desconocía esta magia extraña y se enteró de ella a alto costo. Sufría cada vez más y un malestar cada vez mayor se hacía sentir que perdía el control de su magia. Pero el mago Zil no había dicho sus últimas palabras, y si la magia era ineficaz tenía muchos otros recursos. Contraatacó con láminas de cristal que le infligían cortes severos a su opositor. Pero la rabia de Hares sobrepasaba el dolor. Puso todas sus fuerzas en un último golpe. Golemarlok tuvo el reflejo de separarse de su golem para evitar el golpe que seguramente iba a matarlo. Fue pues su creación, la que recibió el golpe del puño enguantado con un crujido que solo podía significar destrucción. Hares golpeó tan fuerte al golem contra la piedra caída del cielo que esta última se agrietó, liberando algunos pedazos de cristales amarillos que se mezclaron con los cristales azul-noche del golem. El mago Zil fue vencido. Y cuando Hares removía los restos del golem de cristal, varias personas se acercaron. Eran tres, sus vestidos lucían el emblema de los Enviados de Noz'Dingard. Uno de ellos se inclinó delante de Hares.

- Soy Aerouant, hijo del Profeta. Dirijo actualmente a los Enviados de Noz'Dingard.

Hares verdaderamente no sabía quiénes eran, y no les daba mucha importancia. El mago que no veía ninguna reacción prosiguió.

- Te agradecemos por lo que hiciste. Los Combatientes de Zil siembran destrucción en la región y cometieron crímenes aberrantes, le dijo con amargura.

Aerouant estudió a Marlok. Este último no podía mover ni un pulgar, traumatizado por la pérdida de su golem y su áspera derrota.

- Marlok, en nombre del Dragón te detengo. Serás juzgado en Noz'Dingard. Anryéna verdaderamente tiene prisa por verte. El joven mago no escondía ninguna alegría.

- No sé quién eres pero si alguna necesitas ayuda avísanos, tenemos una deuda contigo, añadió Aerouant.


Alishk apretó la mano de Hares como los hombres del desierto.

- ¿Vienes del Desierto de Esmeralda, cierto? Sin embargo la armadura que llevas no me parece que haya sido fabricada allí.

El coloso no respondió y comenzó a recoger los pedazos de la piedra caída del cielo.

Los enviados se fueron de nuevo con su preso y Hares volvió a emprender el camino sin esperar más. Siguió su camino sin apartarse de él ni una sola vez y al cabo una semana había vuelto al templo misterioso. Allí un hombre lo esperaba, de una cincuentena de años, de cabellos morenos y largos y mirada orgullosa. Llevaba una armadura completamente de placas de color dorado y plateado.

- Bienvenido Hares, soy el Señor Rúnico Eilos. Si estás aquí, es porque supongo que finalizaste tu misión.

Hares puso la bolsa en sus manos.

- Ven, tenemos un obsequio para ti, Hares el Rúnico.

Intrigas

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Desde la caída de la Piedra, cada vez más gremios y curiosos convergían hacia las tierras de la Tumba de los Ancestros. Las tensiones estaban en su paroxismo y muchos ya contaban que una guerra se había desatado. Los que estaban presentes, sean de la Kotoba, Enviados de Noz' Dingard u otros gremios lo sabían bien, el conflicto empujaba poco a poco al territorio hacia una conflagración total. Todo esto por el control de un poder extraordinario cuyo origen nadie, a excepción de los Nómadas del Desierto, conocía.

Por todas partes, en el gentío, los valerosos aventureros se enfrentaban a veces hasta con compañeros del pasado...

Dos meses después del principio de las hostilidades, en Kastel Drakren, la ciudad draconica más próxima a la Tumba de los Ancestros.

Cuando el final de la guerra es incierto, a menudo acudimos a la política y a la etiqueta para intentar encontrar una solución satisfactoria para todo el mundo. Todo esto pasaba evidentemente tras bastidores, desde hacía algún tiempo ya, pero esto nadie lo sabía, por lo menos hasta el momento. Drakren fue a menudo utilizado para los encuentros entre embajadores del Imperio de Xzia y los políticos de la Draconia. Y en esta hora tardía, en una de las salas de recepción, los tratos se realizaban con tacto y frases bien estudiadas. Kimiko y Oogoe Kage fueron misionados por el Emperador para negociar la salida de los Enviados de Noz' Dingard, pero el negociador enviado por Dragón tenía años de experiencia e iba a ser un adversario formidable.

- Señor Galmara, estoy segura que podemos entendernos. Usted sabe bien que sólo un acuerdo entre nuestras dos naciones permitirá acabar esta guerra estúpida.

- Querida, lo que propones me parece difícilmente realizable. Tomando en cuenta, que la Tumba de los Ancestros es una zona neutral desde el fin de la guerra entre la Draconia y el Imperio. Qué ese pedazo de tierra vuelva a ser de Xzia y qué así la piedra sea vuestra no es posible.

- El Emperador es consciente que esto corre peligro de desembocar en un conflicto todavía mayor. Pero en su gran magnificencia, le acercamos una propuesta que estoy seguro plenamente le satisfará.

Oogoe formaba parte del Cuervo una facción presente en el seno de la Kotoba y quien desempeñaba un papel más que importante.

- A cambio del regreso de la Tumba de los Ancestros al Imperio, le concedemos un derecho de paso de por vida sobre esas tierras. Y además de eso sus magos podrán venir a Méragi para estudiar la Piedra, en cuanto ésta sea llevada allí, y secundar a nuestros magos, añadió Oogoe.

- Además, terció Kimiko, he aquí una suma ofrecida por el Emperador en prenda de obsequio. Sabemos que la Draconia desea abrir escuelas de magia, esto podrá ayudarles en esa tarea.

Galmara sabía que la propuesta era interesante, pero la contrapartida era demasiado débil.

- Ustedes están bien informados, esto no me asombra de vosotros, querida. Acepto en nombre de Dragón el obsequió del Emperador, y le trasladare su propuesta. Voy a rendir mi informe de su demanda a quien corresponda. Les invito a vernos de nuevo mañana con el fin de darles una respuesta.

Galmara se inclinó delante de sus invitados y los dejó para reunirse en otro cuarto, junto a varias personas que lucían los colores draconianos. Estaba allí Anryéna y otra persona cuya cara estaba cubierta por una capucha ancha y azul.

- Señor Galmara, lo escuchamos.

- Dama Anryéna, Señor Profeta, el Imperio de Xzia desea que la Tumba de los Ancestros vuelva a pasar bajo su égida. La Draconia tendrá acceso a ella y también a la Piedra caída del cielo con el fin de estudiarla.

Anryéna miró la Profeta, luego este último tomó la palabra.

- Dragón fue claro, nadie debe tener esa piedra. Es el veneno que va a roer a Guem y nos llevará a todos nosotros a la pérdida.

Galmara se sintió perturbado al oír al Profeta. Ellos se conocían bien por haber tenido largas discusiones en el pasado, pero no reconocía el sonido de su voz ni su modo de moverse. Pero sabiendo quedarse en su lugar, le dijo estas palabras:

- Muy bien, pero la situación es delicada. Si la Kotoba y los Enviados cuidadosamente se evitaron hasta aquí, ahora hablamos de una guerra probable y abierta de la que saldremos totalmente perdedores. Si se me permite opinar, tenemos que hacer algo al respecto.

- Exacto, respondió Anryéna.

En este momento alguien llamó a la puerta y entró. Se trataba de Marlok, que se encontraba vestido con los colores de la Draconia. Avanzó hasta el grupo y puso rodilla en tierra.

- Identifiqué la "preocupación". Podemos vencer a la Kotoba si el plan se desarrolla correctamente.

Galmara abrió grande los ojos.

- ¿De cuál plan hablas y desde cuando volviste a ser un miembro de los Enviados?

- Esto es largo de explicar, y el tiempo nos acosa cruelmente, respondió el mago. Profeta usted tenía razón, los Combatientes de Zil están bajo una influencia Néhantista, algunos de ellos como fue mi caso no actúan solo a voluntad de su jefe. Podemos liberarlos y hacer de ellos aliados poderosos.

Profeta avanzó hasta la altura del mago.

- Redimido Marlok, trabajaste bien. Recobras tu lugar en el seno del Compendio. Otros Zil también corren peligro de caer bajo la influencia de Néhant. Ponte en camino con Aerouant y sigue la pista de Télendar. No debe estar lejos de su "maestro". Vayan, todavía tengo que hablar con el señor Galmara.

Anryéna dejó el cuarto al mismo tiempo que Marlok, dejando al Profeta y Galmara en sus discusiones.

- ¿Qué piensas de los Nómades?

- Les conocí en otro tiempo, hay que desconfiar de ellos.

- Tengo miedo que preparen algo grave. Señor Galmara, vamos a tener que ser astutos. Tengo una lista de invitados que deseo invitar a una gran velada, aquí mismo. Durante esta recepción, deberemos descubrir secretos y desbaratar los complots que se traman en la sombra.

En el pasillo adyacente, Oogoe sonreía.

- Sí, muchos complots se traman...

Presagio

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Toran había vencido a Akutsaï y encarcelado a Akujin. No deseando abandonar a su antiguo alumno, el viejo maestro había decidido que era tiempo para que él volviera al templo de Yafujima y que por fin Aku se convirtiera verdaderamente en un miembro de la Orden. Había dejado el templo mucho tiempo atrás por vergüenza, al haber fallado en su labor de maestro Tsoutaï. Ahora, estaba en paz. Había conseguido superar la prueba que la vida le había impuesto y si se requería de él entonces retomaría su puesto. Su llegada no pasó inadvertida. Toran había escogido bien el momento para volver, porque precisamente era la hora del entrenamiento en el patio. Los presentes se pararon, apartándose para darles paso. Los cuchicheos se escuchaban por doquier, hasta que Toran y Aku estuvieron al otro lado del patio. Entonces, todos hicieron silencio a la espera de las palabras del maestro del Templo, el venerable Zaoryu. Este último no creía lo que veían sus ojos. En otro tiempo él y Toran fueron amigos íntimos y habían tenido el mismo maestro. Toran se inclinó delante de Zaoryu presentando un rollo de papel cerrado por un sello.

- Aquí está encerrado el Buscafallas llamado Akujin, en otro tiempo llamado Senjin. Deseo que sea guardado de nuevo por el Tsoutaï de Yafujima.

Zaoryu aceptó el rodillo y fue a guardarlo, lejos de las miradas y bajo la protección del Tsoutaï. Luego a su vuelta se inclinó delante de Toran.

- Estoy feliz de tenerte de nuevo entre nosotros amigo mío, tu presencia y tus enseñanzas hicieron mucha falta. Pienso que tenemos que hablar. ¿El joven a tu lado es tu antiguo alumno, Aku?

Aku no había pronunciado la menor palabra desde hacía días. Ahora liberado de la influencia de su Buscafallas se daba cuenta del dolor y mal que había causado y la vergüenza se había apoderado de él. Respondió a la pregunta de Zaoryu con un pequeño movimiento de su cabeza, de forma afirmativa.

- Venerable, deseo terminar de transmitirle mis enseñanzas a Aku.

- ¿Deseas quedarte aquí y volver a estar entre aquellos a quienes abandonaste?

Toran se sintió mal. Sí, los había abandonado.

- Pero nuestras enseñanzas son tales, que no nos está permitido negarte que te reincorpores. Las heridas se curan y hay que mirar hacia el futuro, de aquí en adelante. Toran tu error ha sido remediado. Aku vuelve a ser tu alumno...

Fue interrumpido por los gritos de Aku.

- ¡Maestros! , ¡Miren!, dijo señalando a una ave inmensa que pasaba por encima de ellos. ¡Es un Buscafallas!

Los Tsoutaïs se asombraron, ninguno de ellos había sentido su presencia, ni siquiera el mismo Toran. Esto demostraba a todos la gran afinidad que tenía el joven con el mundo de los espíritus. El ave en cuestión, era una Garza y luego de pasar por encima del templo, comenzó a alejarse.

- ¿Toran, quieres seguir a este Buscafallas y encontrar la explicación de por qué se pasea libremente en nuestro mundo? Para colmo, una Garza.

- Sí... Aku, quédate aquí. Volveré tan pronto como pueda.

El viejo Tsoutaï se fue rápidamente antes de perder de vista a la Garza. En el camino, recordó una leyenda respecto al Buscafallas Héron.

Okïa, era un pueblo Xziarite en el borde de la Tumba de los Ancestros. Hime había sido enviada allí como refuerzo de la Kotoba y con muchas recomendaciones de su maestro Rastreador, Tsuro. Debía ser muy sigilosa porque los informes le señalaban que podía haber espías vigilando en los alrededores. Era por la noche y patrullaba de tejado en tejado, cuando faltó poco para que perdiera su camuflaje. Se sentía observada. Pero no había ni siquiera la sombra de algún transeúnte en las calles a estas altas horas de la noche. Bajó para esconderse, a tiempo suficiente para ver si no la seguían. Entonces, como de la nada, un anciano apareció en la calle. Visiblemente buscaba algo, o más bien a alguien. Esperó pacientemente que pasara por donde estaba ella para saltarle encima. Por desgracia para ella, el viejo era Toran, que no se vio sorprendido, prevenido por sus Buscafallas. Estos últimos salieron en el momento de la agresión para protegerlo. Hime se sorprendió y se retiró algunos pasos. En ese momento, apareció delante de la joven, una Garza inmensa y morada que desplegó sus alas. El Tsoutaï no podía creer que la Garza estuviera allí, y por su parte la joven tampoco. Los ánimos se calmaron cuando cada uno reconoció la orden, en la que el otro militaba. Luego la Garza desapareció, viendo que Hime estaba a salvo y la situación no revestía peligro. Toran observó a la joven con mucho interés y observó los tatuajes morados característicos de los lazos con un Buscafallas.

- ¿Que quieres de mi viejo perverso? Le espetó Hime que veía sus ojos pasearse sobre su cuerpo. ¿Qué es todo esto??

- ¿Cómo obtuviste esos tatuajes?

- Los tengo desde hace tiempo.

- Bien, he aquí algo interesante. Quiero hablar con Tsuro, sé que puedes ponerte en contacto con él y tu presencia aquí indica a todas vistas, que probablemente debías estar en camino para reunirte con él.

- No sé de que hablas.

- Quizás no. Pero sé que sientes su presencia desde hace tiempo, que a veces tienes sueños o visiones que no puedes explicar. Puedo ayudarte a comprender lo que está por venir, pero antes debo hablar con Tsuro.

Tenía razón. Conocía de reputación de los Tsoutaï y en verdad nunca había pensado en ellos para solucionar su problema.

- De acuerdo, voy a hacerlo.

El día siguiente, cerca del mediodía, Ramen, el célebre vendedor de tallarines se había instalado en la plaza del pueblo. Por desgracia para él, sus dos únicos clientes, a causa de un pedido especial, eran Toran y Tsuro. Ramen debería sentirse honrado con su presencia en su humilde puesto. Pero solo dos clientes, era malo para su negocio. Pero esa era otra cuestión.

- ¿Que sabes sobre Hime?

- Todo, o casi todo. ¿Hizo alguna tontería?

- No, no, muy al contrario, pienso que su destino no es el que piensa seguir.

- Podrías ser más claro, las elucubraciones de los Tsoutaï son siempre difíciles de comprender.

- Hime es una Tsoutaï.

Tsuro no pareció sorprendido.

- Sí, lo sabía, pero sus talentos están al servicio del Emperador y el Emperador desea que forme parte de mis Rastreadores. ¿No querrás enfadar al Emperador contradiciéndolo? Además, tengo mucha esperanza puesta en su futuro en el seno de mi orden.

El viejo hombre bajó la voz para no lo escuchara Amaya, que vigilaba en la entrada.

- En el futuro, tiene buenas posibilidades de tomar mi lugar.

- Pero si no controla a su Buscafallas, corre peligro de provocar accidentes y así perjudicar la imagen del Emperador. ¿No querrás que el Emperador se enfadara al enterarse de ello, no?


Un silencio pesado se instaló entre ambos hombres. Cada uno no quería darle la razón al otro. Pero fue Toran quien encontró la solución.

- Hoshikage. ¿Conoces ese nombre?

- Pfff, sí, muy bien, fue uno de mis predecesores, hace varios siglos de esto.

- Y era también el único en formar parte de nuestras dos órdenes.

- La situación es diferente.

- No, no es diferente. Pienso que Hime es su descendiente, no sé sobre eso nada más por el momento, salvo que el Buscafallas del Hoshikage era una Garza, como el de Hime. Te propongo que siga nuestras dos enseñanzas. No había sentido tal fuerza desde que conocí a Aku, y esta vez no cuento con cometer ningún error. Reflexiona sobre el potencial que puede aportar al Imperio.

Tsuro se rascaba la barba.

- La necesito para una misión. Pero, dentro de un mes, te la enviaré.

Con mucha ironía, Toran respondió.

- Se que el Emperador no se enfadara.

El Baile de los Cortesanos

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Kastel Drakren, varias semanas después del encuentro entre el señor Galmara y los Enviados de Noz' Dingard...

Según lo convenido, se habían enviado invitaciones a una lista un tanto particular repleta de invitados prestigiosos. Todos ellos libraban grandes batallas, pero sin ejércitos a su mando, para ellos sólo la palabra servía como instrumento para lograr la victoria. La intriga, la política y los complots eran el alimento diario de estos hombres y mujeres. Galmara sabía que reunir a todas estas personas en un evento, haría que fuera inolvidable para todos. Después de la respuesta negativa de dejar al Imperio de Xzia volver a ser dueño de la Tumba de los Ancestros, había recibido nuevas consignas. Debía enfocarse, en lo sucesivo, en la gente venida del desierto, impedir a la Kotoba tener nuevos aliados, y ver si los Combatientes de Zil podían o no, servir a los intereses de Dragón, en suma nada raro.

Todos los que habían sido invitados asistieron y la velada prometía ser apasionante. Oogoe Kage, Kimiko, Hasna, Marlok, Angélica y Máscara de Hierro habían hecho el viaje hasta el castillo y cada uno de ellos era un adversario temible. Galmara los recibió en la gran sala de fiestas. Había también unos nobles de los alrededores, así como la gente de compañía de los cortesanos. Iba a comenzar su discurso de bienvenida, como lo requería el protocolo, cuando el portero anunció a una nueva persona.

- Dama Ishaïa, enviada por el Consejo.

Al escuchar este nombre todos se volvieron. Galmara frunció las cejas, esta persona no fue invitada, nunca la invitaría a “ella”. Ishaïa formaba parte del Consejo, un gremio cocreado por las potencias del mundo con el fin de regular otros gremios. Su poder estaba por encima al de una nación y las decisiones del Consejo debían ser respetadas bajo pena de terribles represalias. A fin de cuentas, el Consejo era el único que autorizaba la creación de un Gremio y el único que podía disolverlos. Ishaïa probablemente era una de las personas más temidas por esta gente. Su belleza fatal escondía un espíritu vivo y una inteligencia temible. Y esta tarde, allí, ninguna otra mujer podía jactarse de ser su igual. A medida que avanzaba en medio de los invitados saludaba a aquellos a los que conocía. Galmara se apresuró a ir a su encuentro para no equivocarse. No recibir convenientemente a un miembro del Consejo esta tarde, podía provocar repercusiones. El besamanos fue de rigor.


- Es siempre un placer recibir a un miembro del Consejo.

- Me deslumbra señor Galmara. Me enteré de esta pequeña recepción y espero que usted no se ofenda conmigo, por haberme invitado sola.

- Ciertamente, usted no necesita invitación.


- Exacto. Pero mi estimado, observe que usted iba a dar inicio la velada. Por favor continúe.


El cortesano volvió el estrado con rapidez.

- Queridos amigos, el mundo hoy está al borde de la ruina. Todos los aquí presentes sabemos que sólo depende de nosotros el encontrar una solución diplomática. Tenemos total conocimiento que en este momento se inquietan por el futuro de sus amigos y sus familias. Es por su propio futuro que ustedes están aquí esta tarde. Ya es hora que recobremos la confianza unos y otros.

Todos aplaudieron, más por cortesía que por convicción. Una música dulce comenzó y los sirvientes entraron en sala, repartiendo bebidas refinadas y platos suculentos. Y las discusiones usuales comenzaron.

En un rincón, Máscara de Hierro y Oogoe se intercambiaban las últimas noticias.

- Marlok lo consiguió.

La voz de Máscara de Hierro era ronca y parecía venir de muy lejos. El cortesano Cuervo jugaba con una pluma negra de arrendajo.

- Es a la vez una buena y una mala noticia. Si restituyeron las piedras-corazón a los Zil, ahora tenemos que seguir con nuestra parte.

- Sí, por una vez, los Enviados brillaron. Es una hazaña digna de repetir quitar a un Néhantista las piedras-corazón ennegrecidas. Me hicieron falta muchos esfuerzos para que Marlok desempeñe su papel. Pero esta hecho, como fue previsto.

- En lo sucesivo hay que procurar que los Zil conserven su independencia. Y para esto, tengo una solución que puedo aportar.

- ¿Cuál es?

Oogoe sacó entonces un pergamino de uno de sus numerosos bolsillos escondidos.

- Esto es una escritura de propiedad. El Cuervo ofrece a los Zil un pedazo de tierra en la frontera con la Tumba de Ancestros. Sé bien que les gusta viajar a través del mundo, pero este lugar podría darle un pie en tierra sólida y les permitiría estar en su casa.

Máscara de Hierro hacía girar un vino delicioso de Yses en su copa de cristal. Finalmente tomó el papel.


- Los Combatientes de Zil no olvidarán este gesto.


Por su parte, Marlok quería saber más acerca de la consejera Ishaïa. Su nuevo papel en el seno de los Enviados lo colocaba delante de situaciones desconocidas. Si bien ya había pensado hablar con el Consejo, jamás se había cruzado con uno de sus miembros. Viendo que pocas personas la habían sacado a bailar, se atrevió

- ¿Me concedería este baile, Dama mía?


- Por supuesto, todos piensan que debo morder porque soy del Consejo. Dijo tomándole la mano.


Marlok no vio la mirada enfurecida de Angélica que en ese instante se moría de celos. Los danzantes se movían a un ritmo relativamente lento, lo que les dejó tiempo para discutir.

- ¿Usted es Marlok, cierto? Pensé que podríamos hablar de su historia tan Particular.


- Historia triste, pero afortunadamente por el momento con final feliz.


- Leí el informe que Profeta envió al Consejo y de su proeza. Impresionante.


- Le agradezco por el cumplido.


- Sé que usted y los suyos se enfrentaron con un Néhantista.

Marlok dejó de bailar.

- Vayamos a hablar de esto un poco más lejos, ¿Quiere? Le dijo soltándole la mano y tomándola de la cintura con una mirada traviesa.

Sobre uno de los numerosos balcones del castillo, ambos cortesanos continuaban su discusión. A lo lejos, la piedra caída del cielo débilmente lucía como si una estrella brillara sobre la Tierra.

- ¿Me permite?

Marlok le mostró cinco pequeños cristales azulados.

- Tranquilícese, es únicamente para que nuestras palabras se queden entre nosotros.

Ishaïa estuvo conforme y el mago colocó a igual distancia los cinco cristales en el suelo alrededor de ellos. Luego de un gesto, estos últimos levitaron y un tipo de escudo mágico azulado se formó tal cual una burbuja.

- Aquí podemos hablar libremente. ¿Qué quiere saber?

- No es tanto lo que quiero saber, lo importante es lo que quiero que usted me corrobore. Hace ya varios meses que observamos comportamientos inquietantes en el seno de los gremios. Lo que pasó con los Combatientes de Zil no fue aislado. El nombre de Néhant reaparece sin cesar y su último informe lo confirma. Pensamos que uno o varios Néhantistas sacan provecho del conflicto de La Piedra Caída del Cielo.

- Efectivamente nos enfrentamos con Néhantistas, pero no los vencimos, solamente los hemos ahuyentado. Si hay varios tengo motivos para creer que debemos preocuparnos si es que debemos enfrentarnos a ellos.

La joven mujer tomó un aire serio.

- El Consejo desea confiarle una misión, dijo tomando uno de los rodillos atados a su cinturón.

Marlok se sorprendió.

- ¿Por qué yo?

- Porque usted tiene la experiencia, la madurez y los dones necesarios. Nos hacen falta todas las informaciones posibles sobre lo que sucede tras bastidores. Queremos nombres y sobre todo queremos saber lo que le paso a Eredan.

-¿Sólo esto? Exclamó él en un tono irónico. ¿Piensa seriamente que yo solo voy a poder conseguir toda la información posible?


- No, no solo. Habrá otras personas que tendrán la misma misión que usted. Por el momento y por razones de seguridad, preferimos que cada uno guarde el anonimato.

- De cualquier modo no tengo elección. Debo apegarme a las órdenes del Consejo. Pero estoy vinculado a Dragón y Dragón sabrá lo que se trama. Dudo que pueda prohibirle mezclar a los Enviados de Noz' Dingard en esta historia.

- Dragón ya sabe y convinimos que por el momento no intervendría.

Marlok suspiró, luego abrió el pergamino y desenrolló el permiso administrativo de ausencia. Después de haber leído su contenido, lo guardó.

- Me pongo en camino mañana mismo.

- Entonces si el asunto está concluido, todavía tengo ganas de bailar.

El mago anuló su sortilegio y ambos retornaron a la reunión.

- Una última cosa, desconfíe de esos dos de allí, dijo indicando a Máscara de Hierro y Oogoe.

Muerte y Renacimiento

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Profeta yacía recostado sobre una mesa de cristal puesta en medio de la gran plaza de Noz' Dingard. El pueblo estaba de luto, porque había perdido a su dirigente. Anryéna, con los ojos enrojecidos por las incesantes lágrimas apretaba la mano de su hijo. Alrededor de ellos, el silencio sólo fue perturbado por los llantos de las mujeres. Kounok, quien había alcanzado la adultez superaba con creces la altura de todos los presentes. Se dio cuenta, viendo que casi toda la ciudad había venido, hasta qué punto su hermano era querido. Naya y la orden de Brujas con casi todos sus miembros honraban su memoria.

Todos se despidieron de él.

Así como lo requiere la tradición, al caer la noche sobre Noz' Dingard, la muchedumbre se esparció y muy rápidamente, solo quedaron Anryéna y Kounok. Entonces la gema inmensa y azul, el centro de la vida en la Draconia se iluminó. Una forma se dibujó, de luz azulada y de manera simple se materializó un dragón majestuoso e inmenso. Se colocó entonces cerca del difunto. Un halo apareció alrededor del Profeta y un duplicado espectral salió de él. Anryéna parecía a la vez feliz de ver de nuevo a su hijo, pero tan bien mortificada, pues sabía que esta era su última aparición.

- Tu existencia llegó a su término, vine buscarte para acompañarte hasta tu última morada.

Profeta se acercó a su madre y, con su mano fantasmal, le acarició la mejilla. Anryéna lloraba cada vez más.

- Madre, retiene tus lágrimas. Estaré siempre cerca de ti y Dragón va a velar por mí.

- Lo sé, mi niño, lo sé. Pero una madre tiene el derecho a llorar por la muerte de su niño.

Kounok no había movido una escama y miraba a su hermano con insistencia. Si hubiera podido hablar, le habría dicho cuánto iba a faltarle. Como si Dragón hubiera sabido leer en él, le acercó su inmensa cabeza.

- ¿Estás dispuesto a tomar el relevo Kounok?

Anryéna protestó vivamente.

- ¿Qué? ¿Será que tomar a uno de mis niños no basta para ti padre? Quieres ahora hacerle tomar riesgos inconsiderados a mi último pequeño hijo.

Pero Kounok como para responder miró a Dragón y asintió con la cabeza.

- El ha elegido, hija mía. La Draconia necesita un guía y en esta era de conflicto, un nuevo Profeta debe aparecer.

- Pero Kounok no es un mago. Como fueron todos los Profeta anteriores.

- Es cierto. Pero...tus tentativas para disuadirme serán en vano.

Anryéna bajó la cabeza.

- Hermano mío, sé que serás un Profeta fuerte y sabio. Tendrás éxito allí dónde yo fracase.

El antiguo Profeta colocó su mano derecha sobre el hocico de Kounok.

- Yo te transmito la voluntad de los que nos precedieron. Qué su sabiduría y sus conocimientos sean tuyos.

En aquel momento, un aura blanca envolvió a Kounok que se sintió enseguida como asaltado por emociones e imágenes que le eran desconocidas. Dragón murmuraba palabras en un lenguaje desconocido. Kounok se transformó entonces en hombre. El aura blanca cesó poco a poco. La increíble semejanza con su hermano era sorprendente. Miró sus manos, luego tocó su cara sonriendo. Se rascó el pecho y, por primera vez en su vida, pudo expresarse por fin por otra cosa que no fueran gruñidos o por el uso de la magia.

- Adiós hermano, te quedarás para siempre en mi corazón y en el de los que te conocieron.

Entonces, el fantasma del antiguo Profeta desapareció.

- Un Profeta se va, y otro llega. Como a tus predecesores, un nuevo Caballero Dragón aparecerá para ayudarte en tu tarea.

- Tengo una idea mucho mejor, respondió Kounok.

- Te escucho, Profeta.

- No deseo un nuevo Caballero Dragón. Aunque hubiera fallado en su tarea, quiero tener a Zahal cerca de mí.

- Si es esa tu elección, la acepto.

- No es todo. Deseo también llevar ese título, porque no soy mago como mi hermano, iría al combate con la espada en la mano.

- Pero esto va en contra de las reglas, exclamó Anryéna.

- ¡Madre! Las reglas nos condujeron al callejón sin salida donde nos encontramos. Ya es hora de pasar a otra cosa y de mostrar que nuestro pueblo también sabe pelearse.

- Está bien, te concedo ese derecho.

- Una cosa más. Me hace falta Quimera.

Al escuchar ese nombre, sintió un tipo de malestar. Quimera era en otro tiempo la espada de Ardrakar quien se recordará como la más poderosa de los Caballeros Dragón. Es en parte gracias a ella que la Draconia se llevó la victoria sobre el Imperio de Xzia. Para Ardrakar su espada llamada Quimera, fue la causante de su caída en el momento que estallaba la guerra contra Néhant. La espada le hizo hacer malas acciones a su portadora. Para librarse de la influencia que tenía Quimera sobre ella, no tuvo otra elección que romperla. Después de esto, nadie jamás lo vio de nuevo. El antiguo Profeta recuperó los pedazos de Quimera con el fin de encerrarlos y guardarlos para siempre. Una espada apareció entonces en la mano de Kounok. Su lámina de cristal había sido quebrada y su empuñadora estaba gastada.

- ¡Dragón! ¿Por qué confiarle tal instrumento de muerte?

- Hija mía, no he hecho nada.

- ¡Increíble! ¡Ella ha venido sola hasta aquí!

- No es más que el reflejo de lo que alguna vez fue. Pero pienso que te será útil ti.

Kounok miraba a Quimera con interés, él la imaginaba siempre en otro lugar al leer libros. Esperaba que se transformara en el símbolo del poderío militar de la Draconia. Varias semanas pasaron y Kounok estaba plenamente afianzado en sus nuevas funciones. Deseaba ir algunos días a la Tumba de los Ancestros nuevamente y reunir a los Enviados, y ponerlos al tanto de su nombramiento como nuevo Profeta hecho por Dragón. Pero el destino quiso que sean los Enviados quienes vuelvan, por lo menos en parte, a Noz' Dingard. El Profeta estaba en gran discusión con algunos consejeros cuando un guardia le trajo un mensaje. Aerouant, Alishk y Zahal acababan de llegar a la ciudad y traían con ellos a Marlok el traidor. Los hizo llamar con el fin de recibirlos en la gran sala. Zahal entró primero, cabeza baja porque sabía que iba a ser castigado por su falta, seguido por Alishk, por Marlok quien era mantenido encarcelado por lazos mágicos y por ultimo de Aerouant, que viendo al Profeta se sintió conmovido. Kounok se parecía mucho a su padre.

Zahal tiró a Marlok al suelo.

- Señor he aquí a Marlok el tr...

No tuvo tiempo de terminar su frase que Quimera apareció en la mano de Kounok. Guiados por sus instintos inmediatamente habían notado una cierta presencia detrás de Marlok, con un lazo estrecho que los unía. Profeta golpeó la presencia con rapidez y cortó con precisión, el lazo invisible. Marlok perdió el conocimiento en ese instante. Una forma negra y vagamente humana se formó.

- Aaahhhh, un nuevo Profeta... Tus días están contados...

Luego la forma se evaporó.

Zahal, Alishk y Aerouant estaban atónitos por la escena que acababa de producirse.

- ¿Que era todo eso? Preguntó Aerouant.

- No estoy seguro, pero tengo la impresión de que acabo de liberar a Marlok de la influencia de un Néhantista.

Zahal miraba la espada de su nuevo jefe, le decía algo. Luego sus memorias le volvieron. Sí, esa lámina quebrantada... ¡Quimera! En ese momento notó que el Profeta era también un Caballero Dragón, lo que lo afligió bastante. ¿Era este su castigo, iba a perder su lugar y su titulo?

El día siguiente, Marlok había recobrado el conocimiento. Por supuesto estaba encerrado en una de las celdas de la prisión de la ciudad, bien custodiado por dos integrantes de las Brujas. Pero se reía de esto ya que por fin pensaba por sí mismo.

- ¿Entonces traidor, estas despierto? La cara de Anryéna transmitía muy bien el sentimiento del momento: la cólera. ¿Sabes lo que te espera?

Marlok se levantó con indolencia y se quitó el polvo.

- Sabes, acabo de vivir varios meses bajo la influencia de un Néhantista. Puedes dejarme aquí, pudriéndome hasta el final de mis días.

- ¿Qué, que?

Marlok comprendió en seguida. Kounok no le había dicho nada.

- Veo que el Profeta se permite esconderte cosas importantes. Por otra parte es verdad que es muy diferente de su hermano.

- Hablaré con él.

- ¿Hablar de qué, madre? Dijo el Profeta mientras entraba en la sala de las celdas.

- Por qué no le cuentas todo, respondió Marlok.

Kounok miró a las Brujas.

- Por favor déjennos, se lo ruego.

Sin ruido, las dos jóvenes mujeres dejaron la sala.

- Sé lo que hiciste en el pasado Marlok. Robar información y hechizos prohibidos de cristalomancia se consideran crímenes graves. Pero sé que siempre guardaste eso para tu uso. Mi madre vive en ese pasado y no es capaz de perdonar. Ya has sido castigado y añadiré sólo una cosa. Tus faltas están perdonadas, hoy más que nunca la Draconia y los Combatientes de Zil te necesitan.

- ¿Si yo estaba bajo la influencia de un néhantista, ellos probablemente también lo estén?

- Es lo que me gustaría saber, añadió el Profeta abriendo la puerta de la celda.

Anryéna se sentía herida y enfurecida, pero comprendía que los intereses de la Draconia le exigían que no hiciera nada.

- Te reenvío con los combatientes de Zil. Me gustaría que utilizaras esto.

Kounok le ofrecía un monóculo usado.

- Esto ha sido fabricado por Asal d' Arguemand, el ilustre inventor de la cristalomancia. Ha sido fabricado durante la guerra contra Néhant con el fin de visualizar a la gente que estaba bajo su influencia. Creo que te servirá en lo sucesivo. Eres libre de hacer lo que te guste. Puedes perfectamente ignorar, aunque esto me asombraría, la posesión que sufren tus amigos Zil y huir. O puedes volver a tus raíces y ganarte tu lugar en el seno de los Enviados. Debes escoger tu camino.

Marlok había perdido varios meses de su vida y a su golem tan querido que le había valido por otra parte su vuelta a la Draconia. Nada más lo relacionaba en lo sucesivo con esa vida de vagabundeos. En cambio, no podía resignarse a abandonar a los Zil a su suerte. Ellos que lo habían recibido cuando no tenía otro lugar donde ir...

Abandonada

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Ergue estaba cansado. Su combate contra Tsuro y las Brujas le había requerido una importante concentración. No había conseguido mantener su estado de Abominación el tiempo suficiente para vencerlos y el escape era la única solución que había encontrado el cazador Zil. Sus compañeros Soriek y Enfurecida se habían ido cada uno por su cuenta para despistarlos. Desde hace varias semanas, dormían en los alrededores y jugaban a la guerrilla, unas veces con los Enviados de Noz' Dingard, y otras con la Kotoba. Ergue bebía en el río que pasaba al otro lado del bosque. Vio entonces, cortado entre dos gruesas piedras, un pedazo de tejido gris, luego la corriente hizo pasar otro pedazo delante de él. Desconcertado, presto más atención. Vio, río arriba, una forma alargada sobre la orilla con la mitad en el agua helada.

- Ve a ver. Le susurró una voz en su cabeza.

Se levantó y fue a ver de qué se trataba aquello. Adivinó adelantándose que se trataba de una persona. Sus ropas estaban desgarradas a la mitad, Ergue levantó un pedazo de su capa la que escondía en parte la cara de su encuentro. Él reconoció inmediatamente al que tenía enfrente. ¡Esa tela grisácea, esa máscara tan particular, aunque jamás lo cruzó, Ergue estaba seguro de que era el Traquemage! ¿Pero por qué estaba en ese estado? Y sobre todo... ¡¡¡El T.R.A.Q.U.E.M.A.G.E!!! He aquí un descubrimiento sensacional, la respuesta a muchas cuestiones de los orígenes de uno de los asesinos más célebres del mundo. Ergue giró al Traquemage que estaba de cara contra la tierra, las formas bajo el traje no engañaban, era una mujer. Mechones de cabellos sobresalían de su máscara casi totalmente desgarrada, y el resto del traje no estaba mucho mejor. El cazador Zil sacó provecho de eso para atarle las manos. Decidió llevarla al campamento, sus compañeros probablemente sabrían que hacer con ella. En el camino, la Traquemage se despertó y lentamente se dio cuenta que era acarreada como una bolsa de batatas. En unos segundos, sus reflejos afloraron. Un golpe de rodilla en el plexo, encadenado de una patada extremadamente bien colocada y ella estaba libre. Entonces, se echó a correr como un conejo. Por desgracia para ella, Ergue era un cazador y frente a una presa, en parte amarrada no tuvo pena de recobrarla. Esta última resistía con rabia y ferocidad, pero a pesar de eso, acabó sin embargo atrapada. Durante su vuelta al campamento, Enfurecida se reunió con ellos y estaba muy interesada, y hay que reconocerlo, también un poco celosa, del interés puesto por su compañero Zil en este "paquete".

- ¿ Quesss esss esosss?

- La encontré al borde de un río. Es el Traquemage.

- ¿Quiennnnn? Dijo con aire inocente.

- Sabes bien, no te hagas la tonta, entiende que no estoy de humor, añadió cargando a su presa.

Una vez en el campamento Zil, no había mucha gente. Solo Abyssien, fiel a su puesto, guardaba el lugar.

- Oh, Ergue, comenzaba a inquietarme por ti. ¿Soriek está contigo? Es decir con ustedes porque veo que Enfurecida está contigo.

- No, no sé donde está, pero seguramente tiene interés en volver rápidamente.

- Estas callado y con aspecto de cansado, ¿Esto tiene algo que ver con lo que traes sobre tu hombro y que patalea?

- Sí. Y puso su presa sobre uno de los numerosos cojines.

Abyssien estudió a la joven mujer que gruñía mientras podía. Observó el traje y el resto de la máscara.

- ¿Dónde la tomaste?

- La encontré a orillas del río, a algunas horas de aquí. Estaba inconsciente.

El jefe de los Zil se dirigió entonces al Traquemage.

- Voy a liberarte, no queremos saber lo malo o bueno que te paso. Queremos ayudarte. No podrás salir de esta carpa, la sellé mágicamente con ese fin. ¿Comprendido? La Traquemage hizo un gesto afirmativo con la cabeza y Abyssien después de haber cerrado los accesos a la carpa la liberó. Esta vez, no hizo ningún movimiento, pero las lágrimas fluían de sus ojos.

- ¿Realmente eres el Traquemage?

- Yo...

- Te aviso, todo lo que vas a decir se quedará entre nosotros.

- No soy el Traquemage, sino esto no habría pasado.

- ¿Oh? ¿Eres su reemplazarlo?

- No, iba a convertirme en una, dijo con una mezcla de cólera y de amargura.

- ¿Que quieres decir con esto? ¿Hay varios Traquemage?

- Sí, nosotros somos muchos llevando el traje.

Abyssien se volvió hacia sus compañeros.

- Vayan a buscar con que alimentar a nuestra invitada.

Mientras que Enfurecida y Ergue iban en busca de lo que hacía falta, el jefe de los Zil sacó provecho de esto para lanzar un sortilegio del Tiempo pasado, que le permitía ver cuales acontecimientos habían conducido a esta joven mujer allí dónde se encontraba. Lo que descubrió era una revelación sagrada. En efecto, imágenes distintas mostraban a varias personas en traje de Traquemage. Eran todos más o menos de la misma talla. Rodeaban a la joven mujer como en un tipo de ritual. Uno de ellos se adelantó entonces.

- Tomo a esta alumna bajo mi ala, le inculcaré nuestros secretos, le enseñaré a acosar y a matar a nuestros blancos sin hacerse jamás agarrar.

Otro se adelantó entonces.

- Sombría, olvida tu nombre porque ya no es más. Hoy eres Traquemage, servirás a la organización hasta la muerte.

Otro más, que tenía una máscara entre las manos se la puso y dijo:

- Ve ahora, tus primeros blancos fueron designados.

La escena se detuvo allí. Abyssien comprendía ahora cómo fue edificada la reputación de este asesino célebre.

- ¿Entonces Sombría, cómo es que te hemos hallado en ese estado?

- He sido abandonada por mi maestro. La misión a la cual se nos había enviado salió mal y debí enfrentarme a algo que me superaba. Fallé. Mi maestro me consideró muerta y me dejó. De todos modos, un verdadero Traquemage se habría escapado de tal situación. Pero nuestras reglas son estrictas, cuando un Traquemage cae, el que lo acompaña debe ocuparse de remediar el problema. Matar y eliminar el cuerpo del Traquemage que falló forma parte de reglas.

- Y bien, no podemos escaparnos de las reglas de cada organización. Todavía tengo algunas preguntas, después te prometo, te dejo tranquila. ¿Por qué me revelas todo esto?

- ¡Porque los detesto!

- Es una razón suficiente para mí. ¿Y entonces ahora que no eres más Traquemage, que vas a hacer?

- No sé.

- La gente que no sabe dónde ir, aquí están todos bienvenidos. Quédate con nosotros el tiempo que quieras, Sombría, estoy seguro que tus talentos serán muy apreciados. Podemos aprender de ti, y nosotros te protegeremos de los Traquemages si es necesario. Por otra parte, aquellos con los que deseo que vayas llegan ya.

En efecto, después de que Abyssien hubiera reabierto la puerta, entraron Sangrespada, Sinrostro y Kolera...

El Embajador

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El campamento Xziarite había recobrado su calma. Las luces de las antorchas alumbraban las tiendas de una luz dulce y roja. El incienso bañaba el lugar de un olor suave. Gakyusha sacaba provecho de la calma momentánea para tomar un descanso merecido. Una vez más, el Emperador estaría satisfecho de sus servicios.

De repente, una voz sonó afuera:

- ¡Señor! Tenemos un problema.

Cansado, Gakyusha suspiró. Incorporándose de su lecho salió de la tienda.

Viendo al centinela de rodillas delante de la entrada, le pregunto:

- ¿Qué pasa?

- Un ser extraño se presentó a la entrada del campamento. Reclama una audiencia.

- ¿Un ser? ¿Se trata de un draconico o de uno de esos secuaces de Zil?

- Ninguno de los dos, Señor... Dice hablar en nombre del bosque.

- ¿De quién? Vayamos entonces... Estoy curioso de saber lo que quiere este energúmeno. Haz prevenir a mi hijo y Asajiro. Qué estén preparados en caso de que se trate de una nueva picardía de los Zil.

El centinela escoltó a Gakyusha hasta tres asientos puestos a un lado del campamento. En el medio estaba sentado Ergue el domador, un poco más lejos se sentaba Soriek, el coloso azul sobre el cual Tsuro había hecho un informe. Enfurecida probablemente se encontraba en las cercanías, disimulado entre las sombras de los árboles.

Pero lo más sorprendente en este encuentro era el extraño ser que se encontraba frente a los tres asientos. Sobre su derecha, se ubicaba un Hom’chai de anchura de espaldas impresionante, con la cara marcada con pinturas rojas. Plantada en el suelo, justo detrás de él, había una lanza gruesa, acabada por una lámina tallada de ámbar. Pero el ser que parecía haber organizado este encuentro era totalmente desconocido para el Xziarite. Tenía una fisonomía más bien endeble, no muy grande y poco musculosa, sus grandes ojos carecían de pupilas y, sobre todo, no tenía boca. Solo vestía un paño de follaje y de bejucos que corrían sobre su cuerpo como si la naturaleza misma quisiera protegerlo de las agresiones. En su mano reposaba un palo acabado por un tipo de luna de marfil tallada, en el centro del cual se encontraba una pequeña criatura nimbada de llamas azuladas.

Ergue se volvió hacia Gakyusha. Este último descubrió en su mirada que estaba tan sorprendido como él del desarrollo asombroso de los acontecimientos. La voz resonó en su cabeza tan clara como si la hubiese oído:

- Saludos a usted Señor Gakyusha del Imperio de Xzia. Soy Hablaespíritu, hablo en nombre del pueblo Eltariano. Si organizamos este encuentro, es para darles a conocer que las tierras que ustedes pisan no les pertenecen. Fueron territorio del pueblo de los bosques mucho antes de la existencia de sus respectivas naciones.

Primero, desconcertado, Gakyusha se echó a reír...

- ¿Es broma? La Tumba de los Ancestros ha sido disputada por los draconianos y el Imperio de Xzia desde hace mucho tiempo. Además, la nación de la que usted pretende ser el portavoz nos es totalmente desconocida. También dudo que el Consejo tuviera conocimiento de su existencia. Tanto como para decirle que su empresa está destinada al fracaso.

- Estaríamos muy afligidos si debemos usar nuestros poderes para proteger nuestras tierras, resonó la voz del Daïs. Ya lo hicimos en el pasado y estamos dispuestos a volver a hacerlo si el peligro es grande.

- Vaya... cortó Ergue, los conflictos que se dan aquí, involucran sólo a unos pocos hombres y no se adentran demasiado en el bosque. ¿Por qué dicen qué les perjudican tanto?

- El mayor peligro no viene de su pequeña guerra hablando con propiedad sino más exactamente de ese pedazo de roca que está en la superficie de nuestro mundo.

El Daïs apuntó su palo con destino a la piedra caída del cielo. Enseguida, como dentro de un espejismo vieron un completo desierto. En él la piedra caída del cielo brillaba tal cual un sol. El suelo debajo de ella parecía estar en llamas y totalmente resquebrajado. En realidad la tierra se pudría como si tuviera una infección provocada por un cuerpo extraño.

- Buena sangre murmuró Ergue pasándose la mano sobre la frente. Comienzo a comprender, murmuró.

- Y entonces, respondió Gakyusha, esta piedra es muy grande. No sabríamos transportarla lejos de aquí sin instrumentos y hombres. A pesar de nuestra supremacía actual en el conflicto, esta piedra suscita cada vez más intereses. No puedo tomar tal decisión sin el aval del Emperador y de los refuerzos para proteger a los obreros.

El Señor Imperial se levantó.

- Su mensaje ha sido recibido Hablaespíritu, pero dudo que su insignificante nación tuviera los medios para hacerse oír.

- Bien, señor imperial. Le trasmitiré sus palabras a los míos. Que así sea.

Hablaespíritu retrocedió con su guardia, fuera de la luz del fuego. Cientos de luciérnagas se elevaron del suelo hasta cubrir a Hablaespíritu y al Hom'chai de la vista de sus interlocutores. Cuando la nube de luciérnagas se disperso, no quedaba rastro de ninguno de ellos.

De vuelta en su tienda Gakyusha volvió a acostarse. Recostado sobre su lecho, tomó algunos instantes para reflexionar. Que representaba realmente esta piedra para que tanta gente se interese en ella. ¿Este pueblo desconocido podía representar un peligro? No se fiaba de ello pero su experiencia lo empujaba a desconfiar de la gente que abiertamente venía para anunciar su voluntad frente a sus enemigos. O eran locos, o estaban muy seguros de sí mismos.

- ¡Tsuro! Dijo en el silencio de su tienda. ¿Tus Rastreadores pudieron seguir la pista de los emisarios de los bosques?

- No mi señor, nosotros perdimos su pista tan pronto como alcanzaron el bosque, respondió el Rastreador desde las sombras de la tienda.

- ¿Que sabes sobre este pueblo Eltariano?

- Pocas cosas mi señor. Sabemos acerca de pequeñas tribus Hom’chaï y Elfines que están esparcidas cerca de los accesos del bosque. Que viven de hacer negocios de sus plantas, de joyas de ámbar y de su caza, pero han tenido muy poco contacto con nuestra nación. Ignoraba que formaban parte de una agrupación de tribus, ni que podían obedecer a otro pueblo.

- Entonces... Probablemente sean todos locos.

Ergue marchaba por la oscuridad a paso rápido. Sus dones de afinidad animal le permitían ver tanto en la oscuridad como a pleno sol. Si solamente Marlok todavía estaría dentro de los suyos, habría podido iluminarlo sobre la visita de esta tarde. Pero una cosa era cierta, contrariamente al presuntuoso de Gakyusha, no cometería el error de subestimar al pueblo de los bosques. Destinó un momento para enumerar lo que sabía sobre los Daïs. En sus viajes al corazón de las tribus más primitivas de este país, había escuchado hablar de ellos sin ver jamás a ninguno, venerados como dioses por todos los pueblos próximos a la naturaleza. Las leyendas contaban que disponían de grandes poderes mágicos, que eran la voluntad de la naturaleza, que todas las formas de vida les obedecían. Si tal era el caso, un nuevo adversario poderoso iba a entrar en juego.


El bloque de ámbar bañaba el cuarto de una dulce y dorada luz. El Kei'zan de la vida, con aire melancólico, se hundía en la contemplación del monolito. En determinado momento, se acercó a la piedra y puso su mano rugosa sobre su superficie. La voz resonó instantáneamente en su cabeza:

- ¿Entonces hermano mío, los hombres estuvieron a la altura de tus esperanzas?

- Por desgracia no, expresó silenciosamente el Kei'zan. Nuestra tentativa de razonar con esta especie está suspendida. Había enviado a Habla espíritu acompañado por Marca-Roja y por algunos de nuestros exploradores para comenzar el diálogo con los combatientes humanos pero encontramos sólo el desprecio y la indiferencia.

- Te había prevenido, estos niños jamás comprenderán nada, libérame y créeme que van a recordar por qué sus antepasados tenían miedo del bosque.

- No, dijo melancólicamente la voz de el Kei'zan. Tus actos pasados te condenaron a esta prisión y te quedarás allí hasta el final de los tiempos. La cólera del bosque se despierta, comprenderán muy pronto que no están en su casa.

La Momia

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150 años antes que la piedra cayera del cielo, el Desierto Esmeralda estaba sumergido en una guerra civil.

Los touareg del sur, liderados por el Jeque Azine, y la Sacerdotisa de Ptol'a desafiaban la supremacía del culto de Sol´ra. Los conflictos habían llevado a batallas fratricidas donde los contrincantes podían formar parte de la misma familia. Llegó el momento cuando ambas potencias se igualaron. El último enfrentamiento se efectuó entre los politeístas que, por una vez, se entendieron para llevar un frente común contra los monoteístas de Sol´ra, cuyos ejércitos estaban bajo el mando del Guardián del templo, Ahmid. En el corazón de la batalla, la Sacerdotisa de Ptol´a, la diosa de los muertos, y Ahmid, combatieron frente a frente. ¡Fue titánico! Los poderes de los elegidos de los dioses eran inmensos, barriendo todo a su paso, no teniendo cuidado de su entorno, ni de los que se batían en nombre de su causa.

Pronto no quedo nadie, alrededor de ellos. La espada de los guardianes de Ahmid hendía el aire con un silbido ronco. Por su parte, la Sacerdotisa imploraba a Ptol´a le concediera poderes terroríficos y mortales. Por desgracia, Solaris apoyo a Ahmid, y este cortó la cabeza de su infortunada opositora. Miró la cabeza rodar sobre la arena ardiente, y se paró haciendo frente a la guerrera. Los ojos todavía se entornaban y su boca dijo:

- ¡No muere aquel qué para siempre duerme! Ganaste, pero matándome también te infligiste la muerte...

Estremecido por un escalofrío glacial Amidh comprendió que esta voz no era de la Sacerdotisa, era la voz de Ptol´a. Aquel día comenzó el advenimiento de Sol´ra y la supremacía de las fuerzas de Minepthra. Esa misma tarde, en el corazón del desierto, una gran fiesta fue dada en honor de Ahmid y de su ejército victorioso. El alcohol fluyó a mares, y así, el guardián del templo estuvo rápidamente embriagado. Sus sentidos comenzaron a jugarle una mala pasada. En medio de la muchedumbre, creyó ver a una persona que le parecía familiar. Removiendo a los convidados, persiguió al desconocido hasta el borde del río que pasaba no lejos de allí. Ahmid creyó ver la aparición de un fantasma, porque si había reconocido bien, era la gran Sacerdotisa de Ptol´a.

- ¿Eres tú? Dice con una mezcla de asombro y de temor.

La joven mujer le sonríe como para responderle que sí, era ella.

- Pero es imposible, te maté con mis manos.

Las lágrimas fluyeron sobre sus mejillas.

- Te maté.

Cayó de rodillas y rememoró los años dulces que precedieron a la guerra civil. En aquella época, tenían un dulce romance que fue quebrantado, por desgracia, por la locura de los dioses. Y todavía hoy viéndola, sabía que su amor por ella, siempre estaría vivo.

La gran Sacerdotisa se puso también de rodillas y tomó la cara de Ahmid entre sus manos, antes de darle un beso. Es aquí dónde el guardián del templo sintió un malestar profundo, luego un dolor al nivel del corazón.

- Mueres por la mano de la que te amo, como ella murió por tu mano.

El guerrero no lograba respirar más, su sangre hervía en sus venas.

- Cuando hayas muerto, los tuyos van a momificarte y a hacerte funerales suntuosos. Por desgracia para ti, cuando te despiertes, estarás encerrado en tu tumba, para toda la eternidad.

Ahmid sentía los latidos de su corazón ir más despacio, luego cesaron en el momento en que la Sacerdotisa le concedió estas últimas palabras:

- Comprendiste que era Ptol´a en persona. Venir aquí me costó mucho. Ya llegará el día donde repetiré todo mi esplendor de otro tiempo. Adiós, guardián del templo de Sol´ra.

Ahmid fue recobrado y llorado como era necesario. Le rindieron honores como lo había predicho Ptol´a. Le concedieron una tumba digna de un rey. Muchos años pasaron antes de que Ahmid salga de esa muerte aparente. Se sintió perdido y cambiado sobre todo. Golpeó la tapa del sarcófago con fuerza para poder salir. Afortunadamente su tumba fue provista de una miríada de pequeñas gemas solares que débilmente alumbraban la habitación, bastante exigua. Por desgracia, pasó varios días intentando encontrar una salida, en vano.

Fuera, la joven Djamena seguía desde hace algunas semanas las enseñanzas de los sacerdotes. Estos estaban fascinados por la rapidez con la cual la joven mujer aprendía y se impregnaba de preceptos de Sol´ra. Una noche, la joven mujer se despertó con la sensación extraña que tenía algo que cumplir. Sin preocuparse de qué se trataba, salió del templo como guiada por una fuerza superior. Una voz le decía que alguien la necesitaba. Llegó a la gran pirámide, y se introdujo en el interior por una puerta secreta, de la cual ignoraba su existencia hasta ese momento. Los pasillos sinuosos la llevaron al corazón del edificio, allí dónde Ahmid esperaba desde hacía lustros. De instinto, abrió la puerta de la Tumba y entró en ella sin el menor miedo. Instantáneamente su apariencia cambió, alas aparecieron en su espalda y sus cabellos se hicieron como la arena brillando al sol.

- ¿QUE ES ESTO? Gritó Ahmid.

Djamena se adelantó entonces, brillante de luz. El guerrero cayó entonces de rodillas delante de ella reconociendo la fuerza divina de Sol´ra.

Un enviado de Sol´ra, se dice, es la hora de mi redención, por fin voy a poder reunirme con mis antepasados.

- ¿Vienes a librarme de esta no vida? Dice con una voz increíblemente cavernosa. Serví escrupulosamente toda mi vida de humano. Le imploro Mensajera que me deje ir.

Tengo otros planes para ti, guardián del templo, sírveme con fidelidad y te libraré de esta maldición.

- Pero... Di guerra en nombre de Sol´ra, maté en su nombre, sacrifiqué mi alma y vencí para él. ¿Es este su modo de agradecerme?

- Se mostrará agradecido si todavía actúas en su nombre, no hay nada que discutir. Podría muy bien dejarte así. ¿No es eso lo que quieres? ¿No?

La momia recordó el mandato supremo de los guardianes del templo: obedecer.

- Que así sea, que debo hacer para mi dueño y señor, respondió con amargura.

- Lo que sabes hacer mejor, matar gente. Una amenaza más importante hizo su aparición. Ïolmarek y otros Nómadas del desierto van a tener mucho trabajo contra ellos. Ve a echarles una mano.

- ¡Obedezco!

Luego la joven mujer volvió a ser Djamena, sus cabellos volvieron a ser negros y sus alas desaparecieron.

El Despertar

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Una flecha silbó, hendiendo el aire con velocidad y se hundió en el pecho del Señor Imperial Gakyusha...

Había hecho oídos sordos en el momento de la advertencia de Hablamente. Para él esta piedra pertenecía en lo sucesivo al Emperador y nada cambiaría este estado de hecho. Los Enviados no se interesaban más por esta piedra, los Combatientes de Zil casi estaban derrotados. Sólo los nómadas del desierto planteaban un problema, pero hasta aquí estos últimos no habían sido belicosos. Pero esto era sólo una fachada, pronto Ïolmarek sabría cómo utilizar los poderes de la piedra caída del cielo y pondría fin al conflicto. Por desgracia no contaba con la llegada de nuevos adversarios que solo deseaban una cosa, que tanto la piedra como todos los invasores desaparecieran de sus territorios milenarios. Repentinamente brotaron raíces del suelo que devastaban los campamentos e intentaba agarrar todo aquello que no podía huir. Por todas partes, unos y otros intentaban escapar de esta vegetación súbita y avisar a los que no había llegado aún. Ydiane había observado largamente a toda esta gente y gracias a su pericia había reparado en algunos miembros de la Kotoba que creía debían ser "Neutralizados”. Ella y La Garra se habían aventurado no muy lejos del campamento y estaban a punto de eliminarlos. Ella tensó su arco y disparó al que parecía ser el jefe. Cuando La Garra la vio se abalanzó sobre ellos. Xïn no tuvo tiempo de reaccionar y se encontró a sus espaldas, bejucos que lo atraparon en seguida. En cuanto a Gakyusha, interiormente agradeció a Masamune que le había forjado su armadura, porque la flecha se incrustó en el metal y la punta de ambar se quebró. Pero esto quería decir que un tirador quería cobrar su vida. En el fragor de la batalla vio una furia insectoide agredir su Portacero. No vaciló y empezó a retroceder en la dirección opuesta. Reparando en Ydiane, se puso en guardia y empuñó su fiel Palabra de Emperador e hizo rápidamente un vacío en su espíritu. Se enfocó en esta segunda flecha que había sido soltada. No era la primera vez que utilizaba esta técnica, pero jamás en una situación tan original. Mientras que la flecha iba a quitarle la vida hundiéndose en su cabeza, el Señor Imperial utilizó una técnica ancestral de iaïjutsu, desenvainó con una rapidez increíble su sable, cortó la flecha moviéndose sobre el lado. No se detuvo allí, por experiencia sabía que los tiros en una pelea eran muy difíciles, decidió ir a llevar la palabra del Emperador a ese insectoide, que serviría para él de escudo en caso de un nuevo tiro en su contra. Tsuro y Amaya no estaban allí e Iro y Asajiro se habían ido de nuevo para la capital, el ataque pues se efectuaba en el momento en el que Kotoba verdaderamente no estaba en su potencial máximo. El combate iba a ser difícil.


Al otro lado de la piedra, los nómadas se habían refugiado al pie de esta. El poder divino impedía a los bejucos llegar hasta ellos. Ïolmarek y Ahlem imploraban a su dios mientras que la Esfinge fue puesta en guardia, blandiendo sus dos cimitarras con rabia. En frente, los Hom'chaï anchos como colosos se dirigían gruñendo a la pequeña tropa. Kei’zan se acercó entonces, rodeado de una armadura de espinos que parecían vivos.

- ¡Ya es hora que ustedes se vayan! No lo repetiremos.

- ¡Criaturas del mal! Ustedes no son nada en comparación de Sol´ra. ¡Ustedes son sólo unos insectos y voy a aplastarles como tal! Gritó la Esfinge antes de lanzarse contra Kei’zan.


Este último golpeó el suelo con su palo y las raíces crecieron con celeridad, capturando al mastodonte sin ninguna dificultad. Por su parte los Hom'chaï se enfrentaban con otros nómadas con una rabia increíble. La sangre fluyó rápidamente, pero las heridas de los nómadas se cerraban gracias al fervor de sus sacerdotes. Era la primera vez que los Corazón de Savia se enfrentaban a la Magia Ïolmarek los encontraba sin espíritu y demasiado destructores para dejar que la piedra cayera en las manos de estos salvajes. Los Corazón de Savia estuvieron a punto de imponerse cuando su estrategia de batalla estuvo completamente desplegada. Mientras que los Hom'chais atacaban a los combatientes del desierto, Mélissandra subido sobre su lobo, acompañado por su Pikounours tomaron de costado el resto de la tropa. Afortunadamente para los sacerdotes, un nuevo recién llegado vino para restablecer un poco de equilibrio en esta oposición de fuerzas. Ahmid con su característica de muerto viviente restaba poder a la naturaleza, se imponía a los Hom'chaïs, e hizo retroceder a sus adversarios.

- ¡Soy Ahmid, plaga de Sol´ra, ustedes se van a reunir con sus antepasados que duermen en las profundidades de estas tierras!

Ïolmarek miró con vivos ojos a esta momia demacrada. Viendo a Ahmid, como el héroe de otros tiempos, sintieron allí la intervención evidente de su dios y recuperaron la confianza. El combate se convirtió en una pelea desorganizada.

Mientras esto sucedía Kei’zan, observaba pacientemente. Escuchaba a esa naturaleza destruida, reunía sus fuerzas, y concentró su energía en su piedra-corazón, pedazo del árbol-dios y entonces se transformó. Su apariencia se hizo la de un hombre árbol. Sus pies se hicieron unas raíces que se hundieron en el suelo, de su espalda crecieron ramas largas de donde colgaban pequeñas flores.

Daïs irradiaba flujos de fuerza del árbol-mundo. Estaba allí la fuerza increíble de los Corazón de Savia, porque en ese momento los Elfines y Hom'chaïs se transformaron en Guémélites, en armonía con esa tierra. La tierra comenzó a temblar, raíces y bejucos gruesos como árboles brotaron del suelo y se enrollaron despacio alrededor de la piedra caída del cielo. Al cabo de un momento formaron un capullo y no se distinguía la menor luz amarilla.

Ïolmarek y otros Nómadas sintieron que el lazo que los unía a la piedra acababa de romperse, era esta una pesada derrota, una batalla acababa de perderse. ¿Pero quién ganaría esta guerra, al final?

El Cuervo

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Algunos días antes del ataque de los Corazón de Savia, Xïn guardaba la entrada del campamento de Kotoba con un solo ojo. Estaba cansado porque desde la llegada de la gente del desierto, estallaban nuevos enfrentamientos

- ¿Entonces, soñamos despiertos Portacero?

La frase sacó al Kotoba de su estado. No había visto llegar a esta persona que le hablaba. Frunció los ojos para ver mejor y observó la marca de la Kotoba sobre su quimono sombrío.

- ¿Me dejas entrar o piensas dejarme aquí?

- ¿A quién debo anunciar?

- ¿No sabes quién puedo ser?

Xïn sacudió la cabeza de modo negativo.

- Bien, ya veo... ¡Anuncia pues al Señor Gakyusha que Oogoe Kage está aquí, y hazme entrar, gordo!

El joven miembro de la Kotoba estallaba interiormente frente a este insulto, pero el nombre de Oogoe Kage no le era desconocido. Iro que se entrenaba con Sen’Ryaku y que había asistido de lejos al intercambio, abandonó a su compañera para ir a ver lo que sucedía. El joven campeón del emperador reconoció la postura del recién llegado, el miembro del clan del cuervo. "¿Que quiere?" Se preguntó Iro.

- ¡Pero he aquí a nuestro flamante campeón del Emperador! Iro, debo ver a tu padre lo más de prisa posible. Puedes también prepararte porque vas a tener que irte de nuevo a Méragi.

- ¿Por qué?

- El Emperador requiere tu presencia.

En la tienda de mando, el Señor Imperial Gakyusha recibía a Oogoe Kage.

- Señor Imperial, es por desgracia una noticia triste la que me hace venir hasta usted. Nuestro amo y señor, el Emperador de Xzia está gravemente enfermo.

Gakyusha se levantó de su asiento, el rostro desencajado.

- ¿Gravemente enfermo? ¿Quieres decir muriendo?

Oogoe bajó la cabeza para confirmar las palabras del jefe de la Kotoba.

- Gracias por haberme prevenido. Voy a prepararme, para ir a Méragi.

- Señor, temo por desgracia, que su presencia aquí sea imperativa, dice tendiéndole un rollo de pergamino.

Después de haberlo leído, el señor imperial fue a sentarse de nuevo. Tomó un pergamino, un pincel y tinta. Apenas hubo escrito algunas palabras, plegado y sellado su carta, se la dio a Oogoe.

- Iro y Asajiro te acompañarán, Cuervo. Quiero que mi hijo le lea esta carta al Emperador. ¿Él y, sólo él, comprendiste bien?

El tono severo no hizo reaccionar a Oogoe.

- Será hecho según tus deseos, Señor. ¿Puedo disponer?

- Puedes. He hecho llamar a Iro, tengo que hablarle.

Iro estaba listo. El Emperador siempre le había testimoniado respeto y lo había honrado con el titulo de Campeón del Emperador, a una edad donde nadie había cumplido este prodigio. Las lágrimas le venían, pero las retenía lo mejor posible. Oogoe le había dicho que Gakyusha le esperaba. Yendo hacia la tienda de su padre, se cruzó con Sen’Ryaku. La joven mujer le tomó el brazo cuando se cruzaron. Le susurró algunas palabras a la oreja.

- Cuídate y desconfía de la gente que te rodea. Solo ten confianza en Asajiro. Siempre te será fiel.

Luego lo soltó y se fue a sus ocupaciones. Iro entró en la tienda donde flotaba ahora un olor dulce de incienso. Recordaba este olor y esto reavivó en su cabeza un recuerdo que trataba de olvidar. Hace algunos años cuando su madre enfermó, su padre le había rogado a Kami que se le conceda la curación, por desgracia sin éxito. Al fin, el Señor Imperial había aceptado la defunción de su esposa.

- ¿Padre, estás allí?

- Sí, Iro. Ven a mi lado.

El Señor de la Kotoba estaba en una de las alas de la tienda. Allí, había un altar en el cual reposaba la figurita de una joven mujer desnuda cuyos cabellos largos escondían sus pechos. Alrededor de ella palitos de incienso lentamente ardían. Delante de él, en quimono totalmente rojo, el padre de Iro recitaba manteas de oración. El joven campeón del Emperador se arrodilló y recitó su vuelta de las oraciones. Esto duró un momento largo y la noche cayó despacio.

- Iro, recibí un mensaje de Tsuro justo después de la llegada de Oogoe. La situación en el seno del Imperio se degrada y la política se intensifica. Me dejan a un lado de todo esto y es una maniobra hábil. Es para esto, para lo que cuento contigo, para informarme sobre lo que sucede. Todo esto me parece bastante extraño e inquietante.

Iro contemplaba la estatua, perdido en sus pensamientos. Oía las advertencias de su padre, pero no podía abstenerse de soñar

A algunas leguas de ahí, Malyss sentado en medio de la Tumba de los antepasados acababa de leer un encantamiento que había comenzado en la víspera. Estaba al borde del desvanecimiento y sus fuerzas mágicas se debilitaban más de lo razonable. No era el azar quien lo había traído aquí, sino un plan muy preciso. Y era más exactamente la última parte, la cual, ejecutaba en este momento.

Algunas semanas antes, había ayudado a Toran, a través de intermediarios y había procurado que el enfrentamiento entre este último y Akutsaï se efectuara aquí. Su lucha en este lugar había revuelto el mundo de los espíritus y una brecha se había abierto a este mundo. Malyss buscaba un espíritu particular, el de un guerrero muerto en combate hace ya mucho tiempo. Por fin, terminó su encantamiento y todo, a su alrededor, se volvió más blanco, como si la realidad se hubiera borrado. Entonces, aparecieron formas, simple bruma en un principio, luego fueron tomando consistencia para parecerse a hombres. En aquel momento, Malyss tenía los ojos cerrados, porque no le estaba permitido ver en este lugar. Tomó entonces una pequeña caja que tenía en su bolsa, la abrió y sacó su contenido: una pluma de cuervo, demasiado larga para ser la de un animal, de esta especie, de talla normal. El joven mago soltó la pluma que se echó a volar. Un espíritu entonces fue atraído como una mosca por la miel y tocó la pluma. En seguida todo reapareció alrededor de ellos. Malyss abrió los ojos. Delante de él se encontraba el que había venido a buscar.

- Gan'so, el Cuervo está feliz de verte de vuelta entre nosotros. Eres esperado con impaciencia.

- Gracias a ti de haber venido a buscarme, no sé cuánto tiempo hace que erraba sin objetivo.

- Hace falta que nos vayamos a Méragi, el Cuervo nos espera.

Iro y Oogoe llegaban por fin a destino. La capital se les ofrecía, desbordante de actividad. No se tomaron un tiempo para reposar y pidieron audiencia inmediata, con el fin de que el campeón de Xzia pudiera ver al Emperador. Fueron hasta la habitación imperial donde Ayuka, la vieja criada, se ocupaba del enfermo. Se levantó y se inclinó delante de ambos hombres, luego salió sin pronunciar una palabra. La habitación estaba inmersa en una luz roja, representativa del Imperio de Xzia. Flotaban allí unos olores de incienso y de plantas medicinales. Iro se pasó de rodillas delante de la cama donde el Emperador, enflaquecido y con la piel muy pálida, dormía de un sueño animado. Iro tenía mucha pena de verle en ese estado. Después de algunos minutos, un ataque de tos despertó al enfermo que percibió que no estaba solo. Cuando vio a su campeón y a Oogoe, el Emperador se incorporó.

- Kage, él pronunció con dificultad. Déjanos.

Oogoe se inclinó inmediatamente y dejó a ambos hombres a solas.

- Iro, las tinieblas nublan mis ojos poco a poco... Pronto me reuniré con mis antepasados.

- No, no diga eso, pronto encontraremos un remedio.

El Emperador hizo una pequeña mueca.

- Los curanderos más grandes estudiaron mi caso, sin ningún éxito. La muerte me llevará y ya sé que esto será pronto. Iro acércate, tengo algo decirte...

El joven miembro de la Kotoba se colocó muy próximo del Emperador, era para él un gran honor porque en la sociedad Xziarite estar próximo del Emperador, con sentido físico del término, es tener sus favores.

- Iro, posiblemente no estás al corriente, pero cuando un Emperador no está más en condiciones de reinar, una regencia es colocada. Escucha bien, yo siento que las sombras se mueven y me acechan, todo esto no es natural. Eres mi campeón, entonces sé digno de este título y protege a tu Emperador.

- ¿Proteger? ¿Pero de qué? ¿De quién?

En aquel momento entró en la habitación un hombre viejo, de la larga barba blanca, totalmente vestido de negro.

- Señor Iro, encantado de verle de nuevo en Méragi. Pienso que es tiempo que nuestro Emperador repose.

Iro conocía bien a esta persona: se trataba de Daijin, el dirigente venerable y poderoso del clan del Cuervo, consejero primigenio del Emperador. Para Iro, este hombre viejo había sido siempre un imperialista fiel.

El joven iba a retirarse cuando el Emperador le tomó por la muñeca.

- Acuérdate de mis palabras Iro... Protege al Imperio...

Tempus Fugit

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Psaume, el célebre bardo estaba sentado en un peñasco en parte recubierto por la espuma. La inmensa mayoría de los habitantes del pequeño pueblo vecino se habían reunido para esta ocasión bastante rara. Tanto grandes, como pequeños esperaban que el bardo comience sus historias con impaciencia.

Psaume aclaró su garganta e hizo algunas notas con su arpa antes de empezar una dulce melodía.

"...Oiga, oiga, pues escuche la historia de los exiliados del Tiempo, venidos a nuestra casa para evitar sus desgracias... ...Esto pasará en el futuro no sabemos ni cuándo ni dónde exactamente. Samia joven aprendiza, curiosa de la vida, jamás escuchaba nada... ...Entonces fue prevenida, el Destino no se ofrece a quien quiere, leer el Libro a esta persona está prohibido. Evidentemente caso no hizo a la lección y al libro se acercó... "

Algunos meses antes de que Psaume estuviera en este pueblo, como muchas personas, se desplazaba con destino a la Piedra Caída del Cielo. Su caballo y él, agobiados por un viaje largo no podían más. Buscó pues un lugar apacible para pasar la noche. Es en este momento, dónde vio un pequeño campamento en medio del cual, ardía un fuego, esto fue para él, un faro en las tinieblas de la noche. Se acercó y vio a una joven mujer con ropaje extraño, era la única en un lugar muy conocido por su calma.


- Discúlpeme, viajo por estas tierras y busco un lugar para pasar la noche. ¿Podría tener el honor de compartir este campamento con usted?

La joven mujer levantó la cabeza hacia Psaume y este último vio a pesar de la penumbra que era ciega, y sus ojos eran blancos como la nieve.

- Todos buscamos algo. Instálese y no tenga miedo, estamos al amparo del peligro.

El joven hombre se apeó y liberó a su caballo, luego después de haber puesto una manta en el suelo comenzó a jugar con su lira.

- ¿Es músico? Interrogó la joven mujer con cierta pizca de inocencia.

- Soy bardo señorita, mi nombre es Psaume.

- Encantada, Psaume.

Después de haber interpretado algunas canciones, el bardo dejó su instrumento.

- ¿Sabe cómo nosotros, los bardos, componemos nuestras canciones?

- No, dígame.

- Además de las leyendas de comarcas diversas, discutimos mucho con los viajeros, a los que cruzamos, porque a menudo tienen cosas para contarnos.

¿Y entonces usted quiere saber si no tendría cosas que contarle? Al reflexionar sobre eso, sí, tengo una historia.

La cara de Psaume se alumbró de un interés mayúsculo.

- Cuente, yo la escucho.

Desembaló él rápidamente un block donde tomar notas.

- Le escucho.

- Mi nombre es Samia, pero en esta época suya, me llamo el Apóstol del Destino. Vengo del futuro.

- ¿Del futuro? ¿Esto quiere decir que usted sabe aquello qué va a pasar entonces?

- Gentil Psaume, usted me planteará sus preguntas más tarde, porque mi cuento es bastante largo.

- Oh, por favor, perdóneme.

- Pues, en el futuro seré una aprendiza del Relojero, una persona respetable de una sociedad secreta llamada Tempus. Seré joven cuando pasará un acontecimiento que cambió muchas cosas.

Psaume ya ardía de mil preguntas, escuchaba saciándose de esta historia increíble donde visiblemente todos los verbos se conjugaban de manera particular, mezclando pasados, presentes y futuros.

- Tempus es el guardián de los secretos del Destino y conserva preciada mente el equilibrio del Tiempo. En el futuro, daré prueba de demasiada curiosidad porque quebrantaré el mandato absoluto de Tempus, al leer el Gran Libro de los Destinos. Este libro mágico, creado por Eredan, puede revelar al que lo lee el Destino de una persona. Basta entonces con concentrarse sobre la persona del que usted desea ver su Destino, para que el libro se modifique.

El bardo sentía, sin embargo dudas, ¿Era una historia totalmente inventada o bien era esta la pura verdad, que había vivido ella?

- Entonces tuve una idea de la cual, siempre me arrepentiré en parte, el de querer poner de manifiesto el Destino de una persona en particular, el mío. Por desgracia para mí, infringí allí una regla que no conocía, al realizar la lectura de este libro. Yo sufrí, entonces, consecuencias muy pesadas. El Destino cegó mis ojos y me castigó. Deberé vivir en lo sucesivo con la facultad para poder leer el destino de la gente que cruzaré, pero jamás podré aprender nada que sea sobre mi propio destino. Estoy condenada.

- ¡Apasionante! Exclamó el bardo. ¿Y luego qué ha pasado?

- Sucederá que habiendo quebrantado varias reglas "sagradas" suscité la ira de Tempus. Deberé entonces mi salvación sólo al Relojero, del que soy muy próxima. Todavía no sé lo que lo empujará a ayudarme. Apareció inmediatamente después de que mi vista desaparezca y entonces escaparemos de los nuestros por Tempus Fugit, una línea particular del tiempo, extremadamente prohibida de utilización. Escogimos venir a aquí, en aquel tiempo.

- Si comprendo bien ustedes volvieron en el pasado. ¿Pero acaso, los otros Tempus no podrían venir a este tiempo?

- Usted es perspicaz, Psaume. Llegarán pronto, efectivamente es sólo una cuestión de tiempo. Pero convencimos a personas con un destino excepcional a ayudarnos.

- ¿Pero haciendo así no van a modificar el futuro?

- Y muy desgraciadamente no conocía nuestro pasado, sino a priori podemos aspirar a dos teorías. En el futuro ya vinimos al pasado y pues este futuro allí es "normal". O entonces lo modificamos y creamos otro futuro. Le reconozco que las historias del tiempo son más la pasión del Relojero. Mi visión del tiempo se limita al destino de la gente porque puedo ver el futuro de alguien.

- Entonces usted sabe cuales aventuras voy a vivir.

- Sí, sé que la historia que le conté dará la vuelta al mundo y qué llegado el momento, usted recordará quién se la contó.

Lejos en el Futuro, en el momento en el que el Apóstol y el Relojero desaparecían en los meandros del Tiempo un hombre, apareció. Su traje era de los más singulares, era Tempus.

- He Observado, el presente impacta el pasado mis hermanos, el mandato ha sido quebrantado, por fin, nosotros debemos actuar.

Otras personas con vestimentas semejantes aparecieron a su lado.

- Serán Encerrados.

- Los hechos serán Anunciados.

- Serán Castigados.

Luego, todos desaparecieron y tomaron prestado Tempus Fugit...

Modo de Empleo

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Baranthe es el más oriental de los 7 reinos. Y también es el más próximo a las extensiones salvajes, estas tierras que vieron en otro tiempo los enfrentamientos cataclismicos durante la guerra contra Néhant. Su rey, nombrado Baranthe también, era un hombre lleno de ambición. Su predecesor le había dejado un reino débil y vergonzoso para los 7 reinos, y esto verdaderamente le sacaba de quicio. Siendo así, había emprendido trabajos importantes por todas partes en su reino con el fin de darle empuje a la economía y mejorar las condiciones de vida de su pueblo Una bella mañana, un joven campesino se presentó al Castillo de Baranthe con una carta importante que suscito la atención de su majestad. Anunciaba el descubrimiento de un extraño objeto, de gran tamaño, enterrado en lo más recóndito de la provincia de Thane, conocida por ser la región más pobre del reino. La primera reacción del rey fue un desconcierto. ¿Un artefacto enterrado en una parte lejana de su reino, de que se podría tratar esto? Entonces, les pidió consejo a artesanos conocidos de la capital. Por desgracia, ninguno supo explicar exactamente de qué se trataba esta "cosa". Todo lo que el rey obtuvo como informaciones fue, que se trataba de un objeto de grandes dimensiones con mecanismos increíblemente complejos. La reacción no se hizo esperar.

- Pues bien, ya que ustedes son unos incompetentes, deberé acudir a la única persona capaz de arreglar esto: ¡el gran joyero real!

Éste llegó poco tiempo más tarde, y luego de hacer las reverencias, expresó con un aire altivo:

- Resolveré este problema para su majestad. Este enigma será resuelto.

Este gran joyero fue conocido por haber creado mecanismos bastante adelantados en materia de joyería y tenía en su haber varias grandes invenciones. Se fue pues con destino a Thane donde lo esperaba la "cosa". Allí, pasó una semana entera, casi día y noche, intentando resolver el enigma. Por desgracia, al cabo de tres días, entró en pánico porque no progresaba en lo absoluto. Los servidores presentes, lo vieron la sexta tarde, casi desnudo delante de la "cosa", casi loco y que balbuceaba " ¡No podre resolverlo! ¡No podre resolverlo! ". Y, efectivamente no pudo. El desgraciado casi perdió la razón y fue llevado, de vuelta, en crisis a la capital dónde tardó mucho en recuperarse.

El rey quedo fulminado. Perdía prestigio, con este asunto que comenzaba a enervarlo seriamente. Pero tuvo una idea genial.

- ¡Heraldos! Hagan correr el rumor a través del mundo, que yo, rey Baranthe, invita a los artesanos más grandes a que resuelvan el mayor enigma que nadie todavía haya presentado. El que logrará encontrar la solución será recompensado a su justo valor.

Muy rápidamente circuló el rumor y muy rápidamente una muchedumbre de mirones, de curiosos y por supuesto, de artesanos llegaron a Baranthe, doblando a la población de la ciudad. El Rey se encontró víctima de su anuncio y debió hacer frente. Les ordenó pues a sus consejeros reales empezar un "reparto", un nuevo método de reclutamiento por jurado. Las selecciones duraron varios días y, evidentemente, la gran mayoría de los solicitantes fueron rechazados. Sin embargo, algunos grandes nombres se habían llegado hasta allí. Algunos venían de muy lejos. Entonces fueron amablemente convidados, a expensas del reino, a ir a Thane, y durante este trayecto, algunos de ellos tuvieron tiempo de discutir sobre sus pasiones respectivas. Fueron recibidos por el señor de Thane que se había encargado de la seguridad de la obra y supervisaba, en nombre de su bien amado rey, la gestión de este descubrimiento.

- Bienvenidos a Thane. Más precisamente pertenecemos a Imsiss, una región cuya historia no tiene nada particular. Espero que sus talentos increíbles nos permitan resolver el enigma que les propongo contemplar.

Entonces avisó a su gente que abrió entonces la gran puerta de madera del recinto edificado con el fin de resguardar el perímetro. La "cosa" era verdaderamente impresionante, en parte recubierta con tierra. Era un cubo inmenso con una altura cercana a la de tres hombres. Representaba un verdadero desafío porque su superficie visible presentaba una multitud de mecanismos y de gemas luminosas de diversos colores.

- Pues bien, he aquí un hermoso trabajo, exclamó Delko, el célebre fabricante de Golems de Noz' Dingard.

- ¡Usted tiene razón, caro colega! Replicó Jorus.

- Pongámonos a trabajar.

Seguidamente todos se pusieron manos a la obra. Klemencia, la mecánica, acompañada de su mecana-asistente, la más increíble de sus realizaciones. Sin tener la menor delicadeza, la joven mujer se echó sobre los mecanismos a su alcance e intentó romperlos a base de martillo. Por desgracia, sin el menor éxito. Nada pasó, salvo la destrucción de su martillo. Delko y Jorus, comenzaron a elaborar teorías extravagantes sobre lo que podría ser este objeto.

- ¿Y si había que alinear los mismos colores de las gemas en formación de a tres, posiblemente se anularían?

- ¡Pouapoua! No importa lo que diga. Yo estoy seguro que hay que oprimirlas al mismo tiempo, replicó Jorus, el soplador de vidrio.


No lejos de allí, dos Traquemages bien escondidos observaban la escena con mucho interés.

- He aquí un objeto, de aquel, a quien no hemos nombrado desde hace tiempo.

- Sí, hay que decir que algunas de sus obras todavía existen.

- Excepto, que ésa es su mejor obra, por fin dijo el segundo.

- Sí, hasta hoy nadie es capaz de igualarlo, tanto se adelantaba sobre su tiempo, un genio verdadero.

- Lo que es inquietante, es de que se trata esto... “el Cubo” ha sido enterrado. Diríamos que es una caja fuerte.

- ¿Pero qué encierra?

- Lo sabremos, si tienen éxito.

- Ve a hacer un informe a la hermandad, debemos consignar estos hechos. Si pudiéramos recuperar de nuevo esta tecnología, esto nos ayudaría en nuestra tarea.

- Bien, me voy inmediatamente.

El Árbol-Mundo

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El viento soplaba suavemente sobre las ramas del Árbol-Mundo. En aquellos días, la vida era tranquila en Guem y la erosión no hacia efecto. Ningún ser humano pisaba esas tierras.

El Árbol-Mundo fue el punto de origen de la vida. Tenía la particularidad, además de ser verdaderamente grande, de poseer una piedra-corazón, la cual, según las leyendas Dais, fue la primera existente en Guem. Entonces, una semilla arrastrada por el viento cayó sobre la piedra y se desarrollo a una velocidad inusual. Así nació el árbol.

La siguiente primavera, se encontraba cubierto de hermosas flores, que más tarde se convirtieron en frutos, también proporcionalmente grandes como el árbol. Una vez que estas frutas maduraron, cayeron al suelo. Pero estas en lugar de germinar en otro árbol, dieron origen a criaturas, que salieron de ellas al igual que los polluelos salen de los huevos. Ese fue el nacimiento de los primeros habitantes de Guem, los Dais. Estos niños del Árbol-Mundo vivían en armonía, en tanto cada uno era una parte muy pequeña del mismo, como si fuese una conciencia colectiva, pero en seres independientes.

Los años pasaron, seguido de siglos, y todos se encontraban bien en este mundo prospero. Sin embargo, uno de ellos parecía preocupado por algo. El había sido elegido por su familia para convertirse en el líder del pueblo Dais, y el mismo se llamaba Kei’zan. Nació de una fruta especial del Árbol-Mundo, debido a que esta dio lugar a dos Dais. Por su lado, mientras Kei'zan miraba con sospecha el tronco del árbol, llego su hermano. Los miembros de este pueblo tenían la capacidad de percibir con gran precisión los sentimientos del resto. Y entonces, el sintió la profunda angustia del jefe Dais.

- Siento una gran preocupación en ti, hermano mío. ¿Tal vez pueda hablar contigo sobre lo que te tiene mal?

El Kei'zan siempre había sido el más empático con este mundo que lo había engendrado.

- Cada Dais que nace debilita mas al Árbol-Mundo.

- ¿Cómo es eso?

- La gema del corazón se debilita y escucho la voz de nuestra madre. Ella está en agonía.

- ¿En serio? Sin embargo, parece que todo está bien. Mira, las ramas son numerosas y no caen. El follaje es denso y hay muchas flores, anunciando la futura llegada de niños Dais.

- El problema es más profundo.

- Vamos, no te preocupes. Estoy seguro de que mejorara.

- Yo no lo creo.

De hecho, la situación no mejoro. Los Dais sintieron la muerte del corazón del árbol. La mayoría de ellos se dirigieron al árbol, como si sus instintos los impulsaran. El Kei'zan y su hermano apoyaron a los suyos lo mejor que pudieron, pero la tristeza y el dolor eran demasiado grandes. Si el árbol moría, condenaría a su pueblo a la muerte. La piedra-corazón, visible en algunas grietas de la corteza, no emitía más que una tenue luz. Ahora, lo impensable entraba en juego.

El hermano de Kei'zan se acercó a una de estas grietas y vio que la corteza se abría a la vez que la piedra-corazón del árbol aumentaba su tamaño. Comprendió de inmediato lo que se avecinaba. Corrió hacia su hermano, mientras que a sus espaldas la piedra-corazón explotaba en una lluvia de color verde. El apenas tuvo tiempo de saltar sobre Kei'zan antes de recibir las ráfagas de la piedra-corazón del árbol. La explosión prácticamente había desintegrado al árbol y muchos capullos de Dais que se encontraban en las copas perdieron la vida ese día. El Kei'zan empujó a su hermano inconsciente quien había caído sobre él, lejos del centro de explosión. En lo profundo de su ser, el se encontraba herido. Alrededor de ellos, todo era un caos, las ramas caían con fuerza, mientras los pétalos de las flores descendían suavemente ofreciendo un triste espectáculo. Se inclinó sobre su hermano a pesar de que él se movía inconsciente, retorciéndose de dolor. Su lado derecho fue sido herido por la explosión que había recibido profundamente en el.

El Kei'zan sacudió su cabeza como para recuperar sus sentidos. Pronto se dio cuenta de que la conciencia que los conectaba a todos los Dais había desaparecido. No podía sentir el dolor de los sobrevivientes, ni el de su hermano. Para evitar ser aplastados por los escombros que cayeron de nuevo, tomó a su hermano en su hombro y lo alejo aun más. Después de haber recuperado sus sentidos del todo, pudo comprender la magnitud de los daños. El Árbol-Mundo estaba muerto. Gran parte de su pueblo había sido barrido, y peor aún, no habrían mas nacimientos Dais. Una vez que la situación se calmó, sintió como una fuerza mágica se emitía pobremente. Intrigado, fue a ver lo que podría encontrar. Después de recorrer entre los difuntos Dais y las ramas muertas, llego al sitio donde se encontraba el árbol y allí encontró una cepa rodeada de fragmentos de cristal. Entre ellos encontró una gema particular. El Kei'zan se inclinó y la recogió. Tan grande como un puño, esta joya alojaba en su interior un trozo de raíz. Luego oyó estas palabras:

"La muerte no es el fin. Tú me portaras y viviremos juntos hasta el día de renacimiento. "

En ese momento, se dio cuenta de que esta semilla era del Árbol-Mundo y que el ciclo de la vida continuaría. Un día, en el futuro otro Árbol-Mundo emergería.

Pero ¿cuándo?

Modo de Empleo, capitulo 2

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Salón del Trono del castillo Baranthe, poco después de la partida de los artesanos de Thane.

El rey estaba solo, sentado en su cómodo sillón centenario. El pensaba en ese fabuloso tesoro que dormitaba y pronto seria suyo. Había que reconocerlo, se alegraba en sus adentros. Para su desgracia, su buen humor interno se vería frustrado rápidamente por la llegada imprevista de un visitante indeseable. En primer lugar el Rey se mostró cansado, seguido sintió que su cuerpo se volvía mas y mas pesado, después todo a su alrededor se oscureció, como si la luz pasaría a través de ventanas ennegrecidas. De un bolsillo interior de su chaqueta, salió una piedra, levitando a una corta distancia de su cabeza. Esta piedra-corazón probablemente era verde, pero en su estado actual, era casi totalmente negra. Luego la luz del ambiente se concentro para formar nubes de humo que se reunieron en un punto central. Por último, de la humareda salió un hombre vestido de negro y cuyo rostro estaba oculto en parte gracias a una capucha. Avanzó hacia el rey golpeando el suelo con su bastón.

- Buen trabajo, rey Baranthe. Pronto serás rico y los 7 reinos estarán de rodillas frente a tu esplendor.

Las palabras de Néhantista dieron en el blanco. La vanidad, la codicia y el deseo de convertirse en uno de los grandes líderes del mundo sirvieron como un punto de entrada hacia la conciencia del rey.

- El plan va según lo previsto, arribaremos a su culminación.

Seguido el Néhantista le dio al rey un pergamino virgen de toda escritura.

- Vas a escribir una carta al señor de Thane.

Inmediatamente, la mano del rey empezó a escribir, sin mirar el pergamino.

- Deberás especificar que uno llamado Quilingo vendrá en su nombre y ayudara cuando descubran por primera vez lo que contiene la cámara. Es importante que él entre primero. Por supuesto, usted firmara, como es habitual, con su sello real.

Unos minutos más tarde, la carta estaba terminada y sellada.

- El llamado Quilingo deberá llegar mañana. Lo recibirás discretamente y le darás las órdenes.

Luego, retrocediendo hasta el centro de la habitación:

- ¡No olvides que, tu nombre pasará a la historia!

El Néhantista se convirtió en humo, y el humo en una luz oscura. La piedra-corazón negra volvió a su bolsillo, y todo se volvió claro. El rey era libre para volver a pensar por sí mismo. Para él, todo era idea suya.


Durante algunos días, los artesanos más importantes trabajaron incansablemente para resolver el enigma. Y lo que menos podemos decir, es que esto los mantenía cuerdos. La pequeña tropa vivía en una aldea aislada montada a las apuradas y ubicada en las cercanías. Esa noche, el señor de Thane había ordenado una reunión para hacer un balance sobre los progresos de sus huéspedes. Y estaban todos allí, alrededor de una mesa, en un alboroto impresionante, cada uno defendiendo apasionadamente sus ideas. El pobre Señor tuvo mucho trabajo con todas estas personalidades complejas.

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Damas y Caballeros! ¡Un poco de atención!

Por desgracia, además de Arckam, el prestidigitador de los combatientes Zil, nadie más escuchó. Viendo el caos total alrededor del Señor, el Zil decidió hacer algo. Rebuscó y saco de un bolsillo una especie de globo, de un salto se ubico sobre la mesa, sin que el caos merme. Luego inflo el globo hasta que quedo casi tan grande como Ramen, el vendedor de fideos. Algunos detuvieron sus charlas, otros no. El artesano de Zil como por arte de magia saco una aguja larga y exploto el globo, el cual inmediatamente empezó a repetir las palabras del Señor de Thane, pero mucho más fuerte.

- ¡POR FAVOR! ¡POR FAVOR! ¡DAMAS Y CABALLEROS! UN POCO DE ATENCION!

Extrañamente, todo el mundo dejó de hablar. Arckam se bajó de la mesa, tan misteriosamente como había subido.

- Gracias, caballero Arckam. Ahora que tengo su atención, me gustaría que cada uno me informe de sus hipótesis. ¿Quieres comenzar tu Klemencia?

La joven se sorprendió mucho al ver el interés en ella. Se limpió las manos en el delantal y se aclaro la garganta.

- Si quieres mi opinión, esto fue fabricado por alguien. Si supiéramos quien, podríamos resolver esta fortuita historia. ¡Porque no hay manera de destornillarle algo a esa máquina!

- Estas en lo correcto, ¿pero si existiera una hipótesis para abrirla?

- Ehh, no, ni idea.

- Bueno, eh, gracias. ¿Entonces, Jorus?

El anciano estaba concentrado susurrándole algo a uno de sus "Jorusiens" y se sorprendió cuando le preguntaron.

-¿Qué?

- Bueno, ¿tú tienes alguna idea sobre cómo abrir esta cosa? ¿Cuáles son tus teorías?

- Y bieeen, si tieneh cerraduras, ¿no tendrah tambiennn sus cerrojos?

En este momento, Delko comenzó a aplaudir.

- ¡Bravo! ¡Lo sospechaba!, Bromeo el fabricador de Golems.

- ¡Buenoh si tieness una mejorr idea, adelanthe sorprendenhos!

- Debido a que me dejas hablar, creo que tengo algunas pistas. Como ya lo dijo Klemencia, es importante saber el "propósito" antes de avanzar. Una vez que lo sepamos, comprenderemos los mecanismos.

- Entonces, ¿han pasado varios días que llevan aquí discutiendo y aun no avanzaron ni un pelo?

- Te equivocas, exclamo Delko. Intercambiamos nuestros puntos de vista, que es lo que nos hará avanzar. Si usted pensó que íbamos a llegar y descubrir la solución al primer vistazo, está equivocado acerca de nuestra empresa. Bueno una vez dicho esto, de haber previsto todo esto me gustaría tener la respuesta acerca de quién es el fabricante de esta cosa cuanto antes.

En efecto, a la mañana siguiente un mensajero de Noz'Dingard le entrego a Delko un pergamino. Todos los otros artesanos se reunieron alrededor de él, como diría Jorus, "comiéndolo con los ojos".

"Maestro Delko,

El nombre de la persona que está buscando es el Maestro Elmijah de Kref'ga, también conocido con el nombre de Ebohki. De la información de él que tenemos en la biblioteca del Compendio, habría desaparecido misteriosamente poco después de la guerra contra Néhant.

Esperando que esta información les sirva para fines útiles.

Atentamente,

Aerouant”.


Ebohki. Este nombre de inmediato despertó el interés de los oyentes y las discusiones volvieron a comenzar. Para los presentes ese día, la evocación del nombre significa mucho, porque en el medio en el que ellos se movían, Ebhoki fue el que sublimo su arte a su paroxismo, un verdadero genio adelantado a su época. Aún hoy la mayoría de ellos no son capaces de hacerlo tan bien como lo hacia él. Esto presagiaba buenas perspectivas para el éxito de su empresa.

Unos días después, Quilingo llego a su improvisado campamento. Se había aburrido de pasar el tiempo jugando con Ylong, la competencia de Ramen. Este estaba ahí por un trabajo (pero un poco también para espiar a sus colegas). En medio de una emocionante movida se oyó un ruido seguido de una gran agitación, y a continuación varios sonidos de engranajes y de múltiples chorros de vapor. Por último, se llevo a cabo un ligero terremoto, la "cosa" se abrió por fin. Los artesanos se felicitaron unos a otros con gritos de"¡Hurra!" que hacían eco en las paredes de la "cosa". Quilingo saltó de su banquillo y se abrió paso entre la densa multitud que, más allá de los elogios mutuos, poco a poco comenzaron a acercarse a la cámara gigante. Pero Quilingo les recordó a todos que nadie debía ingresar antes que él. Su gran tamaño y fuerza imponente los mantuvo a raya. ¡El interior era increíble! Totalmente metálico, con mecanismos sobre las paredes por todas partes y luces verdes que emanaban de una especie de esferas de vidrio. Por todo el suelo había verdaderos tesoros. No solo dinero, sino también una serie de variados objetos, que iban desde armaduras de cuerpo entero, pasando por cofres, hasta objetos tan simples como tejidos. Los ojos de los artesanos se abrieron como platos cuando los vieron. Quilingo en silencio desenredo un pedazo de pergamino en el que había una ilustración, precisamente el diseño de una espada, y abajo, una serie de inscripciones. El hombre-panda busco en la recamara hasta que finalmente encontró el objeto de su anhelo, una espada de lo mas especial. La envolvió en una gran pieza de tela y se fue sin despedirse del resto.

Durante ese tiempo, el señor de Thane se agasajaba con la victoria. Había dejado a sus huéspedes tranquilos, ya que habían aprendido el nombre del "artista" que construyo la "cosa". Por último, se hizo como debería ser. Así que le pregunto a Masamune, quien hasta entonces se había quedado atrás, cómo habían logrado esa hazaña.

- La caña se dobla, pero no se rompe. Nuestra inteligencia se dobla sin romperse.

- ¡OH, eh, bien, bien! ¿Pero de forma lo hicieron?

Masamune, que como siempre nunca sonríe, hizo una vaga apariencia de una sonrisa.

- Nos hemos adaptado. La concepción de este trabajo no puede ser aprehendida por nuestras mentes que razonan a través de nuestros conocimientos. La adaptación es la clave de nuestra victoria, y el trabajo en equipo es su instrumento.

El famoso herrero Kotoba demostró que superó las cerraduras de la puerta.

- Hubo varias cerraduras, todas con diferentes cerrojos de distinta naturaleza, explico Delko a su Señor. Gracias a que unimos todos nuestros conocimientos, juntos pudimos descifrar los enigmas. De todas formas te ahorrare los detalles porque para usted era importante que esto se lleve a cabo, y para nosotros cumplirlo. Y esperamos, un poco de riqueza.

El honor recobrado

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Todas ellas estaban allí. Toda la hermandad se mantenía delante de ella, como para equilibrar el peso de la vergüenza, esta vergüenza que sentía desde hace semanas. Llevaban un vestido simple y gris y un cinturón de cuero negro caía sobre sus caderas. El gris, el color de la desgracia. Hoy, no era más una Sorcelame, dejando su espada a los pies de Naya, no retuvo sus lágrimas. Lágrimas que muchas de ellas compartían. Cuando una Guerrera Mágica no cumplía la función que le había sido asignada, era toda la organización y todos sus principios los que caían en un estado de vergüenza. El error de la joven mujer, era el error de todas ellas, pero a pesar de esto, era ella quien pagaba el precio.

- Anazra. Hoy, tu honor ha sido quebrantado, y el honor es el pilar de nuestras creencias y de nuestros principios.

La comandante recogió la espada de Anazra.

- Recuerdo el día en que te di esta arma, eras muy joven en aquella época. Quitártela hoy es para mí una aflicción.

Las lágrimas de Anazra caían con fuerza sobre el suelo cavernoso del templo de la hermandad.

Ya es hora de que te vayas. Guardo esta espada, esperando poder devolvértela el día en que tu honor sea recobrado.

Así terminaba la ceremonia donde se le retiraba su titulo a una Sorcelame. Esto sucedía muy raramente, pero siempre que pasaba, era una prueba para toda la organización.

Algunos días más tarde, la joven mujer había abandonado toda esperanza de volver a ser la que era. Pasaba la mayor parte de su tiempo en los jardines de Noz' Dingard donde estaban las estatuas de los héroes del pasado que miraban hacia el horizonte. ¿Cómo recobrar el honor? Se había planteado esta cuestión un centenar de veces, sin encontrar la menor respuesta.

- ¿Entonces, encontraste la inspiración Anazra?

Dos jóvenes mujeres llegaban, vestidas de Sorcelame.

- ¿Vienen a provocarme con insolencia, mis "hermanas"?

Moira y Eglantyna habían entrado a la orden en la misma época que ella y desde ese momento habían tejido lazos muy fuertes entre ellas.

- Todavía no.

- No teníamos noticias de ti, pareciera que tu presencia aquí hubiera sido ocultada por Dragón.

- ¿Dragón? Debe estar riéndose de mi situación, añadió irónicamente la ex-Sorcelame.

- No estaría tan segura, si estuviera en tu lugar, añadió Eglantyne.

- Pero no estás en mi lugar. Me gustaría mucho verte, en él.

Ambas hermanas se sentaron a un lado y otro del banco de piedra.

- ¿Te acuerdas de nuestra formación? Preguntó Moira.

- Sí, perfectamente bien.

Rememoró entonces, algunos años antes, la formación recibida de su hermana mayor, Naya, particularmente de la primera frase que les dirigió. Esa frase, usada tanto a modo bienvenida como para enunciar un reto a lograr. "La Sorcelame es a la vez “fina lamina” y hechicera. Debe ser ágil y comprender los arcanos de Dragón."

Luego memorias más recientes, donde Eglantyne, Moira y ella se habían aventurado en el Soplo de Dragón, una región en lo más profundo de la Draconia. Allí, habían comprendido el sentido de la palabra honor. Anazra miró a sus amigas con interés. Las dos sonreían. Sabían bien que le habían dado una pista, para su vuelta a las Sorcelames. Se levantó, con el corazón lleno de esperanzas.

- Gracias, comprendí lo que debó hacer.

Luego, se fue sin decir ni una palabra más, saludando de lejos a sus amigas.

- ¿Piensas que lo conseguirá?

- Dragón vela siempre por ella como vela por nosotros. Por el momento, no será Sorcelame, pero sigue siendo una draconica, y sus poderes son siempre temibles.

- Ya veremos qué pasa.

Anazra hizo una pasada rápida por el hostal donde dormía desde su decaimiento, tomó sus pertenencias, la espada que se le había ofrecido para reemplazar a la retirada por Naya y dejó la ciudad en una pisada. Sabía que su viaje duraría sólo algunos días y qué pasaría por pueblos que bordearían el camino. Se encontraba aquí en un periplo iniciático, o por lo menos de un nuevo inicio. Recorrió el camino que llevaba hacia el sur, a Noz' Zar, la segunda ciudad más importante de la Draconia. Desde allí, dejó la seguridad relativa para seguir caminos que la llevaban a la llanura de Mornepierres, la cual atravesó con prudencia y temeridad. Todo se repetía, excepto que esta vez, llegada al borde de esta llanura, encontró a un viajero que reposaba cercano a un arroyo. Anazra no esperaba encontrarse a alguien aquí, en medio de la nada. El hombre se levantó al encuentro de la antigua Sorcelame. Era un joven, que tenía más o menos su edad, llevando ropas de viaje pero de una factura que no dejaban duda alguna sobre su condición, un miembro de la nobleza. Los rasgos de su cara le recordaban a alguien, pero verdaderamente no sabía a quién, y aun así tenia la fuerte impresión de ya haberlo visto antes.

- Es usted, dice con un aire de bastante satisfecho.

La joven mujer frunció las cejas. "¿De qué se tratara esto?”.

- Eso depende, ¿a quién espera el señor?

- A la que debía proteger a mi padre, pero que no llegó a hacerlo.

El corazón de la joven mujer se estrechó y la vergüenza apareció de golpe sobre su cara.

- Oh, por favor, excúseme por esa frase tan desgraciada, no quería causarle pena. Venga, instálese conmigo yo voy explicarle lo que exactamente me trae hasta aquí.

La antigua Sorcelame puso sus pertenencias y se acomodó sobre la hierba verde, el joven hizo lo mismo.

- Nos cruzamos una vez a hace dos años, después crecí y por sobre todo esto Dragón me confió la tarea de suceder a mi padre, el antiguo Señor-dragón de Drak' Azol.

- Felicitaciones, es una responsabilidad pesada, la suya.

- Gracias, pero no estoy aquí para contarle todo esto. Supe que usted se dirigía hacia el Soplo de Dragón. El caso es que debo visitar al Señor Karn, y paso por el mismo camino.

- ¿Lo sabía? ¿Quién le dijo que pasaría por aquí?

- Sus amigas Eglantyne y Moira.

¡Aaah zorras! Sabía bien que su discusión a propósito de nuestra formación no era anodina. Anazra estallaba y pensó " me la hicieron bien”.

- ¿Y entonces le habrán dicho que recordarme mis errores a lo largo de un viaje, sería de seguro, un castigo interesante?

El joven hombre quedo boquiabierto, como aturdido por esa frase.

- No, no, al contrario. Usted sabe que ese trágico acontecimiento es debido sólo a dos cosas: la Fatalidad y el Traquemage. Si sus amigas hubieran estado en su lugar el resultado habría sido el mismo.

- Usted se basa en suposiciones.

- No, entiendo que usted siente el no haber cumplido con su deber, pero usted no debería sentirse mal, porque si así pasó, es porque así tenía que pasar.

- No estoy convencida por lo que usted me dice, Señor Draconico. ¿Podemos ponernos en marcha? Estos lugares no son muy seguros.

- Usted tiene razón.

Siguieron entonces por el camino a través de las montañas rojas. Al principio Anazra apenas escuchaba al Señor Draconico, a medida que recorrían el camino, iba cediendo poco a poco frente a los argumentos del joven hombre. Comenzaba de nuevo a tener confianza en ella. Luego, algunos días después, llegaron en un lugar conocido bajo el nombre de Soplo de Dragón. Una hondonada rellena por una bruma opaca, sin interrupción.

- Henos aquí en el Soplo de Dragón, voy a continuar mi camino hacia Kastel Drak. Espero que estos pocos días pasados en mi compañía le hayan abierto los ojos.

Anazra conocía la peligrosidad del camino hacia Kastel Drak y, para llegar a la ciudad, había que atravesar el paso del Ojo, que era famoso por estar frecuentado por bandoleros.

- Si usted quiere, puedo acompañarle hasta allá.

- No, no, usted tiene mejores cosas que hacer, que escoltarme, nadie atacaría a un Señor Draconico.

- Confiemos que así sea.

Sus caminos se alejaron y la antigua Sorcelame avanzó en el Soplo de Dragón. Una leyenda muy conocida de los draconicos cuenta que será este Soplo de Dragón el que impedirá que los secretos de lo que pase en este lugar sean revelados. Las jóvenes Sorcelames venían aquí para ser puestas a prueba. Anazra avanzó un buen tiempo antes de sentir la presencia de Dragón.

- ¿Cuales son las reglas de la orden de las Sorcelames? Le preguntó una voz cavernosa.

- Servirte, servir al pueblo Draconico y a los Señores draconicos.

- ¿Bien, y cómo servir lo mejor posible a un Señor Draconico? La voz se hizo más seria.

Anazra quedó silenciosa algunos segundos. Luego, su corazón se estrechó. Había dejado al Señor de Drak' Azol frente a un riesgo potencial. Si buscaba su honor, no debía permanecer más allí. Se echó a correr lo mas rápido que podía. Se paró por poco tiempo y acudió a sus poderes mágicos para soportar más. Reencontró al Señor mientras que éste era asaltado por un puñado de pícaros para robarle sus riquezas.

Sin vacilación, desenvainó su espada y puso en juego su destreza bien entrenada mucho tiempo antes. Los bandoleros no resistieron mucho tiempo y huyeron a toda prisa. El Señor Draconico afortunadamente, no tenía ni un rasguño.

- Y bien, verdaderamente creí que usted iba a abandonarme a mi suerte.

- Las Sorcelames deben velar por los Señores Draconicos.

- ¿Pero usted es Sorcelame?

- Si la dirigente de nuestra orden lo quiere.

- En ese caso, me permitirá intervenir en su favor.

Algunos días más tarde, en el templo de la orden de las Sorcelames en Noz' Dingard. De nuevo, estaban todas reunidas, pero esta vez sus vestidos eran azules y sus aspectos mostraban regocijo. Anazra estaba de nuevo de rodillas delante de Naya. El silencio se hizo entonces.

- El Honor jamás nos deja. Cuando estamos en duda, podemos contar las unas con las otras.

Tomó la espada de Anazra.

- Este es el símbolo de nuestro compromiso y hoy estoy feliz de devolvértelo. Porta orgullosamente esta arma y reúne a tus hermanas, Anazra, Sorcelame de Noz' Dingard.


Liberar la Sombra

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El vals de los cortesanos se había terminado, pero la misión de Ishaia no se detenía allí. Ella le había confiado una tarea a Marlok y ahora solo le quedaba comunicar una mala noticia. Volvió a Kastel Draken con sus seguidores para reunirse en la tumba de los ancestros, y después de varios días de viaje, por fin llego a su meta: el campamento de los Combatientes de Zil.

Al ver el arribo de la delegación con los colores del Consejo, Ergue que vigilaba los alrededores le advirtió rápidamente a Abyssien. Este último reunió a todos los combatientes de Zil disponibles para recibir de la mejor forma a los majestuosos visitantes. Se sorprendió al reconocer la bandera de la Dama Ishaia. En el pasado, sus caminos ya se habían cruzado. La Consejera miro a los presentes con un aire neutral.

- Consejera, le damos la bienvenida a nuestra humilde morada.

- Abyssien, respondió ella inclinando la cabeza respetuosamente. Gracias por vuestra acogida. No te preocupes, no voy a quedarme mucho tiempo.

Los Combatientes Zil se miraron los unos a los otros. ¿Qué esta pasando? La mayoría de ellos ni siquiera eran concientes de la existencia de un Consejo de los gremios existentes, y que iban a aprender a su costa. Abyssien e Ishaia se instaló en una parte privada de la capital. El jefe de los Zil ofreció unos refrescos a la consejera.

- Encantada de ver que usted sigue sabiendo como recibir visitantes de lujo.

- ¡Por favor, reserve sus pensamientos para sí misma, recuerda quien te hizo entrar en el Consejo! Dijo con un poco de ira en su voz.

- ¡Vamos, vamos, precisamente porque nos conocíamos es que el consejo me envío a mí en lugar de otro! ¿Tú hubieras preferido que sea el Regente?

- No, por supuesto, me alegro de verte. Pero pienso que a veces tienes una actitud arrogante. ¿Qué te trae por aquí?

- Bueno, yo vengo a anunciarte una mala noticia. Luego ella se aclaró la garganta mientras desenrollaba un pergamino. Muchos hechos se nos plantearon a nosotros, entre ellos: el asesinato del Profeta por Télendar, en ese entonces líder del gremio de los Combatientes de Zil, la infiltración de un Néhantista dentro de los miembros de su clan, las traiciones de sus miembros Selene, Silene y Télendar, la falta de informe de los nuevos miembros del gremio y, finalmente, la falta de informes sobre sus actividades durante varios meses.

Abyssien tragó saliva. Efectivamente se trataba de algo serio.

- En función de estos hechos, el Consejo adoptó la siguiente decisión. El gremio de los Combatientes de Zil tiene dos meses para actualizar sus declaraciones y demostrar que todavía puede ser digno del título que lleva. De lo contrario, simplemente se disuelve.

Era un golpe fatal el que acababa de recibir el Jefe Zil.

- Entiende bien Abyssien, esto no me hace feliz. Oficialmente, el Consejo necesita que respondan por las acciones de su gremio. Debemos renovar su escudo y demostrar que sus miembros son dignos de confianza.

La joven dejó su copa y se levantó.

- Extraoficialmente, sé que todo esto es respecto a Télendar. Pero las reglas son estrictas, el líder del clan se hace responsable de los actos de su gremio. El conflicto en el que se están inmersos se intensifica. No tengo ninguna duda de que los talentos de los Zils son apreciados, si se llegan a canalizar.

Abyssien permaneció en silencio, todo esto era grave y el tenía que actuar con prudencia.

- Bien, no la retengo más tiempo Consejera, hay cosas que tengo que hacer.

El tono indicaba claramente que Abyssien iba a tomar las cosas en mano. El rostro del jefe Zil cambio y comenzó a hincharse.

- Oh bien, creo que voy a salir. En dos meses, vamos a juzgar la evolución de las cosas.

La Consejera partió casi tan rápidamente como había llegado, dejando al jefe con sus asuntos.


Abyssien estaba rodeado por los otros Combatientes. Él les había explicado la situación y los mismos se pusieron serios. Kriss avanzó hacia el jefe.

- Abyssien, se debe cumplir con el triunvirato.

Los Zils más antiguos sabían que hay un triunvirato que cuando la situación lo exigía se reunirían para tomar las decisiones. Los miembros más nuevos aprenderían como operaba.

- Tendremos que hacerlo. Luego, miro a los reunidos. Bueno escúchenme todos, deberán despejar la pista, aparten todo lo que se interponga en el camino, una vez hecho se realiza un circulo a su alrededor. Kriss traerá una persona desconocida para la gran mayoría de ustedes. Si alguna vez se dirige a ustedes, no le respondan.

Los Combatientes abandonaron la pista, a continuación Abyssien trajo un gran baúl, lo abrió y tomó su contenido. Luego, suavemente, colocó lo que parecía una gran marioneta, hecha de paja y telas con los colores del gremio. A continuación enderezo el cuerpo. Kriss comenzó a tocar música con su órgano de aire una melodía hasta entonces desconocida para la mayoría de la tropa. Abyssien, por su parte, lanzo un sortilegio de noche en la sala, a continuación, otro sortilegio que creó un pozo de luz en la pista. El gato negro que nunca abandonaba a Kriss comenzó a girar alrededor de la especie de marioneta. El jefe Zil encantaba al mismo ritmo que la música. Después de un momento, el maniquí de paja se elevó en el aire al mismo tiempo que el gato. Unos tentáculos de sombra salieron del gato y se enroscaron alrededor de lo que de hecho, era un espantapájaros. A continuación, pasaron a través de los ojos y la boca del espantapájaros dejando al felino que descendió inconsciente sobre el suelo.

La música se detuvo al igual que la encantación. La criatura seguía en pie y se mecía suavemente hacia adelante y hacia atrás, con los brazos que oscilaban en el aire. Todos contenían la respiración observando el evento. A continuación, el espantapájaros volvió a la vida y empezó a caminar, mirando a su alrededor. Después de una vuelta, se detuvo frente a Abyssien y Kryss. Los dos hombres se inclinaron, y la criatura hizo lo mismo.

- ¿Por qué, me molestan ustedes?

- Tuvimos que reunir al triunvirato, el gremio está en peligro.

- AAAh? ¿Que hizo el gremio que se cree que está en peligro?

Abyssien explicó la pasividad del gremio y la advertencia del Consejo. El espantapájaros se volvió y dio una vuelta alrededor de todos. Reconoció que nadie, excepto Sangrespada y Sinrostro, se mantuvieron en su lugar.

-¡OUUUH mis pequeños se creen grandes! USTEDES son MAGNIficos!

Continuando con su gira, se detuvo frente a Sombría.

- ¿Cuál es tu nombre?

Pero la joven no respondió nada, recordando la advertencia de Abyssien. El Espantapájaros asintió con la cabeza.

- Se llama Sombría, es buena haciendo malabares, respondió el jefe. Nosotros tenemos que hablar en privado.

Kryss, Abyssien y el recién llegado abandonaron al resto dejándolos llenos de especulaciones.


El triunvirato se reunió lo más distante de la tienda a fin de estar lejos de cualquier posible espionaje.

- ¡NO te PReoCuPes maS sEÑor rEaL, nO pODras disOLVer Mi aMAdO gREMio! ES lA hOrA dE La sOMBrA

- ¿Qué nos va a dar crédito? Pregunto Kryss.

- Pasemos a cosas serias, respondió Abyssien cuyo rostro estaba inflándose nuevamente.

- ¡Sí! vamos a castigar a los traidores y hacer para lo que se nos ha creado, para asegurarnos de que el mal no salga de las sombras.

- ¿Te quedarás en esta ocasión? le preguntó Kriss, quien también cambio.

- ¡SI! PeRo NADie sABRá quiEN sOy YO! El ARChiMagO ArTRezIl FuE MUy cLAro aL rESpEtO. DESe AhoRA uSTeDes mE LlaMAraN SalEM!

¡A la aventura!

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Como en todas partes del mundo, las Islas Blancas ofrecen para calmar las gargantas sedientas, tabernas de mala reputación donde el alcohol fluye libremente y los ladrones desvalijan a los borrachos. Es en uno de estos lugares donde se inicia la increíble aventura de la tripulación de Al La Triste. “Las dos piernas de palo " era una taberna del barrio de más de mala fama de la célebre ciudad Volovan, una parada de crápulas, de canallas y de estafadores de todo género. Burrich el batidor, uno de los clientes regulares tenía buena esperanza de conseguir el golpe del siglo tratando vender un mapa del tesoro. No sabiendo leer, ni escribir, no sospechaba la importancia de este mapa y, como jamás se lo tomaba en serio, nadie había querido creer en el valor de lo que ofrecía. Justo en ese momento su historia llegó a los oídos de Bragan, uno de los miembros de la tripulación de Al la triste. Después de haber hecho algunas comprobaciones, le comento sobre la autenticidad del mapa a su capitana. Al la triste se interesó mucho en este descubrimiento.

Bragan, el viejo pendenciero, Poukos, el hombre pez y la Capitana Al la triste entraron en la taberna donde debía llevarse a cabo la venta del mapa. Muchos salieron cruzando a los piratas, cuya mala reputación los precedía. Para los que jamás se habían cruzado con Al la triste, la primera impresión que les provocaba los dejaba sorprendidos. Con su tricornio, a la joven mujer, a menudo le costaba trabajo pasar por las puertas, tanto en altura a causa de su estatura como en anchura debido a la imponente prótesis mecánica que reemplazaba su brazo derecho.

Su cita esperaba en un rincón. Burrich ya se imaginaba irse de allí riquísimo después de haber vendido este trozo de papel encontrado en una compraventa de ocasión. Ambos acólitos del capitán se sentaron a la mesa del infortunado vendedor. La capitana se instaló justo a su izquierda.

- ¡Vuélvenos a mostrar la mercancía, mancha de letrinas! Vociferó Bragan con toda la amabilidad de la que podía dar prueba.

El hombre sacó pues el objeto tan ansiado, un rollo de pergamino que probablemente había estado sellado por una correa de cuero rojo y un sello de lacre. Al la Triste examinó la correa luego desenrolló el mapa. ¡Al fin! Varios años de buscar en vano para le cayese encima casi por casualidad. Pero no mostró nada de su satisfacción. Poukos lanzó sobre la mesa una bolsa que contenía dinero. El hombre la tomó y la abrió con impaciencia. Por desgracia, grande fue su decepción, la suma verdaderamente no correspondía a sus previsiones.

- ¡Hey! ¡Pero aquí dentro no hay nada! Se indignó.

Al la triste se levantó de un golpe, derribando su banqueta, y agarró al imbécil por el cuello y lo levantó hasta su cara. Los dos otros no movieron ni el dedo meñique. ¡Había que mantener bien el mito de la célebre Al la triste!!

- Escucha cabeza de arenque, de escoria como tú, tengo llena mi cala. Me deshago de ellos en las minas de sal de Brence. Entonces, si quieres que no te arranque un brazo y haga lo mismo contigo, acepta esta transacción que es completamente honorable.

El hombre estaba mudo. Creyó que todo estaba acabado para él. Poukos y Bragan lo miraban como si su última hora hubiera llegado. Pesando en los pros y los contras bastante rápidamente, tendió el mapa.

- ¡Aquí tienes, me parece un buen negocio!

La capitana lo lanzó de un golpe y cayó desarticulado en el suelo. Apenas tuvo tiempo de levantarse que los piratas ya estaban yéndose, lo que constituía para él un alivio. Tenía un poco más dinero y mucho menos problemas.

Un poco más tarde sobre el Arc-Kadia, el buque volante de la capitana Al la triste, todo era efervescencia. La joven mujer había hecho volver a toda su tripulación que hasta ese momento se encontraban "de licencia". En su camarote, la joven mujer intentaba penetrar los secretos del mapa del tesoro cuando alguien llamó a la puerta.

- ¡Capitán, soy yo! Dice una voz muy aguda.

Al la triste se levantó, quitó el seguro de la puerta y miró a su segunda con alegría.

- Ven, entra, le dice mirando si no había uno o dos curioso que las espiaran. ¡Lo encontré, por fin podremos localizar al Titán del capitán Hic!

Ojo de gema, la segunda, frunció el ceño y se quitó algunos mechones que le caigan sobre la cara. Había crecido con la capitana y ambas mujeres se habían hecho verdaderas hermanas de armas. Al la triste le mostró orgullosamente el mapa, desplegado sobre la mesa redonda. Esparcidos alrededor, incluso arriba, se encontraban un montón de libros abiertos y de instrumentos de medida. El mapa era bastante grande y por sobre todo magníficamente ilustrado.

- ¿Verdaderamente crees que es el capitán Hic quién lo dibujó?

- ¡Absolutamente! Mira, dice mostrándole un montón de pergaminos. Es todo lo que reuní sobre él. Hay aquí numerosos dibujos firmados por su mano. El estilo corresponde, y la fecha también. Si observas bien, la parte izquierda es el reino de Bramamir, antes de que el torbellino se forme. Y sabemos que Hic vivió allí antes de la guerra negra.

Ojo de gema observaba el mapa. Sintió entonces la emanación de una magia discreta, pero presente. La guémélite pasó la mano por encima y sin hacerlo a propósito reactivó el mapa. Aparecieron inscripciones sobre el pergamino, luego el mapa exhaló un humo fino que se acomodó para formar una imagen mucho más completa. Una pequeña bola amarilla de la talla de una falange apareció sobre el mapa. Al la Triste avanzó, sus ojos brillaban de excitación. Echó un ojo a las inscripciones, era una lengua que pocos conocían, pero que ella, dominaba hace ya mucho tiempo. Su padre también era un capitán pirata, y le había enseñado a su hija todo lo que sabía.

He aquí lo que esto contaba:

“La caza comienza, contra vientos y marea ustedes se toparán, pero a ustedes los cardinales les ayudaran. En cada etapa combatirán, consigan todo y encuentren a Titán o bien en el olvido eterno zozobrarán. "

Releyó repetidas veces la frase con el fin de percibir mejor la esencia.

- Y bien, es misterioso todo esto, es muy interesante.

Su segunda, examinaba el punto amarillo. Tomó un mapa de la región y comparó ambos planos.

- Reconocemos ciertas partes de las Islas blancas, el punto amarillo indica un pedazo que en otro tiempo fue costero. Podemos estar allí en dos días.

- Bien, prepara la tripulación. Haz llenar la nave de rayo. ¡Nos vamos mañana!

- Bien, capitana.

Al día siguiente por la mañana el buque estaba listo. Era un gigantesco 3 mástiles propulsado por dos grandes motores " Vafeur ", que unían una tecnología basada en un motor a vapor y los rayos, una maquinaria creada mezclando cristales mágicos y fuerzas de la naturaleza recuperadas de las mismas nubes. Los arcos eléctricos que lamían los cristales producían castañeteos muy particulares. Pero la tripulación se había acostumbrado a ellos hacia ya mucho tiempo y ya nadie le tenía cuidado. Sobre el puente, todo el mundo esperaba el discurso de su capitana. Ojo de gema había hecho bien su trabajo y todos ellos se formaban derechos. Por fin, la capitana apareció, llevando su sable ancho, prueba de su liderazgo.

- ¡Piratas! ¡Hoy vamos detrás del Titán, el célebre buque del capitán Hic y del tesoro que él encierra! Dijo levantando su sable hacia el cielo.

Entonces, todos se miran y comienzan a gritar, dándose aliento, la cabeza llena de sueños, de riqueza y de gloria. La tripulación se puso a la tarea, separó el buque del muelle y soltó las velas a favor de los vientos. El Arc-Kadia tembló, crujió, y luego despacio se elevó en los aires. La ciudad de Volovan y su isla, flotantes en el cielo se volvieron cada vez más pequeñas mientras que otras crecían. Al la triste llevaba el timón con orgullo, sabia precisamente donde ir, había memorizado el mapa del tesoro y los planos de su segundo.

La noche había caído sobre el antiguo reino de Bramamir y dos días habían pasado desde su salida. Nadie dormía y la actividad era febril, el buque comenzaba su acercamiento hacia una isla alejada y pequeña. Ésta era ondulada de dunas y totalmente recubierta con una triste arena.

- ¿Que sabemos nosotros de este rincón, alejado de todo, Ojo de gema??

- No gran cosa, es una región desértica, no hay nadie que viva en la región. Tiene asegurada su muerte el que se atreva a venir aquí.

- Un lugar ideal para esconder algo. ¡BRAGAAAAAAAN! ¡! Gritó, la capitana.

Un viejo hombre buenazo apareció, medio dormido, y con un botellón de ron en la mano.

- ¿Siiis mi capitana?

- Irás por la mañana, a esta isla con Empleadillo y...

- ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!

Apareció entonces una furia de cabellos cortos, casi desnuda. Subió las escaleras hasta el puente en un momento y de dos saltos y se paró poniéndose en guardia. Al la triste mostro un aire de desesperada y sacudió la cabeza tapándose la cara con la mano izquierda.

- ¿Todavía te dura la peste? Se jactó Bragan.

- ¡Vamos, capitana, déjeme ir allá! Insistió la pelirroja.

- Bien, ve allá, pero te prevengo que me oirás si fallas tu misión. ¿Comprendido, Armada?

- ¡Sis! ¡Sis! ¡Sis!

La joven saltó en el aire agitando los brazos frenéticamente.

Algunas horas pasaron y llegó por fin el día, el pequeño grupo estaba listo. El buque se colocó a una distancia suficiente para que Bragan, Empleadillo y Armada pudieran descender con una cuerda. La arena era caliente e inmaculada y las dunas se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El pequeño grupo avanzó lento, pero seguro hacia el centro de la isla. A bordo del Arc-Kadia, Al la triste observaba con su largavista, pero el calor emitido por la arena, rápidamente oculto al grupo de piratas. Al cabo de algunas horas de marcha, Bragan se dio cuenta que algo no iba bien.

- Marchando como marchamos, ya deberíamos haber alcanzado el otro borde de la isla.

Empleadillo examinó los alrededores.

- ¡Aquí! ¡Rastros en la arena! Mire, tres personas han pasado por aquí.

- ¡Son nuestros rastros, grumete! Escupió Armada. Estamos dando vueltas como ratas en una chalupa.

- ¿Caramba, que vamos a hacer? Lanzó el marinero con una pizca de pánico.

- Vamos a reflexionar ¡está claro!, sé que no lo haces a menudo pero va a hacer falta. Vamos a empezar por cambiar de dirección.

El grupo retomó el camino, y algunos momentos más tarde, mientras el calor comenzaba a volverse insostenible:

- Vamos a morir...

Empleadillo había dejado su chaleco y miraba a los otros.

- No todavía. Te dije que había que reflexionar.

- ¿Parece que tú, viejo, si reflexionaste? Dice Armada riendo a carcajadas.

- Bien.... sobre lo que reflexioné. Y es justamente una historia antigua que me hace pensar en la solución. ¿Conocen ustedes los espejos de Flint?

Ambos jóvenes respondieron no al unísono.

- Porque será, que no me asombra. Algunos piratas, para esconder un tesoro, creaban una serie de espejos mágicos imperceptibles, que hacían dar vueltas en círculos a los infortunados que querían robarlos. Y este es el caso, como nadie lo pudo robar, y aunque Hic ya murió hace mucho, el sortilegio sigue activo.

- ¿Y cómo hacemos para salir de él?

- ¡Por magia! Estos espejos son unos espejismos, tenemos qué soplarlos y romperlos. Armada, tienes siempre explosivos contigo. ¿Vas a colocar tres cargas para hacer un triángulo, sabes lo que es un triángulo?

- ¡Pfff, se bien qué es eso, viejo senil!

Bragan se concentró durante unos largos minutos, el tiempo que necesito Armada para colocar tres bombas de su confección. Luego una llama apareció delante del mago pirata. Ésta se transformó entonces en una pequeña ave, luego dos y por fin apareció la tercera.

- ¡Acuéstense!

Empleadillo y Armada apenas tuvieron tiempo de pegarse al suelo, cuando Bragan soltó a sus aves que se lanzaron hacia las bombas. Una gran explosión resonó entonces y una nube de arena se formó.

- ¡Kof! ¡Kof! Bah!!! Di pues, que sagradas bombas nos hiciste Armada.

- ¡Sip, pequeñas pero eficaces!

- ¡Miren! ¡Allí! Algo brilla en la arena.

En efecto, un poco más lejos, a pleno sol un objeto de oro brillaba como encendido por mil fuegos. Acercándose los piratas reconocieron una calavera hecha añicos, apretando entre sus dientes un rodillo de oro. En el momento en el que Bragan, tomó el objeto, la calavera se convirtió en un montón de arena. La isla misma empezó a sacudirse por temblores.

A bordo del Arc-Kadia, toda la tripulación escudriñaba los alrededores. Hacía ya ahora largas horas que la tropa se había ido. La inquietud había ido creciendo poco a poco. Luego vino la explosión, y algunos momentos más tarde, un hecho extraño. La isla temblaba y perdía pedazos que zozobraban en el torbellino. Al la triste lanzó una ojeada rápida con su catalejo y reparó en sus hombres. El barco cabeceó y avanzó con destino a los infortunados corsarios que luchaban para no ser aspirados por uno de los numerosos hoyos que se formaba en la arena. Bragan, Empleadillo y Armada volvieron a subir a bordo, justo a tiempo, cuando la isla entera se desintegró...