De Eredan.
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Acto 5: La Guerra de Sol'ra
Bramamir
Capitulo 1: Asamblea
Clic*
"Un juego de niño " pensó Empleadillo mientras la puerta de una caja fuerte disimulada detrás de un cuadro se abría en silencio. Echó una ojeada a la oficina del gobernador de las Islas Blancas. Ningún ruido, ningún movimiento, nada que pudiera hacerle pensar que había sido encontrado. Cogió su mochila bastante llena de algunos objetos fabricados especialmente para su misión. Sin examinar más vació el contenido de la caja de caudales, sin dejar el menor objeto. Una vez hecho esto cerró la puerta, luego puso el cuadro sobre el cual estaba pintado el retrato de una mujer horrible y torcida en un vestido demasiado pequeño para ella.
"Bueno, ahora, ¡sal de aquí!".
Bramamir era la capital de las Islas Blancas. La ciudad llevaba desde el fin de la guerra contra Néhant el nombre del antiguo reino en el cual esta república había sido creada. Gracias a sistemas ingeniosos una multitud de islas volantes estaban conectadas con la gigantesca isla principal, siendo esta última el pulmón económico y social de la ciudad. El gobernador, el dirigente de la república, residía en una de las alas del antiguo castillo real que fue destruido en parte durante la guerra. Ahora las torres destruidas se habían hecho unos jardines en medio de los cuales se encontraba el memorial en honor del último rey de Bramamir.
Este día lluvioso, la guardia era mínima. Los pocos soldados en acción se habían lavado la mano gracias a uno de los ministros unidos a la causa de la piratea con el fin de que éstos fueran a dar un paseo por una hora a otra parte. También fue fácil para Empleadillo introducirse allí dónde hacía falta sin encontrar el menor obstáculo.
Algunos días antes de esto, Al la Triste y su tripulación registraban los escombros del Almirante y de la Dama Negra después de un combate encarnizado. Armada y Klemencia se exultaban de poder recuperar diversos objetos útiles para sus respectivos experimentos.
-¡Recuperen todo lo que puedan, lo queda encuentren se lo dejan! ¡Quiero información! Gritó Al la Triste.
A pesar de la orden tan imprecisa la idea global era simple: descubrir la clave de toda esta historia. Jon, aunque incapaz de experimentar la menor emoción, por lo menos físicamente, recuperó algunos asuntos esparcidos en los escombros del Almirante, el buque que escrupulosamente había servido durante muy mucho tiempo. Luego, levantando una ancha tabla y en parte calcinada cayó de un estuche, un pergamino hecho de cuero y sellado con el escudo de armas del gobierno de las Islas Blancas. De sus dedos muertos arranco el fino hilo de cuero que tenía la tapa, luego dejó caer el pergamino antes de leer las primeras líneas. En este momento, si hubiera tenido cejas, las habría levantado en signo de sorpresa.
-Capitana, debería leer esto, dijo aportando su hallazgo.
Al la Triste leyó la carta bastante rápido, luego la arrugo en su mano de hierro con cólera.
-¡Mierda! ¡Escoria! ¡Marinero de mar! ¿¡Cómo!? ¡Vamos a hacerle entender! La joven mujer que sobrepasaba a todo el mundo por una cabeza se fue de nuevo con destino a su buque que estaba no lejos de allí.
-Ojo de Gema, Jon, encuéntrenme en mis apartamentos dentro de una hora. Los demás terminen la búsqueda y tomen lo que haya que tomar.
Una hora más tarde las tres personas más importantes de la tripulación estaban reunidas alrededor de la mesa redonda de la capitana. Al la Triste había diseminado en su superficie elementos diversos de los cuales, la mayoría, habían sido encontrados en la última hora. Ojo de Gema examinó algunos pergaminos sin prestarles mucha atención, esperando que su capitana tomara la palabra, en cuanto a Jon, no demostraba nada, como de costumbre.
-Bueno, reconstituí la situación y descubrí que nuestro amigo Akeyros había autorizado una parte de la flota que acompañaba al asqueroso de Palpegeuse. A mi parecer tendremos más visitas, va a hacer falta detener esto y de hacer una limpieza.
-¿Akeyros el gobernador? Preguntó Ojo de Gema.
-¡El mismo! Respondió la capitana con aire chasqueado. Y esto a pesar del tratado entre nosotros y ellos, agregó plantando una daga en un símbolo néhantista dibujado sobre una hoja.
-No le había mentido. El gobernador secretamente trabaja en la pronta eliminación del problema más espinoso para él, nosotros, los piratas. Temo, por desgracia, que para hacerlo se haya aliado con la chusma néhantista, replicó Jon.
-¿Y con esto que hacemos? Preguntó Ojo de Gema. Tenemos un pacto con el gobierno.
-Y bien vamos "a renegociar", ironizó Al la Triste.
-¿Cuál es su plan Capitán?
- Vamos a comenzar por darle a entender al gobernador la estupidez de su misión. Y que no somos ningunos piratas. En este momento allí alguien enérgicamente llamó a la puerta de los apartamentos.
-Capitán eh usted debería venir al puente, dijo Briscar.
-¿Que es lo que pasa? Dijo enervada abriendo la puerta.
-Va creo que tiene que ver con nuestra victoria contra Palpegeuse ya sabe. Venga a ver.
Efectivamente, el cementerio de los piratas estaba más animado de lo que fue hace antaño. Los buques piratas volvían unos tras otros. Pequeños, grandes, en buen estado o no. Los buques volantes se acomodaban más o menos para evitar chocar unos otros. Los miembros de la tripulación del Arc-Kadia fueron asombrados por el espectáculo, apuntaban los buques dando el nombre de su respectivo capitán. Al la Triste era la única que no estaba contenta por esta reunión improvisada.
-Locos, estamos vulnerables aquí. ¡Debemos escondernos!
Por un sistema astuto de código el mensaje fue trasmitido, había que salir de ahí y reunirse más lejos ya que el gobierno probablemente estaba al tanto en lo sucesivo de la posición geográfica de este lugar sagrado. Atracaron en la Isla de los Tres Vientos conocida por ser un lugar donde los vientos eran cambiantes, y eran terriblemente peligrosos en el momento de una batalla eventual. Este islote jamás había conocido una atracada tan importante. La isla tembló cuando los buques, o por lo menos los que podían, aterrizaban no lejos de la y única cabaña que había allí, la posada del Pez-viento. Su gerente, un hombre terriblemente estresado y de una vida complicada se le había descolgado la mandíbula cuando vio a esta afluencia. Luego vio por fin en su vida una posibilidad. Abrió grande las puertas de su bar haciendo sonar un estado de guerra entre su equipo compuesto de su mujer en el servicio y de su hija en las cocinas. Rápidamente todas las mesas estuvieron ocupadas por los capitanes piratas y algunos de sus hombres. La atmósfera se volvió rápidamente caótica, hasta el momento cuando Al la Triste se levantó para hablar y explicar los acontecimientos recientes.
Souchi era la hija del gerente, con la cabeza repleta de leyendas sobre los piratas, había visto llegar a sus ídolos más grandes. Al la Triste, la más célebre de los capitanes piratas estaba allí a algunos pasos de ella, reconocible por su cabellera pelirroja, su gran talla y su brazo mecánico. La gran especialidad de la zona era pues la preparación de platos diversos a partir de peces del lago salado, el resto de un antiguo mar que ocupaba la mayor parte de la isla. Además la cocina no estaba separada de la sala donde se encontraban las mesas y sillas. Souchi cogió su cuchillo y comenzó a preparar los pedidos que fluyeron rápidamente. Mientras que Al la Triste exponía su plan, la joven cocinera observó a dos piratas no lejos de ella. En esto lugares estaban llenos de eso. Pero ésos daban el aire todavía más miserables y bizcos que otros, ya que se cuchicheaba algo a la oreja. ¿Por qué ella no podía dejar de dudar de ellos? Porque de hecho, mirando bien, estaban vestidos con harapos y estaban rasurados perfectamente, cosa muy raras entre los piratas, y sobre todo sus espadas, así como sus fundas, ¡eran semejantes a los del gobierno! No importaba nada, aquellos dos los estaban espiando ¡Y lo hacían bien!
Así que ahora siguiendo con Empleadillo, que algunos días más tarde continuaba siguiendo el plan de su querida capitana. Verdaderamente se preguntaba por qué Souchi y él fueron los afortunados ganadores de esta misión que calificaba fácilmente de suicida. Escuchando desde el interior de los apartamentos del gobernador no oyó nada en el pasillo y se arriesgó a salir. A pesar de sus botas chirriantes de cuero y el sonar de todos los objetos en su bolsa, casi conseguía salir del castillo... Casi, porque por desgracia un guardia, probablemente más riguroso que los que miraban hacia otro lado vio al infortunado pirata cuya apariencia presagiaba el robo. Fue allí el principio de una carrera de persecución desenfrenada a través de la morada.
"¡Plan B! ¡Plan B!"Pensó el joven pirata en dirección exactamente opuesto a la entrada del edificio principal.
Afuera Souchi que vigilaba los alrededores advirtió la escena y decidió correr rápidamente hacia las amplias ventanas del piso bajo.
-¡Tenía razón! ¡Plan B! Corrió entonces hasta el fin del edificio y se detuvo en la esquina.
En el interior Empleadillo sacó de su bolsa una máscara extraña y la colocó sobre su cara, luego sacó una pequeña botella que contenía un líquido verdusco. Con un rápido movimiento estalló la botella sobre el suelo delante de él. Inmediatamente el líquido verde se transformó en un gas opaco y terriblemente nauseabundo. Los guardias no escaparon del hedor y se pusieron a vomitar, dejando así de perseguir a Empleadillo. Este último puso en funcionamiento el plan, salvar su botín. Rompió el ventanal al fondo del pasillo, no para salvarse ya que este poseía grandes barrotes, sino para dar su bolso a Souchi que lo esperaba allí.
-¿Vas a salir de allí? Se inquietó este nuevo miembro de la tripulación de Al la Triste.
-¡Si, si, vete! La alerta está dada, te encuentro en el punto de reunión como estaba previsto, dijo Empleadillo soltando su bolsa antes de irse de nuevo a los pasillos del castillo del Gobierno.
Souchi dejó el lugar inmediatamente, siguiendo el trayecto que se le había dado: el primer árbol a la izquierda, seguir el camino de piedras en el fondo del jardín, luego saltar la pequeña cerca y por fin pasar la puerta de la muralla previamente abierta por los cuidados de los piratas. Por fin y este fue el más fácil, salir de Bramamir sin hacerse reparar y llegar al punto de reunión. Allí esperó una buena hora antes de que llegara su cómplice, extenuado y sobre todo herido.
-¿Qué tal? se inquietó su compañera de misión.
- Estoy bien, me vieron y de golpe mi cabeza tiene precio, pero aparte de eso ¡bien! Cae la noche, vayamos a encontrar al Arc-Kadia.
Algunos días antes, Souchi acababa de preparar una buena decena de platos cuando ambos cómplices de las armas gubernamentales decidieron entrar en acción. Uno de ellos agarro un fusil colocado al lado de él, él, entonces se deslizó sobre la mesa para posicionarse lo mejor posible con el fin de dispararle a Al la Triste. Viendo esto, Souchi cogió su enorme cuchillo, saltó sobre su mesa de trabajo antes de saltar sobre el tirador. La hoja se planta entre los dos huesos del antebrazo y se hundió en la madera, crucificando al infortunado. El otro pirata falso intentó escapar, pero por desgracia para él estaba en un callejón sin salida ¡Frente a varias decenas de los piratas más peligrosos! En menos de lo que canta un gallo se encontraron cercados, picados, amordazados, y golpeados un poco (mucho).
-Pónganme estas ratas en la bodega de mi barco, ordenó Al la Triste furiosa de que se hubiera intentado hacer con su vida.
A causa de este incidente, la reunión fue aplazada, pero las primeras decisiones fueron tomadas ¡Y pronto se sentiría la pólvora! A causa de su increíble intervención la capitana le propuso a Souchi unirse a su tripulación. En contra de la opinión de sus padres la joven mujer tomó su mochila, sus utensilios de cocina y dejó el "capullo" familiar. La misma tarde Souchi y Empleadillo fueron convocados en los apartamentos de la capitana. Esta última visiblemente un poco embebida en alcohol les propuso unirse a la pequeña fiesta, que de hecho no era realmente una.
-¡Mis pequeños marinos! ¡Tengo una misión para ustedes! ¡Algo peligroso pero ciertamente útil para nosotros! Dijo Al entrecortando su frase de trago de alcohol. ¡Tenddaa que tomar el tratado de paz entra nozzotroos y el gobierno! Vamos a ponerles la botella profundamente en él... Pero no acabó su frase.
-¿Nosotros?
-Beh si, tú porque ya es hora de que te hagas útil, y tú Poupi, porque te eres nueva y puedes ocupar el puesto del grumetillo.
-Souchi, no Poupi, insistió la cocinera.
-¡Da igual! ¡Vayan a prepararse, vean a Briscar para hacer un plan y todo lo demás!
Capitulo 2: Hacer frente
La puerta crujió cuando Al La Triste la abrió. La luz alumbro el interior, iluminando a los dos prisioneros del gobierno de las Islas Blancas. Los dos hombres que estaban encadenados levantaron sus cabezas, cegados por la luz. Hace dos días que se encontraban ahí, sin alimento ni agua. La capitana del Arc-Kadia bajó las escaleras de madera diciendo algunos insultos.
-Bien, es hora de escupir todo lo que saben, dijo inclinándose hacia uno de ellos. Tienen dos opciones. Uno, dicen todo lo que saben sobre quién les envía y todo lo demás, en este caso esto ustedes la pasaran bien. O dos, ustedes se quedan callados, en ese caso le quebranto los huesos uno por uno, luego cuando usted habrá sufrido lo suficiente los llevo a la tabla, directo al Vórtice.
Eligieron la segunda perspectiva, verdaderamente no encantados, pero ambos pseudos asesinos habían recibido un entrenamiento militar y no hablaron... por lo menos al principio. Al la Triste se irrito rápidamente, por eso comenzó por quebrar un dedo de uno de ellos. Lo que, para alguien que poseía una mano mecánica era una operación de los más fácil.
-¿Entonces continúo o me dices todo?
-¡No, no, está bien, Deteeenngaase! Dijo el desgraciado prisionero. ¡Voy a hablar, nosotros...!
-¡Cállate! Gritó el otro preso, ¡no debemos decir nada!
Al la Triste hundió su puño mecánico en la figura del miembro de la Resistencia que se encontró desmayado con la cabeza contra el suelo mugriento.
- Retomemos, ibas a decirme algo, te escucho.
- Esta bien voy decirle, pero a cambio usted me desembarcará sobre una isla que yo elija, ¿de acuerdo?
Pidió cogiéndose la mano totalmente dolorida por el índice quebrantado.
-De acuerdo, haremos eso.
Al la Triste golpeo la puerta de la bodega con una sonrisa satisfecha sobre la cara. Tenía las informaciones que quería. El enfrentamiento entre el gobierno y los piratas comenzó en ese momento. Jon, Bragan, Lorus y una gran parte de la tripulación esperaban las revelaciones de la capitana.
-¿Entonces señora, estos viles agentes venidos del gobierno para intentar el asesinato sobre su bella persona hablaron?
-¡Sip, ninguna persona se me resiste! Ahora va a haber que hacer una reunión de capitanes. Dile a aquellos que han decidido unir sus fuerzas con nosotros que son invitados.
Decepcionados de no tener una respuesta inmediata la tropa se dispersó y cada uno regresó a las actividades, es decir, sobre todo no hacer nada. Otros capitanes fueron avisados de la pequeña reunión y a horas de la noche dos de ellos solamente habían respondido a la llamada, pero no cualquieras. Azalys Cinco Veces Viuda, la capitana de la Viuda Negra y Corc el Feo capitán del Rayo de Guerra habían puesto pie sobre el Arc-Kadia. Fueron invitados a los apartamentos de Al la Triste. La reunión comenzó con la presentación de Jon el filibustero como antiguo capitán del Almirante. Pero otro invitado llegó en el momento en el que todos estos jefes piratas acababan las cortesías habituales, muy numerosas entre los piratas. Un ruido sordo se oyó como un motor que canturreaba. Klemencia que se paseaba vio llegar un barco dos veces más grande que el Arc-Kadia, este mastodonte tapaba los rayos de la luna. La joven mecánica no creyó a sus ojos cuando reconoció el buque y su bandera.
-¡Waoouuuu! ¡Es el Titán de Hierro! Dijo con los ojos brillantes del fuego de la pasión.
Klemencia brincó viendo el barco pararse al nivel del puente e instalar la pasarela entre ellos. No podía ver bien pero las maquinarias visibles eran increíbles. No había un único ser vivo, todo era controlado por mecanismos coordinados a la perfección por su capitán. Por otra parte éste salió al puente del Titán de Hierro. A Klemencia el corazón le latía con fuerza, su ídolo, el que había provocado su vocación estaba allí. Cuando lo vio mejor, confirmando su identidad no se contuvo más ante el gran asombro de los otros piratas. Interceptó al que para ella era una superestrella, el bien nombrado Maestre Galena, el más ingenioso de los mecánicos, un verdadero genio en su campo. El hombre debía estar en los treinta, arropado en una armadura de ruedas.
-¿Dime pequeña, puedes decirme dónde puedo encontrar a Tristona?
-Euh, Euh, Euh, dijo brincando alrededor de Galena, pasmada por la maquinaria.
-¿Eso quiere decir sí?
-¡SI! ¡SI! ¡Venga! Respondió poniéndose un millar de preguntas de lo que veía.
Al la Triste que oía la llegada de un nuevo buque hizo guardar paciencia a sus invitados hasta que Klemencia llegara con el nuevo capitán. Lo que retrasó todavía más las cosas porque todos iban a volver de nuevo a las presentaciones usuales. Klemencia se pegó a Galena hasta el que este último le pregunto qué quería.
-¿Puedo echarle un ojo al Titán? ¡Soy uno de los mecánicos del Arc-Kadia, lo adoro!
Esto hizo reír a Galena.
-¡Sí puedes, pero no toques nada!
Se fue, berreando "Yaoouu" con toda la fuerza.
-¡Bien! Dijo finalmente Al la Triste, ¡ya es hora de armar el plan de ataque!
-Antes de esto, permítame llevar a su conocimiento las últimas informaciones de las que dispongo, cortó Galena. Mis autómatas espías me informaron que el gobierno prepara un nuevo asalto...
Afuera Ganchillo, lejos de los demás, refunfuñaba como de costumbre. Una maldición era peso sobre sus hombros desde hace muchos años. En el momento del encuentro con Palpegeuse /Mortelame olía que algo cambiaba en el fondo de su corazón. Una pequeña voz le hablaba, perversa, maligna y manipuladora.
"¡Mira en qué te convertiste, un paria, hasta en el seno de los tuyos eres un desterrado! ¡Acuérdate de quien eras en otro tiempo! Valeroso pirata temido por todos. Nadie se habría atrevido a tratarte de este modo. Esta Al la Triste tiene tu piel"
Las palabras dieron en el blanco porque la voz sólo repetía lo que realmente sentía. Debería ser el capitán de este buque, ya lo había sido una vez hace mucho, mucho tiempo.
-¿Qué hacer? Preguntó en voz alta.
"¡Recupera lo que te pertenece! ¡Podrías fácilmente hacerte de nuevo amo del Arc-Kadia y más todavía, someter a otros capitanes, luego tomas el poder de las Islas Blancas!"
-¿Pero cómo?
"¡Déjame ayudarte!".
Ganchillo sacudió todo su ser, sintió que su brazo ardía y una fuerza mágica se apoderaba de él. Su brazo se hinchó, luego el resto de su cuerpo siguió el movimiento. Empezó a crecer y a cambiar para tomar la apariencia de un demonio. Siempre fue Ganchillo pero su piel era sombría y cuernos adornaban sus sienes. Otros piratas reaccionaron rápidamente al verlo, dando la alarma. Briscar se interpuso primero e intentó dar un golpe con su pala. Por desgracia ésta se estrelló sobre la pantorrilla de este Ganchillo demoníaco.
-HAHAHA eres sólo una mosca Briscar, dijo asestándole un golpe de revés con su enorme mano. ¡AAAAAAALLL ven enfrentarte conmigo y muere como la chica de carroña que eres!
La discusión había comenzado entre los diferentes capitanes. Galena explicaba un plan de combate más bien innovador y audaz, pero que permitiría deshacer las fuerzas de la república. Una batalla le permitiría a un grupo regresar a la capital para desempeñar una nueva misión extremadamente peligrosa. Fue en este momento que un alboroto se oyó afuera. Se escucharon varios ruidos de pasos precipitados en el pasillo que llevaba a los apartamentos de Al la Triste.
-¡Capitana, capitana! Gritó Ardranis, ¡Venga rápidamente!
-¡Ciertamente jamás podemos estar tranquilos en esta tina! Exploto Al la Triste abriendo la puerta.
En ese momento oyó la voz gruesa de Ganchillo, modificada por su nueva condición de demonio, intimando a Al la Triste de mostrarse.
-¿Qué es esto? Preguntó a la Elfina.
-Es Ganchillo se parece a un monstruo y ataca a todo lo que se le acerca.
Al empujó a Ardranis de su camino y se echó a correr, seguida por otros capitanes curiosos de ver que sucedía. Nadie se decepciono por el espectáculo, el demonio medía casi tres metros y había barrido una buena parte de la tripulación. Ganchillo vio a Al la Triste y se abrió camino hasta ella.
-¡En cuanto te halla derrotado el Arc-Kadia será mío!
Ganchillo intentó poner un puñetazo pero la joven capitana opuso su brazo mecánico y recobró la carga sin problema. La maquinaria rechinó y la caldera portátil escupió vapor bajo el esfuerzo. Nadie se atrevió a intervenir, asistiendo así a un tipo de desafío, un ajuste de cuentas. Al desenvainó su arma y disparo al demonio, haciendo así hablar a la pólvora. Las balas silbaron. Todo el mundo se escondió detrás de lo que podía con el fin de evitar recibir una. Las balas rebotaron sobre la gruesa piel del demonio y hasta los golpes del puño de hierro no le hacían gran cosa. Ganchillo se burló de su adversaria con gran cantidad de insultos piratas. Galena y Azalys decidieron intervenir, porque además del hecho de que Al la Triste no aventajaba, el Arc-Kadia corría peligro de ser dañado, corriendo el riesgo de una caída en el torbellino negro situado bajo las Islas Blancas. Galena sacó de un bolsillo de cuero un raro aparato que se desplegó para convertirse en una araña mecánica. Ajustó rápidamente la máquina gracias a varias ruedas y la puso sobre el suelo. La araña se dirigió derecha hacia el demonio. En cuanto a Azalys, desde el principio del combate ensamblaba un fusil por medio de numerosas piezas ocultas en su ropa. Termino más o menos en el momento en el que el autómata de Galena empezó a subir al demonio. Puso en seguida el fusil sobre su hombro, apuntó a la cabeza y tiró. La bala humeó a una velocidad alucinante y se estrelló contra la frente de Ganchillo. Pero no le hizo nada más que sólo provocar un movimiento de retroceso. Galena aceleró a distancia su araña que había subido hasta la nuca del demonio. Ésta libró entonces una carga fuerte de energía que provocó un dolor importante. Corc que examinaba varios planes decidió actuar en este momento, sacando provecho de los relámpagos emitidos por la creación de Galena. Con un amplio movimiento magnifico los relámpagos y los localizó en la cabeza. Ganchillo gritó, la electricidad le provocaba espasmos paralizantes.
-¡Su brazo! ¡Corte su brazo! Gritó Bragan escondido detrás de un barril tratando de llamar la atención de su capitana.
Al no vaciló un segundo, soltó su pistola, desenvainó su sable y se lanzó con la lámina para atrás. Ganchillo vio llegar a la Capitana sin poder hacer nada. Con la rapidez y la fuerza del golpe de la lámina seccionó el brazo al nivel del hombro. El brazo voló y se estrelló algunos metros más lejos sobre el suelo del puente. Ganchillo se derrumbó instantáneamente recuperando una apariencia más humana. Los piratas presentes aclamaron a los capitanes. Bragan no se regocijaba tan rápidamente, el brazo de Ganchillo brillaba intensamente con una luz roja, dejando presagiar una nueva picardía Néhantica. Y tenía razón porque una forma fantasmal se dibujó.
-¡Capitana! ¡Capitana! Gritó Bragan que señalaba el brazo.
Al, Galena, Azalys y Corc se aglutinaron alrededor del "brazo", que en realidad era el demonio que había poseído al "pobre" Ganchillo. Sin esperar Al dio varios golpes de sable a través de la forma, pero sin ningún efecto.
- JAJA... ¡No soy de aquellos que temen a una lámina Al la Triste! Usted vive su últimas horas, cuando sus buques sean tragados por el gran vórtice este continente nos pertenecerá. ¡Toda resistencia es inútil!
-No temes las láminas cómo, pero ¿Acaso sabes volar? Preguntó a Al dando un gran golpe con el brazo para eyectarlo del borde del Arc-Kadia.
El demonio gritó un "NOOOOOOOO" que probaba que efectivamente no sabía volar.
- Bueno, tengan cuidado de Ganchillo, ajustaremos cuentas más tarde. Ordenó la capitana. Gracias a ustedes Capitanes, era un tipo duro.
Algunos días más tarde, la flota pirata constituida por la Viuda Negra, el Titán de Hierro, el Relámpago de Guerra, bajo la dirección de Al la Triste al bordo del Arc-Kadia llegó con la flota del gobierno. En resumen una decena de grandes buques les hacía frente, imponentes y armados con varias hileras de cañones macizos y destructores. Esto no inquietó a los capitanes, que tenían un plan infalible.... pero muy arriesgado. Al la Triste dio la orden de asalto, pero no era cuestión de abordaje, porque no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir. No, el plan establecido era inventivo y se basaba en un trabajo en equipo sagrado. Desde el ataque del demonio hacia Al la Triste y la reunión de los piratas, Galena y Klemencia habían trabajado en la creación de una treintena de autómatas volantes e indetectables. Y cuando se reúne dos genios en materia de mecánica sin duda puede encontrarse con invenciones brillantes. Rápidamente se dieron cuenta que los autómatas eran perfectos.
La primera fase del plan consistía en mantenerse a distancia de la flota adversa y en lanzar los autómatas con un cierto tiempo de intervalo con el fin de que éstos no formen una nube insectoide. Durante el tiempo que recorren la distancia habría que resistir los tiros de cañones opuestos, pero debido a la distancia sólo algunos carbones de bola consiguieron llegar a provocar daños moderados. Los autómatas no se demoraron y se pegaron a los cascos de los buques opuestos-a excepción de uno- al nivel de los motores.
La segunda fase del plan era más arriesgada porque había que acercarse al enemigo y esto debían hacerlo los que podían hacer hablar al rayo. Corc, Bragan, Mylad y Ojo de Gema estaban cada uno en uno de los buques y a la señal de Al la Triste y cuando las balas de cañón cayeron sobre ellos lanzaron los rayos. Los enemigos se preguntaban a qué jugaban los piratas porque sus buques estaban protegidos contra los rayo para evitar todo problema en el momento de las tormentas. Pero los relámpagos no estaban allí para atacar sino para cargar, acelerar y explosionar los autómatas de Galena y Klemencia. El resultado fue definitivo, uno por uno los robots estallaron, provocando daños irreparables a los motores. Así que no quedó más que un único de los buques en funcionamiento, los otros, sin propulsión, cayeron hacia el torbellino que rápidamente se los trago.
Y por fin la fase tres del plan se puso en marcha. La Viuda Negra y el Arc-Kadia dejaron la formación para tomar por asalto al último buque en el que la tripulación no tuvo tiempo de reaccionar. Azalys y Al la Triste llevaron el asalto con eficacia. Su objetivo era capturar el barco para ser utilizado más tarde para establecer un nuevo plan.
Capitulo 3: Asalto a Bramamir
Algunos días más tarde, la noche había caído en las Islas Blancas. A bordo del Arc-Kadia, Al la Triste vació el contenido de la bolsa de botín sobre la mesa donde comían los miembros de la tripulación. Había por supuesto algunos de los objetos usados para la misión de Empleadillo y Souchi, pero también una gran suma de dinero y por fin, y más importante, el tratado pirata firmado por la mano del Gigante de los ojos tristes, padre de Al la Triste.
-Ahora, ¡Vamos a sacudir los cimientos de esta república enmohecida y pervertida por Néhant!
-¿Qué es? Preguntó Empleadillo desconcertado por el objeto.
-Es una especie de alto al fuego firmado por mi padre y sus amigos en el momento de la escisión, explicó Al la triste. Travieso amigo, Bramamir era un reino fuerte era un reino fuerte hace mucho tiempo. Luego después de lo que hizo Néhant se hundió poco a poco. Muchos años más tarde los antiguos señores y los hombres amantes de libertad escogieron no confiar más en el gobierno y hubo rebeliones. Esto dio a años de oposición de los piratas contra el gobierno. Luego mi padre y algunos otros propusieron terminar todo. En este tratado está indicado que el gobierno deja tranquilo a los piratas y a la inversa. Pero también que no debe haber una batalla entre nosotros y ellos, sin una reunión "amistosa" antes de esto. Es allí que directamente se nos ataca.
-Veo, dijo Empleadillo contento de enterarse de esto. ¿Y pues esto que hace el gobierno es ilegal?
-¡Si, pero el problema es que el gobierno, es el gobierno! No hay nadie por encima para decirles que está mal. Vamos a tener que encargarnos de esto.
Souchi puso mala cara al oír esto.
- ¿Pero capitana, por qué haber recuperado este tratado?
-¡Legitimidad! Sopló Empleadillo.
-¡Tú lo has dicho! Si tomamos el poder podemos legitimar muy rápidamente nuestro acto. ¡Ahora mi pequeños lobos del aire, vayamos a prepararnos, esto va a ser una fiesta!
Algunas horas más tarde sobre el Relámpago de Guerra, Al la Triste explicaba el detalle de su plan que concernía a este buque y a su prestigioso capitán.
-Corc, tengo una misión muy importante que confiarle.
-La escucho joven, ¿qué va poder hacer mi barcaza y yo para la gran nación pirata? Dijo en tono de broma. Al la Triste tomó un plan retenido por su cinturón y lo desenrolló en el suelo antes de ponerse en cuclillas al lado.
-He aquí, me gustaría que te embarques algunos magos y para que montes una buena distracción. Vamos a ser acogidos por toda la flota de Bramamir, va a haber que depurar a todo este pequeño mundo.
Corc se rascó el lado de su cara en buen estado mientras pensaba en una distracción.
-Te propongo esto. Tengo los planes de un illusium, es una máquina que puede hacer ilusiones a gran escala, me sirvo de eso para escapar de mis enemigos. Con Lorus y Mylad pienso tener el poder para cargar las baterías necesarias para duplicar el Arc-Kadia, el Titán y hasta podría ser la Viuda. Pasamos bastante lejos de Bramamir para ser atacados y bastante cerca para interesarles, luego los atraigo por el otro lado. Durante este tiempo usted aprovecha para avanzar, y todo está hecho. Todo esto fue acompañado con una demostración del plan.
Al la Triste examinó la propuesta del capitán, luego dio a entender su satisfacción apretando su mano de hierro con fuerza.
-Ahora, si el engaño es descubierto, y todavía no llego, maquinas a fondo y hasta la vista.
-No hay riesgo alguno, la ilusión funcionara. Puedes lanzar la operación "Espejismo".
-¿Operación "Espejismo"?
-Sí, es así como llamo a esta maniobra de distracción.
Un poco más tarde sobre el Titán de Hierro, Al la Triste se presentó en el gran taller del Maestre Galena. Si este joven capitán era un líder en su dominio resultaba ser muy desordenado. Entre las herramientas, los tubos, los tornillos y otras tuercas, difícil de poner un pie sobre el suelo, por otra parte el suelo no era visible. Al encontró allí a Klemencia que admiraba a Galena, haciendo retoques en una esquina.
- ¡Ah! Al está de suerte... me viene muy bien, dijo, evidentemente molesto por la presencia de la joven mecánica. ¿Qué puedo hacer por usted?
Al le echó una mirada tenebrosa a Klemencia.
-¿No tienes nada que reparar a en el barco? Dijo con voz amenazante.
- ¡Uh, uh, sí capitán! Respondió Klemencia corriendo a toda marcha.
Ahora sola Al la Triste dio la vuelta al rededor de taller, bajo el ojo vigilante de Maestre Galena cuyo corazón se aceleraba cada vez que acercaba la mano a una de sus creaciones.
-¿Capitana Al la Triste, que puedo hacer para usted? Dijo inquieto.
-Tú eres un misterio para mí, Galena
-¡Sí, sí, soy un misterio, pero por piedad no toque nada!
-¿Que escondes? ¿Dinero acaso? Preguntó mostrando la sábana blanca que recubría visiblemente algo.
-Oh esto, es mi última creación, ¡esto nos hará ganar la batalla!
-¿Un arma? Bueno, bueno..., ¿Estás seguro que no estallara en nuestra cara?
Galena se rió, pensando que era una broma de Al, pero aparentemente la observación era muy seria.
-¡Hum, no, no tema nada, mi criatura no estallará! Es justamente... ¡¡PERFECTA!!
-Te dejo en tu delirio, pero que tus autómatas estén listos, nos vamos pronto a la batalla.
-Estaremos listos, no te preocupes...
La hora había llegado por fin. El Arc-Kadia humeaba a alta velocidad, líder de esta coalición de las tripulaciones piratas. El plan de batalla fue ajustado milimétricamente. El gobierno de Bramamir estuvo al tanto rápidamente del inminente ataque y su flota estaba lista para la batalla. La isla de la ciudad de Bramamir estaba a la vista, un nubarrón de buques de guerra esperaba pacientemente. Nadie jamás lo había atacado, habría que estar loco para intentar una cosa así.
Y eso era lo que pensaba el gobernador de Bramamir posado en su balcón, observando la llegada de estos insectos que volaban desde los piratas. Al bordo del Megalodon, el Almirante Gardison esperaba las órdenes del gobierno. Este veterano, acostumbrado a las batallas aéreas se regocijaba de su futura victoria y las bromas con sus oficiales iban a buen paso. Cada uno daba su pronóstico en cuanto a quien abatiría al Arc-Kadia y cenaría en la mesa del gobernador. Por su parte Al la Triste se concentró, luego, una vez que toda su flota estuvo en su sitio, le ordenó a Corc lanzar la operación "Espejismo".
Este último descendió rápidamente a la bodega para reunirse con Lorus y Mylad. Baterías cargadas al fondo chisporroteaban despacio. Las baterías cargadas totalmente chisporroteaban despacio. Unidas unas a otras por un cable de cobre, el conjunto acababa sobre una máquina misteriosa, era un gran tubo de vidrio con dos placas de metal, cada una unida a ambos lados del tubo. En el interior se encontraba un líquido aparentemente viscoso en el cual flotaban pequeños cristales.
-Pongan sus manos sobre el tubo y cuando les avisé ustedes lanzaran una pequeña descarga mágica.
Mylad y Lorus escucharon las consignas y dejaron que su magia se expresara a la señal de Corc. Los pequeños relámpagos se reflejaron contra los cristales que en seguida se iluminaron. Las baterías zumbaron cada vez más, liberando la magia contenida en el interior. Por fuera nada pareció haber cambiado, pero el illusium había actuado. Las copias ilusorias de los buques piratas eran controladas desde dentro para seguir el plan de batalla. La verdadera flota, invisible por la magia, avanzó rápidamente. Como estaba previsto la mayoría de los enormes buques gubernamentales siguió a la falsa flota, sólo se quedaron cinco. Al la Triste, desde su catalejo estaba un poco desorientado de ver los nombres de estos opositores.
-El Florón de Bramamir... El Firmamento... Y Megalodon... ¡No hay posibilidad! Bien vamos a ocuparnos del Florón y del Firmamento. Dígale a Galena que tiene que ocuparse de Megalodon y a la Viuda de hacer su trabajo. ¡En cuanto a los demás, destruyan todos los barcos viejos de menor importancia!
Una vez que las ordenes fueron transmitidas la flota se lanzó a gran velocidad hacia el objetivo. Desde la primera bala de cañón tirada por el Arc-Kadia empezó el asalto à Bramamir.
La sorpresa fue demasiado para el pobre Almirante Garison que se tomo su tiempo antes de comprender la trampa. Soltó entonces su taza de té y bramó órdenes a sus oficiales. El Megalodon entonces fue espoleado por el Titán de Hierro y rápidamente el buque líder se sumergió por extrañas creaciones mecánicas. Galena se atareaba en darle vida a su última obra. La sábana no recubría más la máquina o más bien el autómata. Ésta poseía curvas femeninas no se parecía en nada a otros autómatas como Tuerka o Hick-kar. La tecnología extremadamente perfeccionada era verdaderamente increíble. Galena separaba los tubos que unían su criatura a otras máquinas. Por fin activó a la autómata. El ser se movió lentamente luego se incorporó. Su apariencia casi humana tenía algo desconcertante, casi inquietante. Sus ojos se fijaron en su creador que lo observaba con una curiosidad devoradora.
-Identificación... ¿Orden? Preguntó el autómata.
-Mmm... Voy a llamarte S.A.R.A.H. Orden: obedecerme y combatir a los soldados del gobierno. S.A.R.A.H siguió a Galena al puente, analizó la situación, identificó a los soldados de Bramamir y se precipitó contra la multitud.
Al bordo del Megalodon los soldados tenían problemas para rechazar el asalto pirata. Por su parte el Arc-Kadia se oponía con dificultad al Florón de Bramamir y al Firmamento, dos buques temibles. El fin no era destruirlos sino retenerlos más tiempo, por eso Al la Triste, que llevaba el timón, exigía las capacidades de su buque, maniobrando con gran destreza. Las balas de cañón volaban desde ambos lados, a veces algunas daban en el blanco, haciendo estallar la madera con una increíble facilidad. La tripulación se apresuraba como podía, rezando para que ninguna bala los decapitara o les arrancara un buen pedazo...
Poco a poco el Arc-Kadia se alejaba de sus dos adversarios. El Titán de Hierro, siempre enganchado en el Megalodon aseguraba que la Viuda Negra pudiera cumplir su objetivo. El buque de Azalys, más pequeño que los otros pero mucho más rápido se había abierto un camino hasta el palacio del gobierno. Una vez por encima de la torre más alta el equipo de intervención compuesto por una pequeña decena de personas saltó sobre el gran balcón donde algunos minutos antes el Gobernador fanfarroneaba con sus ministros. Muy rápidamente la escaramuza estalló. Bragan, Ardranis y Klemencia se lanzaron hacia la cámara donde el gobernador se había refugiado. Bragan lo sabía, había que actuar rápidamente. La puerta de dos hojas, prevista para resistir el golpe de ariete no tuvo las cualidades requeridas delante de la mecánica de Klemencia que a base de puños lo desfondó. En el interior, los ministros, aterrados y exaltados ya se veían saltando al gran torbellino. Entre ellos el gobernador, orgulloso y arrogante se adelantó.
-¡Ustedes no tienen derecho, malditos piratas! Un llamado y terminaran su vidas en prisión, o peor la muerte.
Bragan se adelantó, por primera vez algo verdaderamente impresionante se libraba en él. Su cara seria verdaderamente no pegaba con este personaje tan pervertido y alcohólico. Una vez que estuvo a la altura del gobernador saco el Tratado pirata.
-¡Gobernador, pedimos su dimisión! Dijo reteniéndose de reírse, luego no pudiendo más Bragan le descolgó una bofetada memorable. ¡Te jugaste y te perdiste! Ordena a la flota de Bramamir acabar con las hostilidades y entréguese sin demora.
Pero lo que Bragan no había previsto es que el gobernador llevaba siendo manipulado ya mucho, mucho tiempo por los esbirros de Néhant. El gobernador no era más dueño de sí mismo y sin que nadie pudiera hacer algo éste corrió hasta la ventana más próxima y salto, zambulléndose así en el gran vórtice negro que rápidamente se lo trago...
Bragan se cuajó.
- Bah al final...
Otros ministros empujaron entonces al primer ministro hacia los piratas. Éste totalmente aterrorizado garrapateó la orden de cese de hostilidades.
-¡¡Nos rendimos!! ¡¡Nos rendimos!!
Continuará en "El Gran Final"
Néhant
Capítulo 1 - Romper la primer cadena
-No importa que me encierres, me encontrarán. Te lo prometo Eredan, el tiempo pasará y un día mis más fieles seguidores vendrán a liberarme. Mi odio asolará de nuevo este mundo y todos serán mis esclavos.
El cristal claro como el agua flotaba por encima del suelo. Las anchas cadenas salían de este y se arraigaban al suelo gracias a otros cristales más pequeños. Eredan, sólo frente a su adversario se había llevado una gran victoria y la guerra contra Néhant terminaba por fin. El Guardián de Guem estaba ataviado con un traje ancho y una capa con capucha cubría totalmente su cara.
-¿En verdad crees que voy a dejar este lugar desprotegido? Aprendí mucho en estos años de luchas contra ti, conozco la extensión de tus poderes y construí esta prisión para evitar que nadie llegue hasta aquí.
En este instante, la bruma se levantó, primero suave y transparente, y luego volvió rápidamente espesa y opaca. Toda la región fue cubierta por esta, rodeando la prisión de Néhant.
-Que los que te buscan y los que intenten pasar los defectos de mi protección se encontrarán al otro lado del mundo. Ahora ya es hora que selle tu suerte.
Apareció entonces en su mano un palo inmenso, tan grande como él. Varias pequeñas gemas se arremolinaban alrededor del mango del mismo el cual terminaba en un cristal de color azulado.
-El poder de los hijos de Guem es mío. Mientras que mi enemigo es derrotado cierro esta prisión para que su poder sea contenido para siempre. Esta es mi voluntad, yo Eredan, guardián de Guem.
-Que... NOOOOOOOOOO...
Eredan golpeó el suelo con la punta de su bastón y elimino la presencia de Néhant de este mundo. El Guardián se sentó entonces en una piedra no lejos de allí y reflexionaba sobre lo que iba a hacer este lugar cuando ya no estuviera más. Pero creía haber hecho lo máximo posible para los habitantes de las tierras de Guem y debía llevar en lo sucesivo su atención a otro lugar, otro peligro.
-Adiós Néhant, probablemente no volvamos a vernos jamás. Eredan atravesó la bruma, abriendo un paso sobre una tierra lejana, los Confines.
Las brumas de los Confines se habían debilitado desde aquel momento y pasos hasta la prisión de Néhant podían ser seguidos. Así es como Amidaraxar y su camarilla habían llegado hasta ahí. Todo había cambiado aquí desde la época en que Eredan había encerrado a Néhant. La corrupción de este último había vuelto al cristal de su prisión y los alrededores inmediatos en un paisaje de ruina y desolación. Los numerosos demonios vigilaban el límite de la bruma de modo que el menor intruso fuera neutralizado. Amidaraxar, teniente fiel, se atareaba sin tregua para que su dueño pisara de nuevo las tierras de Guem, soñando entonces con una eternidad a su servicio. Por ahora, éste grababa en el suelo rocoso y estéril, debajo del cristal Nehantico con la ayuda de un pedazo de roca negra. Cada golpe en la roca se acompañaba de encantamientos antiguos y funestos.
-Pronto estará listo señor, dijo continuando con los grabados. Luego deberé acudir a su potencia mágica con el fin de cumplir el ritual.
Al caer la tarde, Amidaraxar había terminado por fin su impresionante obra. Debajo del cristal estaba representado el símbolo de Néhant.
Cada línea era en realidad una multitud de pequeños escritos. Una de estas líneas, la que estaba abajo en vertical, continuaba su camino para reunirse más lejos a otro símbolo de Néhant que se oponía como un espejo al primero. Estaba allí la base de un ritual que estaba a punto de realizar el brujo.
Por su parte Azaram, antiguamente apodado Máscara de hierro se preparaba para la ocasión. Algunos días antes su padre le anunciaba que su amo quería hacerle un regalo, un don inestimable. Que después de esto todo iba a cambiar para él. No teniendo ninguna razón para negarse, muy al contrario, se preparó para pasar la prueba, un rito, un paso hacia un nuevo estado. Estaba así pues, totalmente desnudo, su piel sacudida por un viento feroz. Hacía caso omiso a este frío para concentrarse en lo esencial. Se colocó pues en el centro del símbolo dibujado.
-Ponte de rodillas, póstrate delante de Néhant, le pidió Amidaraxar.
Obedeció sin la menor vacilación, dejando sus manos caer al suelo, las palmas hacia la prisión de Néhant.
-Azaram...
El joven, por lo menos en apariencia, levantó la cabeza y lo vio, él, el que servía desde hace muchos años. Estaba allí frente a él en el centro del signo gemelo, bajo la piedra-prisión. No veía su cara porque estaba cubierta por una capucha. Y a pesar de esto Azaram sentía su potencia, toda esta magia, ese poder inconmensurable que emanaba de él. Atropellado por esta visión bajó la cabeza en signo de sumisión y soltó un "sí" en respuesta.
-Tú que me servís con devoción, eres el primero que me ha encontrado, el primero que ha penetrado el secreto del laberinto de estas brumas.
En aquel momento, Amidaraxar empezó el ritual. La magia se manifestó en sus manos bajo la forma de un aura roja oscura. Luego se colocó dónde se encontraba Azaram pegando sus manos en la línea vertical desde lo alto del símbolo. Lentamente, las inscripciones empezaron a brillar como si la magia se difundiera por ellas.
-Azaram, en el fondo de ti duerme el que dirigirá las legiones de los meandros. De tu alma negra va a nacer el demonio, de tu mano blandirás la lámina que partirá de un tajo a los inconscientes que se revelen contra nosotros. Azaram elige ¿deseas servirme para toda la eternidad?
¿Tenía la elección? En realidad no. Néhant le planteaba la cuestión para verificar el compromiso de sus seguidores, pero el plan ya estaba en camino. Azaram sólo podía aceptar, pero en el fondo de él una pizca de miedo le recordaba que era un humano.
-¡Es el honor que nunca tuve! Comentó Amidaraxar.
Él, que estaba separado de los símbolos no veía, ni oía a Néhant. Conocía este ritual, lo había practicado una vez sobre otra persona hace antaño. Conocía la finalidad y esta vez era un gran orgullo por su hijo. Este hijo que lo había liberado de la prisión de hielo y por con el que todo finalmente había llegado. El suelo se oscureció bajo Azaram, un pórtico se abrió y se lo tragó sin previo aviso. La impresión de la caída duró una eternidad, el ya había estado ahí, sabía dónde lo llevaría, y esto no tardó en ser verificado. Se estrelló sobre el suelo con estruendo sobre el lado derecho, quebrándole dos costillas. Sacudió la cabeza y se levantó bastante herido. El ruido era ensordecedor, como un tipo de canto de sonidos guturales. Y con razón, alrededor de él centenas y centenas de demonios gritaban juntos totalmente de allí al roñoso él. Luego un demonio más delgado que los demás pero también más majestuoso se adelantó, espada en mano. Se la ofreció entonces a Azaram antes de volver las filas. El Néhantista vaciló, había varias posibilidades. ¿Era esa una prueba, que debía pasar? ¿Tomar la espada y pelear? No, otra idea le atravesó la cabeza. Cogió el puño con la mano izquierda antes de cortarse profundamente el antebrazo derecho. La lámina extremadamente cortante abrió una herida profunda en la piel, dejando correr la sangre. Los demonios rugían y gritaba aún más fuerte. Azaram se quedó de rodillas, mirando la sustancia de vida escaparse de él. El olor atrajo a una multitud de sirvientes, estos pequeños demonios serviciales útiles a su voluntad. Bebieron la sangre, luego sin el menor aviso se echaron sobre Azaram para morderlo profundamente. Cada mordedura era un suplicio, su carne era devorada, su vida se iba...
Cuando los criados terminaron su trabajo no quedaba demasiado de él. Todavía respiraba, pero estaba al borde de la muerte. El demonio que había entregado la espada la recuperó y se colocó delante de Azaram.
-Hiciste una buena elección, acepto tu sacrificio. El Néhantista no sabía si era su estado que lo hacía alucinar, pero por un instante breve le pareció el demonio se le parecía.
- Te seré y me serás para la eternidad, dijo el demonio perforando el pecho de Azaram. El golpe lo terminó.
Amidaraxar continuaba con las invocaciones observando la escena. Azaram no se movía aún después de mucho tiempo, su alma estaba lejos de allí, en los meandros donde su destino se jugaba. Esto duró hasta que se derrumbo sobre el suelo.
-¡Levántate Señor-demoníaco Azaram! Dijo Néhant siempre sobre el símbolo bajo la piedra-prisión.
El joven hombre se paro, levantándose con una dificultad inmensa. Miró sus manos humanas y tocó su cara luego comenzó a reírse. Se sentía diferente, no era del todo él, aunque conservando sus memorias sabía que era otra cosa, no el Azaram mago ni Néhantista, pero un Señor-demonio, comandante de temibles guerreros.
Amidaraxar dejó de lanzar los encantamientos lo que termino el ritual. Los símbolos de Néhant no brillaban más y Néhant tal, como lo veía Azaram desapareció. Esclavos humanos le aportaron trajes al joven hombre desnudo. Amidaraxar no pudo abstenerse de observar el cambio de su hijo, este último tenía una expresión diferente en su rostro.
- ¿Que miras padre? Preguntó Azaram que observaba el pequeño gesto. Veo detrás de tu máscara que tus ojos se ponen sobre mí.
-¿Qué eres? Interrogó el teniente de Néhant.
-¿Un demonio? Tengo la impresión de poder levantar montañas, que nada puede detenerme, siento tal potencia en mí. Dijo acabando de vestirse.
-Ahora podemos pasar a la etapa siguiente, declaró Amidaraxar. - ¿Qué haremos?
-Liberar a Néhant.
-Esto me emociona ¿Pero cómo?
-Vamos a romper las cadenas que lo retienen. Y para la primera, te necesitaré.
-En ese caso, dime lo que tendré que hacer.
-Participar en otro ritual, éste con el fin de dar a Infernal la potencia suficiente para quebrantar la primera cadena.
Azaram apretó los labios, dejando hablar al Señor-demonio en él. Dar la potencia a un demonio era delicado porque éstos eran por esencia muy inestable. Otorgárselo significaba grandes problemas en potencia. La rabia de un demonio podía volverse contra los que le habían dado un exceso de magia. Gracias a sus nuevas aptitudes, conocía a cada demonio sea en los meandros o bien por sortilegios aquí sobre las tierras de Guem.
-Infernal hará este ritual, forma parte de los demonios más poderosos.
-Sé que lo es, por eso es que pensé en él, cuento contigo para velar sobre él y hacer venir a todos los criados a que puedas.
Azaram tuvo una pequeña risa, en señal de que no había problema.
-¿Tienes el hechizo para invocarlo? Preguntó a Azaram.
-Sí, te dejo hacerlo. Voy a preparar la cadena con el fin de debilitarla lo mejor posible. Azaram tenía el libro escrito por Néhant en persona. No le gustaba porque permitía al que leía las líneas poder abrir un paso entre los meandros y esta gente para obtener los favores de un demonio. Y desde el encarcelamiento de Néhant el libro fue pasado de manos a manos tal un juguete confiado a niños. Afortunadamente ahora estaba en sus manos. Recorrió las páginas y comenzó a leer la invocación de Infernal. Cada palabra fue perfectamente pronunciada, la lengua de los demonios, natural para él abofeteaba tal un látigo sobre la espalda de un esclavo. Por otra parte un esclavo estaba a sus pies, totalmente sometidos a la magia oscura de Néhant, esperando sin ser consciente de que tendría una muerte horrible. Y así como la primera vez, en el momento del combate contra Nibelle el elfo de hielo, chascó el libro cuando hubo acabado la invocación. El esclavo dejó entonces lugar a Infernal, siempre tan imponente. Este demonio era verdaderamente gigantesco haciendo dos o tres veces la talla de Azaram.
-¡Soy Infernal! ¿Quién se atreve a llamar al Señor-demonio de la llama?
- Yo, de vuelta, dijo el invocador.
Enfurecido de tener que obedecer de nuevo a este cachorro, Infernal estuvo a punto de aplastar con su mano la cabeza del infortunado cuando comprendió quién estaba frente a él. Cambió de opinión y puso una rodilla a tierra. Alrededor de él decenas de criados se retorcían, saltaban, aullaban, se peleaban.
-Señor-demoníaco, estoy a tu servicio.
-Muy bien, creía que iba a tener que reenviarte a tu hoyo. Ahora escucha tengo un trabajo para ti.
Azaram condujo a Infernal delante de una de las cadenas que retenía el cristal de Néhant. Alrededor de ellos Rasgadura, Mortelame encarnado en el cuerpo de un esclavo y Cáliz estaban de rodillas.
-Ya traté de quebrantar estas cadenas, declaró Infernal enfadado.
-¡Sí pero esta vez, no estás solo! Dijo una voz de mujer.
Sombrosa serpenteó hasta ellos, mirando uno por uno a todos los demonios.
-¡No nos decepcionen, den lo mejor de ustedes y serán recompensados como se debe!
-Nadie decepcionará a nadie Doncella de Néhant porque no tenemos derecho al fracaso, insistió Amidaraxar.
¡Ahora, oficiemos!
Azaram, tiró de su funda una daga negra y pasó entre los criados que exultaban, abriendo los brazos hacia el Señor-demoníaco.
-¡Tú, tú y tú! Dijo designando algunos de ellos. Los sirvientes, alegres, brincaron a los pies de Infernal como si se hubieran ganado un fabuloso premio. Amidaraxar cogió el primero que chilló fuertemente, la energía mágica del mago lo mató en seguida, luego toda la potencia del criado entró en Infernal. Luego lo repitió con los otros criados. Infernal aullaba cada vez que recibía la energía. Luego fue el turno de Rasgadura, pero esta vez Amidaraxar no la mató sino que tomó una buena parte de su energía. Esta vez cuando recibió la energía demoníaca Infernal gruñó fuertemente, el calor alrededor de él se volvió insoportable. Sintiéndose listo agarró los eslabones de la cadena y desplegó su fuerza sobre desarrollada. Los eslabones rechinaron, pero todavía resistían mucho. La furia subió. Fue entonces el turno de Cáliz. La lámina murmuró en el momento en el que Amidaraxar le arrancó una pequeña parte de ella. La energía golpeó a Infernal con fuerza, esta vez la furia fue tal que Azaram debió intervenir para controlarle.
-¡¡Debes contener la rabia sobre tu objetivo!!¡¡Quebranta esa cadena!!
Infernal vaciló en soltar toda su ira, pero la presencia de Azaram lo contuvo.
Si la cadena no estuviese encantada ya habría cedido bajo los asaltos del demonio, pero este todavía no conseguía terminar su misión.
-¡Raaaah, vas a romperte! Gritó con su poderosa voz.
Amidaraxar se acercó a Mortelame que le acogió con los brazos apartados en signo de sumisión. La cogió por la garganta y aspiró la energía demoníaca. Cargado completamente de tanto de poder el mago puso sus manos sobre la piel de Infernal, a riesgo de quemarse.
-¡Recibe esto! Gritó vertiendo su magia, mezclada de potencia demoníaca y de flujo Néhantista.
La rabia estalló, Infernal gritó, temblando bajo el efecto de una sobredosis. Su naturaleza impedía que se consumiera por un exceso lleno de magia como habría podido hacerlo otra criatura, pero la rabia era más temible. Azaram desplegó todas sus facultades para aumentar la influencia sobre Infernal. Esta vez, debilitado y delante de esta energía increíble, el metal se agrietó para luego estallar en decenas de pequeños pedazos.
Así fue quebrantada la primera cadena de la prisión de Néhant.
Capítulo 2 - Romper la segunda cadena
La oscura silueta de Néhant tomó la apariencia de un fantasma, embrujando todo a su alrededor a medida que avanzaba por este mundo. Amidaraxar daba órdenes con tanta seguridad como si se tratara de un perro frente a un ejército de gatos. Pero aquellos gatos no tenían nada de felinos, y estaban dispuestos a obedecer todos los pedidos. La primera cadena había cedido bajo la fuerza increíble de Infernal, sus eslabones andaban rodando por el suelo siendo ignorados. Los fieles del Señor Sombrío se atareaban a quebrantar las otras cadenas, incansablemente los esclavos trabajaban en este último fin contra su voluntad. Esta vez la potencia de los demonios no serviría para nada, habían probado el mismo método sobre cada una de las cadenas sin obtener el menor resultado, Eredan probaba ochenta años más tarde su gran poder con la magia.
Amidaraxar había entrado en cólera delante de esta falta de resultado. Debió entonces examinar una a una las tres cadenas restantes para determinar cuál de ella sufriría su furia. Pero sus secretos estaban bien escondidos, impenetrables
-Paciencia... Hace años que intento liberarme, indicó Néhant con una voz triste y monótona.
-Lo sé, Señor, pero ahora que el mundo mira hacia otro lugar debemos actuar rápidamente y perforar los misterios de estas cadenas, respondió Amidaraxar mostrando su diligencia.
-Me acuerdo bien de ese día maldito cuando Eredan me encerró con sus aliados... Puedo ayudarte a cumplir un ritual que quebrantará una de las cadenas, te permitirá sobrepasarte. Prepárate...
Amidaraxar se alejó, reflexionando sobre lo que iba a suceder. Mientras, Néhant convocó a Azaram para una misión muy particular.
-¿Sí, Señor? ¿Puedo hacer algo para satisfacerle?
-Cuando logremos quebrantar otras dos cadenas tendré la mayoría de mis poderes, pero podré regresar a mi cuerpo sólo cuando la última cadena no me retenga más. Va a hacerme falta los tres fragmentos de Onyrim.
-¿Onyrim?
-La antigua corona del rey de una pequeña civilización que sometí hace mucho tiempo. Estos fragmentos están en las manos de los draconicos y no conocen su verdadero poder. Con él esto será más fácil.
Azaram inclinó la cabeza.
- Puede ser difícil de recuperarlos, de acuerdo con nuestros exploradores Dragón mantiene cerradas las fronteras de su territorio mediante magia, indicó Azaram un poco decepcionado.
-¿Crees que esto me parará? Interrogó a Néhant. Tengo muchos otros servidores por todas partes del el mundo. Como Señor Demoníaco, quiero que despiertes a los tres Tormentos, están en alguna parte de la Draconia.
Azaram no había oído hablar de estos demonios desde hace años por lo que suponía que habían sido destruidos para siempre.
-Esto será hecho según su voluntad. Dijo el demonio inclinándose.
-No puede ser de otra manera...
Azaram atravesó la bruma de los Confines con determinación. Dondequiera que estuvieran los Tormentos iban a oír su llamada y se pondrían en marcha para realizar las intenciones sombrías de Néhant. Una vez del otro lado de la bruma vio a lo lejos el escudo mágico de Dragón, los reflejos azules no dejaban ninguna duda sobre la naturaleza de esta.
El Señor Demoníaco paró un momento a recitar, pidiéndole a Néhant la fuerza necesaria para la realización de su tarea. Después de un momento muy largo la tierra se agrietó, poniendo de manifiesto una luz fuerte y roja. Un par de manos salió de esta grieta para agarrarse a los bordes. Una criatura demoníaca de aspecto deformado se extirpó de este con dificultad. Reconociendo a su superior bajó la cabeza siendo dominado por su nuevo invocador.
-A su orrrdeennees Señooorrrr... Dijo el demonio recién llegado de los Meandros.
-¿Sabías que los Tormentos seguían vivos, escoria? Gritó Azaram.
El demonio dio aire de estar molesto, se frotó las manos y no se atrevió a mirar a su amo. Su silencio fue elocuente.
-¿Por qué no me informaste? ¿No se supone que eres mi brazo derecho, mensajero de los meandros?
Delante de las reprimendas el servidor rompió, suspirando y gimiendo.
- pero es no mi culpa, fe el gran amo quien me dijo que no hablara de eso y que solo lo mencionara cuando hiciera falta.
Azaram cambió de opinión, si era una orden de Néhant, entonces no tenía que gritar más a su servidor. Dio un respiro antes de continuar.
-Vas a transmitirles un mensaje a los Tormentos. Abre sus ojos para que ellos mismos vuelvan a cumplir la voluntad de Néhant.
- Bieeen, voy de inmediato...
-Nadie te tiene que ver, ni oír.
El servidor se zambulló en la falla que se cerró justo después. Azaram miró con destino a la Draconia. Era arriesgado confiar en los Tormentos sin que un verdadero Néhantista o un Señor Demonio le avisaran.
Verdaderamente esperaba que esto saliera bien, así evitaría perder tiempo intentando pasar la barrera mágica. La liberación de Néhant dependía ahora de los tres demonios...
Durante la una hora Amidaraxar se había alejado del mundo. Sentando en un peñasco alto meditaba, preparándose para recibir una potencia mágica considerable. Devolvió el orden a sus pensamientos y sus conocimientos. Fue en otro tiempo el primero que se unió a Néhant cuando comprendió el potencial increíble de los poderes de este gran maestro de la magia, de ese hijo de Guem. Era un mago reconocido antes de su cambio de identidad. Había nacido con el don de manipular y de comprender la magia totalmente bajo todas sus formas, el Néhantismo estaba para él más allá que el resto, la magia capaz de manipular otras magias, incluso la de Guem.
Los recuerdos volvían a él, proyectándolo muchos años para atrás. Negó con la cabeza, para él el pasado se había ido, sólo el futuro le interesaba ahora. Esta vez no habría Eredan para salvar esta gente, ni prisiones bajo los hielos. Este mundo no resistiría mucho tiempo bajo el asalto de las legiones demoníacas y la magia de Néhant. Estaba listo, reduciría esta cadena a un montón de cenizas humeantes. Se adelantó a su objetivo, un aura roja lo rodeaba signo de que el ritual había comenzado. Oía en su cabeza las palabras de Néhant. Le insuflaba sortilegios sombríos que repitió incansablemente. La magia se aferró a la cadena tan fuerte como una garrapata sobre la piel de un perro. El encantamiento néhantista a coste de un esfuerzo físico increíble le magia fue puesta en libertad más allá de lo que podría producir los magos más poderosos, en ese momento sabía que no estaba solo en ese ritual, Néhant estaba allí, le dio su magia a su disposición la cual era increíble. Y este era sólo una fracción de lo que podría hacer Néhant cuando recorriera libremente las tierras de Guem. A Amidaraxar le gustaba este poder. Los otros Néhantistas, demonios y esclavos presentes habían dejado de trabajar para admirar al teniente de Néhant a la obra. Estos espectadores no se decepcionaron. Símbolos rojos mágicos aparecieron sobre el suelo y formaron poco a poco la marca de Néhant. Una vez que el signo estuvo terminado se movió para reunirse bajo Amidaraxar para formar luego un tentáculo de escritura que serpenteó sobre los primeros eslabones de la cadena y sobre el ancla de cristal que retenía la prisión de Néhant. El mago sentía sus fuerzas desaparecer pero no debía flaquear y continuar el ritual. En lo sucesivo conectado mágicamente a esta ancla comprendió por qué Néhant le había pedido atarse a éste. La magia que lo componía era compleja pero él podía comprender como funcionaba. Era una verdadera mezcla de diferentes magias -Agua, tierra, aire, fuego, natural, luz y hasta la de Dragón- cada una tenía una función particular. La tierra daba la solidez mientras que el aire la escondía y mientras que la luz protegía el conjunto contra la sombra y por consecuencia la de Néhant. Debía corromperlas una por una, desenredar un nudo fuerte para obtener una cuerda fina que le bastaría con cortar luego.
No se movía más. El sudor fluía sobre su cara enmascarada, el duelo mágico con la protección de la cadena no estaba ganado. Pelear así contra una realización de Eredan regocijaba a Amidaraxar y Néhant. Uno a uno las magias cedieron, hasta que la cadena se convirtió en nada más que metal inerte. De un gesto amplio el mago cerró el puño, consagrándose la señal a las escrituras a acabar el trabajo. Los eslabones se desintegraron. Néhant apareció al lado de Amidaraxar con más fuerza. Todos se postraron ante él.
-Es bueno poder respirar el aire de las tierras de Guem de nuevo... Ahora esto va a complicarse. Quebrar esta cadena claramente le ha dejado en claro a Dragón que mi regreso es más que probable.
- Déjeme llamar las legiones, pidió Amidaraxar con voz débil.
-Ahora procedamos al siguiente paso, pero me primero me hace falta encontrar el Onyrim.
Así fue quebrantada la segunda cadena de la prisión de Néhant.
El mensajero demoníaco reapareció del otro lado de la Draconia en un pueblo con algunas casas mal cuidadas. Sin hacerse ver atravesó varios callejones para escalar por fin una pared hasta una ventana abierta. Se coló luego hasta una pieza donde dormía un joven hombre. El sueño de este último parecía muy perturbado y con razón.
-Despiértate atormentador, ya es hora de servir a tu amo, cuchicheó a la oreja del chico. Eres Pesadilla y harás vivir a tus enemigos los sueños más atroces. Despiértate, demonio de Néhant... Añadió antes de salir de las instalaciones.
Por la mañana, cuando el muchacho se levantó, oyó las órdenes de Néhant y comenzó a buscar un fragmento de Onyrim. El mensajero visitó así a los demás Tormentos -Lamento y Sufrimiento- que emprendieron esta caza del tesoro...
Capítulo 3: Romper la tercera cadena
Los aromas picantes flotaban por las calles embriagando las narices de los habitantes y de los viajeros de numerosas fortalezas. La ciudad fortaleza de Karreg, importante centro de la Draconia se convirtió en un paso obligado de todo tipo de aventureros. La ciudad en sí no era nada extraordinaria. Solo unos cientos de personas se asentaron, un pueblo formado por casas de varios pisos construidas en torno a una plaza central, a su vez con vistas a la imponente puerta principal de la fortaleza. La historia tenía a Karreg hasta ahora a salvo, pero la tranquilidad del lugar era sólo la superficie, el frente del escenario. Era sólo una noche entre tantas otras, los numerosos hostales atestados ocultaban mil tesoros exóticos. Cual patio de recreo fabuloso para los tres tormentos, demonios ávidos, devorando el psiquismo de sus víctimas. Afuera algunos rezagados y borrachos recorrían el gran sitio bajo la vigilancia benévola de los soldados del señor draconico de Karreg. Pesadilla, Lamento y Sufrimiento atraídos aquí tan seguros como moscas a la miel tenían sin embargo un objetivo muy preciso, recuperar los tres fragmentos de Onyrim. Dos ya estaban en su posesión y la pista del tercer fragmento los traía hasta aquí. Pesadilla, a paso de terciopelo se colaba de cuarto en cuarto, visitando los sueños de los dormilones.
La puerta no hizo el menor ruido, apenas un ligero *clac* cuando se cerró. El cuarto era modestamente elegante. El demonio se adelantó sin hacer rechinar el entarimado. Luego una luz se encendió. No una luz de una lámpara sino la de las llamas ligeramente moradas, creadas mágicamente por el ocupante del cuarto.
-Con el tiempo todo se consigue, dijo teniendo las llamas sobre la palma de su mano.
La luz alumbraba la cara enmascarada de este hombre de postura extraña. El demonio no pudo hacer nada, no lograba avanzar más como si una pared invisible le bloqueara el paso.
-¿¡Que es esto!? Masculló el demonio, ¿quién eres?
-Soy Ciramor, heredero de Eredan. Y tú eres el demonio conocido bajo el nombre de Pesadilla. Vine para proponer un trato, que tu maestro no podrá negar. Haz venir a los otros tormentos, que detengan en su inmunda tarea...
A sí, el fragmento de Onyrim que les falta a ustedes está muy protegido, será inútil buscarlo, no lo encontrarán.
Pesadilla, continuamente en contacto con Lamento y Sufrimiento les advirtió de la situación. El equipo fue reunido rápidamente en el cuarto estrecho para ellos. Los otros dos demonios con la apariencia de jóvenes mujeres se quedaron en retirada con el fin de no caer en la trampa mágica de Ciramor. Los Tormentos discutían mentalmente sobre lo que convenía hacer. Ciramor se quedó sentado en la cama, interceptando los intercambios mentales a espaldas de los demonios.
-Debemos actuar, dijo Pena.
-¿En qué piensas? Pidió Sufrimiento.
-¡Tormento! No podrá hacer nada frente a nosotras dos reunidas, decidió Lamento.
-Este sujeto no da aire de ser un bromista, si verdaderamente es el heredero de Eredan no hay razón para preocuparse, dijo Pesadilla.
-¡Efectivamente! Cortó entonces Ciramor. ¡No intenten nada y escúchenme! No vine a buscar problemas, vine para negociar.
Los demonios se echaron miradas suspicaces.
-¿Qué quieres negociar? Pregunto Lamento.
Detrás de su máscara Ciramor respiró profundamente, lo que iba a revelar iba a inclinar la historia del conflicto superior de las tierras de Guem.
-Ustedes buscan los fragmentos de Onyrim y tengo el último. Además tengo algo que pedir a... Néhant. Ustedes van a conducirme hasta él y a hacer un pacto demoníaco con el fin de asegurar mi seguridad a él.
-¿Quieres hacer un pacto? Se asombró Sufrimiento.
Eso es una buena idea. ¡Entonces hagamos este pacto! Garantizamos tu seguridad hasta la prisión del Maestro.
Ciramor se risa.
-¿Qué es lo que te hace reírte? Pregunto Pesadilla.
-Me río porque el engaño esta a la altura de la reputación de los demonios. Vamos, no traten de burlarse de mí, tengo los conocimientos de Eredan, sé cómo funciona. Si acepto ustedes me conducen hasta allá y me matarán luego. No, no mis pequeños demonios, usted me conducirán hasta él y me garantiza la seguridad hasta que yo los libere del pacto. A cambio el Onyrim les pertenecerá.
-¡Aceptado! Declaró Sufrimiento. Nos comprometemos en respetar este pacto.
En ese momento una marca apareció sobre la mano izquierda de Sufrimiento así como sobre la de Ciramor, indicando por ahí que un pacto acababa de ser concluido. El heredero de Eredan descendió entonces de la cama, recuperó su bastón y salió de su cuarto.
-Espérenme a fuera de la ciudad.
-¿Cómo piensas pasar la frontera de la Draconia? Interrogó Pesadilla.
-No te hagas problema por esto demonio...
Los tres Tormentos acompañaron pues a Ciramor a través de los campamentos draconicos. Ciramor que cerraba su espíritu a las tentaciones no se dejó engañar por los demonios que no dejaron de someter a prueba sus límites. Pero el joven hombre sabía muy bien lo que tenía que hacer, se preparaba para eso desde hace varias semanas y nada podía desviarlo del fin.
Se reunieron en la frontera del este al cabo de algunos días de viaje. Detrás de la pared de energía azulada que crepitaba de magia levantado por Dragón se extendían las tierras salvajes. Ciramor llevó esta tropa increíble a través de un laberinto de cuevas que permitía atravesar esta frontera sin problemas, al júbilo de los Tormentos, felices de haber engañado al enemigo más grande Néhant.
El viaje continuó hasta las brumas de los Confines donde la actividad parecía intensificarse. Amidaraxar fue avisado de la llegada de la tropa y se apresuró a ir a su encuentro. El teniente fiel se alegro de ver de nuevo a los Tormentos pero quedo estupefacto al percibir a la persona con ellos. Reconoció los vestidos y el miedo se apodero de él.
-¡Eredan! Luego la curiosidad tomó el sitio del miedo. Si los vestidos correspondían, pero no así la talla ni el palo en su mano. Comprendió que no era el Guardián en persona, por suerte. Pero completamente alguien más.
Amidaraxar acogió el grupo con aprensión. Los Tormentos se arrodillaron al Néhantista. Este último observó la marca sobre la mano de Sufrimiento y vio el lazo del pacto entre ellos y el otro sujeto.
- Señor, he aquí Ciramor heredero de Eredan... Cuchicheó Sufrimiento.
Amidaraxar no había prestado atención a esto, pero Eredan y Ciramor se parecían en cierta medida, por lo menos al nivel de las apariencias. Ambos llevaban una máscara que ocultaba sus emociones y los rasgos de sus caras.
-¿Qué vienes a ofrecernos heredero de Eredan? Interrogó a Amidaraxar rodeándose de un aura roja de magia Néhantica.
El teniente iba a atacar a Ciramor cuando los Tormentos se interpusieron.
-Tenemos un pacto con él, debemos llevarlo hasta Néhant y nos dará el Onyrim.
Amidaraxar dejó su magia, quien afirmó que en todo caso, una vez en la prisión Ciramor seria de ellos.
-Bien no le hagamos esperar, dijo Amidaraxar con ironía. Lo llevo por el ya conocido camino rápidamente, deseoso de asistir a la confrontación terriblemente cruel que le esperaba a Ciramor. Este último fue dejado pasmado cuando la prisión de Néhant se alzo ante él. No tenía ningún parecido a la memoria de Eredan de la él era el custodio. Todo estaba roído, dañado, quebrantado, lleno de esclavos bárbaros y de demonios de toda clase. Este espectáculo lastimoso lo tocaba, pero se concentró en su tarea.
El cristal rojo oscuro utilizado de prisión para una de las criaturas más poderosas de estas tierras estaba mellado en partes y dos de cuatro cadenas no aseguraban más su trabajo. En la parte de adelante y por debajo del cristal se encontraba un trono esculpido a partir de los peñascos que lo rodeaban. La manifestación mágica de Néhant estaba sentada allí cómodamente, admirando a las criaturas que le pertenecían en cada pedacito de alma.
Viendo a Ciramor, Néhant se incorporó, la cara todavía escondida por una capucha ancha. Él también creyó ver de regreso a Eredan, viniendo a regresarlo donde lo había encerrado después de tanto tiempo. Pero no percibió el aura impresionante del Guardián de las tierras de Guem.
-Señor Néhant, el heredero de Eredan desea una reunión con usted.
-¿El heredero de Eredan? Adelante, heredero de Eredan, para que pueda contemplar el que por mi voluntad será mío hasta su muerte.
Ciramor tenía miedo, pero no debía dejarlo translucir, los demonios podrían leer en él si sus sentimientos estallaban demasiado. Sacando fuerzas de la nada se adelantó hasta el pie del trono y no espero más para declarar sus intenciones.
-Sus demonios son eficaces, encontraron dos fragmentos de Onyrim de los tres que existían. Esta información posiblemente no le llegó, pero uno de los fragmentos de Onyrim ha sido destruido por Dragón en persona hace algún tiempo ya. Usted no podrá recuperar sus poderes.
-¿Viniste hasta aquí para decirme esto, heredero de Eredan? Dijo Néhant con una voz cavernosa e impregnada de cólera.
-A decir verdad no... Me parecía que le importaría saber esto. Voy permitirle quebrantar una cadena además.
Entonces las marcas del pacto se borraron de las manos de Sufrimiento y de Ciramor.
Los Tormentos se sintieron avergonzados de haber sido manipulados así por un chiquillo. Se abalanzaron sobre el heredero cuando Néhant hizo un gesto para pararlos.
-Mis pequeños demonios, esperemos haber escuchado lo que el heredero tiene que decirme antes de devorar su carne. Te escucho heredero.
El pez había picado, ahora quedaba en lo sucesivo tirar despacio la línea para traerlo hasta él.
-¿Sabe lo que sucede lejos En el noroeste, allí dónde la piedra caída del cielo se estrelló? ¿La encarnación de un dios destructor, Sol'ra tal vez, o debería decir Solar le dice algo? Uno de sus servidores, un cierto Dimizar, hizo hace algunos meses una demostración sorprendente de los poderes de los que usted es el dueño contra los poderes de este dios.
-¿Crees que me importa? No me destruirá.
-Es allí donde usted se equivoca. Mientras usted sea incapaz de salir de su prisión no podrá defenderse cuando llegue aquí y lo hará añicos.
-Veo claro tu juego, heredero.
¿Quieres que mate a este dios para evitar que esta gente de sea destruida?
Ciramor había pegado allí dónde Néhant era sensible: el orgullo. Pero esto no estaba acabado, la negociación apenas comenzaba.
-Exactamente. ¿Que tendrá que gobernar si este mundo no existe más?
Néhant se levantó de su trono y bajó los escalones con un paso desequilibrado. Sirvientes demoníacos lo seguían como su sombra, gruñendo y ladrando como animales. Néhant se paró delante de Ciramor, los dos tenían la misma talla.
-Supongo que sabes cómo librarme de mi prisión ¿no? Afirmó a Néhant.
-Sí, puedo procurar que sea liberado de sus cadenas. He aquí cómo esto va a suceder, escuche bien porque esto no es discutible de ninguna manera o negociación.
-Habla.
-Voy a quebrantar la tercera de las cadenas. A partir de ese momento usted podrá tomar un cuerpo y será el mío que le servirá de receptáculo. En cuanto no formemos más que uno nos hallaremos en situación de oponernos al que quiere destruir esta gente. Cuando esta amenaza sea apartada nos hallaremos en situación de quebrantar la última cadena. Néhant escuchó las palabras del heredero de Eredan con mucha atención, le proponía un cuerpo y así ir donde quisiera. ¿Él, capaz de aniquilar las voluntades más fuertes, este joven guardián quería hacerse con Néhant?
-¡Este pacto me conviene! Declaró a Néhant seguro de ser capaz de tomar el control de Ciramor.
¿Cómo piensas romper la tercera cadena?
-¡Usted aceptó y nuestros destinos están sellados en lo sucesivo! Gritó Ciramor golpeando el trozo de suelo.
Cáliz apareció en la otra mano de Ciramor. La lámina exhalaba humo por una boca grabada en el metal. Crepitaba de una energía mágica increíble. Néhant estaba encantado de verla aquí, su enemigo y joven heredero de Eredan le devolvía su creación más bella, otro error para Ciramor.
-Prepárese señor Néhant, en cuanto haya quebrantado la cadena usted entrará en mí, dijo cogiendo el puño de la lámina.
-¿Cómo encontraste a Cáliz? Preguntó Amidaraxar.
-Botín de guerra respondió Ciramor sin detenerse a los detalles. El heredero de Eredan, que no deseaba responder más a las cuestiones que pondrían en un estado lastimoso su plan entró en acción. Cogió a Cáliz por el puño y la levantó sin el menor esfuerzo. La lámina tenía en lo sucesivo un nuevo portador, sabía que pronto se encontraría de nuevo con Néhant y esa perspectiva le encanto.
Ciramor se acercó a la cadena y los demonios y los esclavos a los alrededores se apartaron de su paso. Néhant seguía el movimiento, esperando su próxima " casi liberación”. La concentración era extrema. Ciramor, frente a la cadena tenía Cáliz en ambas manos y detrás de su máscara el sudor corría. Un golpe, único, le permitiría hacer terminar el plan, en el cual había trabajado tanto tiempo. Semanas y semanas de preparaciones con los magos más grandes de este mundo y ciertos secretos de Eredan descubierto para que las tierras de Guem sean salvadas de Solar. Las escrituras muy numerosas se iluminaron sobre la cadena, Ciramor cuchicheaba en un lenguaje que hoy sólo los guardianes hablaban. La magia de Guem se quitaba del cierre poco a poco... Luego Cáliz se zambulló sobre un eslabón con avidez. El metal de la lámina seccionó el metal de la cadena en un golpe estridente. Así fue quebrantada la tercera cadena de la prisión de Néhant. El resto sucedió rápidamente. Néhant siempre retenido por la cuarta y última cadena olió sin embargo que formaba parte de nuevo en este mundo. La forma negra se apoderó de Ciramor que soltó a Cáliz. El heredero no se resistió a pesar de un dolor insoportable. En la cabeza del joven hombre Néhant tejía su tela, pero no se esperaba caer contra la voluntad de un viejo enemigo: Eredan.
"¿No soñabas con tomar el control de mi heredero? Ciramor se preparó largamente y su plan es ineludible. ¡Conozco tus secretos, él sabe tus secretos, sabemos quién eres y cómo cogerte! No es posible el engaño, se debe respetar su palabra y lucha contra la ira de solar.
Ciramor es en lo sucesivo tu receptáculo, tu cuerpo, pero también el guardián de esta gente. Sus pensamientos van a mezclarse, velará por que todo vaya en el sentido correcto. Ahora mi viejo enemigo, ya es hora de cumplir la tarea para la cual parcialmente te liberamos. Tus aliados esperan fuera, están dispuestos a dejar su odio respecto a ti. Y tú Néhant, deberás llevar las legiones.
"La fusión entre Néhant y Ciramor se produjo como era previsto. La máscara del guardián cayó al suelo y se estrelló, su aspecto físico cambió para parecerse tanto a un hombre como a un demonio. Amidaraxar, Azaram y todos los demás se inclinaron delante de la vuelta de su amo.
-¿Señor Néhant, cuáles son sus órdenes? Néhant se apoderó de Cáliz que ronroneó entonces como un gato.
-Llame mis legiones... Tenemos que matar a un dios, yo no voy a tolerar que destruyan lo que me pertenece.
Amidaraxar que conocía bien a Néhant encontró su actitud extraña.
-¿Pero no quiere quebrantar la última cadena? Se atrevió a preguntar el teniente.
-No me cuestiones y obedece. Ya dispongo de una potencia increíble y el tiempo se nos acaba. Nos vamos.
La respuesta no satisfacía a Amidaraxar, pero no intentó más al diablo, se contentaría con servir a su maestro como lo había hecho durante años. La perspectiva de la dominación del mundo perfectamente le convenía. Néhant que no era completamente el de verdad, percibía cada lazo que tenía con los esclavos, los demonios, Guemelianos y otro Néhantistas, le sería fácil controlarlos. No le quedaba más que ir a ver quiénes eran estos famosos aliados.
Mucho más tarde, una cohorte de demonios había invadido el lugar y Néhant estaba dispuesto a llevar su ejército a través de la Draconia. Ciramor/Néhant que disponía del saber de Eredan quebrantó el encanto poderoso y mágico que escondía la prisión. Las brumas de los Confines se disiparon poco a poco, dejando en lo sucesivo un acceso libre al entredicho. Por el otro lado, perfectamente alineada, un ejército humano con los estandartes de la Draconia les hacía frente. Los demonios rugieron frente a este enemigo, pero el Receptáculo de Néhant les impuso silencio. Dos personas se desprendieron de este ejército, cabalgando magníficos caballos. Néhant avanzó a su encuentro, seguido por Amidaraxar. Ambos draconicos no eran otros que Kounok el Profeta y Zahal el Caballero Dragón. Sus caras estaban cerradas, privadas de emociones.
- Estás listo... ¿Ciramor? Preguntó Kounok.
-Prefiero Néhant si permites, Draconico.
-¿Que es lo que esto quiere decir? Masculló a Amidaraxar.
-Esto quiere decir que el fin esta próximo, aseguró Néhant afirmando su influencia sobre su teniente.
-Ahora vamos, Solar ataca a la Draconia y Dragón no aguantara mucho tiempo, dijo Kounok volviéndose con su montura.
Dragón
Capítulo 1: Después de la tempestad, viene la tormenta
La sirvienta se llevó el susto de su vida cuando encontró a la Pitonisa tendida en el suelo de su habitación. Súbitamente dejó caer la bandeja con comida, gritando el nombre de su ama y pidiendo ayuda. De rodillas y con las manos temblorosas vio surcos de sangre en la nariz, ojos y oídos de la Pitonisa. ¿Estaba muerta? Le rogó a Dragón que no fuera el caso. Se tranquilizó cuando vio que aún respiraba. Los cristales que solían flotar alrededor de la joven se habían estrellado sobre el suelo de piedra, rompiéndose en varias partes. Varias otras sirvientas, alertadas por el alboroto y los gritos, llegaron a la puerta de la habitación, aterrorizada. La llevaron con cuidado a la cama para acostarla. La sirvienta de mayor edad tocó la frente de la Pitonisa y escuchó su corazón.
- Traigan un poco de agua caliente... ¡Rápido! Ella ordenó.
- ¿Qué tiene? Dijo la más joven, preocupada.
- No sé, pero está empezando a despertar, regreso a sus labores, yo me ocupo de ella.
Una fue a buscar agua y las otras se fueron, no sin ser mirar a la cabecera a su ama.
- No le digan a nadie lo que vieron, ¿Entendido?
Todas dijeron que sí. La Pitonisa se movió, levantando el brazo cogió su sirvienta y se levantó a duras penas.
- No se muevas mi señora, usted no está lista.
- ¿Qué?... mi cabeza... me duele...
- La hemos encontrado en el suelo, sangrando por todos los orificios de la cabeza. Estaba helada, dijo cubriéndola.
La Pitonisa se esforzó en hacer memoria y reubicó las piezas de un rompecabezas de recuerdos.
- Yo estaba allí sentada, leyendo una carta, cuando me llamó la atención el espejo frente a mí. Tuve múltiples visiones, todas de golpe me asaltaron. Sentí la miseria, la desolación, la muerte. Debo desatar todas estas visiones para comprenderlas mejor, pero ya sé que varios eventos importantes se llevarán a cabo pronto. El tipo de acontecimiento que marcará nuestra historia para siempre.
- ¿De qué habla?
En ese momento, la sirvienta que había ido a buscar el agua llegó con un neceser, se tranquilizó al ver a la Pitonisa consciente. Puso el neceser en el borde de la cama y fue a dar las buenas noticias a las otras sirvientas.
- Un poder divino acaba de llegar a las tierras de Guem, que trata de destruirlo todo. Alguien murió, no son más numerosos ahora...
La sirvienta que estaba limpiando el rastro de sangre, estaba acostumbrada a escuchar las profecías de la Pitonisa, pero ésta era tan misteriosa como las demás.
- Muy cerca de nosotras, en esta ciudad, una mujer tendrá el corazón roto...
Kastel Levarak, era una de las ciudades más bellas de Draconia. Construida en una colina en medio de un lago artificial, el lugar estaba bañado en misticismo. Se decía que el castillo, de extraordinaria arquitectura, existía desde mucho antes de la fundación de Draconia y muchas leyendas de esta región, lo confirmaban. Fue ahí donde nacieron Marlok y la Pitonisa, esta última aun vivía allí. Pero no son estos dos personajes quienes nos interesan, sino una mujer de pueblo a quien una mañana el destino golpeó con el filo de una espada.
El despertar fue difícil y la noche muy corta. El día anterior, Zerimar e Ylliana había celebrado dignamente su compromiso con sus familias y amigos. El vino había corrido como un río y las delicias de los cocineros habían deleitado los paladares. Con la cabeza llena de sueños y amor, los dos tortolitos se habían desvanecido en el tiempo, dando una caminata en un encantador frío amanecer. Cogidos del brazo, ambos planeaban su vida futura, pensaban en los niños y el hogar que pronto sería suyo. Sus pasos los llevaron en un rincón un tanto aislado de la ciudad, frecuentado por gente, a menudo, maliciosa. En la esquina de un callejón, se dieron cuenta donde estaban, por desgracia para ellos un ladrón que no había terminado de expulsar el alcohol ingerido durante la noche se tambaleó hasta ellos con la esperanza de hacerle a Ylliana lo que la moral impide describir. Zerimar poco propenso a dejar a su amada en las sucias y sudorosa manos de este agresor, se interpuso. Este último no vio la daga desenvainada rápidamente por alguien que, obviamente, estaba acostumbrado a hablar con violencia. La hoja entera se hundió en la carne del joven. Un grito desgarró el silencio, el de Ylliana, mientras que su novio caía sobre el suelo con barro. El ladrón se lanzó sobre la joven, colocando la mano sobre su boca para luego empujarla a un oscuro callejón. En el suelo, Zerimar agonizaba, su sangre fluía de la herida en abundancia. Trató de levantarse, pero esto empeoró su situación, cayó nuevamente con manos llenas de sangre.
Ylliana trató de pedir ayuda y librarse de las sucias manos del bandido. Ella no estaba dispuesta a dejarlo ir, por supuesto que tenía miedo, pero este sentimiento quedó sepultado detrás de su deseo de escapar de él. Ella mordió la mano apretada contra su boca, golpeó con el codo el plexo solar de su atacante. Con la respiración entrecortada y el dolor de su mano, soltó a su presa por reflejo, ésta se echó a correr por un callejón sombrío, perseguida de cerca. La muerte acababa de llevarse a Zerimar cuando ella cayó de rodillas junto a él. El hombre yacía sin vida en un baño de sangre. Ylliana lloró lágrimas ardientes y repetía sin cesar el nombre de su amado. El miedo dio paso al dolor y a la pena, luego a la ira y entonces...
El atacante se reía de su maldad, ya imaginando posteriormente, el placer que sentiría. Pero no había anticipado la llegada de la autoridad, encarnada por una Guerrera-Mágica. Con una furia desconocida saltó desde el techo y aterrizó en la espalda del bandido que cayó al suelo como un saco de patatas. Este último, con la cabeza en el barro no pudo ver la cara de la Guerrera-Mágica que lo aturdió con la empuñadura de su Cuchilla bruja. Ylliana, con los ojos empañados por las lágrimas apenas se dio cuenta de la acción, demasiado ocupado sujetando a Zerimar en sus brazos.
- Señorita... señorita.
La Guerrera-Mágica puso su mano sobre el hombro de Ylliana, quien se sobresaltó.
- ¿Está bien?
¡La pregunta era absurda, no estaba bien! ¡El amor de su vida estaba muerto! ¡MUERTO! Ylliana se levantó, llevada por la ira se enfrentó a la Guerrera-Mágica y la examinó de pies a cabeza. Viendo una apertura, agarró el mango de una daga unida al cinturón de su salvadora, sacó la daga y saltó sobre el asesino de su novio. Con el arma en su brazo, agarró la cabeza del ladrón hacia atrás con el fin de plantarle la hoja en la garganta. Su gesto fue detenido por la Guerrera-Mágica que le tomó la muñeca con fuerza.
- No señorita, usted no debe hacer eso, le dijo en voz baja.
- ¡Él lo hizo! ¡Lo mató! ¡Él era todo para mí! Gritó, antes de caer en los brazos de su interlocutora.
- Déjelo en manos de la justicia de Dragón, tendrá el castigo que merece. Venga conmigo, la llevaré de vuelta con su familia, luego cuando la ira y el odio sean demasiado insoportables, venga a verme. Varios soldados de la milicia de Kastel Levarak llegaron al lugar, alertados por los vecinos.
- Llévese el cuerpo de este desgraciado hasta su casa y avísele al Vigilante del muerto, para que venga cuanto antes.
Capitulo 2: Sacrificio
Hacía apenas algunas horas que las tropas dracónicas habían emprendido su marcha hacia la Piedra Caída del Cielo. Anryéna estaba a punto de dejar el palacio para ir a sus aposentos cuando se produjo un temblor. No duró mucho tiempo pero la misma naturaleza de la hija de Dragón basto para despertar su curiosidad. La zona no era conocida por su actividad sísmica. La energía divina se había reflejado hasta aquí y se había hecho sentir con fuerza. Ella se giró en la dirección de dónde venía esta energía.
- Es tan fuerte...
Dragón se apareció a su lado, con su cara terriblemente inquieta.
- Hija mía... Perdimos.
Anryéna abrió desmesuradamente los ojos, no creyendo las palabras de su padre.
- La Piedra Caída del Cielo acaba de estallar, liberando una criatura. Es de ella de quien emanan estos extraños brillos.
- ¿Explosión? ¡Nuestras tropas! Exclamó inquieta.
- No lo sé, no siento a nadie más que a las personas con las que estoy vinculado.
- ¡Es una catástrofe! ¡Hay que ir a ver rápidamente! ¡Desplegar la totalidad del ejército de Draconia!
- Voy a encargarme de eso hija mía, voy a levantar una barrera alrededor de Draconia con el fin de impedir que esa criatura llegue hasta aquí. Debemos recoger toda la información que sea posible. En ausencia de Naya, su discípula que pertenece a Kastel Levarak tomará el mando. También debemos prevenir a Kounok, vamos a necesitarle, dijo en un tono un tanto irritado.
- Bien. ¡GUARDIAS! ¡GUARDIAS!
Los dos guardias draconicos que estaban en la entrada de la sala del trono llegaron apresuradamente ante las ilustres personalidades.
- ¡Vayan inmediatamente a buscar a los ministros y a los heraldos de Dragón!
Ambos saludaron y se fueron de la sala rápidamente.
- Eso no es todo, hija mía, dijo Dragón.
- ¡Qué!
- El Señor-Dragón de Marca del Este me envió información todavía más inquietante. Hay una actividad poco usual en la Neblina de Los Confines.
- ¿Néhant? No podemos cubrir todas los frentes padre, es imposible, si se libera se habrá acabado todo para nosotros.
-Mientras yo viva jamás permitiré esto, le juré a Eredan que daría mi vida con tal de que esto no ocurra. Pero, ¿Cómo hacer frente a dos amenazas tan grandes? Hija mía tenemos que actuar con inteligencia y estrategia. Anryéna asintió.
- En este instante voy a crear un escudo mágico, después de eso no apareceré más, serás la única a la cabeza de Draconia. Ven a verme si la situación lo requiere, pero todos mis pensamientos estarán puestos en la defensa del territorio.
- No te preocupes, esta no es la primera crisis que atravieso, me habría gustado, sin embargo, que la última vez hubiese sido justamente la última.
Dragón se acercó a Anryéna y le dio un beso en la frente.
- Recibe pues los plenos poderes, convoca a Kounok, dijo antes de desaparecer.
Ella dio un gran suspiró.
- ¿Los plenos poderes? Bien, comencemos, dijo en voz alta tomando su cetro draconico con las dos manos.
Se concentró, su fuerte vínculo con Dragón y su hijo le permitió poder localizarlo y hablarle. Lo visualizó en lo alto de una montaña en medio de una ventisca. Apoyaba en su espalda a una persona inconsciente. Ambos estaban envueltos en pieles.
"¿Pero qué hace ahí? Creo que pasó algo malo. Tanto peor, parece que debo intervenir."
El cetro empezó a brillar con una energía azul, Anryéna utilizó los poderes concedidos por su padre.
- ¡En nombre de Dragón te convoco Profeta, en este instante y en este lugar!
Un momento pasó sin que nada sucediera, luego una forma apareció. Kounok debió hacer un esfuerzo para no resbalar con sus botas llenas de nieve. Se asombró al encontrarse así delante de su madre en el palacio de Noz'Dingard. Depositó a la persona inconsciente con mucha precaución, luego se quitó sus pieles para cubrir con ella a su compañera, que no era otra más que Ardrakar.
- Siento haber tenido que traerte así Kounok, parecías estar en una situación lastimosa y nos hace falta un Profeta para guiar a Draconia. Kounok que visiblemente no se había afeitado, parecía a un verdadero espantapájaros. Sus ropas no eran más que unos andrajos sucios y llenos de agujeros. Anryéna giró alrededor de él con aire de desesperación, expresión que pasó rápidamente al estupor cuando vio quién venía con él, el caballero caído.
- Te contaré esta aventura extraordinaria en otra ocasión madre. ¿Gracias por habernos traído, qué ha pasado en mi ausencia?
La hija de Dragón sacudió la cabeza.
- Me pregunto si hice bien en dejarte ir.
- Hacía falta, era mi deber como Profeta dijo con aire desafiante.
"En Cambió " Dijo Anryéna. Ella le explicó los acontecimientos que la habían conducido a traerlo a Draconia. Kounok reflexionó sobre las diferentes opciones que se le presentaban.
- Fuimos vencidos por los Nómadas, trataremos primero el problema Néhantista como prioridad. Ardrakar nos ayudará.
- ¿Tienes confianza en esta traidora?
- Tengo confianza en mi esposa.
Anryéna lo miro a los ojos y no supo que responder, miró a su hijo con aprensión mientras que éste apoyaba a Ardrakar. Los ministros y heraldos de Dragón llegaron en aquel momento, intrigados por la situación las discusiones fueron a buen paso.
- Les prohíbo comenzar a establecer planes sin mí, ¿Entendido? Dijo el Profeta con autoridad.
La luz había sido deslumbrante. Sol’ra en su sed de destrucción había expresado su voluntad divina, quería borrar esta región del mapa del mundo. Nadie había tenido tiempo de reaccionar cuando la luz cesó, Sol’ra había perforado la tierra y abierto un gran hoyo en el suelo de Guem. Alrededor todo era ruinas y hasta la Tumba de los Ancestros, no lejos de allí, estaba transformada en un montón de escombros. El Ejército de los Ancestros había sido barrido como un montón de paja. Marzhin sacó su cabeza de la arena. Se levantó con dificultad, su cuerpo le hacía sufrir. No era el único, por todos lados había fácil un millar de personas inconscientes que se encontraban sepultadas a la mitad bajo la arena. El matiz de colores le dio a entender que estaban allí los ejércitos de Kotoba, el de los Enviados de Noz'Dingard y el de los Corazón de Savia. Justo al lado de él, Pilkim despertaba, no comprendiendo lo que acababa de pasar. El Maestro-Mago se acordó de la acción: la criatura divina iba a destruir el mundo, la Comepiedras se había interpuesto. ¿Y luego? Nada más, el blanco o más bien el color amarillo, una fuerte luz, el poder divino y el despertar.
- ¿Estás bien? Dijo Marzhin mirando a su hijo que le respondió sí con la cabeza en la cual recaían sus lentes sobre la nariz. ¿La Comepiedras? ¿Dónde está? dijo mirando alrededor de él.
- ¡Allá! Gritó Pilkim.
El joven prodigio mostraba un brazo que sobresalía del suelo. La piel era gris y los tenía los tatuajes característicos de la Comepiedras. El padre y el hijo corrieron y escarbaron en la arena sacando el cuerpo inanimado de la Comepiedras quien todavía se movía pero el Maestro-Mago no percibía ni el menor rastro de magia en ella. La Guemeliana de Guem abrió a duras penas los ojos y sonrió al reconocer a las personas presentes.
- Ustedes están a salvo... Hice lo mejor que pude... Siento no poder hacer más, tomen mi piedra cuando...
Su frase no acabó, la Comepiedras murió en los brazos de Marzhin.
- Un sacrificio que nos salvó.
Capitulo 3 - Penitencia
Kounok se había aproximado a las fronteras de la Draconia por temor a una eventual aparición de Néhantistas. Su armadura presentaba varios cortes debido a su enfrentamiento contra Rasgadura. Sus dedos recorrían las profundas hendiduras "Afortunadamente la saque barata", pensó "Estos demonios son formidables, lo que me preocupa bastante". Mientras tanto sus ojos no se despegaban de la silueta de Ardrakar quien dormía muy agitada cerca del fuego.
Ardrakar erraba en tierras desoladas por la magia oscura de Néhant. Ella no sabía dónde estaba ni quién era realmente. Portaba a Quimera en su puño, arrastrando la hoja sobre barro nauseabundo. La espada viviente la había llevado a cometer abusos indignos de su rango y la corrupción de Néhant poco a poco agrietaba su alma. Estando semi-consciente y sin tener ninguna noción del tiempo, llegó a la frontera de la Draconia. ¿Fue Dragón quien la había estado guiando hasta ahora o fue su deber de caballero? Ella quien era la más poderosa en su orden, había terminado siendo arrastrada en un espiral infernal y en estos momentos cada vez se acercaba más a sus últimos momentos como Caballero Dragón. Quimera, dotada de vida, parte de Dragón, le gritaba que no lo hiciera, pero ella nunca la escuchó. Escaló las montañas para lograr alcanzar su objetivo - el templo de Ehxien. Oyó la voz oscura, siniestra e increíblemente seductora que la animaba a dejar a su familia por una nueva vida, eterna y llena de aventuras. En el interior del templo las gemas azules proyectan una luz pálida en las paredes de una cueva natural, ella había estado aquí antes con su maestro Arkalon ¿pero cuándo? No lo recordaba pero en ese momento poco le importaba. En las profundidades de la cueva llegó al corazón del templo, el santuario de las armas. Desde el nacimiento de la orden, cuando un caballero moría, su espada era dejada aquí para su descanso hasta el final de los tiempos. Ardrakar estaba bajo un sortilegio que la hacía olvidar a Quimera. Esta espada debía descansar aquí, pero no solo eso, ¡También debía ser ella quien la destruyera!
- ¡Si haces esto, no serás más una Caballero Dragón! Soy tu única protección contra Néhant! Rugió Quimera.
- No... No lo eres... ¡NO LO ERES! Este será mi último gesto... ¡Ningún Caballero Dragón volverá a empuñarte nunca más!
Ardrakar agarro firmemente el mango de la espada antes de estampillarla contra el muro de piedra. El impacto fue terrible, el cristal de la espada estalló. La joven dejó caer lo que quedaba entre las otras armas de los Caballeros Dragón. Cuando salió del templo, el dragón quitó sus ojos de ella y se convirtió en Ardrakar, Caballero de Néhant...
Se despertó sobresaltada. Sobre su rostro caían gotas de sudor y su corazón latía fuertemente. Examinó a su alrededor, ¿pero dónde estaba? Sus ojos se posaron sobre un hombre sentado a su lado quien la miraba. Ella no sabía cómo reaccionar, sus pensamientos eran confusos, Amidaraxar, los Sirvientes, el Ritual
- No tienes nada que temer Ardrakar.
¿Quién era él? Una vaga sensación de deja vu la tranquilizó. Pero aunque ella no lo reconoció a él, si lo hizo con la espada que reposaba sobre su rodilla, Quimera. Retrocedió presa del miedo. La última vez que vio la espada fue en su reciente enfrentamiento contra Arkalon, y ahora está en manos de otra persona.
- Esta es la espada que te asusta Ardrakar?
Ella contestó que sí con la cabeza, luego Kounok hizo desaparecer la espada, para alivio de la joven.
- Te he dicho que no tienes nada que temer. Yo... Yo soy Kounok.
Ardrakar abrió grande los ojos con esta revelación.
- Kounok? Pero... ¿Cómo es posible? Dijo ella, acercándosele.
- Dragón me nombro Profeta y me dio una forma humana. Ah, tengo algo que te pertenece, dijo, acercándose a su montura.
Desató de Azur las correas de cuero que la tapaban. La hoja reflejaba los rayos de luz en tonos morados.
- Cuando salí a buscarte encontré a tu espada. Tómala, te pertenece.
Ardrakar recordó. Azur se había perdido la ocasión que fue atacada por los Sirvientes de Amidaraxar.
- Yo no tengo el derecho a usarla. Mi... ¡Mírame! ¡Yo no soy más que una traidora, abandoné todo aquello en lo que creía, rompí la confianza de Dragón!
Kounok, quien tendía Azur a Ardrakar suspiró profundamente. En realidad él no sabía cómo curar los males del alma, pero por ella hizo un esfuerzo.
- Veo el remordimiento y el deseo de redimirte. Depende de ti arreglar tus errores para tener una mejor vida. Yo prefiero conservar de ti tu pasado de Caballero Dragón, aquel con el que pasé buenos momentos, aquel con el que...
Vaciló, pero no terminó la frase.
- Néhant quien te tiró a la basura como cualquier otro de sus esclavos, ahora eres libre de vincularte con Dragón.
Kounok estaba en lo cierto, el demonio dentro de ella se había ido y se sentía muy diferente, más cerca de lo que una vez fue. Pero ella todavía poseía una parte corrompida en su interior. Ella desató la bolsa atada a su cinturón y sacó la piedra-corazón, que una vez le confió Dragón. La piedra brillaba débilmente a pesar de las manchas negras en su superficie.
- Imposible, ¡Si me quito mi piedra-corazón, moriré!
- Comprendo tu pesimismo, con lo que te sucedió es normal. Pero no compartimos la misma opinión. Si tu deseo es real y motivado yo te ayudaré, conozco un enlazador de piedras capaz de solucionarlo. Arriba en las montañas, dijo señalando a los picos nevados a lo lejos de la Draconia.
Ardrakar, sumida en tinieblas vio allí una luz de esperanza. Ella no podía permanecer de esa manera pero no entendía por qué él quería ayudarla, a ella, la que mató a gente inocente y traicionó a la Draconia. La pregunta fluía turbiamente.
- ¿Por qué me ayudas Kounok?
Profeta se sentó frente a ella, con la luz de fondo que proyectaban las llamas tenía un aspecto irreal.
- Las razones son muchas, los lazos entre nosotros... y el deber. Hemos tenido muchas aventuras juntos. Quizás no lo recuerdes, pero para mí esos momentos están grabados para siempre, dijo poniendo la mano sobre su corazón. Yo soy el Profeta a pesar de no tener la sabiduría de mi difunto hermano pero sé que lo que percibo es una increíble oportunidad para mí. Dragón ha dicho la verdad, en estos tiempos de guerra muchos Caballeros Dragón recorrerán las tierras de Guem reunidos. Yo creo que tienes un lugar entre nosotros. Arkalon regresó, Valentín postergó su retiro, Zahal está listo para tomar el mando, en cuanto a mí, mi papel es el de asegurar que estemos preparados para los acontecimientos futuros. Ardrakar tú tienes la fuerza necesaria para afrontar este reto y para romper las cadenas que te sujetan y te hacen sufrir.
Las lágrimas negras corrían por las mejillas de la joven. Las palabras de Kounok fueron reconfortantes, los recuerdos de su vida anterior resurgían y recordó la presencia de Kounok durante su entrenamiento como caballero aprendiz. Él siempre había estado allí para ella.
- Yo... Yo podría hacer penitencia...
- No será fácil, ya que estás conectada a él, te vigilará. No puede permitirse el lujo de dejarte con vida. Así que toma a Azur y estate lista para defenderla tanto como te defenderías a ti misma.
Ardrakar aceptó la espada cuya empuñadura era perfecta para su mano. Otra pregunta le vino a la cabeza.
- ¿Cómo es que tienes a Quimera? Yo la rompí en el templo de Ehxien.
- La he recuperado de donde la dejaste. La regla es que cada Caballero Dragón debe tener su espada pero en lugar de tener una nueva me decidí a repararla y... corregirla.
La palabra "corregir" hizo sonreír a Ardrakar, después de todo ella no era la única exenta de fallas.
- Esta Quimera es mucho más estable que la que blandiste anteriormente así que no te preocupes. Mañana por la mañana emprenderemos el viaje y haremos una parada en una aldea para equiparnos antes de nuestro ascenso a las montañas.
Kounok y Ardrakar eran la atracción en la villa Suelo-de-niebla, poco acostumbrada a las visitas por lo que el rumor de la llegada de una personalidad de alto rango se propagó rápidamente. El Señor-Dragón local nunca ponía un solo pie aquí y eso no tardó en llegar a los oídos de Kounok. A pesar de que no estaba allí para escuchar a la gente, asumió su papel como Profeta. Ardrakar que viajaba con él durante dos días sentía el vínculo entre ellos creciendo más fuerte, pero a su vez, su lado unido a Néhant la hostigaba constantemente. Pero el cambio se estaba produciendo, poco a poco se convirtió un poco más en ella misma. Las cualidades de demonio habían desaparecido, ya no llevaba los cuernos de cristal negro aunque sus ojos recién comenzaban a cambiar.
Kounok la encontró en la única posada en la zona. El interior era cálido, agradable, los deliciosos aromas de la cocina flotaban por la gran sala de esta casa de madera.
- Me reuní con el jefe de la aldea y las noticias no son muy buenas. Se han producido varios derrumbes y las carreteras fueron cortadas. Hay un guía que volverá aquí en unos días, sólo él puede conducirnos por el camino correcto.
Ardrakar escuchaba distraída con un solo oído, estaba perdida en los ojos del joven Profeta.
- Lo siento por Ketanir...
Este repentino signo de afecto perturbó a Kounok.
- Gracias... No hay un solo día que no pienso en él, dijo mientras llamaba al sirviente intimidado por la presencia de Profeta en su establecimiento.
El hombre con un ligero sobrepeso corrió con una bandeja cargada de una botella y dos copas. Le preguntó con voz trémula.
- Siéntese como en casa, señor... euh Profeta.
- Esta es una buena atención de su parte, sin dudas la tendré en cuenta.
El hombre se congeló y luego se apuro a tomar la botella y servir a sus ilustres personajes que lo honraban con su presencia. Kounok sacó unas cuantas monedas de cristal rojo y se las dio al posadero.
- Trae un poco de comida y prepara... dos dormitorios por favor.
La cantidad de habitaciones y de comida era muy inferior a la suma pagada, pero no importaba, Kounok sólo quería simplemente instalarse con su compañia. Y la noche transcurrió tranquilamente, las discusiones giraron principalmente en torno al pasado y lo que valía la pena ser vivido. Los sentimientos también se relajaron, uniéndolos aun más. Terminaron lo más cerca posible, uno en brazos del otro, iluminados por la tenue luz del fuego. Esto tenía nada que ver con las prioridades de la sociedad Draconiana, pero poco importaba.
El acercamiento entre ellos fue aun más fuerte cada día y pasó una semana sin que se dieran cuenta. Lo que está destinado a suceder, sucederá. Y aquí están irremediablemente atraídos el uno por el otro, como dos almas gemelas que finalmente se reencontraron.
Kounok permanecía despierto desde hace un buen rato mientras Ardrakar acurrucada a su lado se despertaba. Esta vez sintió que por fin pudo tener una noche sin pesadillas de ningún tipo, la sensación de cansancio y de tensión se habían ido.
- Yo... mmm, te lo diré, me gustaría preguntarte algo.
Ardrakar se inclinó, atenta a la pregunta.
- Mi corazón late por ti desde la primera vez que te conocí, cuando éramos niños. Ahora que te he reencontrado quiero estar contigo para siempre.
Las mejillas de Kounok se tornaron coloradas. Ardrakar parpadeó y le regalo su más bella sonrisa.
- ¿Quieres casarte conmigo? Dijo ella comprendiendo la verdadera pregunta de Profeta.
- Sí.
Pensó unos momentos antes de dar su respuesta.
- Por supuesto que... ¡Sí! dijo encantada.
Rebosante de alegría, Kounok tomó a Ardrakar entre sus brazos hasta el borde de la asfixia.
Su guía finalmente llegó. Después de obtener los víveres y pieles para protegerse del frio, el grupo partió a las montañas con la promesa de un futuro mejor. El encantador paisaje que combinaba bosque de pinos y enormes piedras azules escondía en realidad un entorno peligroso. El guía llamado Vaerzar, les explicó que debían salirse del camino ni alejarse uno del otro, porque el bosque era el territorio de Cristogatos.
- No tomen su presencia a la ligera. Una vez casi fui cazado por una de esas malditas bestias, casi fue mi última experiencia, su cuerno casi me parte en dos. Habría muerto de no ser que salte al agua, ellos detestan el agua. Desde entonces me prevengo, con mi fiel Gatoscuro, un depredador natural de Cristogatos.
Con gran asombro atravesaron el bosque sin problemas, al menos sin Cristogatos en el horizonte. A Vaerzar le pareció sospechosa su ausencia. Normalmente su Gatoscuro encontraba algunos Cristogatos atraídos por su presencia, pero esta vez nada de nada. Como prometió el guía los condujo hasta los límites del camino. Unos kilómetros más adelante la nieve los acompañaba, cayendo lentamente sobre el suelo helado.
- Desde aquí no puedes avanzar a caballo, por lo que lo llevare de vuelta a Suelo-de-niebla, donde voy a estar esperando. El lugar al que quieren se encuentra a unas horas de marcha hacia el norte, si sigues la estrella de Almad lo deberías encontrar sin preocupaciones. ¡Te deseo mucha suerte! Kounok agradeció a Vaerzar, el guía no se quedó más y tenía muchas ganas de regresar a la aldea lo más pronto posible. Seguido, la pareja comenzó el ascenso por un camino empinado.
Kounok y Ardrakar habían enfrentado a mil peligros, combatieron a criaturas poderosas y terriblemente peligrosas, pero no era nada en comparación con el frío y los peligros de la montaña. La más leve caída sería fatal para ellos, alrededor de ellos el manto de nieve se hacía más y más espeso compuesto de cristales azules amenazándolos con un destino funesto. Al subir aun más el viento se sumaba a la aventura y el frío helado era penetrante para estos aventureros de otra parte del mundo. Kounok alentaba a Ardrakar, luego Ardrakar empujaba a Kounok, el progreso se había desacelerado, siendo una verdadera prueba de la voluntad de la pareja. De repente desde detrás de una roca, la estrella de Almad apareció. Claramente visible por encima de sus cabezas una luz azul brillante atravesaba las nubes. En realidad no se trataba de una verdadera estrella, si no de un enorme cristal en la cúspide de Almad. Gracias a ella les fue más fácil moverse por la región. Para los viajeros esta visión les dio una indicación del tiempo – habían alcanzado la mitad de la jornada.
De repente Ardrakar se detuvo. Ella sacó a Azur de su cinturón y entrecerró los ojos para evitar la nieve.
- ¿Qué? Preguntó Kounok. ¿Por qué te detienes?
-¿Ellos están ahí? Los demonios, siento su presencia, son numerosos... ¡Ahh!
Ardrakar golpeó el aire como si alguien estuviera allí, el golpe tocó algo que apareció rápidamente, ¡Un demonio! Los demonios invisibles entonces atacaron. Eran una docena, de todas formas y tamaños. Entre ellos Ardrakar notó a un demonio más grande y más impresionante.
- Tragalma!
Los graznidos de los demonios eran ensordecedores, en medio de un lío increíble atacaban a sus presas, asediándolos, tratando de arañar y morderos. Pero Kounok era un estratega, se puso de espalda a espalda con su pareja, revelando la magia de Dragón. Ardrakar gracias a su condición tenía una ventaja, por su unión a Néhant se las podía arreglar para limitar los poderes de sus oponentes. La combinación resultó formidable, pero claramente insuficiente. Muchos demonios se metían bajo tierra, complicando a Quimera y Azur. Hasta ese momento Tragalma se limitaba a seguir la orden de prestar atención a sus oponentes, hasta que comenzó un extraño ritual. Se inclinó sobre un pequeño demonio con muchos cuernos, agonizando en la nieve. Este le rogó que lo ayudara, pero en su lugar Tragalma en respuesta metió la mano en el vientre del demonio, y de un movimiento brusco te quitó su astilla de Néhant, vital para su supervivencia. El pequeño demonio de repente desapareció y Tragalma se tragó la astilla. Sintió que su fuerza aumentó de forma considerable. Y continuó con tres otros demonios. Kounok usó su técnica de Empuñada y Punzante apoyado por Ardrakar. Está ultima observo los gestos de su antiguo camarada y comprendió lo que estaba haciendo.
- ¡Kounok, debemos derrotarlo! ¡Date prisa! De lo contrario no le podremos ganar...
Sin importar como, Kounok empujó a los dos demonios delante de él y se dirigió a Tragalma. Quimera cortó el aire en dirección al cuello de su oponente. Ella fue esquivada sin esfuerzo, y a continuación retruco Tragalma, de su mano apareció una espada de cristal negro translúcido. Kounok atacó nuevamente y las dos espadas se enfrentaron en una mezcla de magia. Ardrakar vio la espada y no podía creer lo que sus ojos le mostraban.
-¡Quimera Negra! ¡Pero era Arkalon quien la tenía!
Tragalma saltó hacia un costado y extirpó una nueva piedra demoníaca en resguardo de sus enemigos.
-¡Ella regresó con su único amo, traidora! Le dice antes de tragarse la piedra.
Ahora quedaban tres de ellos, pero a pesar de la inferioridad numérica, Ardrakar sabía que ya no tenía la ventaja sobre el demonio cuya fuerza había crecido hasta acercarse al nivel de Infernal. Ella apartó a Kounok para evitar que este sea golpeado por Quimera Negra. El demonio saltó a una velocidad increíble hacia la antigua caballero de Néhant y con un golpe magistral la envió volando. Azur se clavó en la nieve, junto a Kounok. Lleno de ira arremetió hacia sus oponentes.
"¡Muéstrale quienes somos Kounok, destrózalo! ¡Destrózalo! "Le ordenó Quimera.
- ¡Yo soy Profeta, un descendiente de Dragón, tu no llevas más que una pálida copia de Quimera! ¡Contempla su poder!
La hoja brilló con una luz azul y un aura se formó alrededor de Kounok, sus ojos se volvieron completamente azul, parte de su rostro tomó la apariencia de una piel de dragón, como había sido tiempo atrás. Entonces ambos se lanzaron uno contra el otro cegados de furia. Las Quimeras se entrecruzaron, demasiado ansiosas por vencer a su alter-ego.
Ardrakar recuperó la conciencia en medio de la pelea, ella se levantó lentamente y se deslizó hacia Azur. Una vez con la espada en mano, llena de ira, se entregó a su lado Néhantista. Se concentró, focalizándose en el poder de Tragalma. El suelo bajo sus pies se rasgó en cientos de pequeñas grietas. Lo mismo ocurrió bajo el demonio, inmovilizándolo inmediatamente. Kounok aprovechó la situación y golpeó las manos del demonio provocando que Quimera Negra ya no sea más un problema. Luego lo cortó a la altura de sus piernas. Atónito por la situación Tragalma trató de escapar arrastrándose, pero le fue imposible debido al sortilegio Néhantista lanzado por Ardrakar, quedándose atorado. Sin más preámbulos Kounok lo perforó de parte en parte con su Quimera. El demonio aulló de dolor.
- Tú... ¡Tú no me vas a matar de esta forma!
Tragalma intentó ahora abrir un portal hacia Laberintos desesperado por huir de su agresor. Ardrakar, demasiada débil como para mantener el sortilegio, ya no deseaba seguir escuchando las palabras de Néhant quien le susurraba nuevamente, dejando de utilizar su magia. Ella se arrastró hasta el moribundo Tragalma y el portal de pronto se abrió.
- ¡No! ¡No iras a ninguna parte!
Seguido plantó su espada sobre la espalda del demonio, al nivel de su vientre y después de retirar la espada le metió la mano en su cuerpo ardiente para extirparle la piedra con el símbolo de Néhant. El portal de los Laberintos no se abrió a causa de que la magia del demonio desapareció en ese instante. Tragalma pereció resecado...
- ¿Qué hiciste? Preguntó Kounok sin aliento.
- ¡Lo maté, definitivamente! Todo lo que haya sido se redujo a esto, una piedra, dijo mientras la tiraba.
La batalla había terminado con una sensación extraña. No habían quedado los cuerpos de sus atacantes. Sólo huellas en muchos lugares donde sucedió el evento.
- No te quedes ahí, pueden haber otros, sigamos el enlace no está muy lejos.
Estaban agotados. Ardrakar plagada por el remordimiento de haber utilizado la magia y Kounok cansado por una batalla extremadamente física. Sin embargo, alcanzaron la meta. Él ya había estado aquí una vez, en la época que volaba cuando le fue muchísimo más fácil. El enlazador de piedras habitaba una gran mansión aferrada a la montaña. Kounok le había preguntado por un milagro, o por aquella magia que había descubierto. Aferrados, medio congelados, cansados, finalmente pisaron la cima. En la puerta había un hombre envuelto con una gran manta de piel que los saludó y los invitó a pasar, invitación que no fue rechazada.
El interior era una gran sala abovedada cuyo techo era apoyada por múltiples troncos. Una enorme chimenea emitía un reconfortante calor. Kounok arrastro a Ardrakar hasta el fuego donde la dejo descansar toda mojada. El hombre se quitó su manto y se acercó hacia ellos.
- Estas como en casa, dijo dejándose caer en una silla grande y cómoda. Ahora bien, que los trae acá a un Enviado de Noz'Dingard y a una Guemeliana de Néhant?
- Maestro Maen, yo soy el Kounok el Profeta y ella es Ardrakar.
- Kounok? Si te recordaba, pero pensé que me habías olvidado.
- La verdad es de que no, respondió él frotándose las manos. Hemos hecho un largo viaje para que pedirte ayuda.
- ¡Ah! ¿Y cómo puedo ayudarlos?
Ardrakar tomó la palabra para explicar su caso.
- Ya no soy quiero ser más una Guemeliana vinculada a Néhant. Me gustaría poder verme sin este brillo oscuro que tengo en mí.
Maestro Maen suspiro largamente, pero la reflexión solo le llevo unos segundos antes de responder.
- Puedo hacer lo que me pides, pero tendrás que pagarme. Los enlazadores de piedras no trabajan gratuitamente, Estoy seguro de que me entenderán.
Maestro Maen levantó su mano al cielo y la piedra-corazón azul de Ardrakar al igual que la piedra de Tragalma salió de su escondite y se elevaron en el aire, girando alrededor de ellas mismas.
- Voy a recuperar tu brillo y a cambio me darás la piedra demoniaca. ¿Crees que este será un buen precio?
Ardrakar no dudó un segundo.
- Acepto.
- Bien, dijo Maen aplaudiendo. Pero por desgracia debo advertirte, ¡Esto será extremadamente doloroso!
- He pasado por lo peor.
Maestro Maen procedió al día siguiente, dándole tiempo a Ardrakar para recuperar algo de fuerza antes de la intervención. Kounok no pudo asistir a la escena, en enlace de piedra guarda celosamente sus secretos. Pero los peores gritos de la mujer en su vida no lo tranquilizaron en absoluto. La operación duró más de una hora, cuando los gritos se detuvieron. Maestro Maen reapareció, el hombre tenía los ojos cansados y una multitud de pequeñas piedras de diferentes colores se arremolinaban a su alrededor. Cuando llegó a la altura de Kounok, las piedras se asentaron. Al observar mientras las guardaba llegó entendió la conclusión de la operación.
- Ya está hecho. Fue realmente una hazaña con esta piedra, la misma se aseguraba de matar al portador. Pero el arte del enlazador de piedras fue más eficaz que lo que pensaba Néhant. Resumiendo, pude enlazarle la piedra-corazón de Ardrakar. Ella se recuperará rápidamente por tener una constitución asombrosa. Dicho esto tienes que partir con ella mañana para Noz'Dingard. Aislados aquí no podrán estabilizarle mágicamente, El Compendium los ayudara. Sin embargo, dudo que ella recobre el conocimiento en este momento.
- No importa, voy a llevar en la espalda si es necesario.
- Vas a tener que hacerlo, me temo.
- Gracias, Maestro.
- De nada, como me iba a negar a ayudar al Profeta y a la posibilidad de obtener una de las piedras enlazadas a Néhant?
- Se prudente, sabes que está prohibido practicar la magia de Néhant ni siquiera para estudiar sus poderes.
Sonaba como un reproche a los oídos del enlazador de piedras.
- ¡Si yo no conociera un mínimo acerca de la magia de Néhant, nunca me las hubiera arreglado para quitarle la piedra! Así que vamos a decir que estudiaré la forma de combate Néhant. ¿De acuerdo?
Kounok realmente no pudo oponerse lo suficiente a este argumento, él había venido para salvar a la mujer que más amaba en la tierra.
- Vamos, olvida esta pequeña charla y brindemos por los enlazadores de piedra… ¡Y por Dragón!
Conforme a lo solicitado por Maestro Maen, Kounok retomó el camino de regreso con Ardrakar en su espalda, la tormenta se había intensificado. Pero esto no era nada contra la voluntad de Kounok, llevaría a Ardrakar de vuelta a su hogar. Y efectivamente gracias a la intervención de Anryéna, su madre, la pareja regresó a buen puerto mucho más rápido de lo que pensaba.
Capitulo 4: Detrás de escena
Los pálidos rayos del sol de invierno atravesaban el escudo mágico levantado por Dragón alrededor de Draconia y acariciaban lentamente las altas torres del palacio de Noz'Dingard. La luz ligeramente azul le daba un aspecto aun más increíble al lugar ya lleno de magia. Kounok el Profeta, por fin de vuelta en casa, después de un pequeño momento de descanso, luego de su aventura, había convocado a una gran asamblea. El programa del día era simple y revelaba los problemas actuales: los Néhantistas y la criatura de la Piedra Caída del Cielo. El Maestro-Mago Marzhin y Pilkim, que estuvieron en el frente, contaron los últimos acontecimientos sin omitir el menor detalle: cómo los ejércitos se reunieron, cómo la piedra estalló liberando una criatura con un poder inaudito y finalmente el sacrificio de la Comepiedras de Los Confines. Luego se presentaron personas desconocidas por la asistencia. El Consejero Abyssien había hecho el viaje acompañado por Marlok. Ciramor heredero de Eredan había viajado con la delegación Noz desde la Tumba de los Ancestros.
Anryéna, sentada a la derecha de Kounok, tenía la pesada tarea de aconsejar a su hijo en un período estratégicamente importante. Esta derrota no ayudaba a los asuntos de Draconia porque ahora debían luchar en dos frentes, al igual que un nudo que se apretaba poco a poco. Marlok pidió la palabra en nombre del Consejo de los Gremios luego levantándose tomó algunos pergaminos puestos sobre la mesa delante de él.
- Los informes de los exploradores confirman que los Néhantistas están en plena actividad. Tratan de librar a Néhant. Actualmente los demonios están recorriendo los caminos de Draconia en busca de un objeto.
La Pitonisa tuvo entonces la visión de un objeto: una corona de poder.
- El Onyrim… dijo sin aliento.
La noticia dio la impresión de ser una puñalada en el corazón de cada uno de los presentes.
- El Consejero-Decano Veraz nos encomendó, al Consejero Abyssien y a mí, coordinar los esfuerzos que conciernen a la lucha contra los Néhantistas, lo que deberá ser llevado a cabo inmediatamente.
Kounok elaboraba un plan, estaba claro que combatir en dos frentes sería sólo una pérdida del tiempo, de energía y de hombres. Marlok convidó a Abyssien a hablar.
- Señores, señoras, tengo el honor de estar presente a esta asamblea. Vine hasta aquí para hacerles un obsequio. Ustedes probablemente saben que los Combatientes de Zil destruyeron la mansión de Zejabel, Dimizar murió al igual que otra criatura de Néhant. También obtuvimos un tesoro increíble.
Abyssien les hizo una señal a dos guardias de librea púrpura para que avanzaran. Ellos llevaban una extraña caja de metal que era casi de la altura de un hombre. La superficie estaba grabada con símbolos verdes muy extraños. Luego, con un gesto Abyssien quitó el cierre gracias a su magia. Este arcón encerraba una brillante espada, atada firmemente a las paredes. La espada ancha de dos manos desbordaba magia Néhantica. Anryéna, al igual que otros, no tuvo problemas en reconocerla.
- ¡Cáliz! Gritó Anryéna levantándose de su asiento para ir a admirar mejor este botín de guerra.
Kounok junto a Quimera, que acababa de aparecer, fue a dar una vuelta alrededor de la lámina de Néhant.
- Abyssien, en nombre de los Enviados de Noz'Dingard agradecemos a los Combatientes de Zil por este asombroso regalo. Sepan que de ahora su Gremio será considerado como nuestro aliado y que les ayudaremos en caso de ser necesario.
El consejero Zil se mostró muy satisfecho por esta declaración, no esperaba menos.
- Cerremos esta caja por favor, pidió el Maestro-Mago Marzhin, perturba la magia de Dragón.
Marlok ordenó el cierre del arcón, luego todo el mundo volvió a su sitio para continuar las discusiones.
- Está todo muy bien, pero ¿En verdad creen que Cáliz va a ayudarnos? A menos que esto sea un nuevo engaño de los Zil para hacernos caer en una trampa, escupió Aerouant que no soportaba la presencia de Abyssien y de Marlok.
Esta intervención dejó helada a la asistencia, Abyssien parecía sorprendido mientras que Anryéna sentía subir la ira dentro de ella. Naya la madre de Aerouant iba a infligirle un correctivo delante de todo el mundo. Pero fue Ciramor quien puso fin a la situación.
- ¿Me permite? Preguntó con timidez. Creo tener un plan, pero, sin querer ofender a nadie, me gustaría discutir esto con el Profeta y los Magos de Draconia aquí presentes.
- En cualquier caso es imperativo que se levante un ejército, indicó Zahal. Hace falta también que discuta con los Caballeros Dragón y Ardrakar. Así que si usted me autoriza...
Kounok asintió con la cabeza. Zahal fue seguido por las Guerreras-Mágicas y los Consejeros Abyssien y Marlok.
En el pasillo, Marlok esperó a que Aerouant saliera. Lo cogió por el cuello y lo puso contra la pared delante de la mirada aprobatoria de Naya.
- Escúchame Aerouant. Desde la muerte de tu padre te abruma un odio infinito hacia los Combatientes de Zil, eres incapaz de recuperarte. Luego con un rápido movimiento Marlok lo abofeteó con su mano izquierda.
- Despierta descendiendo de Dragón, te deshonras y deshonras a tu familia actuando como acabas de hacerlo.
Los músculos de la mejilla de Aerouant temblaron luego de la sorpresiva bofetada y se dio cuenta de que, efectivamente, estaba yendo demasiado lejos. Marlok lo soltó y se fue, dejándolo frente a su madre.
- Quería a tu padre, lo lloré durante mucho tiempo. Haz tu duelo hijo mío.
Dentro de la gran sala de reuniones, la discusión con Ciramor continuaba.
- Le escuchamos Ciramor, dijo Kounok más cómodo con menos gente alrededor.
- Hace tiempo Eredan encerró a Néhant en un cristal muy particular, retenido por cuatro cadenas, todas ellas encantadas de diferentes modos. Eredan procuró que si Néhant llegaba a rodearse nuevamente de esbirros no fuera capaz de liberarse. Según los informes del Consejo que tengo aquí en frente, dos de las cadenas ya fueron destruidas. Si Néhant desea a Onyrim ahora no es por casualidad. El caso es que no puede librarse de las dos últimas cadenas sin la corona. Pero Eredan había previsto esta eventualidad, la corona fue dividida en varios pedazos.
- Y destruimos un pedazo hace casi veinte años durante el gran torneo de Yses, añadió Anryéna ¿Esto quiere decir que Néhant no podrá destruir una de las cadenas?
- Es más complicado que eso. Digamos que se necesitará más tiempo, mucho más. Pero antes de continuar creo que es importante tomar en consideración otros informes, dijo Ciramor mostrando varios pergaminos proporcionados por el Consejo. Veo que Dimizar hizo una demostración bastante sorprendente de los poderes de Néhant. El logró corromper un pedazo de cristal de la Piedra Caída del Cielo. Cito a Dimizar ante el Consejo de los Gremios: " La magia de Néhant permite cortar el vínculo del Solarian con lo que les da poder y así tener éxito donde todo el resto ha fracasado...”
- ¡Ya veo adonde apunta su objetivo Ciramor! Y está fuera de discusión, cortó secamente Anryéna.
- ¿Quiere empujar a Néhant a combatir contra este Solarian? Preguntó Marzhin. Pero ¿Cómo, si él no puede salir de su prisión en este momento?
- Vamos a romper una de las cadenas y a partir de ahí será capaz de poseer un cuerpo. Dijo Ciramor poniendo su mano sobre su corazón.
- ¡Usted está verdaderamente loco! Combatir el mal con el mal no está bien, supongamos que Néhant lleva al fin del Solarian, ¿Qué haremos luego? ¿Podrá crear nuevas cadenas y devolver esta ignominia a su prisión? Criticó Kounok.
- Vamos a doblar su voluntad. Dijo Ciramor con aplomo.
- ¡Usted sueña! Otros tuvieron la audacia de pensar poder resistírsele, en el mejor de los casos ellos murieron y en el peor de los casos se convirtieron en esclavos privados de voluntad.
- Yo… yo creo que podemos… se atrevió a interrumpir Pilkim ante el asombro de su padre. Creo que comprendo lo que quiere hacer Ciramor y sé que puede ser factible.
- ¿Ah sí? ¿Y cómo, rezando? Se burló Anryéna.
- ¿Usted quiere que Néhant lo escoja como huésped, no es así Ciramor?
- Sí, el plan es en definitiva simple, pero demanda muchísima preparación. En fin: encontrar a los demonios que buscan a Onyrim y convencerlos de llevarme hasta Néhant. Luego, una vez en el lugar hacer un pacto mágico con Néhant, lo liberamos si me toma como huésped. Una vez hecho esto y seamos uno sólo, zanjamos el problema "Solarian".
Anryéna pasó sus manos sobre su cara, reflexionando sobre la perspectiva poco agradable de trabajar con los Néhantistas.
- ¿Y cómo romperíamos la tercera cadena?
- ¡Cáliz!
- Cáliz.
Respondieron Ciramor y Pilkim al unísono.
- Pero ella jamás le obedecerá.
- Está hecha de magia y la magia es nuestro dominio, dijo Pilkim. Tengo una idea en mente, comencemos con Cáliz, si esto funciona seré capaz de darle a Ciramor bastantes protecciones y sortilegios para someter a Néhant.
- ¡Te encuentro muy presuntuoso pequeño mago, pero si logras someter a Cáliz, cosa que dudo, estoy dispuesto a nombrarte Maestro-Mago! Ironizó Kounok.
Eso fue suficiente para motivar a Pilkim.
- ¿Está seguro de su plan Ciramor? Si usted fracasara, significaría que sus conocimientos acerca de Eredan y Cáliz le pertenecerían, sin hablar del hecho de que a partir de ese momento él será capaz de liberarse.
- Como dijo Pilkim, veamos los resultados con Cáliz, si son concluyentes, validarán nuestro plan.
- Muy bien, adelante. Mientras tanto vamos a pedirles a los Señores-Dragón que reúnan a sus tropas.
A la mañana siguiente en la morada familiar de Marzhin y Pilkim. Este último había pasado la noche preparándose con su padre. El Maestro-Mago quedó impresionado ante tanto ingenio, su hijo tenía un don increíble, la magia le era instintiva y él sólo escuchaba al joven. Por otra parte, desde el inicio del conflicto, Marzhin encontraba que su hijo había crecido. Pilkim acaba por dormirse en medio de sus libros abiertos y anotaciones, pero había acabado por crear nuevos hechizos muy poderosos.
Había llegado el momento de testear estos nuevos hallazgos. Ciramor, Marzhin y Pilkim fueron a una pieza circular dentro de su casa. Allí, no correrían el riesgo de romper los muebles, pues ese lugar estaba destinado para las pruebas de los magos. Marzhin se quedó aparte como un simple observador, listo para actuar en caso de que algo fuera mal.
- ¿Cómo procedemos? Preguntó Ciramor.
- Le explicaré el proceso. Estudié la relación de la magia de las sombras. Atención, esta se parece mucho al Néhantismo pero no es lo mismo. Si el Néhantismo cede a su voluntad, la solución que pienso emplear, modifica profundamente la naturaleza misma de la magia. Para esto he tenido que ir a los orígenes de la magia, es decir: Guem. En ese momento Pilkim sacó de una bolsa de terciopelo la Piedra-Corazón de la Comepiedras de Los Confines luego la puso delante de él.
- La magia más pura, la que domina a las demás, es la misma fuente de casi todas las formas de vida sobre la tierra.
La Piedra-Corazón comenzó lentamente a levitar cerca de la cabeza de Pilkim. Luego, de un bolsillo lanzó otros cristales que se quedaron en el aire.
- Todo se trata de lograr sacar de estos cristales la magia más pura sin perder el control. Estos cristales azules son fragmentos de la gema de Dragón. Que es un Guemeliano de Guem, al igual como lo fue el mismísimo Eredan o la Comepiedras. Si mi parte del ritual es peligrosa, la vuestra no será menos arriesgada. Va a tener que sostener a Cáliz el tiempo en que corto su vínculo con Néhant y que la modifique ligeramente para vinculársela a usted. Si esto funciona, como segundo paso, le enseñaré a usted a hacer pactos mágicos y luego a modificar la magia de Néhant. ¡Con eso, vamos a empezar!
La caja de metal que encerraba a Cáliz fue puesta en un rincón junto a Marzhin. Ciramor la desató y la agarró firmemente.
"¡Por fin un nuevo portador, digno de este nombre!" Se felicitó la espada, hablando mentalmente al joven guardián. Sintió la voluntad de la espada que lo atacaba con violencia, pero debía resistir a esta magia a toda costa. Un tira y afloja entre Cáliz y Ciramor había comenzado, Pilkim desplegó el sortilegio concebido durante la noche. Los ojos de su padre estaban llenos de orgullo y de temor.
Los cristales de la piedra de Dragón se iluminaron y armonizaron las unas con las otras. Finos filamentos de magia draconica las conectaban entre sí. Luego la Piedra-Corazón de la Comepiedras, formó otros filamentos, golpeando a cada una de las piedras de Dragón. Pilkim concentrado en su objetivo, sentía la magia de Guem fluir en los cristales.
Ciramor sostenía la espada como si fuera una extensión de él, no podía soltarla, al mismo tiempo la lámina le quemaba las manos igual que un pedazo de brasas. "¡No te dejaré el control!" Gritaba interiormente el joven hombre. Pero inexorablemente Cáliz le ganaba terreno a Ciramor. Cómo no podía ser de otro modo, su existencia estaba basada en un aspecto corruptor.
- ¡Rápido! ¡Rápido! Gritó Ciramor, ¡Me devora!
Pilkim absorbió toda la magia de los cristales, el tiempo parecía ir más despacio alrededor de él. Su mano se encendió de volutas azules y luego cogió la espada de Néhant. Percibió entonces hasta la más mínima porción de magia y de metal que la componía. Como si la espada se hubiese roto, así pudo mirar en su interior de modo muy preciso. La sintió rabiar a su contacto, pero la voluntad maléfica no lo tocó, su propia voluntad era inasequible. Por fin alcanzó el corazón del objeto, allí encontró el lazo entre Cáliz y Ciramor, el joven guardián estaba en dificultades. Pilkim invirtió el proceso a fin de que sea la persona que tenga la espada la que tome el control.
Repentinamente Pilkim soltó a Cáliz y en poco tiempo Ciramor fue capaz de controlarla.
- ¡Increíble! Dijo Marzhin con el ceño fruncido.
A continuación, el ritual terminó. Las piedras de Dragón cayeron al suelo y Pilkim apenas tuvo tiempo de recuperar la Piedra-Corazón de la Comepiedras que seguía el mismo trayecto.
- A veces me pregunto si no estás al mismo nivel que Eredan, hijo.
- Yo no soy Eredan, sólo soy el Maestro-Mago Pilkim.
Árbol-Mundo
Capítulo 1: peligro en casa
Eikytan y el Sachem no habían participado en la batalla que se vivía desde la llegada de Sol'ra. Mientras que el brujo Elfin reunía las tropas tardías, Daïs se le aventuraba allí dónde pocos Eltarianos se atrevían a aventurarse. Allí, la vegetación era más sombría y más tortuosa. A Elfines y Hom'chaïs no le gustaba este lugar demasiado triste e inhóspito para ellos. Sin embargo detrás de esta fealdad aparente se escondía lo maravilloso y el asombro. Eikytan vivió aquí en otro tiempo. Conocía el valor de los seres que vivían allí en el curso de las temporadas. Éstos se negaban por el momento a mostrarse, mucho tiempo ignorados por el resto de los habitantes del bosque. El Daïs paró su marcha en medio de un claro poco acogedor.
- Soy Eikytan, guardián del invierno, fruto del Árbol-mundo. Vengo aquí para pedir su ayuda.
Un cuchicheo se oyó.
-¿Por qué? ¿Por qué?
-¿Por qué ayudarnos? Me desperté cuando no lo debía, la tierra se muere y ya el bosque retrocede. Si no hacemos nada nuestros pueblos desaparecerán.
-¡No vienen! ¡Jamás nos honran!
-¿Debemos echarles la culpa? Ustedes desaparecieron y se hicieron leyendas. Si ustedes no hacen nada el bosque desaparecerá y esto implica que ustedes también.
Pequeños crujidos se oyeron seguidos de rumores de hojas y de ruidos de paso. Uno por uno los espíritus del invierno se revelaron. Su forma era la de humanos, pero su piel y su aspecto los hacían parecerse a viejos árboles raquíticos.
Sus pasos eran bruscos, sus caras impresionantes de fealdad recordaban las leyendas viejas de las criaturas crueles del invierno.
-Gracias por aceptar ayudarnos.
-No tenemos elección, eres el guardián del invierno. ¿Qué quieres que se haga para ti?
-Varias cosas. Unirse fuerzas Eltarianos y decirme que es lo que ha ocurrido con Quercus.
Uno de ellos se adelantó hacia Eikytan.
-Puedo llevarte a él, sé donde está su piel.
- En cuanto a nosotros, nos reuniremos en el pueblo más cercano...
Mientras que los espíritus del invierno dejaban por primera vez desde bien mucho tiempo el territorio que era suyo, Eikytan siguió a su guía a través del bosque. Algunas horas pasaron y el camino que siguieron los llevó lejos hacia el norte. Normalmente los Eltarianos no subían tan lejos, no había más pueblos en esta región y sólo los Eltarianos perdido o más solitario se aventuraban aquí. En lo sucesivo el bosque bordeaba la cadena montañosa nombrada montes Pico del cielo, la vegetación constaba de robles gigantescos así como de castaños. Eikytan olía que estos árboles eran mucho más viejos que el resto del bosque.
-No puedo ir más lejos. Encontrarás a Quercus continuando tu camino.
-Recibe toda mi gratitud, espíritu del invierno, reúnete rápidamente con los tuyos, nosotros nos encontraremos más tarde.
El guardián del invierno, maravillado por el esplendor del lugar se sentía bien. Aquí la piedra Caída del cielo no tenía ninguna influencia, aquí los colores eran numerosos, tornasolados. Los robles recubiertos con liquen contrastaban con las hojas de castaño que caían con dulzura sobre el suelo húmedo. Un perfume dulce de bosque flotaba, era muy agradable. Anduvo lentamente, buscando un edificio construido en honor a Quercus. Todo lo que consiguió encontrar fue una flecha que vino para plantarse entre sus pies.
-¡Parad ahora! Gritó una voz femenina. ¡No te acerques más!
El Daïs reparó en una forma en un gran roble, una Elfina blandía un arco que reflejaba luces blancas.
-¿Qué quieres Daïs? Pregunto otra voz, masculina esta vez.
Un Hom'chaï pequeño pero de espalda ancha hizo su aparición al rodeo de un árbol y bloqueó el paso a una distancia respetable de este desconocido.
-Mi nombre es Eikytan, soy el guardián del invierno. Me dijeron que Quercus se encontraba aquí, vengo para honrar su memoria.
La elfina saltó de su percha y cayo con gracia manteniendo su arco listo para atacar.
-No soy un enemigo, soy un Daïs.
El Hom'chaï y la Elfina se miraron uno al otro, luego empujada por la curiosidad la arquera dio la vuelta a Eikytan tocándolo con las puntas de los dedos.
-Ningún Daïs viene aquí desde hace varias generaciones, dijo el Hom'chaï con tono acusador.
-Es una desgracia, Kei’zan no debería ignorar esta parte del bosque, es también parte del territorio de Eltaria. ¿Puede responder a mi pregunta? ¿Dónde está Quercus?
Ambos guardias se consultaron aparte.
-¿Lo dejamos pasar o lo enviamos por donde vino? Preguntó la Elfina a la ofensiva.
-No, por una vez un Daïs nos visita, hay que desinteresarse y dejarlo ir a donde quiera.
-Bien pero lo tendré vigilado, luego si hace el menor gesto le hincho una flecha entre ambos ojos.
Luego volviendo hacia el Daïs, que de todo modo había oído todo
-¿Cuáles son sus nombres? Preguntó Eikytan.
-Moarg, y ella es Castaña.
-Castaña... Creo que yo comprendo por qué se llama así dijo con ironía.
La Elfina dejó pasar la broma sobre la relación entre su carácter y su nombre, solo para comenzar su viaje. Moarg, Castaña y Eikytan anduvieron a lo largo de varios senderos que serpenteaban entre los árboles hasta un pueblo construido en el centro de un círculo inmenso de peñasco. En medio de este círculo se encontraba un roble todavía más grande que cualquier otro. Eikytan se sorprendió por la semejanza entre éste y el Árbol-mundo. Comprendió seguidamente que su origen no provenía de una bellota. Los aldeanos presentes miraron a Eikytan con una curiosidad mezclada de temor, aunque sintieron una atracción. Castaña y Moarg se felicitaron y se jactaron a de otros de su "hallazgo". Pero este último los dejó hablar porque estaba allí con un fin preciso. También se adelantó hasta el árbol sin tener cuidado con los Hom'chaïs y Elfines que lo miraban cuchicheando.
Después de haber dado la vuelta a este, se sentó al pie del tronco del árbol, cerró los ojos y dejó andar a su espíritu. La magia era omnipresente aquí, ya sea dentro o alrededor de este árbol extraño, una magia familiar que se parecía a la suya. "Quercus, se que está aquí" pensó.
Para respuesta a su hipótesis las raíces del árbol que salían de la tierra se empezaron a moverse lentamente.
"Soy yo, hermano Daïs " le dijo una voz cavernosa.
Las raíces rodearon a Eikytan con delicadeza, luego lo tiraron a la tierra. El Daïs se dejó caer, no sintiendo ninguna agresión. La tierra se abrió y lo dejó pasar como si un paso se hubiera hecho y lo llevó bajo el árbol. Las raíces lo dejaron en una cavidad donde brillaban varios pedazos de Ámbar. Eikytan sentía más que nunca la presencia de Quercus, pero había allí sólo unas raíces caídas y traversantes.
-¡Quercus!
Las raíces que derribaban tales bejucos se entrelazaron para hacer un cuerpo que se parecía al del Daïs. La cosa se sentó en el suelo frente a Eikytan.
-Guardián del invierno... La dicción no era perfecta, la voz era vacilante y cavernosa.
- Quercus... ya no es... no soy más.
-Cómo es posible esto, sin embargo estás allí frente a mí, me hablas. Kei’zan me dijo que habías muerto.
-soy... más allá... de la muerte... Kei'zan cree en mí... Muerto... ¡No! ¡No muerto! ¡Cambiado!
-¿Cómo hiciste para hacerte Árbol? ¡No he visto a ningún Daïs entrar en este estado! ¿Esto quiere decir que nosotros también podemos convertirnos en árbol?
-No... Recibí este don porque nací... de la primera fruta...
Eikytan se decepciono por esta revelación, pero aliviado al saber que al final Quercus realmente no había muerto.
-¿Te convertiste en un Árbol-mundo?
-No... No tengo el poder... de madre... no puedo dar vida
-¡Revelaré esta buena noticia a los otro Eltarianos!
-No... Este lugar no debe ser conocido.
En aquel momento la tierra tembló, haciendo derrumbar a la pequeña cueva sobre el Daïs. Eikytan supo que esa era la energía que le había despertado, la que roía la tierra.
-Es el principio... Eikytan agarra esto lleva la gran casería...
Otras raíces crecieron de una de las paredes como dedos largos, sujetando un objeto de bosque. El guardián del invierno sujetó el objeto que era la máscara que llevaba Quercus en la época en la que pisaba las tierras de Guem.
Kei'zan se despertó a su regreso, después del sacrificio de la Comepiedras, supo que en lo sucesivo todo iba a ser diferente.
A lo lejos la columna de humo, inmensa y blanca, añadida a la llamada de desamparo de los suyos dejaba presagiar de lo peor. Y estaba lejos de la verdad... Todo su ser vibraba, llevado por una pena que no comprendía. Rápidamente otros miembros de Corazón de savia se reagruparon alrededor de su jefe, al ordenar este último una postura en marcha rápido hacia su hogar. La preocupación ocupó la mente con cada paso hacia el bosque, el humo salía en abundancia. Las llamas gigantescas bailaban en un ritmo caótico, asolando los árboles unos tras otros. El Sachem había sentido la energía de Sol'ra difundirse como una enfermedad, perdió la cabeza cuando el olor característico del bosque camino a arder llegó hasta su pueblo. Elfinas y Hom'chaïs de su tribu abandonaron inmediatamente sus actividades, inquietos de este olor fuerte, esperaron las órdenes de su jefe. Este último vaciló hasta que una horda de animales que huía pasó tal maremoto.
-¡Hay que ir a ver! ¡Qué los guerreros vengan conmigo, los demás reúnan todo lo que puedan por si acaso!
A medida que avanzaban hacia el bosque el olor se volvía cada vez más fuerte, luego el humo al principio ligero hizo su aparición entre los árboles. La tropa corría hacia la orilla del bosque dónde las llamas devoraban hierbas y árboles. El calor era insoportable. La propagación del incendio era impresionante, las llamas daban el aire de estar realmente vivas, saltando de una rama a la otra. La energía soltada por el incendio no tenía nada normal. Allí no lejos otro pueblo era amenazado, también envió a sus guerreros ayudar todo lo posible mientras que el intentaba parar las llamas gracias a su magia. Se echó entonces a bailar gritando invocaciones al cielo. Bailo durante una unos minutos antes de que las primeras gotas cayeran sobre la región.
Kei'zan y los supervivientes de los Corazón de savia llegaron al momento en el que la lluvia era fuerte. Pero el llamado del agua no pareció tener el menor efecto sobre las llamas…
Capítulo 2 - Ayuda Inesperada
La tempestad se desataba con violencia. Ella sin dudas mataría a cualquier criatura que hubiese cometido el error de aventurarse en medio de su entorno hostil. Sin embargo los Elfos de Hielo ya estaban acostumbrados a este tipo de fenómenos, y más allá de demandarles un poco de atención, ellos no le temían al frío en lo absoluto. La Profetisa Yilith había viajado alrededor de todo el mundo en la búsqueda de una solución para su pueblo inmerso en la agonía. Por desgracia no tuvo éxito. Para peor la situación se había degradado y lo que iba a descubrir acabaría de terminar un viaje sobre una nota del fin del mundo, su mundo. Jamás había visto una tempestad tan fuerte, vio allí la cólera de los dioses, pero éstos se habían callado, ninguna voz venía a decir las verdades divinas. ¿Esto era el Crepúsculo tan temido? En solamente un año la Falla se había convertido en lago de agua helada de un azul muy claro, casi turquesa. A Yilith le resulto difícil abrirse un camino hasta la cueva donde esperaba encontrar a Nibelle. Las marcas de uñas en el hielo no presagiaba nada bueno. El agua había invadido los pasillos allí dónde en otro tiempo pasaban a los profetas más grandes. Su corazón se estrechó mucho cuando descubrió el cuerpo de la que consideraba como una madre. Nibelle yacía allí muerta, en parte cubierta por los hielos. Lágrimas heladas fluyeron sobre sus mejillas azules a medida que liberó a la vieja elfa de sus trabas.
-¿Por qué? ¿Por qué? Dejó escapar mientras que sus lágrimas se diluían en el agua. ¿Por qué dioses la dejaron morir?
El dolor de la pérdida de un ser tan querido hizo vacilar la fe de Yilith como el agua sobre el fuego. Una vez pasados los primeros instantes de dolor tristeza examinó los alrededores para comprender lo que había ocurrido ahí. La puerta que cuidaba Nibelle estaba abierta y las marcas de quemaduras que cubrían el cuerpo de la elfa nombraban claramente al asesino, un demonio.
-Permanezcan en silencio, dioses. Posiblemente fallamos ya que el prisionero se liberó de sus guardianes, dijo llevando a Nibelle en sus brazos. ¿Cómo quieren que su pueblo todavía crea en ustedes?
Sin esperar una respuesta dejó este lugar que consideraba en lo sucesivo como maldito. El pueblo más próximo a la Falla se encontraba sobre la costa a un mediodía de marcha del glaciar. Decidió ir hasta ahí para poder practicar los ritos funerarios adecuados.
Una desgracia llamando a otra Yilith no había acabado con las sorpresas. En lugar del pueblo famoso y costero había en lo sucesivo una multitud de iceberg a la deriva a merced de los vacíos. Los habitantes habían salvado la mayor cantidad de pertenencias y ahora vivían en refugios improvisados. La profetisa se encontró rápidamente cercada por mujeres en llantos, rogándole que interviniera con los dioses para que la fundición del glaciar cesara inmediatamente. Yilith puso a Nibelle en el centro del pueblo y sacó fuerzas de su flaqueza, para anunciarles las nuevas y tristes noticias.
-Recorrí el mundo y vi allí el miedo, la violencia y la desestimación de otros. Yo vine aquí y he visto la muerte y el fin de nuestro pueblo. Los dioses no me hablan más, miraron hacia otro lado de este continente. Nibelle no está más y el que reteníamos recorre de nuevo el mundo, libre.
Un elfo se adelantó hasta ella, por su postura se trataba ciertamente de un jefe de tribu.
-Lo que nos anuncias es terrible, profetisa. Esto confirma aquello en lo que pensaba. Soy Ursyd, convoqué en tu ausencia a los jefes de tribu y las decisiones han sido tomadas.
Yilith escuchaba sólo a la mitad, ocupada en recuperar por aquí y allá los objetos necesarios para el rito que quería practicar.
-Discutiremos sobre esto después si quieres Ursyd, debemos despedir a Nibelle, dijo con lágrimas en los ojos.
Comprensivo el jefe ordenó que se ayudara a Yilith y que respetaran las tradiciones. Una hora más tarde todo estaba listo.
Nibelle estuvo instalado sobre una hoguera construida a partir de madera blanca de las antiguas casas del pueblo. Todos los habitantes, es decir unos cuarenta individuos formaban varios círculos alrededor de Nibelle y Yilith. Esta última entonó un canto sagrado repetido por todos, con el fin de que los dioses pudieran acoger a su criada cerca de ellos para toda la eternidad. El canto lleno los corazones ya pesados de tristeza y de pena por la pérdida de uno de los suyos. Luego cuando esto acabo el fuego fue puesto en la hoguera con el fin de liberar el alma de la difunta. Yilith se quedó plantada allí hasta que las cenizas se apagaron. Al terminar, se dirigió a Ursyd.
-Te escucho.
-La inmensa mayoría de los pueblos desapareció, incluidas la nuestra, llevadas por el deshielo. Los jefes de las tribus decidieron llevar a los suyos hacia el norte, más allá del bosque blanco de Norr, allí donde los hielos jamás se funden.
-Es una buena decisión, pero es peligrosa. Todos los que intentaron pasar por el otro lado jamás volvieron.
-¡Sí es una buena decisión, pero mi opinión es otra! Rabió.
Yilith volvió la cabeza hacia el líder que estaba acompañado por varios elfos, un guerrero con un hacha de hielo y una mujer joven con los ojos llenos de ira.
-Explícate.
-Mi tribu va a reunirse en Asmardine, lo conducirá hacia Norr sin nosotros.
-¿Y tú?
-Me voy con ellos, dijo mostrando a sus compañeros. Vamos a viajar hacia el sur y a encontrar a los responsables de este desastre. Porque seguimos los preceptos de Agmungdar: si eres golpeado, golpéalos, con todas tus fuerzas.
- Pero no sabes contra que te enfrentas.
-Estaremos bien. Nuestro destino es irnos del glaciar, vivir en otro lugar.
Ella que había perdido la esperanza se encontraba frente a estos valerosos elfos preparados para dejar a los suyos para enfrentarse con un enemigo del que no sabía n nada. ¿Era un período de prueba impuesto por los dioses?
-¿Y tú profetisa a que vas a hacer?
La pregunta era buena ¿Que iba a hacer ahora? La respuesta era sin embargo simple.
-Voy acompañarlos... Voy a por el asesino de Nibelle y encerrare de nuevo aquel al que debíamos vigilar.
Así se fueron estos exiliados. Ayir, Kokrëm, Ursyd y Yilith dejaron el glaciar de Amatista para no volver jamás. Lo que les sucedió a partir de entonces permanecerá para siempre en la historia de la tierra Guem.
Dama Yilith había decidido llevarlos al lugar donde cruzó varios pueblos diferentes, allí donde esta piedra había caído del cielo. Después de varios días de viaje a través de varias tierras, el grupo llego a lo largo de los montes Pico del cielo bordeándolo, a lo largo de la frontera del Imperio de Xzia centenas de kilómetros. En lo mejor de su viaje Yilith detuvo al grupo justo antes de que la tierra temblara, seguida por una onda amarilla que estuvo a punto de derribarlos.
-¿¡Qué era eso!? Preguntó Ursyd inquieto.
-No había sentido esto desde la visita de los dioses hermano Athorg y Berylnir. Y esta presencia es más poderosa, respondió Yilith.
-¿Un dios? ¿Varios dioses? ¿Esto quiere decir que finalmente no desaparecieron? Preguntó a Ayir.
-Creo que estos no son nuestros dioses. Durante mi viaje vi otras religiones, otros cultos. ¡Vayamos a ver!
El grupo avanzo más rápido hasta que alcanzaron la cima de las montañas. Su altura dominaba toda la región. Frente a ellos y sobre su derecha se extendía el bosque Eltariano hasta perderse de vista, majestuoso e imponente. ¡Sin embargo estallaba en llamas! Los Elfos de Hielo podían sólo comprobar este incendio de envergadura que asolaba este bosque, liberando un humo negro que oscurecía el cielo. Sobre su izquierda la tumba de los antepasados no era más que un cráter vasto en parte rellenado por una bruma amarillenta. Yilith estuvo convencido que una divinidad se encontraba allí, sentía el poder, pero también la voluntad, una envidia terrible de destrucción.
-¿Qué hacemos? Pregunto Ursyd.
-Vayamos a ver el bosque en llamas.
Al día siguiente habían llegado al lugar y cayeron en lo mejor de una batalla entre el pueblo del bosque y la gente venidas del desierto. Verdaderamente no comprendían la situación pero Yilith tomó la decisión de ayudar a un Hom'chaï herido que estaba apoyado contra un árbol. Se adelantó despacio hacia él mientras que Kokrëm, Ursyd y Ayir la protegían formando un semicírculo alrededor de la sacerdotisa. El Hom'chaï vaciló, estas personas se parecían a los Elfines, pero con la piel azul. De todos modos era incapaz de ir más lejos. La elfa empezó entonces la discusión.
-Soy Yilith, mis amigos y yo venimos de muy lejos en el norte. No le quiero causar ningún mal, estoy aquí para ayudarlo.
Al cabo de fuerza, las rodillas del Hom'chaï no pudieron sostenerlo más tiempo, por lo tanto se sentó, dejando que la extraña mujer actuara.
-¿Puede decirme su nombre? ¿Y lo que sucede aquí?
-Soy Marca-roja, guerrero del Corazón de Savia... Lo que sucede aquí es una historia larga, pero para darle una idea estamos siendo invadidos por los hombres del desierto. Hicieron venir a su dios sobre nuestra gente, asolándonos por todos lados. Intentamos resistir y parar este fuego, pero es imposible llegar allá...
Mientras que Marca-roja contaba su historia, Yilith acudió a Berylnir, dios benefactor. Ella se sorprendió al ver que se le concedía el don de curación. Las heridas del Hom'chaï se cerraron.
-¡Increíble! Dijo el guerrero tanteando allí dónde fue herido ¡Ya no tengo nada! ¡Gracias extranjero, no sé qué sea usted exactamente, pero gracias! dijo mientras se levantaba, tomaba su lanza y se dirigía con paso firme hacia la batalla.
Ursyd apretaba luego aflojaba sus puños con frenesí, Kokrëm, él, se calentaba haciendo molinillos de su brazo derecho.
-Estoy de acuerdo, dijo Yilith que comprendía que sus compañeros querían combatir.
Ayuden a esta gente que lucha contra el invasor. Salvo tú Ayir, te necesito.
La Joven elfa de hielo pareció decepcionada cuando ambos hombres se echaron a la batalla con rabia.
-Estas llamas no son la obra de la naturaleza... Es aquí la obra de un dios, seguramente el que se vio a lo lejos.
- ¿Crees que podemos hacer algo? Preguntó a Ayir, perpleja.
- ¡Somos los niños de los dioses, pienso que sí, pero va a hacer falta que reces conmigo con el fin de que seamos oídas!
-¡Vale!
Mientras que Ayir y Yilith se alejaban del combate, Ursyd y Kokrëm se habían unido al Corazón de savia para el deleite de los eltarianos que vieron fieros guerreros frente a los nómadas inspirados por Sol'ra. Los Hom'chaï eran particularmente conocidos por su agresividad en combate, sin embargo éstos fueron impresionados por la rabia de estos Elfos de Hielo. Los nómadas se organizaron con el fin de doblegar a los nuevos recién llegados. La Esfinge bien decidida acabar rápidamente con la "preocupación" Corazón de Savia intentó cargar sobre el grupo donde se encontraban Ursyd y Kokrëm. El jefe de tribu vio al ser llegar ¡y dejó estallar su Rabia! En un santiamén su apariencia cambió, su cabeza se hizo la de un oso de pelaje blanco y sus manos engordaron, convirtiéndose en uñas de hielo. Aullando, cargó, no siendo consciente del peligro, solo pensando En una cosa: destruir a su enemigo. El choque fue terrible. Ursyd se zambulló para evitar la lanza de la Esfinge y lo golpeó al nivel del torso. El nómada no pudo evitar la enorme masa y escapó como pudo. Se veía como dos animales salvajes que luchan por el territorio, Ursyd agarraba y mordía mientras que la Esfinge golpeaba con sus anchos puños. Delante de este espectáculo Kokrëm llamó también a Agmungdar, dios de la guerra, con el fin de que pudiera hacerse un berserker, un sembrador de muerte. A su vez, cambió de apariencia convirtiéndose en un guerrero con cabeza de carnero y se echó a la batalla. Los nómadas se propusieron ayudar a la Esfinge, Ursyd se encontró entonces agobiado bajo los combatientes opuestos. ¡Con valor! Rargnor, Marca-roja y Kokrëm no se quedaron atrás. Poco a poco la coalición de Corazón de Savia y de los Elfos de Hielo rechazó a los Nómadas hasta la orilla del territorio Eltariano...
Más lejos, durante este tiempo, los magos Corazón de Savia intentaban desesperadamente parar las llamas que roían los árboles uno por uno. Una pequeña parte, pero sin embargo demasiado importante, del bosque ya se había consumido bajo las miradas estupefactas de Kei'zan y de sus semejantes. Su magia se revelaba ineficaz contra el poder divino. Cada árbol que ardía era una cuchillada en el corazón de los Dais, ellos atados a la naturaleza más que cualquier otra criatura. Kei'zan había despilfarrado toda su magia, en vano... Otros intentaban encontrar soluciones pero ninguno era eficaz. Yilith y Ayir se les acercaron con prudencia. Kei'zan se levantó y fue a su encuentro, intrigado.
-Perdón por venir a perturbarlos, dijo Yilith a la atención del jefe de Corazón de Savia.
- Usted no nos molesta, tengo la mala impresión de que esto es causa perdida, respondió con derrotismo. Otros magos dejaron su trabajo en seguida oyendo estas palabras.
-¿Podemos probar a nuestra manera?
-Por supuesto, pero debo prevenirle la magia es inútil contra este fenómeno.
-No practicamos la magia. Apártese, colóquese en retaguardia detrás de esos árboles y no mire, le ruego.
Hablaroca y el Sachem emitieron protestas, pero Kei'zan hizo usó de su autoridad. No lograban apagar estas llamas, por lo tanto toda ayuda era bienvenida. En cuanto Yilith hubo juzgado segura la situación para los seres del bosque se aplicó a la tarea. Se colocó en el centro del pequeño claro y plantó su lanza derecha delante de ella, apuntando hacia arriba.
-¿Preparada? Pregunto a Ayir.
- En realidad no, no sé qué hacer.
-Pon tus manos sobre la lanza, cierra los ojos y dirige tus pensamientos hacia Edda la creadora. Encuentra las palabras justas, suplícale lo mejor que puedes.
-¿Es todo?
-Ya es mucho, yo me ocupo del resto...
Ayir obedeció a la profetisa. A pesar del calor se concentró lo mejor que pudo. Edda era la diosa principal del panteón venerado por los Elfos de Hielo. Según sus creencias el soplo de Edda creó al glaciar de Amatista y sus lágrimas se convirtieron en los Varelses, los Elfos de Hielo. Permanecieron así, con los ojos cerrados durante media hora, rogando que Edda detuviera las llamas que roían este bosque. No lejos de allí Kei'zan y los otros sintieron el calor bajar progresivamente, luego vino el frío cada vez más glacial.
- Qué pasa, preguntó Hablaroca que veía los árboles cubrirse de hielo.
-¡Miren! Gritó el Sachem señalando la copa de los árboles. Las llamas desaparecen.
Efectivamente, mientras que los árboles se cubrían de hielo no había ninguna llama. Tomando el riesgo Kei'zan fue a ver. Encontró a ambas elfas de hielo en medio del claro. El paisaje era invernal recubierto con hielo.
-¿Cómo sucedió tal milagro? Interrogó el Dais estupefacto por el prodigio.
Ayir soltó la lanza de Yilith mirando a derecha e izquierda.
-Parece el bosque blanco, dijo con cierta alegría.
-Un poco sí, respondió Yilith. Luego se volvió hacia el Daïs. Lo que es hecho por un dios puede ser deshecho por otro. Podemos apagar este incendio, esto nos tomará tiempo.
- Tómese el tiempo que usted desea, usted está aquí... en casa.
Capítulo 3 - Espíritus del invierno
En aquel momento de la aventura el bosque de Eltaria todavía no había estallado en llamas por la presencia divina de Sol'ra. Eikytan, Daïs encargado de cuidar el invierno se había despertado antes de lo previsto. La situación particular de la gente de Guem lo inquietaba, él uno de los primeros frutos del Árbol-mundo, jamás había estado tan preocupado. El peligro omnipresente lo oprimía como la nieve que comenzaba a caer lentamente. Eikytan dejó a Kei'zan y la gente de la Draconia con el huevo de la Comepiedras, juzgando el tiempo de salir a despertar a los espíritus del invierno. El Sachem vio irse al Daïs, intrigado fue a reunirse con él.
-¿Puedo acompañarle, Antiguo? Preguntó con mucho respeto.
-Si no temes el frío, sí. Me gustaría hablar contigo. Tenemos mucho camino hasta los territorios del norte.
Ambos anduvieron a lo largo del Ondeante el río que cortaba el bosque en un eje norte-meridional. Eikytan se asombró de ver la nieve derretirse tocando el suelo.
-¿De qué quiere hablar, Antiguo?
-Vivo desde hace mucho tiempo y en cada uno de mis despertares puedo asistir a la desaparición lenta de nuestras costumbres. Muchos espíritus y criaturas no parecen recorrer más el bosque. ¿Qué ha pasado?
-Es una pregunta que estoy teniendo problemas para contestar. Mi familia y yo pasamos varias décadas en el otro extremo del mundo haciendo caso omiso de nuestros hermanos y hermanas encerrado en falsas creencias. No tengo punto de comparación, sin embargo, puedo decirle lo que veo.
Los Elfines hombres se mostraba a menudo muy sensibles a su entorno, esto los hacía buenos chamanes y jefes respetados.
- Dime tu impresión, Akem.
- Akem, repitió el Elfin. Este nombre es la ilustración de la idea que quiero hacerle ver. Cuando el bosque peligra las fuerzas convergen con el fin de hacerle frente. No pienso que esto sea por casualidad que mi tribu este de vuelta, que la Comepiedra llame la atención, que Akem y yo hayamos hecho un pacto. Usted despertó y es su turno de actuar llamando a los espíritus del invierno. Creo que usted está herido por la desaparición del Árbol-mundo y tiene la impresión de que nada más importa ya. Por mi parte pienso que su alrededor cambio, pero no con usted.
Eikytan camino una hora larga sin decir una palabra mientras meditaba las palabras del Sachem. Este último intentó repetidas veces renovar el diálogo con el Daïs, pero nada funcionó hasta que llegaron a una zona fría de la selva. La nieve caía más intensamente, los árboles habían perdido sus hojas. Allí, Eikytan estuvo dando vueltas, visiblemente desorientado.
-¿Algo va mal, Antiguo? Ya pasamos por aquí repetidas veces.
-La presencia de los espíritus del invierno es muy difusa, es extraño. Tienes razón Akem, no me gusta la evolución del pueblo de Eltaria, no me gusta el cambio. No sentir los espíritus del invierno no es normal, lo que me hace pensar que hubo un… cambio, dijo Eikytan cuyo tono había subido.
- De acuerdo, no conozco esta parte del bosque, le soy sincero.
El Sachem observó bien al Daïs. Había considerado estas criaturas malvadas toda su vida. Durante este tiempo había cambiado su idea sobre su forma de pensar y sobre su naturaleza. Pero el fenómeno que presencio con el guardián del invierno le llamo la atención. Cuando dejaron el pueblo del Sachem, el Daïs iba encorvado y caminaba lentamente. Pero desde que la nieve se volvió abundante e hizo más frío fue más alerta y derecho, cambiado literalmente. No resistió en preguntarle las razones de este cambio brusco.
-Soy el guardián del invierno, cuando hace frío, cuando la tierra es helada y cuando los animales duermen esperando días mejores, estoy en el más alto de mis capacidades. Cuando se acerque la primavera decaeré hasta el momento cuando el sueño me ganará de nuevo. Esto será entonces el regreso de otro guardián para tomar el relevo.
-Comprendo, gracias por su respuesta Antiguo.
-Llegamos, mira. Exclamó Eikytan mostrando un pilar en medio de un claro. El tótem era un bloque inmenso de ámbar esculpido. La nieve se había aglutinado arriba y lo cubría en parte. El Daïs fue hasta él y lo rodeo.
-¡Las piedras no están!
-¿De qué habla?
-Había aquí cuatro piedras mágicas. Es gracias a ellas que el tótem puede ser activado. ¡Aquí no puedo despertar los espíritus del invierno!
El Sachem frotó la nieve sobre el tótem, confirmando a los animales que representaban -un alce, un lobo, un conejo y un búho. Efectivamente había un emplazamiento para cuatro objetos no más grandes que un huevo de gallina.
-¿Me permite ver la historia del lugar? Así podría explicar lo que sucedió.
Eikytan estuvo de acuerdo. El Sachem se sentó con las piernas cruzadas a unos metros del tótem y concentrado. Ya había utilizado este sortilegio en los Confines.
-Tiene que saber Eikytan cuando se utiliza la magia del tiempo hay siempre un riesgo de quedarse atrapado. Cuento con usted para traerme de vuelta si usted me ve desaparecer. El Sachem formó uno "V" con sus brazos de modo paralelo en el suelo.
- Espíritus del pasado, me oyes, líbrame de esta cadena. Recorro el camino de la gran trama... Imágenes desfilaron en su cabeza, varios días y varias noches se sucedieron, el tiempo viajo hacia atrás. La nieve desapareció, las hojas volvieron del suelo a los árboles que los rodeaban, y finalmente apareció una criatura. El Sachem utilizó su magia para frenar el paso hasta la llegada de este último. Su apariencia era la de una urraca, un pájaro de plumaje negro con manchas blancas. Sus alas llevaban unas armas y su aspecto general no dejaba ninguna duda sobre su origen pertenecía a los Eltarianos. Ella quito con agilidad las cuatro piedras y las puso en una bolsa de cuero. Eikytan miraba al Sachem que estaba perfectamente quieto. Se quedo así una buena media hora, porque después de este tiempo el cuerpo del Sachem comenzó a ser ligeramente translúcido. Así que decidió interrumpir este pequeño ritual, sacudiendo al compañero Elfin.
Respiro hondo y se levantó más mal que bien, no sentía sus piernas ni su trasero. Apretó la piel de Akem sobre su cuerpo para calentarse.
-¿Que viste?
-Brrrr... Vi a una mujer-ave, robó las piedras y se fue de nuevo como si nada.
-¿Una mujer-ave dices? ¿Tenía manchas blancas sobre sus alas?
-sí, eso es, tenía también algo al nivel del pico.
-Un Laken. No son más que un puñado. Si no me equivoco viven no muy lejos de aquí. Una pequeña visita será necesaria. Y otra vez, desafiando la nieve y el frío. El Sachem, superada su resistencia, no tuvo más elección que acudir al poder de Akem y se transformó en hombre-felino. El pelaje lo recalentó rápidamente y el clima no lo importunaba más, volviendo su progresión hacia el territorio Laken más fácil. El paisaje no cambio nada solo la aparición de plumas largas negras y blancas atadas a las ramas indicaba que la frontera había sido atravesada. Akem reparó rápidamente en la forma negra que volaba hacia ellos y reconoció a la ladrona de las piedras. Avisó a Eikytan que imaginó inmediatamente un plan de ataque. La Laken no tuvo tiempo de hacer nada porque raíces crecieron de manera fulgurante hasta ella, agarrándole las patas. Eikytan tiró las raíces hacia el suelo pero la Laken resistía ferozmente con grandes aletazo. Cuando estuvo al alcance Akem, después de tomar un poco de impulso, saltó sobre él. En lo sucesivo incapaz de mantener el vuelo se estrelló en una caída amortiguada por el espeso manto de nieve. Akem y Eikytan la inmovilizaron rápidamente con gran cantidad de raíces.
-¿Qué hiciste con las rocas? Interrogó Akem sosteniendo su garganta. Asustada y sorprendida por la agresión de la que acababa de ser la víctima la mujer-ave sacudió la cabeza en todos los sentidos, intentando librarse de sus lazos emitiendo gemidos agudos.
- - Espere Akem, mire su pico, dijo Eikytan mostrando la joya extraña que le impedía a la Laken abrir el pico.
-¡Deja de moverte no te hará nada!
Eikytan se inclino hacia ella.
-Voy a quitar una parte de las raíces, luego tienes interés en encontrar un medio para explicarnos tu gesto. ¡Soy muy poco paciente, tu acto me impide despertar los espíritus del invierno y proteger este bosque! Menea la cabeza si comprendiste.
La Laken indicó perfectamente que había comprendido y Eikytan le quito las raíces que le retenían las patas.
-Donde están las piedras, insistió Akem.
La Laken señaló con el dedo a Eikytan y Akem luego mostró la joya sobre su pico, repitió este gesto para darse a entender bien. Delante de la mirada desentendida de Akem y la impasible del Daïs, ella soltó la nieve y recogió algunas piedras. Luego lentamente repitió el gesto, mostrando la joya y mostrándoles las piedras preciosas a Akem que comprendió el mensaje.
-¿Quieres que se te quite la joya a cambio de las piedras?
Ella contestó, asintiendo con la cabeza.
-Si querías que se te liberara de esta joya ¿por qué no le preguntaste a un chamán? Se asombró Akem.
La Laken levantó la mirada al cielo y se encogió de hombros.
-Está en su naturaleza, explicó Eikytan. Los Laken son unas criaturas astutas. Pienso que actuó así para forzarme de ayudarle a pesar de los errores que la llevaron a ser castigada. Este pequeño chantaje no me asombra para nada.
-¿No vamos a jugar su juego espero? Criticó Akem.
La Laken recuperó las piedras y las escondió bajo la nieve, luego por nuevos gestos dio a entender que si no le ayudaban, jamás encontrarían las piedras.
-Aceptamos, dijo Eikytan para poner término al conflicto. Devuélvenos las piedras y te prometo devolverte el habla. Akem continuó enojado, pero Daïs no le escuchaba concentrado en su tarea. La Laken los llevó apenas unos cien metros más lejos, al borde de una extensión de agua helada donde hizo señas de haber escondido las piedras.
-No siento ninguna magia aquí. Jamás los habría encontrado en tal lugar, dijo Eikytan avanzando prudentemente sobre el hielo.
Luego la Laken se paró indicando que las piedras estaban allí bajo el espeso hielo. El guardián del invierno quebrantó el hielo golpeándolo con su bastón repetidas veces, dejando un espacio suficiente para que alguien pudiera sumergirse. Detrás de él, la Laken y Akem rezaban para que no se les pidiera zambullirse en el agua glacial. No fue el caso, sin temer al frío Eikytan se zambulló sin vacilar. No había mucha profundidad pero la luz era muy débil, difundiéndose con dificultad a través de la gruesa capa hielo. Eikytan no tenía el mismo metabolismo que los Elfines o qué los humanos, el Daïs podía quedarse bajo el agua más tiempo. En lo sucesivo en el fondo del lago y al precio de mucho esfuerzo encontró por fin la Bolsa de cuero y verificó rápidamente su contenido. Abriendo el bolso la magia de las piedras casi le saltó a la cara. Akem lejos de estar tranquilo sobre las grietas sobre el hielo ayudó a pesar de todo a Eikytan a salir de agua, arrastró luego al Daïs lejos de la extensión con el fin de no mojarse, cuando se convertía en Akem el Sachem sentía una repulsión cierta por todo lo que era lago, río y otros. Al fin, Akem era un gato.
Eikytan examinó mejor la Bolsa. Cuando ésta se cerraba no sentía la magia de las piedras.
-¿Cuero de Zanil no? Pregunto el Daïs.
-¿Zanil? Preguntó Akem.
-Zanil es un animal insensible a la magia, hoy esta especie esta extinta, erradicada por los hombres por la facultad de esta piel. Dijo devolviendo la Bolsa. La Laken meneó la cabeza positivamente, luego se le acercó tanto que acabaron cara contra cara. Le mostró la joya sobre su pico.
-Voy a respetar mi palabra y a librarte de esto. Pero atención a tus palabras, me es fácil devolvértelo.
Eikytan acarició el pico largo de la Laken y se detuvo en la joya, una barra de metal labrado. De un golpe el metal se movió como si estuviera vivo luego lentamente como si se tratara de una cuerda Eikytan tiró hacia arriba. La Laken abrió grande el pico, feliz de no tener más esta cosa. Se echó en los brazos de Daïs que quedo insensible ante este.
- Gracias, gracias, gracias, gracias, dijo con una voz a la vez estridente y croante.
-No me agradezcas yo fui obligado, pero no he terminado contigo. ¿Cuál es tu nombre mujer Laken?
-Unos me llaman Ladronena, nunca comprendí verdaderamente por qué.
-¡Porque eres una ladrona! Ironizó Akem.
-¡Akem! Ya te dije que para los Lakens el robo era algo normal. No nos demoremos más, regresemos al tótem.
Eikytan ayudado por Ladronena pusieron en su lugar cada piedra en cada emplazamiento previsto con este fin. El tótem de ámbar vibró cuando la última piedra fue devuelta, entonces toda la nieve pegada arriba se fue.
-Contemple la magia del Árbol-mundo. Es Quercus mismo quien lo esculpió en otro tiempo y quien me ató a él. Me siento próximo a los espíritus del invierno, ellos están a.C.
Eikytan plantó su bastón frente a él, la nieve lentamente se arremolinó alrededor del Daïs y alrededor del tótem.
-Mientras que el frío muerda la tierra y que el hielo agarre la corteza, ahora que todos duermen esperando los bellos días, recorrerán de nuevo nuestro territorio. ¡Espíritus del invierno despiértense dondequiera que ustedes estén!
Eikytan repitió una decena de veces esta invocación y cada vez las piedras del tótem brillaban más y más. Finalmente toda esta estructura de ámbar se iluminó, llena de magia. El Daïs estaba en trance, estaba en armonía con el bosque de Eltaria. Sentía el despertar de cada uno de los espíritus del invierno. Cuando el ritual acabó, el tótem volvió a estar inerte, como las piedras.
-¿Esta hecho? Preguntó Akem.
-Los espíritus del invierno se despiertan, nos ayudarán seguramente.
Ladronena, me gustaría ahora que me prestes un servicio, ¿quieres? Entre los espíritus del invierno hay algunos Laken, como tú, que están al norte. Me gustaría que los encontraras para convencerlos de unírsenos. Soy reacio a mezclarme con los demás. Sobre tu camino si cruzas a otras personas diles que es importante reagruparse, estaremos en el sudeste del bosque.
Ladronena puso su mano plumosa sobre la mejilla del Daïs.
-No es problema. Luego de un salto despegó, haciendo deslizar la nieve sobre su plumaje.
Akem, tengo que hablar con los espíritus del invierno, no lejos de su pueblo, tengo que saber qué fue de Quercus. Ahora vamos a ir.
Capitulo 4 – La elección Kei’zan
El viento frío soplaba entre las ramas desnudas de los árboles del bosque de Eltaria. La llegada providencial de los Elfos de Hielo venidos de lejos derribó el curso de la batalla que oponía a los fieles de Sol'ra y los Corazón de Savia. Estos últimos, sobrepasados por su incomprensión frente de los poderes de sus adversarios no habían durado mucho. Ahora la calma reinaba. Los Nómadas, empujados lejos de allí, no mostraban más signo de actividad desde hacía un mediodía, dándole a los valerosos guerreros del bosque un momento de tregua salvadora. Había numerosos heridos entre ellos - Ydiane, Hablaespíritu y el mismo Ursyd cuya raba mortífera lo había expuesto a las armas opuestas y sangraba de una cortadura profunda. Mailandar el cazador venerable recogió su lanza quebrada en varios pedazos.
-Raah, que pena... un arma tan hermosa. Dijo con un dejo de tristeza.
-Yo te haría otra, no puedo dejarte así, se rió Gaya sacándole los pedazos de lanza.
- Si, tú te burlas, pero la tenía desde antes de tu nacimiento. Replicó alejándose.
Kei'zan se afligía de ver tal desastre. La naturaleza quebrantada tardaría muchos años en regenerarse y ciertos árboles llevarían los estigmas de esta batalla por siglos. Pero no fue la única cosa que Kei’zan se lamentó desde que la llegada de una nueva persona anunció que la desgracia había caído sobre ellos. Mientras que los Elfos de Hielo y los Eltarianos vendaban sus heridas Hablaroca levantó súbitamente la cabeza atraída su atención por una extraña sensación.
-¡Alguien se acerca! Dijo mirando a su alrededor.
Los demás también buscaron, temiendo que el enemigo llamara de nuevo. No fue un Nómada quien, al rodeo de un árbol, se mostró, era un Hom’chaï. No cualquiera, éste enarbolaba escrituras pintadas sobre su cara y dos series de escritos sobre sus anchos brazos. Su vestimenta simple y su cabello despeinado le daban un aspecto bastante salvaje. Hablaroca lo reconoció en seguida.
-Cuida-los-tótems... luego su voz se sofocó...
¿Guarda-los-tótems? Kei'zan ya había oído de él en el momento de sus viajes en los diferentes pueblos del bosque.
-¿Que vienes a hacer aquí? Interrogó Mailandar, negándose a admitir la verdad, él también conocía las escrituras sobre la cara de este desconocido.
Rápidamente rodeado de los Hom’chaïs y Elfines presente, el nuevo recién llegado miro con seriedad esta reunión. Un tipo de rito se presentó entonces, Rargnor se colocó en el centro del círculo, frente a Guarda-los-tótems.
-No te acerques, somos los guardianes del Árbol-mundo. Dijo Rargnor de manera fuerte, casi agresiva.
Guarda-los-tótems entonces puso de manifiesto un tótem de ámbar de la mitad de la altura del Hom’chaï.
-Los espíritus me hablaron, me anunciaron la batalla, me gritaron su victoria, me lloraron el nombre del que se esta meriendo respondió Guarda-los-tótems.
Aparentemente la respuesta del nuevo recién llegado perturbó a Hom’chaï y Elfines. Los elfos de hielo no entendían lo que estaba ocurriendo ante sus ojos. Ayir interrogó a Kei'zan.
-Es un guardián de los muertos. Viene a buscar a alguien que está a punto de morir. Los Elfos de Hielo llevaron su atención a la continuación del rito.
-No te acerques porque no sabemos qué vienes a buscar, replicó Rargnor con los brazos extendidos.
-Grabé este tótem en el ámbar del Árbol-mundo... No se demore, porque como la respiración no se puede evitar... No demore más porque Marca-roja el guerrero, valiente entre los buenos, se muere.
En este instante el nombre de Hom’chaï fue tal como un puñal que traspasaba el corazón de sus compañeros. Y el corazón de Ydiana no fue traspasado, literalmente le fue arrancado.
-Marca... Roja... balbuceó, las lágrimas inundaron sus ojos de color oro. ¿Dónde? La arquera quebrantó el círculo del rito, lanzándose entonces por encima de las malezas en busca de su amigo y compañero. - ¡ENCUÉNTRENLO! Aulló volviendo la cabeza en todas direcciones. ¡Encuéntrenlo! Todo el mundo comenzó a buscarlo, pero fue inútil, porque el Guarda-los-tótems sabía con exactitud dónde se encontraba el guerrero caído. Marca-roja apoyada contra una vertiente rocosa se cogía el pecho. Su mano derecha estaba cubierta de sangre y el fluido vital lentamente se difundía con regularidad. Su corazón todavía latía, ¿pero cuánto tiempo todavía? Ydiane vio al Guarda-los-tótems irse en otra dirección y lo siguió hasta Marca-rojo.
-¡NO! ¡No, no, no, no! ¡No debes morir! Gritó con rabia a su amigo agonizante.
Ydiane casi se echó sobre él, con la mano temblorosa. Marca-roja tenía los ojos entornados y daba la impresión de flotar fuera de su cuerpo. La Elfina vio a Dama Yilith y le suplicó hacer algo, le había visto curar tantas heridas y ésta no debería plantear el menor problema. Con delicadeza la profetisa levantó la mano imponente de Hom’chaï y examinó la herida.
Pero no había nada más que hacer.
-La herida es demasiado profunda... Su suerte ya está en las manos de los dioses... Yo... Lo siento.
Ydiane dejó su tristeza hablar, las lágrimas fluían abundantemente sobre sus mejillas vueltas pálidas. Marca-roja, mientras que la vida lo dejaba, percibió a Ydiane detrás de este velo que le mezclaba los ojos. Tuvo la fuerza suficiente para poner su mano sobre la mejilla de la que compartió su vida.
-No llores... así tenia... que ser... susurro.
-Marca-roja, mi nombre es Guarda-los-tótems, vengo para capturar tu último aliento para que lo que fuiste perdure para siempre.
El Hom’chaï inclinó la cabeza, comprendiendo que su hora había venido.
- Estoy... preparado. Luego mirando a Ydiana. Estarás siempre en tu corazón... Sintiendo el fin de Marca-roja Guarda-los-tótems se puso a trabajar. Plantó el tótem de ámbar sobre el moribundo. Éste se iluminó lentamente. El Hom’chaï quedo hipnotizado, el dolor lo dejó, tuvo cada vez menos conciencia de lo que lo rodeaba. Luego su corazón dejó de latir... El tótem se iluminó más fuerte y Guarda-los-tótems gritó en la vieja lengua de los espíritus, ordenando a Marca-rojo a levantarse y llegar a su lugar de descanso final. Un tipo de fantasma, réplica espectral del difunto salió del cuerpo de Marca-roja. Toda la asamblea se revoluciono, Ydiana, ayudada por Mélissandra, dijo adiós al hombre que amaba. El fantasma les envió una sonrisa a sus antiguos compañeros de aventuras y los saludó con un gesto de mano. Luego Guarda-los-tótems lo invito a unirse al tótem de ámbar, lo que hizo inmediatamente.
-Este es todo. Ustedes pueden acompañarme si lo desean, dijo el chamán.
Kei'zan perdido en sus pensamientos no oyó la invitación. Recordaba los meses pasados y las diferentes discusiones que había tenido con los chamanes más grandes del bosque. En este instante preciso pensaba en Marca-roja por supuesto, pero también en la Garra, en esta huérfana a la que había acogido y querido como su propia hija. Su pena estaba todavía muy presente cuando realizo el sortilegio de regreso a la tierra sobre el Hom’chaï. Las raíces agarraron el cuerpo inerte antes de hundirse despacio en el suelo del bosque adormecido por el invierno. Granizardo que conocía bien a su hermano observó los disturbios que invadían el espíritu de Kei'zan.
-¿Qué tienes?
Kei'zan le hizo señas a su hermano para discutir lejos de los otros.
-Cada día que pasa aporta su cuota de desgracia sobre nuestro pueblo, dijo con una voz asombrosamente tranquila.
-No es la primera vez que atravesamos una tempestad.
-Pero ésta puede ser la última.
-¿Por qué lo sería?
-Hermano, ¿me acompañarías hasta el monte Ulmus?
-¿Qué quieres hacer allí?
-Ya lo verás.
-De acuerdo ¡Vamos!
Ambos Daïs previnieron al resto de los Corazón de Savia, pero Hablaespíritu, que había interceptado la discusión, se ofreció para este pequeño viaje. Los Daïs se fueron pues, confiándole la seguridad del líderes del bosque a los Elfos de Hielo, dejando también a Elfines y Hom’chaïs despedirse de Marca-roja.
El monte Ulmus era el centro del bosque de Eltaria. En realidad era más una colina grande que una montaña.
Este montículo estaba rodeado de magníficos Olmos. Y nada crecía en la parte superior. En otro tiempo Kei'zan intentó cultivar una semilla del Árbol-mundo. Pero esto fue un fracaso porque el joven retoño no encontró bastante fuerza para asegurarse la supervivencia. Muchos Daïs habían vivido aquí y la inmensa mayoría de ellos habían desaparecido después de mucho tiempo. El grupo encontró en el mismo lugar a Eikytan que no pudo explicarse por qué estaba allí, una intuición simple lo había atraído. No fue por otra parte el único que vino, otros Daïs, más de una veintena, llegaron unos tras otros.
-¿Que es lo que sucede? Preguntó Granizardo.
-Vienen por mí, respondió Kei'zan.
-¿Qué vas a hacer? No comprendo.
-Pase lo que pase hermano, ¡te suplico que no intervengas!
Kei'zan subió al centro de la colina para hacer frente a su destino.
-¡Estamos todos aquí! He aquí todo lo que queda de las frutas del Árbol-mundo. Éramos muy numerosos por aquellos tiempos, antes de que el Árbol-mundo estallase, dejándonos huérfanos y sin futuro.
En ese momento Kei'zan acudió a su magia y se transformó como lo había hecho en el momento de su primera confrontación con los Nómadas. Su aspecto se acercó entonces al de un árbol, su cara se hizo un tipo de llama verde. Todo los Daïs a los alrededores sintieron el poder inmenso del Kei'zan.
-¿Qué haces? Preguntó Eikytan. Quieres hacer como Quercus y dejarnos a nuestra suerte, se lamento.
-Quercus no está más, se hizo un árbol pero ninguno de sus frutos da vida. ¡Hermanos, es hora de revivir al Árbol del Mundo!
Kei'zan sacó de una bolsa la última de las semillas del Árbol-mundo en posesión de los Eltarianos. Se concentró y difundió toda su magia en su objetivo para abastecer de energía a la semilla para que creciera y luego fusionarse con ella. La magia se sintió a leguas a la redonda.
-Ustedes me protegerán, es en lo sucesivo su prioridad, dijo Kei'zan mientras que la semilla que tenía firmemente nacía.
Granizardo quedó sorprendido por la elección y la audacia de su hermano, nadie lo había intentado antes que él y si esto no era suspendido lo perdería. Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Kei'zan caminó hasta la cumbre del monte Ulmus e hizo frente a los demás Daïs. Allí, mezcló por magia esta semilla con su cuerpo. Esta fusión lo transformó, sus pies se hundieron en la tierra de la colina, su torso se convirtió en un tronco de árbol y los brazos se volvieron ramas. Kei’zan ahora era un olmo magnífico, joven y a juzgar por las hojas y los brotes, vigoroso. En su tronco, muy visibles, decenas de pequeños cristales verdes irradiaban magia. Los Daïs no caían en sí y el Eikytan más antiguo que existía en la actualidad sintió en este árbol la potencia de un Árbol-mundo.
-Se acerca la primavera.
Artrezil
Capítulo 1: El Liberado
La Mansión de Zejabel ardía. Salvaje y los Combatientes de Zil acababan de llevarse una gran victoria frente a los Néhantistas. Durante el combate, Télendar había regresado, llegando a ejecutar la sentencia de los Enviados de Noz'Dingard...
El antiguo jefe Zil fue rodeado rápidamente por sus compañeros y acosado con preguntas sobre lo que había sucedido durante más de un año, cómo había pensado hablar del ataque del gremio a la mansión de Zejabel y aproximadamente un millón de otras preguntas. El joven hombre no supo por dónde empezar, no que responder primero.
-¡Déjenlo! ¡Vamos! Gritó Sangrespada. ¡De todos modos nos debe explicaciones! Dijo con un tono teñido de reproches.
Salvaje lanzo a un lado a todos para abrirse paso hasta Télendar. Ella lo miró fijamente, entornando los ojos.
-¡¡Eh, tú! ¿Crees que puedes volver así en medio de una batalla, localizar nuestro blanco y actuar como si nada hubiera pasado? Ella abrió la boca. Nuestro plan era ineludible.
En verdad el plan no era tan ineludible como decía, sin la intervención del ex-líder Dimizar habría escapado. Luego una parte de la camarilla Néhantista había conseguido huir, él era parte de esta victoria parcial. Pero Télendar no se quejo por estas palabras, comprendiendo que tenía algunas cuentas que pagar y la historia de su aventura para contarle a sus antiguos compañeros.
-No me creo nada Salvaje, voy a contarte todo. Luego queriendo cambiar de conversación.
-¡La vaca! Creciste bastante desde la última vez que te vi, ¡ya eres una mujer!
Salvaje se sonrojó, lo que provocó la hilaridad de la tropa.
- ¡Si, si, vaya todo el mundo, regresamos a la carpa, misión cumplida! Gritó avergonzada.
Una buena hora más tarde, al anochecer, el gremio llegó a la carpa. Télendar se sintió mejor cuando vio esta última, trayéndole muchos recuerdos. Mientras que la columna de humo de la mansión de Zejabel se esparcía bajo la luz débil del crepúsculo, los Zils rápidamente organizaron una celebración para conmemorar su victoria. La risa lleno la carpa, cada uno contó su pequeña anécdota, algunos hasta imitaron sus combates contra los Néhantistas con grandes exageraciones. Ergue, Soriek y Enfurecida, volviendo a estar separados, explicaron cómo habían destruido "al ser de cristal rojo y negro" de un solo golpe y con la fuerza de sus puños. A pesar del buen humor aparente de todo el mundo Salvaje no le sacó el ojo de encima a Télendar que, estaba en una esquina y sonreía al humor un poco particular de sus congéneres. Salvaje se levantó de su enorme cojín y se aclaró la garganta.
-Combatientes de Zil, ganamos la batalla, pero no la guerra. Esta tarde celebremos hasta el final de la noche. Pero cuando el día se levante mañana volveremos al camino, la caza no termina. Nuestra primera misión está cumplida, Abyssien será informado de lo que sucedió en la Mansión de Zejabel y no hay duda que continuaremos la batalla contra los Néhantistas.
Salvaje se rascó la nariz y miró a Télendar.
-Bien es tu turno de hablar, anunció con monotonía.
La frase de Salvaje fue acogida por una "¡Vamos Télendar!" "¡Explícate!". El joven hombre se levantó para colocarse en medio de la pista. Jamás le había gustado tomar la palabra en público, ni siquiera ese tiempo, no tan lejano, cuando era el líder de este gremio. Pero había que hacer un esfuerzo para demostrar que había cambiado.
-Siempre me ha gustado luchar. Siempre me gustó la violencia, nací con el don de matar. Dimizar lo había comprendido bien y gracias a Máscara de hierro consiguió poner bajo su influencia todo el gremio. Él nos mantuvo, a Silene, Selene y a mi bajo su control para servirse de nosotros. No me di cuenta lo que estaba haciendo, todavía recuerdo el rostro de cada hombre, mujer y niño, el recuerdo de todos los que murieron por mi mano durante este tiempo aún me persigue. Sin poder oponerme a eso. Dimizar me hizo asesinar a Profeta, para generar el odio de Los Enviados de Noz'Dingard contra Los Combatientes de Zil. Télendar recordaba su desafortunado viaje con dolor, porque ahora evocaba un período todavía más sombrío.
-Dimizar no se contuvo con ningún asesinato, me hizo su conejillo de Indias, haciendo experimentaciones que no le desearía a nadie. En aquella época me habría gustado morir, tuve que soportar lo insoportable. Cuando por fin había terminado conmigo, yo era una mera sombra de mí mismo. Cuando comprendió que no era más útil para él me entregó a ustedes bajo el disfraz de este traidor de Máscara de hierro. A partir de allí ustedes conocen el resto. Después de haber sido cuidado por Kriss, con el que jamás estaré lo suficientemente agradecido, Abyssien decidió, lógicamente, entregarme al Consejo de los Gremios. Luego me confiaron a los Enviados de Noz'Dingard para ser juzgado. Esperaba a la muerte, la rápida muerte que por fin me librará de mi dolor. Pero tal no fue el caso. Los Draconicos juzgaron que el único responsable era Dimizar y que éste debía pagar por su crimen. El castigo en mi contra consistía en hacer todo lo posible para encontrar al Néhantista y matarlo. La magia de Dragón debía forzarme a ejecutar esta sentencia. Seguí las pistas durante varias semanas y saqué provecho de su ataque para infiltrarme en la mansión y encontrar mi blanco. He aquí, mi historia Combatientes de Zil.
El silencio cayó sobre la carpa. Todo el mundo había escuchado con mucha atención. Sombría se levantó, sus cabellos estaban desgreñados por la batalla pasada.
-¿Entonces Dimizar murió?
-A priori, no. Todavía siento la magia de Dragón sobre mí, esto quiere decir que sobrevivió, y que voy a continuar buscándolo. Dijo a Télendar un poco decepcionado. También me gustaría tener la palabra para preguntarle a Abyssien si podía volver con ustedes.
Salvaje se adelantó hacia el joven hombre y lo cogió del hombro.
-No debes saberlo, pero Abyssien no es más el líder, se encuentra en el Consejo de los Gremios. ¡Ahora yo soy la líder! Bueno, estaría encantada de que vuelvas, pero...
Levanto la cabeza hacia el resto del los combatientes de Zil.
-¿Acaso piensan que Télendar merece volver entre nosotros?
Las miradas se intercambiaron, comúnmente era el jefe quien tomaba este tipo de decisión. Salvaje jugaba allí un pequeño juego, ya conocía la respuesta, pero tenía que distinguirse de sus predecesores. Ergue, Enfurecida y Soriek fueron los primeros en gritar "¡Sí!, ¡Sí! ¡SI!", seguido por otros, incluso aquellos que no conocían a Télendar finalmente respondieron positivamente.
-¡Tú regresas a los Combatiente de Zil! Libérate del peso de la culpa hacia nosotros. A continuación le susurro al oído. Es gracias a ti que quise integrar este gremio, dijo enrojeciendo, me alegro de que hayas vuelto.
La reintegración de Télendar fue una razón suplementaria para continuar la fiesta hasta el fin de la noche. Pero no todos festejaban. Salem, en parte su naturaleza prefería quedarse aparte. Pero no era la única razón. Desde hace algunos días se sentía... malo, lo que para él era inhabitual. Cojeó aun más confuso que lo normal y de golpe se desplomo como una muñeca que se cae al suelo.
-Que... ¿QUÉ?
La sombra hasta ahora bien escondida en el espantapájaros comenzó a fluir de su cara. Salem puso una mano sobre su rostro, como intentando detener a la sombra. -NoooOOoO. Gritó.
Kriss también andaba por afuera, al músico le gustaban estas noches de júbilo pero prefería beber a la luz de la luna que esta noche de otoño estaba alta en el cielo. Los ruidos emitidos por Salem lo alertaron y fue a ver que eran estos ruidos extraños. Vio al pobre Salem en el suelo en un charco negro.
-¡Salem! ¿Qué es lo que tienes? El músico no se atrevió a avanzar demasiado por la sustancia negra. Jamás había visto esto.
-No... No Te MueVAs nO... KrISs...
La voz no provenía de la marioneta de paja, sino del charco mismo. Ésta empezó a moverse, probando que estaba viva, luego de golpe un millar de pequeños tentáculos de sombra lo sacaron para coger el espantapájaros. La materia negra se infiltró por todas partes, por lo que desapareció del suelo en un parpadeo. Salem intentó levantarse pero sus fuerzas flaquearon. Kriss le ayudó y lo instaló un poco alejado de la tienda. No quería que otros Combatientes de Zil estuvieran al tanto de este incidente.
-¿Me explicas? ¿Qué fue eso? Preguntó Kriss terriblemente inquieto.
-No sE. No FuI cAPaZ dE ManTENermE MAs En eSTe CuERpO.
-¿Así? ¿De golpe? ¿Quieres que mire?
-De GoLpE... Me siENTo dEBiL.
Kriss puso su mano sobre la superficie fría del brazo de Salem y se concentró. Después de unos minutos tuvo que enfrentar el hecho de que no encontró nada para justificar este estado. Esto lo asombró mucho porque Kriss se jactaba de poder descubrir cualquier enfermedad, ya sea mágica o natural.
-No tienes nada, tranquilízate.
- NO, TenGO AlGo SeRIo. POdrIa dESApareCeR KrIss
-Pero sin embargo estar en el espantapájaros te permite poder perdurar. Por supuesto que no es tan poderoso que en el momento de su creación, pero aún así. ¿Crees que Artrezil no tenía la magia suficiente para ofrecerte la inmortalidad?
-LA TeNÍa... Es OtrA cOSa.
-¿Pero qué? Si alguna vez usted no está, si desaparece, el gremio perdería su propósito de existir y no seríamos más los Combatientes de Zil.
Capitulo 2: Alycia
La fiesta duró toda la noche. La tienda dormía apaciblemente al ritmo de los ronquidos de sus ocupantes, un olor dulce a alcohol inundaba el interior. Télendar y Kriss habían sido más prudentes que los demás. El asesino y el músico sacaban provecho de la frescura matutina y platicaban sobre su gremio recordando sus aventuras a menudo increíbles pero muy arriesgadas. Hablaron sobre la persecución en el seno de una aldea de Baranthe que había acabado un montón de estiércol, cuando un hombre a caballo se paró delante de ellos. El hombre vestido con el uniforme del Consejo de gremios miró a ambos Zils con cierto temor.
-Dios los salve Combatientes de Zil. He recorrido un largo camino para llevar un mensaje del Consejero Abyssien, ¿puedo hablar con el líder del clan?
-¿Consejero Abyssien? No me lo creo, dijo Télendar soltando una pequeña risa burlona. Voy por la líder.
Kriss ayudó al hombre a bajarse de su montura, vivamente le agradeció explicando que había recorrido la distancia desde el castillo de Kaes, cuna del Consejo de los gremios, hasta aquí en un tiempo récord.
-Lo que usted tiene que decir parece urgente, entre a descansar y coma algo, dijo Kriss mostrándole la entrada de la carpa.
El mensajero no negó la hospitalidad debido a su cansancio. Hacía poco tiempo que trabajaba para el Consejo de los gremios y la pasión así como el deseo de hacer bien su trabajo lo habían empujado al límite de sus fuerzas. Se recostó sobre uno de los enormes cojines e intentó quedarse despierto para acabar su misión.
Télendar volvió acompañado por Salvaje medio adormecida y la cara llena de equimosis.
-Soy el jefe de esta banda de ladrones, dijo dando una palmada simpática sobre el hombro de Télendar. ¿Qué podemos hacer para el Consejo?
El hombre se puso de pie, arregló su postura y se aclaró la garganta, por fin agarró un rollo de la bolsa que colgaba de su costado. Leyó el contenido delante de todo el mundo.
"Querida Salvaje,
Espero que sigas a la cabeza de los Combatientes de Zil y que logres hacerte respetar mientras que los respetes. Mi integración en el seno del Consejo es finalmente menos fastidiosa de lo que preveía, es más, sucede que algunos de mis talentos encuentran aquí una utilidad.
Las noticias que te hago llegar no son buenas y es muy importante que escuches atentamente las órdenes que voy a darte. Los numerosos informes y las observaciones tienen en cuenta una actividad importante en la bruma de los Confines. Idas y venidas de personas sospechosas hicieron al Consejero Marlok investigar y sus descubrimientos son catastróficos.
Néhant reagrupa sus fieles tropas y Néhantistas a su sueldo capturan a numerosos esclavos para cumplir el trabajo sucio. Pensamos que tienen por objeto liberar a Néhant de su prisión.
¡Esto no debe pasar!
También el Consejo les ordena a los Combatientes de Zil juntar sus fuerzas con los Enviados de Noz'Dingard con el fin de llevar un asalto sobre los Néhantistas y erradicar la amenaza. El Consejero Marlok te espera en la ciudad fronteriza de Arbenn póngase en camino en cuanto reciba este mensaje. La situación es extremadamente compleja y tensa. El Consejo va a tratar de administrar este problema así como el de los Nómadas. Te tengo informado. Abyssien."
El hombre enrolló el pergamino para dárselo a Salvaje.
-¿Tenias que leerlo en voz alta? Protestó.
Indignado el hombre abrió los ojos.
-Pero señorita así es como esto debe hacerse.
-Como sea, bueno gracias por todo, descanse todo lo que sea necesario. En cuanto a ustedes Combatientes de Zil ya oyeron las órdenes del Consejo de Gremios, desmontamos y nos ponemos en camino. Arbenn está a una semana de marcha de aquí, no demoremos.
La tienda estaba en el suelo, los combatientes arreglaban todo en diferentes caravanas y algunos se hacían cargo de los animales. En una de las carretas Kriss había reunido a diferentes miembros del gremio entre los que estaban Salem, Salvaje y El Espiritista, este último que estaba al tanto en lo sucesivo del pequeño problema encontrado por Salem. El mentalista había examinado por todas partes al espantapájaros buscando cualquier indicio sobre lo que provocó su crisis. Su conclusión no era divertida y confirmaba los temores ya emitidos: Salem iba desaparecer. La magia de este mundo estaba revuelta y la que había permitido crear a la creación de Zil, Salem, desaparecía con el tiempo. Kriss debía de informarle a su líder.
- Salvaje tenemos algo que decirte. Viendo las caras preocupadas Salvaje esperaba una noticia terrible.
-¿Te escucho, qué sucede?
-Hubo un incidente ayer por la noche durante la fiesta. No es algo que podamos explicarnos aunque tenemos teorías. Encontré a Salem en el suelo en lo que creí que era una charca de sombra. En verdad era el mismo en estado líquido. Después de un pequeño momento recuperó su forma normal pero piensa que esto va a ir empeorando.
Salvaje estaba sorprendida por la historia, las cosas mágicas no eran su ámbito, no como el de Abyssien en todo caso. Simplemente se contentó con seguir escuchando. El Espiritista intervino.
-Siento mucho desconcierto en nuestro amigo Salem, enturbiado por lo que le sucederá. Así como se lo decía a Kriss la magia parece perturbada. No conozco mucho los detalles sobre la creación de Salem, en fin solo puedo hacer suposiciones simples basadas en mis observaciones...
- Sí, sí, acorta, se impacientó Salvaje.
- De acuerdo, para hacer la versión corta el espantapájaros no podrá contener más tiempo a Zil.
-¿En este caso que regrese al gato, no?
-Es una de las soluciones que establecimos. Pero según Salem esto no servirá para nada, pasaría la misma cosa en el cuerpo del felino. Zil está descomponiéndose mágicamente.
-Esto quiere decir que perderíamos a Zil, añadió Kriss para dar todavía más gravedad a la situación. Sé que la orden ha sido, debemos unir nuestras fuerzas con los Noz, pero nosotros, y cuando digo nosotros hablo de Salem y yo, pensamos que debemos encontrar rápidamente una solución a su estado. - ¿Y pues usted no se quedará con nosotros? Preguntó Salvaje que reflexionaba sobre todo esto.
-Salem tiene una idea, una pista que debemos seguir. Para no poner al gremio en problemas iremos solos.
-¿Y cuál es esa idea?
-Aunque la antigua morada de Artrezil sea nuestro cuartel general todavía no tenemos todo descubierto de él. Puede que hubiera otros diarios de trabajo o del material al que pertenezca él en otros lugares. Salem tiene un vago recuerdo de una mansión perdida alejada de todo. Me gustaría ir a buscarla con él y quien sabe posiblemente encontrar la forma de curarle.
-Es débil como pista pero es la única que tenemos, añadió el Espiritista.
-Comprendo el problema, pónganse en marcho, usted dos se van. Prevengan a Abyssien, la magia de la sombra es su gran pasión.
-Contábamos con hacerlo, pero Salem formó a Abyssien en la magia de la sombra y no piensa que se halle en situación de remediar su problema, replicó Kriss.
-¿Y los Draconicos? Tienen una escuela superior de magia, posiblemente pueden hacer algo.
-Sí pero no. Si recuerdas bien la historia de Zil, los draconicos lo buscaban, por lo tanto no es una buena idea.
-Bueno, confío en sus opiniones, espero que ustedes encuentren la forma de devolver a Salem sobre pie.
-Y yo también, cuchicheó Kriss.
Kriss y Salem viajaban desde hace varios días y en lo sucesivo sus amigos combatientes estaban muy lejos, viajando hacia Draconia. Salem tuvo otra "crisis" esta vez más impresionante. Kriss tenía el ánimo por el piso, quería a Zil por sobre todo, eran amigos desde que había dejado a su familia para recorrer el mundo. Se acordaba del día en que se le confío el secreto, el día en que le reveló que era Zil y que iban a encerrarlo en el pequeño gato negro que era tan aficionado a Kriss. Pero Salem se había recuperado de esta prueba al precio de un esfuerzo mágico que lo debilitó considerablemente. En lo sucesivo la marioneta de paja hablaba sólo rara vez prefiriendo guardar su energía para continuar marchando a buen ritmo. Salem se acordaba de una vieja construcción en un lugar lejano. Gracias a los poderes de Kriss y una buena dosis de suerte ambos compañeros acabaron por encontrarse frente a lo que pensaban que era el lugar buscado. Era una mansión de talla respetable con tres pisos. Construida con piedras talladas, su arquitectura se parecía de manera extraña a la morada de Artrezil aunque esta última era mucho más grande que esta.
-¡SÍ! Es AcA.
-En todo caso se parece a nuestro cuartel general. ¡Alguien debe vivir allí, hay luz dentro!
Ambos Combatientes de Zil avanzaron sin ser consciente de lo que iba a esperarles al otro lado de la puerta espesa de roble. Kriss tocó una vez, luego al cabo de un momento sin respuesta toco por segunda vez
-¿Hay alguien ahí? Perdona que le moleste. Somos unos viajeros en busca de un tejado para pasar la noche. Salem trató de mirar a través de las persianas, pero aparte de la luz que vio nada más.
-vOy a eCHar uN vIStaZo.
-¿Esto no va a debilitarte?
-No, PueDO.
Salem dio la vuelta al edificio y encontró una brecha en una piedra. A partir de allí utilizó la magia de la sombra para unirse a las sombras e intentar dar un paseo en el interior. Pero por desgracia se topó rápidamente con la luz y la desaparición de las sombras. Volvió cerca de Kriss, este último tenía la oreja pegada a la puerta.
-¿Entonces?
- ¡Silencio! Creo que he oído ruido, como de pasos.
Kriss cogió entonces el anillo de hierro de la puerta y lo empujó lentamente. Las bisagras emitieron un rechinido largo para disgusto del músico. Nadie en la entrada. Ellos quedaron impresionados por su semejanza con el antiguo lugar de residencia de Artrezil.
-Por lo menos no estamos desorientados. Luego gritando: ¿HAY ALGUIEN? Como siempre ninguna respuesta.
-¿Realmente extraño, piensas que se nos vio llegar y que los habitantes se escondieron por miedo?
-NO, HueLO muCHo a mAGia aQuÍ.
- Bueno en este caso no nos molestemos en registrar el lugar, tenemos un objetivo esperándonos aquí.
La planta baja consistía en una gran sala de estar en el lado derecho, una cocina y una despensa grande a la izquierda. Aunque todo fuera viejo y en parte decrepitas no había polvo, signo de una presencia. Entre la cocina y la despensa una escalera subía y otra descendía.
-¿Entonces, sótano o pisos? La respuesta fue un crujido, largo y terriblemente angustioso de toda la casa. Polvo se escapó de las paredes y el techo echándoseles encima.
-¿Kof, kof, qué pasa?
Luego tan precipitadamente como había aparecido el fenómeno se paró, en seco.
- DONG DONG DONG DONG DONG*
Algo empezó a sonar, como una pequeña campana, el sonido llenaba toda la casa aunque era imposible localizar la fuente de estos "dongs".
-¡SÓtANo! Dijo Salem empujando a Kriss hacia las escaleras.
Las lámparas de aceite ardían lentamente proporcionando la visibilidad necesaria. Abajo una puerta de hierro les bloqueó el paso para gran asombro de ambos cómplices.
-La misma puerta que en nuestro cuartel general, Artrezil era o a un cómodo o le gustaba tanto su casa que la reprodujo lo más escrupulosamente posible.
-¡OpCión dOs!
-Bien de acuerdo, si mis memorias son buenas había en nuestro sede central había un laboratorio de Artrezil, pues podemos suponer que encontraremos algo interesante aquí, dijo Kriss abriendo la puerta. Allí una visión de horror asaltó a nuestros héroes. En el suelo en medio de un revoltijo de libros, de cuadros, de ollas y de aparatos extraños se encontraba el cuerpo de un hombre que estaba inmerso en un charco de sangre, con la cara contra el suelo. Su espalda presentaba cortaduras profundas. Kriss tomó el pulso de este hombre.
-Muerto.
Pero Salem no tenía que hacer nada, ya estaba dando la vuelta al laboratorio, empujando objetos inútiles y examinando lo que le parecía mágico. Kriss devolvió el cadáver para ver mejor la cara de este desconocido.
-¿Artrezil?
Salem levantó la cabeza hacia ellos.
-¿QUé? Dijo volviendo hacia Kriss.
-Dime si sueño o no, pero la semejanza entre su retrato en nuestro cuartel general y el es más que sorprendente.
-¡TieNEs RazÓn!
-¡¿Pero cómo es posible esto?!
Fue entonces cuando se oyeron pasos. Como si alguien corriera por encima de ellos. Kriss sorprendido por su descubrimiento levantó la cabeza y miró al techo.
-¿Qué es esta historia?
-VE a vEr, mE QuEDo.
No hizo falta más para que Kriss se lance hacia la escalera y subiera rápidamente. Nada en el salón, nada en la despensa y tampoco nada en la cocina.
-¡No es verdad, no lo me lo imagine!
Los ruidos de paso se repitieron, esta vez en el piso superior. Kriss, un poco enervado se lanzó de nuevo hacia la escalera, subiéndolas de dos en dos.
Una vez arriba, se encontró cara a cara con una pequeña criatura que flotaba en el aire. Esta cosa se parecía vagamente a una muñeca con un vestido rosa y una peluca, pero estaba hecha de sombra.
-¡VÁYASE! Gritó, ¡usted no tiene nada que hacer aquí! Kriss no supo que decir, esta cosa estaba viva, pero de manera extraña no había la menor chispa de vida ahí dentro.
-Nuestras intenciones no son malas, venimos para buscar ayuda para curar a alguien.
La criatura miró a Kriss que intentaba acercarse. En seguida el hombre fue abrumado por emociones. Un flujo inmenso de sentimientos a veces contradictorios, tristeza, cólera, deseo y muchos otros. Kriss tuvo que aferrarse a la barandilla para no caer por las escaleras, su mente no podía soportar tanto, cayó de rodillas y se agarro la cabeza, gritando.
-PARA, YA BASTA, gritaba retorciéndose, su cabeza iba a estallar.
Luego el flujo se interrumpió. Kriss que jadeaba se incorporó, aliviado. Salem estaba allí, tentáculos de sombra salían de su mano, reteniendo a la pequeña muñeca de sombra.
-¿Qué es?
- ¡UNa CReaCIoN de uNa MEntE TRasTORnadA! TOdo es fALso AQuí
-Hummmm, carecimos de prudencia mi amigo, ¡Hay que esclarecer esta historia! Kriss hizo aparecer su órgano portátil y girar la manivela en la dirección opuesta a lo habitual. Una música desestructurada sonó. La canción duró unos cinco minutos, después de lo cual todo a su alrededor cambió. Las paredes parecían derretirse como si fuera chocolate, la criatura desapareció a su vez. Finalmente estaban en medio de una ruina, allí en el suelo a dos metros de ellos una joven mujer acurrucada meneaba su cabeza hacia atrás y hacia adelante, sollozando.
- PoDEr de lA SoMBra, siENtO La PResenCIa de ArtreZIL AQui.
-Esta casa debió pertenecerle, dijo Kriss poniéndose en cuclillas delante de la joven chica con los cabellos rubios.
La ropa era extrañamente parecida al estilo de los Combatientes de Zil y apretaba un espejo contra su corazón. Kriss observó que una parte de su cara había sido quemada.
-No tengas miedo, mi nombre es Kriss.
- Ya sé... yo te conozco... y... y tú eres... Zil dijo a la atención de Salem.
La pequeña muñeca de sombra hizo su aparición sobre el hombro de la chica, le cuchicheó algo a la oreja.
-¿Nos conoces? ¿Pero no te conocemos, quién eres? ¿Qué haces aquí?
-Me llamo Alycia. Yo... no... ¿Puede ayudarme? No me deje aquí, tengo miedo.
-La noche esta cerca, vamos a quedarnos aquí y nos debes explicaciones. ¿Fuiste tú quién provocaste a todo esto?
-Sí fui yo, no puedo hacer nada yo no controlo lo que soy.
-¿QuE EreS tÚ? Preguntó Salem qué ya tenía su pequeña idea.
-¡Una creación, una cosa, me transformaron! Dijo mostrando la escalera que desciende hacia el sótano. Salem y Kriss fueron a ver, encontraron a un hombre muerto, según Kriss, de un infarto.
En este lugar había una cama, una jaula y todo un montón de material mágico. Entre esto encontraron diferentes diarios de trabajo así como trabajos de Artrezil sobre la transformación de la sombra. Salem explicó que esto formaba parte de búsquedas que permitieron al Archimago crearle. El investigador explicaba haber secuestrado a Alycia cuando era niña porque disponía de un poder increíble. La había hecho su criatura.
Un misterio por resolver, pero creo que nos puede ayudar con el asunto que te preocupa Salem.
- Si, TambIéN yO.
Capítulo 3: El legado de Artrezil
Esta historia tiene que ser contada por mí. Yo fui un Combatiente de Zil por aproximadamente una década, la cual estuvo llena de aventuras tan innumerables como increíbles. Pero esta historia va mas allá de lo que alguna vez vi y merece ser contada para los que se unirán a nuestro gremio en el futuro.
Todo esto comenzó hace algunas semanas. En el momento de la fiesta dada en honor del regreso de Télendar entre nosotros, encontré a Salem en estado lastimoso, casi liquido. Delante de este hecho y la eventual posible desaparición de Zil, emprendí el viaje en su compañía con el fin de encontrar una solución. Me doy cuenta hoy que posiblemente habríamos debido poner al tanto a todo el gremio. Después de todo ¿No somos no los Combatientes de Zil? ¿Debía emprender este viaje sólo? Pero lo que está hecho, hecho esta.
Nos fuimos los dos viajando por comarcas dónde nadie va, lugares desolados y sombríos. Buscamos información sobre el Archimago Artrezil que creó en otro tiempo a Zil con la esperanza de encontrar una cualquier indicio para detener el dolor que roía a mi compañero. Sobre nuestro camino, encontramos a Alycia, un personaje extraño para el que tenía dudas sobre sus motivaciones. Y con razón, tenía razones muy buenas. Nuestro primer encuentro estuvo a punto de acabar muy mal. Encerrados en una ilusión casi perfecta. Pero nuestra experiencia en este género de manifestación notamos la diferencia y salimos de allí, heredando al paso un nuevo desequilibrio, como si no tuviéramos suficiente en el gremio. Creo que me comprenderás a Alycia cuando leas estas líneas, no digo que esto es negativo, sino que hay que reconocer lo que es: los Combatientes de Zil son un gremio de excéntricos y de sociópatas. Esto no es un mal es lo que da su fuerza. Pero no es el punto. Afuera, dejamos una de las antiguas moradas de Artrezil, hoy en ruina, con nuestra nueva compañera. Entonces nos planteamos la cuestión: ¿Qué hacer? Nuestros indicios eran más que débiles. Las crisis de Salem continuaban y cada vez las remisiones le pedían esfuerzos más importantes.
Presencie una de las escenas más... bizarras. Era la mitad de la noche. Estábamos en marcha hacia nuestro punto de referencia principal, el único lugar en la tierra oficial que los Combatientes de Zil tienen: el señorío de Artrezil. Dormía el sueño de los justos, muy al abrigo bajo la tela de mi tienda, cuando un ruido me extirpó de mis sueños. El jaleo era terrible, este provenía del exterior. Los sonidos guturales me recordaban algo, ya había oído esto repetidas veces. Allí sobre el borde del camino apenas alumbrado por la luna encontré a Alycia y a Salem. El espantapájaros totalmente desarticulado no se movía, como vulgar objeto. La joven mujer inclinada encima cuchicheaba en un lenguaje conocido solo por nosotros los Combatientes de Zil. Entonces reconocí sus palabras, el lenguaje de las sombras, ¿Qué hacía? Pensé que era una alucinación o, como en el momento del encuentro con Alycia, a una ilusión. Pero no, a la que no conocíamos hablaba como uno de los nuestros. Yo ni siquiera tuve tiempo para exigir la rendición de cuentas en esta historia que se fue. "¿Dónde vas?" Le dije. La respuesta que obtuve me tranquilizó y me inquietó a la vez. "Voy a salvar a Zil". ¿¡Salvar a Zil!? ¡Presuntuosa!
Pero no tenía elección, el espantapájaros estaba vacío, y por tanto ni Zil ni Salem estaban. Recogí pues con rapidez algunos objetos, bien determinado a comprender y después corrí detrás de Alycia. Fue viéndola de cerca que comprendí. Su piel negra, su mirada, sus actitudes. Todo en ella me recordaba a Salem. Alycia me explicó entonces haber actuado de instinto y que en lo sucesivo protegía a Zil dentro de ella. ¿Por qué ella? ¿Por qué no yo? Después de todo lo conocía desde hace tiempo y ella no. ¿Cómo había conseguido este prodigio? Seguimos el camino durante leguas sin que la menor palabra fuese pronunciada. Nuestra carrera terminó con nosotros en la mansión de Artrezil. Por otra parte es aquí dónde me encuentro de momento para escribir esta historia. Al final, el destino nos había traído aquí, por fin el azar, no realmente. ¿Que veníamos a hacer aquí? Zil y yo conocemos bien esta mansión, vivimos aquí durante meses invernales. Las posesiones de Artrezil estaban siempre allí, como de costumbre, y no había nada en todo esto capaz de resolver el problema. ¿Entonces qué? ¿Fue la nostalgia por parte de nuestro compañero de sombra? El fin le era próximo y quería desaparecer en un lugar familiar. Alycia no me escuchaba de todo modo, perdíamos el tiempo haciendo no sé qué.
Ella se encontraba en la oficina de Artrezil la cual también conozco bien: compuse allí mis canciones más bellas. La veo girar en círculo como buscando algo, luego mira los libros y agarra uno, lo abre en una página y lo pone en el suelo. Bueno, de acuerdo, ¿Pero después? Hace lo mismo con otros, poniéndolos en el suelo con delicadeza. Delante de mí un esquema apareció, sobre cada página un dibujo, un símbolo, colocándolos en el suelo ¡Alycia hacía un ritual! ¿¡Usted comprende!? Pensábamos totalmente saber todo sobre Artrezil y sus creaciones increíbles y mucho tiempo después de su muerte todavía nos asombra. Una vez que el último libro estuvo abierto y puesto en su lugar una pequeña criatura de Sombra semejante a la que se paseaba todo el tiempo con Alycia apareció. Se inclinó delante de nosotros y se fue de ahí. La seguimos hasta el sótano donde atravesó una pared. Alycia hizo lo mismo atravesando también la pared. Reconozco haber tenido una puntada en el corazón cuando fue mi turno de enfrentar la pared. ¿Una habitación desconocida? Estoy seguro que si se destruyera la mansión seríamos incapaces de encontrarla, porque esta pieza verdaderamente no estaba allí, sino en otro lugar, deberemos descubrir su verdadero emplazamiento algún día. El lugar no era muy grande pero emanaba de las paredes una luz morada. Todo aquí era sólo magia de la sombra y hasta yo, que no estoy apegado a las artes mágicas, lo sentía, la presencia era fuerte. Allí, Alycia se puso en ángulo recto a vomitar a la Sombra, de hecho a vomitar a Zil. Otra persona apareció a su vez, o en todo caso se adelantó, porque estaba allí desde nuestra llegada. Me quede boquiabierto delante del él: era Artrezil. Lo que pasó luego verdaderamente supera lo increíble. Siempre recordaré sus palabras de consuelo a la atención de su criatura. Esta pieza estaba dedicada a él, el Archimago no había tenido tiempo antes de su muerte de revelar su existencia. ¿Cómo lo supo Alycia entonces? Es una de las cuestiones a la cual estoy dispuesto a consagrarme en cuerpo y alma con el fin de encontrar la respuesta. Artrezil encantaba al pobre Zil en su última instancia de la desaparición. Poco a poco Artrezil reforzaba al que era a la vez él y su heredero. Tentáculos de sombra se movían en todos los sentidos, volviendo el espectáculo fascinante, y peligroso. Alycia en una esquina no se movió más. Este pequeño juego duró una buena hora antes de que Zil estuviera totalmente "acabado". Artrezil desapareció como había aparecido.
En cuanto a Zil he aquí muy nuevo y pimpante como en el momento de nuestro primer encuentro...
Verdaderamente tengo la impresión de haber vivido un sueño despierto. ¿Debo procurar comprender? Creo que no y que al final pienso que sólo el resultado cuenta. Zil está de vuelta entre nosotros, es la herencia de Artrezil y tenemos mucha suerte de tenerlo. Los misterios que nos rodean son numerosos y todavía tenemos días largos delante de nosotros antes de descubrirlos.
El Imperio de Xzia
Capitulo 1: Descontento
El aullido de los espíritus era insoportable. Daijin meditaba y recibía de frente la peor parte de sus lamentos, mientras desaparecían uno tras otro bajo las llamas divinas. El vínculo establecido con cada miembro de su clan le permitió estar informado en todo momento del progreso de la situación, que era extremadamente crítica. El Ejército Imperial, dirigido por los Kotoba, se encontraba disperso y derrotado. Sin la intervención de la Comepiedras no quedaría ningún valiente hombre para enviar a luchar contra el enemigo. Pero Daijin estaba más preocupado por los espíritus que de los vivos y, en ese momento, sabía que el futuro sería sombrío... Esto fue corroborado algunos días después, cuando regresaron los Kotoba a Méragi, la capital imperial. Los rumores de la destrucción de la Tumba de los Ancestros y la derrota del Imperio fueron confirmados, socavando el espíritu de la población. Gakyusha, herido en su orgullo, fue convocado rápidamente con su hijo ante el Emperador y sus ministros. El Augurio de los Cielos estaba esperando con impaciencia la historia de su brazo derecho y el regreso de su Campeón. Gakyusha e Iro no se hablaban mucho desde hacía algunos años. Pero últimamente ambos hombres estaban más abiertos el uno con el otro y ese día fueron solidarios entre sí. Mientras esperaban frente a la puerta principal de la Cámara del Consejo Imperial, discutieron sobre los últimos acontecimientos.
- No te preocupes, hijo, no tenemos ninguna razón para avergonzarnos. Dijo el Señor Imperial con los ojos sumergidos en los de Iro.
- ¿Ah? Pero si hemos perdido en la vergüenza absoluta, sobre todo yo el portador de Kusanagi. No merezco esta espada, y mucho menos ser el Campeón.
- Y tú me dices esto, incluso cuando salimos vivos del campo de batalla. Recuerdo que decapitaste a una criatura con inmensos poderes y que sin la intervención de esa cosa divina le íbamos ganando a los escarabajos y a los nómadas.
En esto el guardia invitó a los dos hombres a entrar. Gakyusha ajustó su traje y pasó antes que Iro. Al ver el aspecto de los ministros y el Emperador, el debate parecía haber sido agitado. Después de efectuar el protocolo a la perfección, ambos se encontraban de rodillas en el centro de la sala, frente al Emperador. A la derecha de éste el Primer Ministro Akizuki con un abanico en la mano examinaba algunas notas escritas sobre un papel de arroz. A la izquierda Daijin miraba a Iro y a Gakyusha con singular indiferencia. El Emperador permaneció impasible reflexionando sobre los últimos acontecimientos y lo que pasaría con su Imperio. Más atrás, porque no era ministro, Toran, ex regente imperial, asistía a la reunión.
Iro se inclinó, con la frente en el suelo.
- Lo escuchamos, Campeón del Emperador, dijo Akizuki plegando su abanico.
- Venerado Emperador, mi honor está manchado con una vergonzosa derrota. Dijo levantándose. Aunque en la batalla inicialmente tuvimos la ventaja, hemos fracasado en nuestro deber y por nuestra culpa la Tumba de los Ancestros fue destruida.
Akizuki iba a responder, pero Daijin intervino.
- Efectivamente, es un fracaso. ¡Esta misión era simple, proteger la Tumba de los Ancestros, evitar su destrucción! Dijo con enojo.
En ese momento una niebla muy ligera se levantó en la habitación y varias formas fantasmales aparecieron por aquí y por allá. Luego susurraron quejas contra los seres vivos que escuchaban.
- ¡Escuchas, Campeón del Emperador! Gritó Daijin ¡Lloran a los ancestros desaparecidos para siempre!
Iro inclinó la cabeza, tenía claro que se merecía esta reprimenda. Lentamente desenvainó a Kusanagi y la colocó en el suelo.
- Usted tiene razón Daijin. Yo no merezco llevar a Kusanagi ni el título de Campeón del Emperador.
A su lado, Gakyusha hervía de rabia por dentro, estaban atacando a su hijo y de manera injusta. Por lo que decidió entrar en la discusión, de forma poco cordial.
- ¿Nos cree más fuertes que un dios señor Daijin? Dijo levantándose, ante la sorpresa de la audiencia. ¿Cree que su título de Asesor Místico le da el derecho de hablar así del Campeón del Emperador? ¡Luchamos lo mejor que pudimos, vi a Iro decapitar a una criatura que podría vencerlo Cuervo! Sólo el Emperador y el Primer Ministro pueden levantar su voz contra el Campeón o contra mí. ¿Soy lo suficientemente claro, ministro de los "misterios"?
La tensión aumentó. A pesar de su naturaleza sobrenatural la cara de Daijin enrojeció y estalló de cólera.
- Escuche esto, Señor Imperial porque soy...
Pero fue interrumpido en seco. Kusanagi puesta delante de Iro comenzó a vibrar, luego se elevó en el aire ante un sorprendido Emperador. Una nueva forma fue tomando cuerpo, una presencia que Iro ya había sentido. Todos quedaron sorprendidos en frente del primer emperador. Se postraron ante este ilustre antepasado.
- La ira no conduce a nada, espíritu Cuervo. Es demasiado tarde para volver atrás, la Tumba de los Ancestros ya no existe y su destrucción ha creado una abertura entre este mundo y el de los muertos. Escúchame Emperador de esta época, estoy aquí para advertirte. Tu mundo es la presa de elección para poderes superiores. Nosotros, los ancestros, fuimos sus guardianes, pero ahora no podemos retenerlos más tiempo. Van a despertar y caminarán por el Imperio. Éste debe permanecer unido como lo ha sido desde que lo cree.
El Primer Emperador recorrió la sala, buscando a alguien.
- ¡Nashi!
Uno de los fantasmas que se quedó en el fondo avanzó hasta Xzia. Era un hombre vestido con un abrigo rojo parcialmente desgarrado.
- Te quedarás con los Kotoba mientras puedas, aconséjalos acerca de lo que sabes sobre este caso.
- A sus órdenes Primer Emperador, dijo haciendo una reverencia. En cuanto a ti, Daijin.
- Has creado celos por quedarte en este mundo, Cuervo. Algunos de tus compañeros se sienten ofendidos, espero que hagas todo lo posible para mantenerlos donde están.
Luego se detuvo a nivel de Iro y Gakyusha.
- Hiciste todo lo posible y has seguido el código de honor al pie de la letra. No te culpes, mantén el corazón valiente y la espada lista para golpear al enemigo. Iro, blandes a Kusanagi tan bien como yo, mi descendiente hizo bien en confiártela.
Por último se enfrentó al actual Emperador.
- Tu vía es diferente de la que yo elegí, veo que diriges con sabiduría y no con la espada. Sabes rodearte de la mejor gente, debes confiar en ellos.
- Tengo toda la confianza en mi Campeón y en el Señor Imperial, ilustre ancestro. Yo iba a intervenir en el momento de su providencial aparición. He oído su advertencia y todo el Imperio tomará las medidas necesarias para evitar que las desgracias caigan sobre él. Por desgracia, debemos también supervisar al destructor de la Tumba de los Ancestros, sin duda, él no permanecerá en ese sitio.
- Ese es asunto de los vivos...
Xzia desapareció al igual que los otros fantasmas, excepto Nashi. La calma volvió. Daijin fue y se sentó de nuevo en su lugar, pensando en las primeras palabras del Emperador respecto a él.
- Vuelva a colocar esa espada a su lado Campeón del Emperador, yo no acepto que me la entregue. Sus acciones fueron valientes y son para la gente de Xzia un ejemplo. Señor Imperial, aunque estoy de acuerdo con mi ancestro, sólo puedo recomendarle que no vuelva a actuar con ira, sobre todo en mi presencia. Dicho esto, es cierto que mi Primer Ministro y yo somos los únicos que pueden permitirse el lujo de levantarle la voz a mi Campeón y al Señor Imperial. ¡Qué esto sea conocido por todos! Ahora reúna a las filas, veamos pues a nuestro nuevo invitado.
Iro y Gakyusha se sentaron detrás del Emperador con el corazón más ligero.
- Nashi... ¿Uno de los hermanos Cazador de Demonios de Onabunda? Preguntó el Emperador con gran curiosidad.
- El mismo, respondió el fantasma haciendo una reverencia. Toran se levantó y se colocó al lado de Nashi para poder hablar.
- ¿Sí? Maestro Toran.
- Perdone mi interrupción en esta discusión. La presencia de Nashi me obliga a revelar ciertos hechos.
El Emperador frunció el ceño, le ocultaban algo y eso no le agradaba.
- Le escuchamos Maestro Tsoutaï.
- Hace muchos años, mientras que Xzia luchaba ante las legiones dracónicas venidas del sur, otra guerra se llevaba a cabo. Una guerra silenciosa, una guerra mística que pocas personas pueden describir en la actualidad. Si Xzia dirigió su guerra, por su parte fue la coalición de los Cazadores de Demonios de Onabunda y los Tsoutaï bajo la guía del maestro Akiyoshi la que llevó los otros enfrentamientos. Hemos trabajado activamente para que lo sucedido durante esos años no se conozca. Le contaré en detalle el curso de esta guerra, pero en resumen confinamos a varios Karukaï, espíritus malignos, en el mundo de los espíritus y de los muertos. Creo que por eso está acá ¿No es así Nashi?
- Si maestro Tsoutaï, tienes razón. Y si vuelven me habré sacrificado por nada.
- No entiendo, intervino Akizuki ¿Por qué nos han estado ocultando esto?
- Porque era necesario. El emperador se enfrentaba a Draconia, era nuestro deber resolver los problemas internos del Imperio, dijo Nashi con calma.
- Sí ¿Pero después de la guerra contra Draconia? Preguntó el Emperador.
- Los ancestros tienen sus razones, nos hicieron jurar jamás hablar de esto con los vivos. Y hemos cumplido con nuestro compromiso.
Esta respuesta no satisfacía al Emperador, pero estaba contento, por lo menos por el momento.
- Gracias por sus respuestas. Señor Daijin, le encomiendo este asunto, trabajará en conjunto con los Kotoba y Nashi. Por ahora es inútil revelar esta información al pueblo.
Esa misma noche, en un lugar secreto se llevó a cabo una reunión de Cazadores de Demonios. Zatochi Kage, Nashi, Kyoshiro, Ryouken y Okooni formaron un círculo alrededor de Yu Ling. Alrededor de ellos docenas de palillos de incienso difundían sus fuertes olores. Del mismo modo varios farolillos rojos contribuían a crear una atmosfera especial. La anciana se puso en medio de los otros, cerró los ojos y escuchó las palabras de Nashi.
- Nuestra hermandad ha sobrevivido al tiempo bajo el manto del secreto. Protegemos al Imperio de las amenazas místicas de las que podría ser víctima. Yu Ling, ponte de rodillas delante de tus pares.
La anciana llevó a cabo la orden con gran dificultad.
- Por tus actos llevaste a la muerte a uno de los nuestros cuando She Zuan trató de liberarse. Por eso fuiste castigada.
Yu Ling recordaba perfectamente aquel desafortunado episodio de hace unos años. Desde ese momento llevó en su rostro la marca de la maldición.
- Ya has pagado suficiente por tu falta. Yo Nashi, Cazador de Demonios de Onabunda, borro tu marca y lo libero de tu carga. A veces nos enfrentamos a fuerzas increíbles, ese fue el caso en el pasado y este será el caso nuevamente. Encuentra edad y belleza en estos tiempos turbulentos, y levántate ante nuestros enemigos.
Nashi puso su mano sobre la frente de Yu Ling y su dedo pulgar translúcido borró la marca como si la tinta aún estuviera fresca. Un humo azul oscuro se liberó de la marca y rápidamente envolvió a la anciana que cayó al suelo. Ella se retorcía de dolor, su cuerpo cambiaba y cuando el humo desapareció, ya no parecía la misma. La anciana había dado paso a una joven mujer en la plenitud de la vida y hermosa como el día. Se sentía bien y en plena posesión de sus facultades.
- Cazadores de Demonios, ahora nos toca a nosotros.
- ¿Qué debemos hacer? Preguntó Kyoshiro.
- Ir a los cuatro rincones del Imperio y reunir a nuestro ejército.
- ¡Podemos hacerlo! Dijo Okooni con su voz ronca.
- En cuanto a mí, voy a buscar algunos ancestros perdidos, creo que todavía hay algunos pocos. Dijo Zatochi. Luego, mirando a Ryouken le preguntó ¿Quieres venir conmigo?
En respuesta, el Lobo de la Guerra puso su hocico bajo la mano del ex general.
- El Emperador quiere que nos asociemos con Daijin y los Kotoba. Dijo Yu Ling mientras se levantaba.
- Y tiene razón, vamos a necesitarles. Hay que verificar que las puertas todavía están selladas. Dijo Nashi. Y eso no será nada fácil...
Capitulo 2: Capturar un Karukaï
Iro, sentado en pose de loto sobre un tatami, miraba severamente a un pobre hombre, postrado en el suelo, tal cual, una miserable lombriz. El hombre, que denotaba ser un campesino, se excusaba una y otra vez, de la pobreza de sus cultivos que habían abastecido de pocos granos al Imperio en este año de escasez. Pero Iro no quería oír excusas. Sus numerosas canas y sus arrugas lo envejecían muchísimo, y aunque todavía no había alcanzado una edad avanzada, las pruebas atravesadas habían marcado lo más profundo de su ser. Retomó su postura de primer ministro, luego con un gesto ágil puso la mano sobre Kusanagi. Lentamente se levantó y dejó reposar el filo de su espada en la nuca del pobre hombre.
-¡Si no puedes alimentar al Imperio, ya no le sirves para nada!
Levantó su brazo y blandiendo la espada, le cortó la cabeza. Las otras personas que asistieron al espectáculo, se sintieron horrorizadas por el gesto. Pero Iro no se inmutó, su único deber era llevar el Imperio hacia la gloria y la grandeza, el resto no tenía la menor importancia. Iro se despertó sudoroso. Hacía ya una semana que tenía el mismo sueño, cada noche él se veía mayor, decapitando a un campesino, que le pedía redención. Sus noches más cortas comenzaban a cansarlo. Se puso el quimono rojo, uniforme de la Kotoba y salió un momento al jardín. Hacía frío pero esto no lo molestaba, admiró la luna, en parte visible. " Estoy perdiendo la cabeza " se dijo. " Es medianoche y sé que no voy a poder dormir más”. Iro regresó a su cama y tomó a Kusanagi.
-Xzia, antepasado benévolo, necesito de tus iluminados consejos. No tengo ganas de hablar con otros de esto que sueño, ya que se vería como un signo de debilidad.
Puso la espada del primer emperador a su lado y luego miró el techo hasta que el sol se levantó. Lentamente se vistió, estando cansado de una nueva noche de insomnio. Saludó apenas a su padre y a su abuelo que discutían de las últimas noticias. A Gakyusha no le gustaba ver a su hijo en ese estado, sabía que algo no iba bien.
-¿Período difícil para nuestro campeón? Interrogó al abuelo a quien Iro se parecía tanto.
- Es así desde hace algún tiempo. Cuando un hombre comienza a no dormir convenientemente es que su espíritu está ocupado por malos pensamientos. Veré que puedo hacer.
Más tarde en la oficina de Gakyusha, Tsuro el maestro de los Abatidores, escuchaba atentamente a su viejo amigo, inquieto por su hijo.
- Si quieres voy a vigilarlo algún tiempo, si algo no marcha bien te prevengo.
- Te agradezco por dedicarle tiempo a esto.
- Es normal, es miembro de la Kotoba, El campeón del Emperador y también un amigo. ¿Sabes que debe hacer hoy?
- Debe asistir a un curso de esgrima en la escuela imperial.
- Muy bien, allá voy.
Iro había pasado la mañana cumpliendo su servicio en el palacio imperial. Había asistido a reuniones fastidiosas y políticas, así como a la recepción del jefe de un clan lejano, que había venido a saludar al Emperador. Todo esto, fue de una trivialidad penosa para nuestro héroe, enamorado de las aventuras. También estuvo contento de llegar por fin a la escuela imperial, un lugar que le gustaba por haber pasado allí algunos años. Fundada por el padre del Emperador actual, esta escuela tenía por objeto formar a los futuros magistrados imperiales, pero también a los oficiales y a los futuros soldados. Pequeño genio de las armas, el hijo del Señor Imperial, Iro se había incorporado a muy temprana edad, al prestigioso establecimiento y había vuelto a salir de él, tres años más tarde con el sobrenombre del "Duelista". El maestro Fu-Fa estaba contento de ver al campeón, este viejo hombre cuya barba llegaba hasta sus pies era el maestro más viejo de la armada del Imperio y a pesar de su edad muy avanzada, no era fácil de vencer.
- Iro, siempre es un honor el recibirte aquí, mis jóvenes aprendices están verdaderamente impacientes de recibir las enseñanzas del campeón de nuestro, bien amado Emperador.
- ¡Vayamos pues, voy a enseñarles lo que yo mismo, tuve el privilegio de aprender del mejor espadachín que vive en esta tierra!
- Me halagas, llegado el caso habrá que verificar si el alumno ha sobrepasado al maestro, sobre todo que este alumno se ha hecho merecedor de llevar a Kusanagi.
- Esto es posible. Acepto el desafío, como siempre. Ya es hora de dejar que la juventud asuma su lugar, dijo, sin tener el menor cuidado sobre el verdadero significado de sus palabras.
El maestro Fu-Fa quedó en shock algunos instantes, por esta última observación muy poco respetuosa. Pero no le guardo rencor por ella. Los alumnos en traje de campaña ligero, estaban bien alineados, de rodillas alrededor de la superficie de arena reservada para los enfrentamientos con espada. Iro se instaló donde no había nadie, seguido de cerca por el maestro Fu-Fa. Los alumnos se inclinaron respetuosamente.
- Así como ustedes pueden verlo jóvenes, hoy tenemos el inmenso honor de recibir al Campeón Imperial, quién ha aceptado asistir a nuestra sesión de enseñanza.
Iro no se sentía bien, tenía un sueño terrible y una extraña sensación de ya haber visto esta escena. El maestro Fu-Fa les recordaba a sus alumnos las reglas que todo buen espadachín debía conocer. Luego con el fin de que cada uno pudiera dar prueba de sus habilidades adquiridas, motivó a sus alumnos organizando un torneo rápido, el ganador tendría la posibilidad de confrontar a Iro, gozando así de toda su experiencia. Impulsados por el reto, los alumnos se superaron. Iro, con sus pensamientos en otro lugar, no fue muy respetuoso con alumnos, y sus bostezos provocaron por aquí y por allá algunos cuchicheos de indignación.
“¿Que es lo que le pasa? " Se preguntó Tsuro a algunos pasos de ahí. “Esta historia llegará a oídos del Emperador, y esto puede perjudicarle. "
Por fin, después de cerca de una hora de justas amistosas, de los alumnos más fuertes, un cierto Yang Guo, quedo a la cabeza. Fue saludado por el maestro Fu-Fa, quien estaba encantado por esta victoria, ya que este era su mejor alumno. El joven hombre se adelantó hacia Fu-Fa e Iro y como lo marcaba la tradición, se puso de rodillas y apoyó su frente contra el suelo. En la cabeza del campeón hubo un deja vu. Vio de nuevo la escena de su sueño excepto que esta vez, estaba despierto. Se levantó, tomó una de sus espadas y fue hasta Yang Guo. Fu-Fa hizo un movimiento hacia atrás, sin entender lo que pasaba. Otros alumnos se preguntaban a que estaba jugando el Campeón Imperial. Tsuro, no lejos de allí, no vaciló un segundo y se lanzó. Pero Iro era rápido y bajó la espada. Sin embargo Yang Guo no iba a dejarse aplastar, rodó de lado y en uso de su arma detuvo el segundo golpe que le propinaba Iro. Tsuro llegó justo a tiempo sobre Iro, antes de que se derramara la menor gota de sangre. El maestro Abatidor, y Yang Guo, desarmaron y luego inmovilizaron al campeón imperial que cayó desvanecido. El maestro Fu-Fa reaccionó con rapidez, comprendiendo que la situación no era normal, despachó inmediatamente a todos sus alumnos y le ordenó a Tsuro y Yang Guo traer al Campeón hasta su casa, frente a la escuela. Allí, el campeón fue dispuesto cómodamente.
- ¡Hay que prevenir rápidamente al Señor imperial! Está en su casa en este momento, usted podría encargarse de ello, dice dirigiéndose a Yang Guo.
El joven hombre se fue corriendo, no podía creer lo que acababa de vivir. Mucho más tarde, en casa de Fu-Fa, Iro se despertó y se recuperó del trance. Gakyusha había seguido al joven alumno, pidiéndole a Yu Ling que viniera también para examinar a su hijo.
-¿Entonces Exorcista, que tiene?
Yu Ling analizó los influjos mágicos alrededor de Iro y su diagnóstico era claro.
- ¡Está bajo una influencia mágica, reconozco allí la marca de un Karukaï!
-¿Entonces la amenaza es real? Se inquietó Gakyusha. Exorcista, te lo encomiendo.
Yu Ling pasó la mano sobre la frente de Iro, revelando un símbolo en forma de ola.
- ¡El señor de las serpientes! ¡Está aquí!
- ¿Aquí dónde? Preguntó Tsuro.
-Voy a explicarles, esto tiene que ver con la creación de Méragi. Antes de que esta ciudad fuera fundada, vivía aquí un hombre cruel, el señor Onoba. Poseía todas las tierras de esta comarca y consideraba a los habitantes como sus esclavos y su perfidia era incomparable, conspirando para ganar el máximo de poder. Cuando Xzia llegó a la región con el fin de unificar los clanes, se encontró confrontado con Onoba. Este hombre con lengua de serpiente fue uno de los desafíos más grandes del futuro Emperador.
-¿La historia del Emperador y de la Serpiente? Cortó a Tsuro.
-Sí, y cuando Onoba se encontró con su alma podrida, en las manos de su alter-ego serpiente, se fusionaron al extremo de convertirse en Karukaï. Es probable que Onoba se haya quedado en el mismo lugar que Méragi, pero en el mundo de los espíritus. Es bien sabido que al Karukaï le gustan las ciudades, por ello no sería de extrañar, que se encuentre aquí, en Méragi. Añadió Yu Ling que observaba a Gakyusha. ¿Algo no va bien, Señor Imperial?
-Sí, esto no va bien. No he prestado jamás, mucha atención a estas historias, sólo creo en mi espada. Nuestra familia es una de las más antiguas, descendemos de Onoba, dijo Gakyusha que comenzaba a comprender.
Yu Ling inclinó la cabeza, esta noticia no era buena.
-Intenta influir sobre Iro, dijo con grandes gestos.
-¿Entonces? ¿Qué podemos hacer? Se inquietó Tsuro.
-Vamos a tener que afrontar la situación. Habrá que ir al mundo de los espíritus y ajustar cuentas con este despreciable Karukaï...
Morada del Cuervo, una casa lúgubre en un barrio lúgubre de la capital imperial. Tsuro e Iro sentados uno frente al otro fueron rodeados por Daijin, Malyss, Yu Ling, Kyoshiro y otros magos del clan del Cuervo. Todos ellos, en la misma posición de encantamiento, con el fin de abrir un pasaje hacia el mundo de los espíritus.
-¿Por qué somos dos? Preguntó Iro, al ilustre anciano.
-¿Por qué no? ¿Tienes miedo de fracasar? Dijo Tsuro, punzando al campeón.
-No, no tengo miedo de nada.
-Entonces, concéntrate.
Decenas de cuervos aparecieron unos tras otros, arremolinándose por encima de ellos con frenesí. Comenzando a volar cada vez más bajo, rozando, y luego golpeando a Iro y Tsuro. En lo sucesivo, ninguno de los dos podía moverse. Al cabo de un momento, ya no veían nada, envueltos por las numerosas aves y las plumas caídas. De repente, todo desapareció, ningún ave, solo una luz viva y roja. Y cuando sus ojos se adaptaron, se oyó un silbido, largo y penetrante. Iro se levantó, como impulsado por un resorte, colocando instintivamente la mano sobre Kusanagi. Tsuro, a su vez, se colocó la máscara de los Abatidores sobre su cara.
-Me siento raro dijo al viejo hombre.
-Yo también, algo no va bien...
Iro siempre oía este silbido agudo y no comprendía de donde venía.
-¿Oyes eso? Algo parecido al silbido de una serpiente, debemos estar en el antro de Karukaï.
Tsuro prestó atención pero no comprendía, porque no oía nada en lo absoluto. Solo Iro podía oírlo.
"Graccciasss por haber venido " le dijo una voz en su cabeza, " ¡Dessssde ahora, ME pertenecesssssss!”
Iro sintió un dolor inmenso en el vientre que lo dobló en dos. El dolor subió rápidamente hasta su cabeza, creyendo morirse. Tsuro saltó entonces sobre Iro y le puso un puñetazo al nivel del torso. Símbolo de los Xziarites apareció sobre el joven campeón.
-¡De ninguna manera! Gritó Tsuro, golpeando por segunda vez.
Allí una forma translúcida salió de Iro, una forma que comenzó echó a crecer y a crecer para convertirse por fin en un tipo de hombre serpiente. Su apariencia era repulsiva, esta cosa con piel escamosa y roja, no poseía ojos y en su cabeza se movían varios tentáculos. Iro se aferró de Kusanagi para no zozobrar, al pasar el dolor.
-Tssssss, que molessssssto, me privasssss de mi nuevo cuerpo...
-¡Onoba! ¡No saldrás de aquí! Gritó Tsuro sentado en pose de loto. ¡Iro anímate y ataca!
El campeón, ahora liberado de la influencia de Onoba, tenía la firme intención de ajustar cuentas. Se saco la parte superior de su vestimenta para estar libre en sus movimientos y tomó a Kusanagi en una mano y otra espada en la otra.
-¿Creesss que puedessss derrotar a la sssssserpiente? ¡Esssssss mi casa! ¡Missss reglasssss!
-¡Vas a ver tus reglas! Soltó Tsuro, que deseaba hacer un comentario socarrón.
Un glifo de protección se formó bajo el maestro Abatidor, y luego otro, bastante diferente sobre el Karukaï. Iro se lanzó y asestó un golpe violento de espada sobre la criatura. Ésta sorprendida con no poder utilizar más sus poderes intentó esquivar y replicar. A pesar del glifo de Tsuro, Onoba era una criatura temible, Iro, con mucho esfuerzo mantenía el ataque. Karukaï, encarcelado resistía mientras podía
"¡Toma la espada con ambas manos y golpea, Iro, no eres el descendiente de Onoba, sino el mío!”
Esta voz, era la de Xzia que parecía manifestarse en los momentos más delicados. Iro lanzó su segunda espada, tomó impulsó y saltó. Se encontró sorprendido al verse a la altura de la cabeza de Karukaï. Agarró firmemente a Kusanagi con las dos manos y hendió la hoja de arriba a abajo, cortando toda la longitud de la piel de la criatura que aulló. Una materia gelatinosa, casi ectoplasmia chorreó por la herida. Tsuro que había concluido su concentración, aflojó toda la energía del glifo, una red mágica capturó a Onoba, que se sacudía de dolor.
-¡Eres nuestro! Esto no fue muy difícil, dijo Iro con orgullo.
El combate había sido breve, pero intenso. Iro, ahora se encontraba libre de la influencia de su antepasado. Pero no sabía que todo esto, había sido previsto y que el plan de Karukaï funcionaba perfectamente...
Capitulo 3: El secreto del Cuervo
Hace mucho tiempo...
Daijin sobrevolaba las futuras tierras imperiales, batiendo sus alas con vigor, impulsado por el fuerte viento. Él, que había vivido los primeros momentos de su existencia en el mundo de los espíritus. Le gustaba tanto esta libertad duramente adquirida a través de Yachoukou, el Karukaï, maestro de los espíritus aves. Había imaginado este momento con emoción y cuando por fin encontró el camino de la salida del mundo de los espíritus, supo que de ahora en adelante se encontraba en casa. Visitó las diferentes regiones de las tierras de Guem, pero nada lo atraía más que los grandes bosques de bambú de las tierras orientales, allí donde los hombres parecían reverenciar el honor como a un Kami. Se maravilló ante tanto ingenio, coraje y valentía, de la que daban prueba estos hombres. Quedó aun más impresionado por la facilidad que tenían para luchar entre sí por cuestiones territoriales o incluso por simples trivialidades.
Luego vino la ascensión de Xzia. Este humano que por la fuerza, la diplomacia y la perspectiva de un mundo mejor reunió a todos los clanes bajo su bandera. Daijin estaba allí cuando esto sucedió. Aquel día, decidió tomar forma humana y vivir entre ellos. ¿Probablemente así podría aprender más sobre sus costumbres y su naturaleza? Y quizás así escaparía de las eventuales búsquedas de los enviados de Yachoukou. Fue así como Daijin se convirtió en un anciano, al menos en apariencia, entre los hombres.
Muchos años más tarde Daijin se encontró en una historia en la que él no lo había pasado bien. Había llegado el tiempo de la guerra. El Emperador Xzia pronto iba a llevar a sus ejércitos contra Draconia y el mundo iba a arder. Daijin no deseaba participar porque vivía como un observador y era amigo de los hombres. Desde que vivía en el Imperio numerosas leyendas acerca del Cuervo se contaban alrededor del fuego y desde entonces el Cuervo tiene un sitio especial en la mitología de esta región, hasta se le atribuían poderes muy superiores a los que realmente poseía. Esto le convino hasta el momento en que el Emperador pensó que la victoria se le escapaba de las manos y ordenó que encontraran y le trajeran a este "Cuervo". Si no lo tiene, lo que el Emperador desea, el Emperador lo obtiene. Daijin no se escondía y fue fácil para los consejeros de Xzia encontrarlo y conducirlo frente al que lo llamaba. Fue llevado a Méragi, la capital que cada día acogía a nuevos habitantes, una ciudad con gran actividad. Daijin fue recibido en la sala del trono donde el Emperador y sus consejeros lo esperaban. Entre la gente el Cuervo reconoció a una persona de la orden Tsoutaï, no le gustaban estas personas porque estaban a la vez en este mundo y en el de los espíritus. Xzia habló.
- Cuervo, me han hablado de la extensión de tus poderes y nos serán útiles para derrotar a nuestros enemigos. Colócate bajo el mando de los Tsoutaï y vean cómo organizar nuestra defensa mágica.
Pero Daijin no deseaba intervenir en esta guerra que no era suya. Respondió lo más natural que pudo.
- Si, es honorable querer lo mejor para su imperio, pero debe saber que no soy de este mundo y que no intervengo en los asuntos de los hombres.
Esta negativa pública hirió profundamente al Emperador, provocando un maremoto político. Xzia levantó su mano y la audiencia guardó silencio. No era del tipo de personas que se deja impresionar por cualquiera, sea humano o no.
- Si pisas mis tierras, eres mi sirviente, yo soy el Emperador, designando por los Kamis para gobernar el mundo de los hombres y también el de los espíritus. Tú harás lo que te ordene.
Daijin hubiera actuado en aquel momento, pero fue incapaz de utilizar sus poderes.
- Emperador, si los Kamis te confiaron este mundo no puedes jactarte de ser el Emperador de los espíritus. El mundo del que hablas es regido por otras leyes. Yo dispongo de mi buena voluntad, Pero no recibo ordenes de nadie.
La cólera de Xzia estalló ante esta afrenta.
- ¡Si no estás dispuesto a ayudar al Imperio desaparecerás!
Los guardias, ayudados por los Tsoutaï, cogieron a Daijin incapaz de resistirse. Mientras salían de la sala del trono Daijin lanzó una última frase.
- Tejeré sobre tu Imperio un velo de desgracia. Un día el Emperador se inclinará ante de mí como un siervo ante de su amo. ¡Te condeno Xzia y a tus sucesores a tener que pactar con mi descendencia!
El Cuervo fue arrojado al fondo de una mina abandonada de hierro gris, metal capaz de contener los poderes de los espíritus y no se volvió a hablar más de él.
Un pasado más próximo...
Han pasado muchos años. Dentro de quince años la Piedra Caída del Cielo, provocará un conflicto mayor. Pero, por ahora, el Emperador había vuelto a abrir las puertas de la mina de hierro gris, enviando una pequeña cohorte de obreros a extraer los últimos restos del precioso metal. El joven Oykun recorría las entrañas de la mina, desafiando el peligro, evitando los golpes de los capataces. En lo más profundo de la montaña encontró a un viejo hombre medio inconsciente. Oykun se apresuró a ayudarlo, dándole un poco de su agua cuando ya casi no le quedaba. El viejo con los ojos amarillos se secó la barba.
- Gracias… muchas gracias joven. No sé cuánto tiempo he pasado aquí.
- ¿Qué fue lo que hiciste anciano? Preguntó Oykun alumbrando las cadenas de hierro gris que retenían a Daijin.
- He sido encerrado aquí porque supuestamente dije palabras amenazadoras contra el Emperador. Desde entonces estoy aquí encerrado en el fondo de esta mina. Ayúdame, libérame de estas cadenas y salvaré a tu familia de la servidumbre y del infierno de esta mina.
Oykun era muy escéptico, pero consagraba hacia las autoridades un odio de los más feroces. Por lo que buscó el medio para liberar al viejo hombre, una vez hecho esto, lo llevó afuera dónde la noche ya había caído. Daijin sintió nuevamente el viento fresco sobre su cara, olió los perfumes de un bosque cercano.
- Tomará un tiempo en que mis poderes vuelvan joven Oykun, llévame hasta tu familia, escóndeme. Dime Oykun ¿Cuál es tu apellido?
- Soy Oykun Kage. Nos arrastremos, los capataces vigilan el lugar. La familia de Oykun vivía en los ruinosos campamentos de barracas destinados a los obreros de la mina. Todo estaba sucio y en mal estado. Daijin ya había visto en el pasado la esclavitud del hombre por el hombre, al parecer nada había cambiado desde su encierro. La llegada del anciano y el modo en el que Oykun lo liberó sembró la discordia entre los miembros de la familia Kage. Algunos querían entregar al viejo a las autoridades, otros veían ahí la ocasión de hacer pagar por los sufrimientos a los que habían sido sometidos. Daijin finalmente logró ponerlos de acuerdo respecto a su presencia entre ellos. A la noche siguiente Daijin estaba mejor, habló con Oykun sobre el futuro que iba a ofrecerle a su familia.
- Yo siempre cumplo mi palabra Oykun. Dime ¿Quiénes son estos niños que duermen tan agitado sueño? Preguntó Daijin mirando a dos jóvenes chicos acurrucados bajo su manta.
- Él es Oogoe y él Karasu, y este pequeño hombrecito, dijo señalando a un bebé, es Kotori.
Daijin veía un enorme potencial en los chicos y supo que este encuentro iba a permitirle vengarse.
- Tomaré a tus hijos, tus primos, tus tíos y todos los que quieran colocarse bajo mi protección. Romperé las cadenas que te amarran así como lo hiciste conmigo. Luego iremos a Méragi y tomaremos el control. Esto probablemente tomará algún tiempo, pero lo haremos.
En el presente...
Daijin había vuelto a Méragi desde hacía tiempo. El Clan del Cuervo había prosperado rápidamente, Daijin obtuvo su venganza envenenando los sueños del Emperador. Luego la situación cambió y ahora Daijin era consejero del Emperador, al fin reconocido y sobre todo respetado. Una nueva amenaza golpeaba al Imperio, los Karukaï pronto iban a pisar esta tierra, lo que horrorizaba a Daijin. Había escapado mucho tiempo de Yachoukou, pero la barrera entre el mundo de los espíritus y este mundo había sido destrozada.
Kotori Kage, el más joven de la familia se reveló rápidamente como un niño dotado en las artes marciales. Gracias al poder de su clan y a sus increíbles habilidades llegó a integrar la orden de los Abatidores. Shui Khan, que recibió las enseñanzas de Tsuro le transmitía ahora su saber al joven Kotori. Su entrenamiento los había llevado al bosque de árboles milenarios de Kobimori, no lejos de Méragi. Kotori corría zigzagueando entre los árboles, sabía que en cualquier momento podía surgir su maestro, el fin era escapar de él el mayor tiempo posible. Hasta ahí todo iba bien. Luego una daga rozó su cara. Se lanzó detrás de un grueso peñasco para esconderse.
- ¡Creía que no utilizaríamos los kunais maestro! Gritó Kotori.
Enseguida se dio cuenta que el objeto que estuvo a punto herirlo no era un kunaï, sino una daga de metal negro con forma de pluma. ¡Esta no era un arma de Abatidor! Lo atacaban de verdad, a pesar de todo guardó la calma, analizó la situación, intentó descubrir donde se encontraba su enemigo. Según el ángulo de la daga y su velocidad, su enemigo estaba en uno de los árboles a sólo algunos metros de su posición. Rápidamente se equipó, mientras armaba su Lanza Agujas, desenvainó varios kunaïs. Luego dio un salto sobre el peñasco que lo protegía, lanzando unos kunaïs sobre los árboles. Luego, una nueva daga negra voló a toda velocidad con destino a la cabeza de Kotori, pero un kunaï venido de otra parte se estrelló contra ella antes de que hubiera tocado al joven Abatidor. Shui Khan no tardó en aparecer a los pies de los árboles, tenía una decena de pequeños shurikens apretados entre sus dedos. Con un movimiento ágil y poderoso los lanzó en el aire, cortando hojas y ramas. Sacando provecho de la distracción Kotori se abalanzó sobre las primeras ramas del árbol. Pero no encontró nada más que unas pocas plumas negras que caían lentamente hacia el suelo. Shui Khan vigiló los alrededores pero el atacante ya se había ido.
- ¿Estás bien Kotori?
- Además de que estuve a punto recibir una daga en plena cara, estoy bien. ¿Qué fue eso?
- No tengo idea, pero sentí una presencia maligna en los alrededores, no sospeché en ningún momento que arriesgabas tu vida.
- ¿Fui tomado como un objetivo? Preguntó Kotori recogiendo las plumas caídas.
- Sí, sin duda. Me da la impresión que estás en mejor posición que yo para comprender esta historia, dijo Shui Khan mostrando las plumas. Volvamos a Méragi, voy a informar al Señor Imperial de esta historia.
- Y yo voy a hablar con el que podrá responderme.
Daijin discutía con Oykun en la gran sala de la morada del clan. El antiguo minero con algunos años más y sus sienes entrecanas le recordaban que el tiempo avanzaba inexorablemente. El joven minero que salvó en otro tiempo al Cuervo se había hecho una persona importante, dirigía el clan con Daijin. Su discusión fue interrumpida por la llegada de Kotori que había corrido hasta aquí para evitar todo encuentro fortuito. Se inclinó ante el Cuervo y su padre.
- Disculpen por molestarlos.
- ¿Qué pasa? Preguntó Oykun frunciendo sus cejas.
- Acaban de intentar asesinarme, dijo tendiendo las plumas recogidas en el sitio.
La cara de Oykun se volvió blanca, ¡Alguien había intentado matar a su hijo! En cuanto a Daijin, tomó las plumas, ya había visto algunas semejantes.
- ¿Quién se atrevió a hacer esto? Gritó Oykun.
Kotori no supo que responder.
- Cálmese señor Oykun, sé quién hizo esto, y pienso que verdaderamente no fue una tentativa de asesinato, sino una advertencia, incluso una invitación. Pero esto me incumbe a mí, el espíritu Cuervo.
- ¡No me gusta que se sirva de los míos para sus historias de espíritus!
- Comprendo su ira, voy a arreglar esto, y siempre cumplo mi palabra. Oykun apretó los dientes pero no respondió, prefiriendo examinar a su hijo para ver si no estaba herido. Daijin se fue hasta sus aposentos, en la parte superior de la morada, luego abrió la ventana y se transformó en un cuervo enorme. Voló con destino al bosque de Kobimori. Percibió la presencia de innumerables espíritus en la zona.
- Tan cerca de Méragi, esto no va bien en lo absoluto.
Luego reparó en el que venía a ver y en este momento sintió miedo. Tomó forma humana y se acercó a alguien o algo.
- Veo que tienes el coraje de venir a verme mi pequeño Cuervo... Pero, ¡Que feo estás! Dijo esta extraña persona mitad humana y mitad ave. ¡Cambia eso!
Daijin cambió de apariencia, rejuveneciendo.
- Así está mejor.
- Señor Yachoukou.
- Mi presencia aquí te da miedo no mi pequeño Cuervo. Escapaste de mí mucho tiempo, pero ahora que te encontré vamos a poder ajustar nuestras diferencias. Muchos de los Karukaï hablan de ti, tienen miedo de que los traiciones como me engañaste a mí, mi pequeño Cuervo.
- Usted no está todavía plenamente en el mundo de los hombres, no puede hacer nada contra mí.
- Es verdad, si, todavía no soy capaz de igualarte en este mundo. También pensé en otros planes... Pareces atado a la familia humana Kage. Vamos a comenzar con ellos mi pequeño Cuervo.
En ese momento surgieron de entre los árboles decenas y decenas de aves, cornejas, cuervos y otras aves del mismo tipo.
Todas despegaron hacia Méragi bajo la divertida mirada de Yachoukou.
Sol’ra
Capitulo 1: A prueba
El sol se levantaba mucho tiempo después sobre el desierto de esmeralda. Como de costumbre el primer consejero del rey, el Visir Mahamoud consultaba las misivas llegadas durante la noche. El té de menta de las orillas de Ekta difundía un olor delicioso, al visir le gustaba la frescura relativa del lugar a esta hora. El día se anunciaba bien, las noticias hasta ahí excelentes lo ponían de buen humor. Hasta se corrió el riesgo de servirse de nuevo té. Mientras llevaba la taza a sus labios observó un pergamino plegado que llevaba un sello de cera. Este sobre ciertamente no venía del reino del desierto, sino de otra parte, lo que era cosa rara porque pocas personas entre otras naciones se interesaban por el desierto. Asentó su taza humeante y examinó el sello.
-El Consejo de los Gremios...
Abrió el sobre y comenzó a recorrer las escrituras. La carta había sido redactada por la mano de una mujer.
Muy estimado Visir Mahamoud, desde hace mucho tiempo que no le envió noticias y la que estoy a punto de darle es muy mala por desgracia. Una reunión excepcional del Consejo se efectuó a principios de este mes. Ha sido votado por mayoría la disolución temporal de los Nómadas del Desierto. Esta decisión ha sido validada por el Consejero-decano Veraz y entró en vigor al mismo tiempo. Visir, puedo sólo alertarle de la opinión extremadamente desfavorable en contra de los Nómadas del Desierto y por extensión hacia el reino del desierto. La decisión ha sido motivada por los ataques recientes sobre la Tumba de los antepasados llevados por Ïolmarek. Sabiendo que una pequeña parte de estas tierras, es decir, el lugar donde estrelló la piedra caída del cielo y sus alrededores son ahora propiedad de los Zil. Por consiguiente los actos de los Nómadas han sido juzgados como una agresión frente a los Combatientes de Zil. Visir, hasta ahora nosotros conseguimos salvar el desierto de esmeralda de la llegada de los extranjeros y esto gracias al hecho de nuestra presencia en el Consejo. Ahora que el gremio esta disuelto, es probable que haya consecuencias graves. También le imploro devolver a Ïolmarek la razón. Teniendo buenas relaciones con los Combatientes de Zil voy a intentar calmar las tensiones esperando órdenes de su parte. El Consejo me autoriza a guardar mis funciones cerca de ellos, pero todavía no sé cuánto tiempo. Su consagrada, Hasna
Mahamoud releyó la carta repetidas veces para asimilar bien la información. Familiarizado con los complots y un poco paranoico vio allí a primeras una maquinación en contra de los Nómadas, pero no siendo hombre que actúa bajo el golpe de la cólera le hacía falta más información. Replegó cuidadosamente la carta y la resbaló dentro de su chaqueta luego dentro de un sorbo se tragó el resto de té.
-¡Atcha!
Una criada de cierta edad entró en la sala y miró al visir con respecto.
-Me ausento el resto del día, vaya a ver a Arzeb, dile que avise a los Nómadas del Desierto todavía presentes en el reino, que son convocados sin demora.
-Bueno visir, esto será hecho.
-Gracias. Mahamoud había decidido en primer lugar prevenir al rey del desierto de esta mala noticia. A esta ahora se encontró al rey y a la mayoría del tribunal en camino hacia el templo de Sol'ra en Minepthra. Ante el rostro inquieto de su primer consejero, el rey aceptó una entrevista aparte, a riesgo de llegar tarde para la adoración. Una vez que la situación fue explicada y luego de un breve intercambio de opinión Mahamoud reanudó su viaje con la intención firme de resolver esta lamentable historia.
En el oasis de Istaryam, el príncipe Metchaf, Urakia y Kebek se adaptaban a una nueva vida, una vida sin Sol'ra pero bajo la guía del panteón original o por lo menos lo que quedaba de él. Desde que Istaryam había sido parcialmente destruido y los antiguos dioses fueron libres, grupos de personas llegaban para ponerse bajo la protección del príncipe. La noticia se difundía rápidamente para condena de Metchaf porque esto llegaría tarde o temprano a las orejas de su padre. Temía porque esto le impondría una confrontación que en realidad no quería. El destino se apresuro a ocuparse de imponerle esta confrontación... La mujer que resultaba ser la encarnación de Naptys fue a encontrar al hijo del rey.
-Hay una persona a la que me gustaría presentarle. Tiene algo que decir, escúchala. Le espera al otro lado del lago.
-Usted es muy misteriosa, Diosa. Esta observación la hizo reírse a carcajadas.
-¡Es ahí la ventaja de ser un dios! Y es por eso que valoro que usted conozca a esta persona, algo me dice que se quedará a su lado por largos años.
-Veremos.
Sakina era uno de las raras sacerdotisa de Naptys. Desafiaba desde hace varios años la prohibición de Sol'ra por otros cultos. Su pueblo vivía por y para el viaje, prefiriendo evitar las ciudades y los contactos con otras comunidades. Naptys había decidido guiar este pueblo hacia Istaryam con el fin de que dioses y mortales cohabitaran en una nueva armonía. La joven mujer con los cabellos morenos mojaba sus pies en el agua tibia del lago y se deleitaba del contacto del líquido de vida. A Sakina le gustaba la vida y es por eso que tenía una gran afinidad con la diosa a la que representaba: Naptys. Sumergió las manos en el agua y se roció la cara. Metchaf había rodeado la extensión de agua y había visto a esta joven mujer bella como un rayo de sol. ¿Se preguntó si Naptys le había dicho que ellos dos se entenderían bien porque le gustaba seducir a las mujeres? Esta joven mujer no tenía que avergonzarse al lado de Urakia o de la hija del Aïf de Aksenoun. Metchaf se engalanó de su sonrisa más bella de seductor llegando frente a Sakina. La sacerdotisa se le quedo mirando algunos instantes con sus grandes ojos.
-Las leyendas sobre tu belleza son lejos de ser verdad Príncipe, Naptys tiene buen gusto.
Esto tocó al príncipe de lleno en el corazón. No mostró molestia para quedar digno frente a una persona de clase social mucho inferior a la suya.
-Gracias gracias. Encantado de conocerle...
-Sakina
-Un hermoso nombre, dijo para recuperar ventaja. Pero su efecto cayó al agua porque miró hacia otro lado hacia la extensión de agua.
-Tengo algo mostrarle Príncipe Metchaf, mire el reflejo...
Desconcertado echó un ojo a la superficie del agua. Vio allí imágenes en movimiento...
Los Nómadas del desierto asentados en la lejana piedra caída del cielo luchaban contra guerreros vestidos de rojo...
Luego Ïolmarek y otros sacerdotes de Sol'ra rezaban al pie de la piedra...
El cristal amarillo se quebró y una criatura de energía tomó posesión del cuerpo de una persona a la que Metchaf no conocía...
Al final una criatura de potencia divina apareció...
Por fin la visión acabó. Metchaf reflexionaba sobre el significado de lo que acababa de ver.
-¿Que fue eso?
-Si hace referencia a la criatura con pico de halcón, se trata de Sol'ra que viene a Guem para destruirla.
-¿Destruirla?
- sí Príncipe, Sol'ra no tiene un uso para los que le ruegan y todavía menos para este mundo, tiene sólo un fin, aniquilarlo.
-¿Cómo hacer frente a esto?
-Abriste el camino desviándote de él. Ahora las cosas cambian rápidamente, un ave venida de la capital va a llegar, aportándote un mensaje.
-¿Ves el futuro?
Sakina sonrío entonces y mostró el cielo.
-No, dijo entonces cuando un halcón se poso sobre su antebrazo. Metchaf comprendió entonces que lo había visto llegar, era de notoriedad que el halcón servía de mensajero real. Esto se verificó inmediatamente cuando Metchaf separó el mensaje del collar del animal y lo recorrió muy rápidamente.
-El Visir Mahamoud convoca a todos los Nómadas del Desierto. ¿Esto también lo sabías?
-No, pero pienso que esto tiene un informe con respecto a la visión de recién. Estoy segura que hay una coincidencia entre la vuelta de los dioses y la llegada de Sol'ra sobre esta tierra, pero que es sólo el principio.
-En este caso, vamos a Minepthra, ¿nos acompañas?
-Seguro.
Algunos días más tarde Metchaf, Sakina, Kebek y Urakia habían llegado a Minepthra. Sin tardar la tropa pidió audiencia al Visir Mahamoud, este último los recibió en sus aposentos. Estuvo feliz de ver de nuevo a su hija de la cual no tenía noticia desde su salida con el príncipe. El viejo hombre apretó mucho a su hija contra su corazón con los ojos chispeantes, luego saludó al príncipe excusándose por no haberlo hecho antes.
-¿Quiénes son estas personas? Preguntó Mahamoud refiriéndose a Kebek y Sakina. El príncipe echó un ojo a la entrada de la pieza para verificar que estaban solos.
-He aquí a Kebek guerrero de Kapokèk y Sakina sacerdotisa de Naptys.
A la evocación de estos nombres el visir se puso tieso, frunciendo las cejas.
-Instalémonos Visir, voy contarle nuestra historia. ¡Kebek! ¡Vigila la entrada, que nadie pase, ni siquiera mi padre!
Metchaf contó entonces su aventura, cómo había encontrado a Shrikan y desbaratado el complot rebelde en Aksenoun, luego la historia de Istaryam y de los dioses encarcelados, su encuentro con Kebek y la liberación de Ptol'a, Naptys y Kapokèk y sobre todo la llegada a Guem de Sol'ra a través de la visión de Sakina.
-Todo esto debe quedarse entre usted y nosotros, Visir.
-Yo comprendo bien. Por mi parte las noticias son malas. El Consejo de los gremios tiene disuelto temporalmente a los Nómadas del Desierto, Ïolmarek y los suyos perdieron la razón. Lea esto, dijo tendiendo la carta enviada por Hasna.
Sakina y Urakia leían al mismo tiempo por sobre la parte superior del hombro del príncipe, este último apretó los labios.
-¿Y qué piensa mi padre sobre esto?
-Su padre es un creyente fiel, pero tiene los ojos abiertos. Usted tendrá que ir a verlo antes de salir.
-¿Salida? ¿Dónde vamos?
-Los Nómadas del desierto han sido creados con un principio político y no religioso. Esto nos permite cosechar información, asegurar el comercio con el exterior y controlar nuestras fronteras. Nos hace falta un gremio oficial, no nos hallamos en situación de prescindir de los Nómadas. También lo envío a defender nuestra causa cerca del Consejo y si hay que levantarse contra Ïolmarek lo haremos. Estamos en la cúspide de grandes cambios, su padre lo sabe y pienso que cuenta con usted para asegurar su relevo y evitar que el reino del desierto caiga en el caos. La acción de Ïolmarek nos causa perjuicio y el mundo nos pone a prueba en lo sucesivo.
-En este caso, dijo el príncipe mirando a sus compañeros, ¡preparémonos para el viaje!
Capitulo 2: Guerra Divina
El Príncipe Metchaf, el Visir Mahamoud y todos sus compañeros habían hecho un largo viaje desde Minepthra. Delante de ellos, las altas torres del castillo de Kaes se elevaban, eternas, demostrando a simple vista, que el Consejo de los gremios, tenía su sede aquí. Y es justamente al Consejo a quien los Nómadas del desierto venían a visitar. Las noticias no habían sido buenas para ellos y venían con el fin de defenderse. Avisada de su inminente llegada, Hasna se encontraba delante de la gran puerta del castillo, rodeada de soldados del Consejo, con uniformes púrpura. Su corazón palpitaba, iba a ver nuevamente a sus compatriotas y esto la hacía feliz. Cuando divisó la caravana con sus camellos y sus palanquines, sintió el perfume de la arena, y fue como tener allí un pequeño trozo de su hogar. Urakia, Kebek y Sakina fueron los primeros en pisar el suelo frío, verificando así la seguridad del lugar. Luego el Príncipe Metchaf y el Visir Mahamoud salieron de sus palanquines. Hasna se inclinó, apartando los brazos como lo requerían las tradiciones del reino del desierto.
- Príncipe Metchaf, Visir Mahamoud, es un verdadero honor para el Consejo de las gremios, así como para mí, el recibirles aquí. Sean bienvenidos al castillo de Kaes. Su camino ha sido largo, los invito a seguirme. Voy a llevarlos hasta los aposentos preparados para ustedes.
Mahamoud avanzó hasta ella con el fin de completar el protocolo.
- Gracias al Consejo de las gremios por recibirnos. Deseamos reunirnos con el Consejo lo más rápido posible.
- El Consejero-decano Veraz los recibirá tan pronto como ustedes estén instalados.
- Gracias embajadora, no dejare de informar a su majestad, de sus esfuerzos para satisfacerlo. Dijo para cerrar las cortesías.
Hasna se incorporó y avisó a los guardias que ayudaran a la caravana con el fin de llevar a sus ilustres invitados a los aposentos.
- Estoy harto de este viaje, creí que esto jamás se terminaría, soltó Kebek.
- Ni me hables de eso, los dioses crearon los camellos para marchar sobre la arena, no para hacerlo sobre la tierra extraña de esta región del mundo, añadió Urakia echándose en una butaca confortable.
- Hace frío, es una extraña sensación, replicó Kebek mirando fuera.
- ¿Un gran guerrero como tú, tienes frío? Ironizó Urakia. ¿Dónde están el príncipe y mi padre?
- Salieron a reunirse con el Consejo. ¿Qué hacemos? Se inquietó Sakina.
- Puedo ofrecerles un paseo, declaró Hasna impaciente por mostrarle los alrededores a los nómadas.
Mientras que algunos disfrutaban del descanso, para el Príncipe Metchaf y el Visir Mahamoud la reunión decisiva con el Consejo había comenzado. Fueron recibidos en el salón de los apartamentos de Veraz. Los servidores se esmeraban en ofrecerles bebidas y alimentos a los invitados, que para la ocasión habían dejado armas y armaduras de lado, luciendo suntuosas vestimentas. Veraz, en poder del bastón de ceremonias del Consejo, se instaló frente a ellos y sin rodeos ni consideración alguna, planteó la cuestión que le parecía necesario abordar.
- Príncipe, Visir, el tiempo, tanto el suyo como el nuestro es muy importante. Así que sin rodeos, en nombre del Consejo de los gremios que represento, debo preguntarles: ¿Por qué deberíamos reconsiderar nuestra decisión de disolver el gremio de los Nómadas del desierto?
Esta era la cuestión esencial de su encuentro, el Príncipe y el Visir habían tenido tiempo durante el viaje para preparar una argumentación que podría serles favorable, según ellos. El Visir tomó la palabra.
- Consejero-decano, gracias por haber aceptado recibirnos y darnos la oportunidad de defender lo mejor posible nuestra visión de las cosas. El desierto es un lugar de secretos y de misterios, lo que sucede allí, solo lo saben las personas que allí residen. Hace ya varios meses que grandes cambios sacuden nuestra civilización, estamos, por así decirlo, nuevamente en una guerra divina.
Veraz miró con asombro, demostrando con ello que no tenía conocimiento de los hechos. El Visir continuó.
- Una parte de los Nómadas del desierto actuó contra los intereses del Rey del desierto y por esto defraudó nuestra confianza. Ïolmarek, gran sacerdote de Sol´ra, cegado por su fe incondicional en el que, consideramos hoy como nuestro enemigo, provocó un desastre sin nombre. He sido nombrado por su majestad, Hijo de la Arena y de los Dioses, como nuevo dirigente de los Nómadas del desierto y es en calidad ello, que les pido concedernos su confianza.
- Cómo puedo estar seguro que usted no traicionará de nuevo esta confianza. La llegada de esta criatura provocó una guerra entre gremios y muchos guerreros del desierto están a punto de atacar a los Corazón de Savia.
- No reconocemos más a estos guerreros como parte de los Nómadas del desierto. Vinimos aquí para mostrar nuestra buena fe, por así decirlo. Combatiremos esta amenaza que es una amenaza para las tierras de Guem, porque está en nuestros intereses, el restablecer la situación. La última vez que un acontecimiento similar se produjo, conllevo el fin de florecientes civilizaciones del desierto, no deseamos que esto pase nuevamente. Conocemos bien a nuestro enemigo y usted no encontrará mejores aliados en esta guerra contra Sol´ra, nosotros somos enviados de antiguos dioses del desierto, deseosos de restablecer el orden en el seno de su panteón.
A su vez, el príncipe Metchaf se dirigió al Consejero-decano.
- Combatí a los Solarians en el desierto, sé que no traman nada bueno y que ahora su deseo más profundo es destruir este mundo. No podemos y usted tampoco puede dejar pasar esta ocasión. ¡Nos iremos mañana para enfrentarnos con Sol´ra!
Veraz no expresó nada de sus impresiones sobre todo esto.
- Voy a exponer sus argumentos durante la sesión de esta tarde. Hasna les informará sobre lo que sea decidido. Únase a nosotros durante la comida, ¿entiendo que usted ha traído de vuelta el Laardish? Dijo Veraz para aflojar la atmósfera.
Final de la tarde.
El sol se escondía detrás de los árboles desnudos cuando Hasna entró en la gran sala de recepción donde esperaban los Nómadas del desierto.
- ¿Entonces? Se inquietó Metchaf.
- He aquí la decisión del Consejo, dijo desenrollando un pergamino. El Consejo, representado por el Consejero-decano Veraz en este día estatuyó, sobre la demanda formulada por el Rey del desierto representado por el Príncipe Metchaf y el Visir Mahamoud. El gremio de los Nómadas del desierto temporalmente es aceptado y reconocido como tal por el Consejo de los gremios. El Visir Mahamoud es reconocido como jefe actual del gremio de los Nómadas y reemplaza al gran sacerdote Ïolmarek caído de la dirección de los Nómadas del desierto. Convinimos que esta decisión está sometida a un período al término del cual, si el gremio de los Nómadas del desierto, no ha seguido las reglas del Consejo de los gremios, éste será nuevamente disuelto. Por el Consejo de los Gremios, El consejero-decano Veraz.
Kebek frunció las cejas.
- No entendí nada.
Todos se echaron a reír, el príncipe se levantó de su asiento para tomar el pergamino tendido por Hasna. El Visir se levantó a su vez.
- Esto quiere decir que los Nómadas del desierto ya no son parias. Pero así también, debemos dar prueba de ello. Nómadas del desierto, prepárense, salimos a enfrentarnos con la muerte.
- ¿La muerte? ¡Ya he muerto muchas veces, una vez más no va a detenerme! Respondió Kebek mostrando sus bíceps.
- Esperémoslo... añadió Sakina soñadora.
Varias semanas antes de esto, en la Tumba de los antepasados, la guerra desataba su furia.
- ¡HUYAN TODOS! ¡O USTEDES PERECERAN! Gritó la Comepiedras que comprendía que sería incapaz de oponerse a la transformación de Sol'ra.
Viendo la resistencia de la que daba prueba la criatura de Guem, la transformación decidió comenzar su obra y destruir los alrededores y todas las criaturas vivientes que se encontraban allí. Un rayo de sol llego hasta él, como si el astro que brillaba en el cielo reaccionara a voluntad de la transformación, el calor aumentó todavía más, luego usándolo como arma, lanzó nuevamente el rayo de sol. La Comepiedras vio el rayo partir, y lo supo, si este último tocaba el suelo esto sería una catástrofe. No tenía elección, debía detenerlo. Se arrojó a toda velocidad y se interpuso.
El tiempo comenzó a ir más despacio para todas las personas presentes a excepción de la transformación y de la Comepiedras. Ambos se encontraron cara a cara. El rayo de sol se detuvo antes del suelo, detenido por el sortilegio del tiempo. El dios destructor no comprendía esta magia, pero cometió el error de subestimar algo que desconocía.
- Siento en ti la presencia de mi viejo enemigo, criatura. ¡No sé lo que has hecho, pero detenlo rápidamente!
La Comepiedra en levitación delante de la cabeza inmensa de la transformación, sonrío por última vez en su vida.
- Me es imposible derrotarte. Pero ahora veo todo claro, sé quién soy, sé quién eres y sé lo que debo hacer. ¡Ya que no puedo vencerte, puedo debilitarte, Solar y darle a las tierras de Guem el tiempo necesario para llegar a oponerse a ti! Dijo la Comepiedras mientras que una aura de luz verde se expandía alrededor de su cuerpo.
Una onda, como una explosión, fue proyectada por su cuerpo, liberando toda la magia que encerraba en lo más profundo de ella. Incapaz de evitarlo, Solar recibido la magia de frente y se congelo instantáneamente. Para él el tiempo acababa de detenerse. Muy debilitada, la Comepiedra, contuvo un instante su respiración.
- Ya trataste repetidas veces de destruirme, esta vez no lo conseguirás, dijo la Comepiedras.
Luego yendo hacia su destino, se interpuso delante del rayo de sol y devolvió el tiempo a su ritmo normal. El rayo de sol la golpeó, pero la Comepiedras acudiendo a sus últimas fuerzas evitó lo peor de los daños. La explosión derribó a todo el mundo al suelo...
En el presente.
- ¿Por qué no se mueve? Interrogó Kebek, que miraba la transformación no lejos de ella.
- Sí, es extraño esto, hace más de dos horas que lo observamos, y esta como congelado, respondió Metchaf.
- Saquemos provecho de ello, si se mueve esto no será nada fácil, dijo Urakia desenvainando su espada.
- Adelantémonos, pero atención puede haber allí otros Nómadas disidentes, ordenó Mahamoud que ostentaba su casco con forma de cabeza de león bajo el brazo. ¡Qué los dioses nos guíen en el camino de la victoria!
La tropa no tuvo ningún problema para avanzar, ya que por todos lados, alrededor de la transformación todo era sólo desolación y arena. Aquí y allá pedazos de armaduras y trozos de armas recordaban la violencia de la batalla que había tenido lugar hace algunas semanas.
- ¡Cuidado! Previno una voz venida de ninguna parte.
Los nómadas advertidos a tiempo escaparon por poco del asalto de una cosa, mitad humana, mitad escarabajo. En el mismo momento un hombre espectral con cabeza de escarabajo apareció al lado de los Nómadas. La criatura que no era otra que la encarnación de Kehper, golpeaba con sus uñas quitinosas a los guerreros inmortales.
- ¡Kehper! Gritó la aparición, que no era otra que Naptys.
Sin esperar, Kebek se interpuso delante de la criatura.
- ¡Yo me encargó de él!
- ¡Miserable, eres sólo un insecto! Increpó Kehper.
- ¿Te has visto la cara, escarabajo? Bromeó Kebek encajando un puñetazo a su adversario.
Metchaf le echó una mano a su compañero de combate, dando algunos golpes de espada al caparazón de la encarnación. En ese mismo instante aparecieron allí Ptol'a y Kapokèk.
- ¡Visir, la batalla comienza! ¡Ábrannos sus almas y entonces nos haremos uno! Gritó Ptol'a.
Las piezas del rompecabezas encajaban perfectamente y cuando Kebek se hizo Kapokèk, Urakia se hizo Ptol'a y Naptys se encarnó en Mahamoud, el sortilegio que congelaba a la transformación fue quebrantado por su voluntad divina. Apartando los brazos la transformación liberó su cólera. La tierra tembló, luego se agrietó, lentamente engullendo la arena de la Tumba de los antepasados. Sol'ra analizó la situación a la velocidad del relámpago. Ya no había allí un ejército de miserables criaturas de Guem, en su lugar, personas a las maneras de los habitantes del desierto le hacían frente.
Comprendió que tenía que hacer cuando observó la presencia de los dioses encarcelados hacia ya mucho tiempo.
-¿USTEDES? ¿Cómo es posible esto?
Mahamoud que sostenía firmemente a Juicio del alma no se tomó el trabajo de responder, contentándose con cargar.
- ¡ALTO! Gritó la transformación que desplegaba su poder. ¡SOY SOL'RA!
El combate dio comienzo, una batalla donde las fuerzas en pugna, no tenían nada de humano. Mientras que Kebek y el Príncipe Metchaf se ocupaban de Kehper desencadenado, Mahamoud, Urakia y Sakina combatían a Sol´ra y toda su rabia divina.
En este día, la historia se repitió nuevamente...
La batalla fue titánica, los dioses no se tomaron el trabajo de tener cuidado con su entorno destruyendo gran parte de los alrededores. Las energías divinas se chocaban con violencia. Mahamoud y Urakia cortaban los tentáculos de luz de la transformación unos tras otros y cuando las uñas de Solar traspasaban sus corazones, Ptol'a les devolvía vida. Por su parte Kebek y el Príncipe Metchaf tenían la ventaja sobre la encarnación de Kehper, apoyados por Sakina cuyos dones permitían cerrar las heridas más graves. Kebek consiguió cercar a la criatura mitad escarabajo, mientras que el príncipe inspirado por Kapokèk le traspasaba el pecho para arrancarle el corazón con sus manos. Kehper sucumbió, demasiado débil por enfrentarse con dioses superiores.
Sol´ra y los dioses muertos, estaban en igualdad de condiciones, de aquí en adelante. Los golpes asestados ya no tenían nada de normal, y los cuerpos, las armaduras y las armas ya no importaban, en lo sucesivo era una lucha de fuerzas divinas, de voluntades increíbles determinadas a terminarlo todo. Sol´ra conocía bien la extensión de los poderes de Ptol'a y de sus compañeros, y tenía también una ventaja muy importante que hizo volcar la victoria a su favor: Cheksathet. Este dios del saber había desaparecido desde hacía mucho tiempo, o por lo menos no tenía más la misma forma. El dios Sol'ra había absorbido su energía divina así como sus conocimientos. Sol'ra repelió lento, pero seguro de la victoria, a sus adversarios, con ataques de una eficacia temible.
Por fin todo se detuvo. Sol´ra puso fin a todo esto. Concentrándose, explotó literalmente, barriendo a los Nómadas del desierto, borrando del mapa, a la Tumba de los antepasados y toda región. Incapaces de luchar, Ptol'a, Naptys y Kapokèk no pudieron quedarse en los cuerpos de sus servidores más tiempo... La batalla estaba pérdida, Sol´ra, libre de la menor oposición exultaba. Era el caos alrededor de él, las grietas profundas liberaban despacio la lava hasta ese momento escondidas en las entrañas de este mundo. Era este el momento de emprender la destrucción de este mundo.
Los Nómadas se encontraron a decenas de kilómetros de allí, no lejos de la Draconia. Heridos, pero todavía vivos gracias a la ayuda de los dioses, se reunieron para poner a punto una nueva estrategia, después de esta derrota. Mientras que recuperaban el sentido no lejos de un camino, asistieron a un espectáculo extraño. Ciertas criaturas con aspecto monstruoso corrían con movimientos erráticos. Luego un jinete de vestido de azul apareció. Su armadura brillaba levemente y su casco tenía la forma de una cabeza de Dragón. Era seguido por otras criaturas, así como de soldados humanos. El jinete se detuvo cerca de ellos y los Nómadas fueron rodeados rápidamente por los humanos.
- ¿Quienes son ustedes?, preguntó el jinete.
- Soy el Príncipe Metchaf y he aquí a mis compañeros, somos el nuevo gremio de los Nómadas del desierto. Acabamos de enfrentarnos con Sol'ra y perdimos...
- ¿Nuevos Nómadas del desierto? Marlok nos avisó de esto. Soy el caballero draconiano Zahal. Comandó este ejército, alianza improbable de fuerzas opuestas. Y marchamos con destino a la Plaga de Guem para una última batalla.
El Mundo Invisible
Hace dos días que Mynos recorría los bosques en busca de presas para cazar. Hasta entonces la caza no había sido mala. Algunos conejos y una perdiz, aunque algunos pequeños morfals habrían devorado algunas piezas. Juzgando que esto bastaba decidió volver a su casa para reunirse con su esposa e hijos. Estaba cansado, pero él amaba por sobre todo estos momentos de soledad, cuando no eran más que él y la naturaleza. Aprovechó el camino de vuelta para recoger algunas setas que de seguro serían deliciosas una vez tostadas. Se regalaba por anticipado el futuro festín que iba a compartir con su familia. Apresuró el paso, sabía que estaba cerca de su casa porque el bosque era cada vez menos denso. Finalmente salió del bosque y llegó delante de las dulces colinas al pie de las altas montañas. Escondida en un valle, rodeada de corrales, Mynos encontró su casa, de la que estaba orgulloso. Él mismo la había construido con la ayuda de su esposa, por otra parte, su arquitectura irregular probaba la calidad de aficionados de los constructores. El cazador se extrañó al no ver a sus hijos alrededor de él, pues esperaba verlos rodar cuesta abajo a toda velocidad.
Luego vio la puerta entreabierta y se preocupó. Normalmente la puerta estaba cerrada, o abierta con su mujer delante vigilando los alrededores. Tuvo razón en inquietarse, porque cuando empujó la puerta vio a su esposa, una joven tan bella como el día, acurrucada en el suelo sollozando. Mynos dejó caer su arco al suelo.
- ¿Dónde están los niños?
La mujer al oír la voz de su esposo levantó la cabeza. Mynos horrorizado vio las marcas sobre su cara: alguien la había golpeado. La tomó en sus brazos tratando de calmarla, pero resultó imposible. Su voz temblaba, no podía sentir más su cara.
- ¿Qué es lo que pasó? ¡Dímelo!
- Los… Los hombres vinieron... ¡Se llevaron a los niños! ¡Se llevaron a los niños!
- ¡QUÉ! ¿Quién? ¿Cuántos? Dijo el hombre con rabia.
- Eran tres o… cuatro… muy grandes... Había un hombre que tenía sólo un brazo... Ellos, me dieron una paliza, sin preguntarme nada, sólo por diversión.
- Un hombre sin un brazo... ¿Dijeron algo además?
- S… sí, el hombre con un brazo dijo que era necesario que fueras a la Caleta de la Lechuza... ¡Mynos, haz algo!
El hombre apretó los dientes ayudando a su mujer a levantarse. Luego corrió hacia un armario desde donde sacó sin contemplación su contenido. Desplazó una tabla del fondo que descubría un escondite. De ahí sacó un traje negro y dos dagas.
- Voy a avisarle a los vecinos para que vengan a acompañarte.
- ¿No irás a...? Pero lo prometiste.
- ¡LO SÉ! Luego se suavizó. Lo siento, no te inquietes voy a traerlos de vuelta, dijo mientras se vestía.
Él ahora estaba vestido de negro y con una capa ancha con capucha. Sacó las dagas de sus fundas, las láminas brillaron vivamente. Después de haberlas atado a su cinturón ancho dejó a su mujer.
- Cierra la puerta...
Mynos había llegado a la Caleta de la Lechuza, que llevaba su nombre debido a un peñasco que dominaba una pequeña extensión de agua y que recordaba la cabeza de este animal. Escondido en un árbol observaba los alrededores. Sobre la orilla, muy próxima al peñasco de la Lechuza, dos hombres con brazos gruesos como jamones cuidaban a los tres hijos de Mynos, éstos estaban atados y amordazados. El tercero discutía con un hombre que tenía sólo un brazo. Ninguna de las caras de estas personas le recordaba algo, ¿Ya se los había cruzado antes? Él no lo sabría decir. Trataba de pensar más bien en un plan de ataque y liberación. Pero no llegaba a ningún plan que pudiera asegurar la seguridad de su progenie. Luego el manco miró en su dirección.
- ¡Malandrín! ¡Muéstrate! ¡Sé que estás aquí! Gritó.
Bueno, perdido por perdido, no le quedaba más que ir a ver lo que quería. Podría improvisar un plan en el momento, pero la presencia de los niños no ayudaba en la situación. Mynos saltó del árbol para aterrizar en la arena gris de la orilla. Se detuvo a una distancia segura para evitar que los tipos grandes lo atraparan sin un máximo de esfuerzo de su parte.
- ¡No sé quién es usted, libere a los niños!
El manco tenía a su presa en la red, sólo quedaba cerrarla.
- Me he tardado en encontrarte Malandrín, discúlpame por lo que sucedió con tu mujer, mis amigos hablan con sus puños más que cualquier otra cosa. Soy Volius de Andromicès.
- ¿Por qué me llamas Malandrín? Mi nombre es Mynos.
- Vamos, vamos, estamos solos puedes ser tu mismo. Se perfectamente quien eres, ladrón de tumbas. Pensaba que eras más inteligente que esto, Mynos. Pero en realidad no. Bueno, me dijeron que nada podría hacerte volver a ser el que eras, así que elaboré este pequeño plan. Tranquilízate, no les haremos daño a tus encantadores chiquillos, sólo quiero que encuentres algo para mí.
Los recuerdos de la vida pasada de Malandrín resurgieron. A la edad de quince años vivía de pequeños hurtos, luego el destino hizo que encontraba varios objetos antiguos, se hizo conocido como ladrón de tumbas y se volvió famoso. Luego, diez años más tarde conoció a su mujer y decidió retirarse para formar una familia, lejos de todos los problemas que su actividad atraía como a las moscas. También se cambió el nombre, dejando a Malandrín dormir en su armario, dando a Mynos la vida que soñaba. De eso ya ocho largos años de felicidad, hasta ese momento...
- ¿Quieres que haga algo para ti, a cambio de mis niños?
- Exactamente. Yo mismo lo habría hecho igual de bien, hice el mismo trabajo que tú hasta que tuve un trágico accidente. Dijo mostrando el lado de su torso sin brazo. No conozco a nadie más que sea capaz de realizar lo que voy a pedirte. Malandrín no tenía la elección.
- ¿Qué es lo que quieres?
- ¡Quiero el tesoro del Mundo Invisible!
Conocía la leyenda del Mundo Invisible, al igual que muchas otras leyendas también. Los ladrones de tumbas como se les llamaba vulgarmente basaban una parte de su "trabajo" en función de las leyendas porque a menudo tenían su origen en hechos reales. La leyenda más famosa, la que creaba la vocación era la del Mundo Invisible. Algunos de los saqueadores más célebres habían pasado su vida en busca de este mundo, se afirma que quienes lo encontraron jamás volvieron.
- ¡Qué locura! Dijo Malandrín, ese tesoro existe sólo en tus fantasías.
- Es ahí dónde te equivocas.
Volius se acercó a Malandrín separando una bolsa de su cinturón, que le lanzó al ladrón de tumbas.
- ¿Qué es?
- Ábrelo, pon atención.
Malandrín deshizo el nudo de la cuerda, descubriendo un extraño objeto de cobre. Era una esfera alrededor de la cual flotaban tres finos anillos cortados de cristales de diferentes colores. Esto se parecía mucho a una joya y hasta se podía pasar una cadena. Reconoció este objeto, que había buscado en otro tiempo.
- ¿La lágrima de Thyrs? ¿Dónde encontraste esto?
- Poca importancia tiene eso, es asunto mío. Tu asunto ahora es encontrar el Mundo Invisible y traerme su tesoro. No pierdas el tiempo o tu familia sufrirá las consecuencias.
- Muy bien, lo haré, toca un solo pelo a mis niños y te degollaré.
- ¿Me amenazas...? ¡Qué ridículo!
Malandrín cerró la bolsa y volvió a su casa, debía hacer un balance de toda esta historia. De vuelta en su casa encontró a Apolynia su esposa, rodeada de un par de personas mayores, sus vecinos más cercanos. Contó una parte de la historia - el donde se lo fuerza a ir por algo y que contaba con hacer bien aquello. Los vecinos le propusieron ir a ver a la autoridad, el Señor Rúnico más próximo, pero se negó educadamente, particularmente no quería ver su historia ante los ojos de la justicia de Tantad y no quería correr el peligro de perderlo todo. Agradeció a los vecinos por su gentileza y les liberó de su presencia. Entonces le contó los pedazos faltantes a Apolynia.
- Sabía que esto pasaría algún día, soñaba con una vida tranquila y apacible lejos de…
- ¡Espera! ¡Nada está perdido, voy a encontrar ese tesoro y a recuperar a nuestros hijos!
- Que los dioses te escuchen, dijo dejando escapar unas lágrimas.
Malandrín puso la Lágrima de Thyrs sobre la mesa y comenzó a pensar en voz alta.
- Según los escritos de Zabius, Thyrs loca de pena después de la muerte de su hija selló el acceso a su templo mediante una lágrima, dejando su mundo se volvió mortal.
- Luego tomó el camino hasta Sarys donde se enfrentó con el gigante Kaïross. Ambos murieron al caer desde lo alto del acantilado al borde del cual se encuentra Sarys, continuó Apolynia. Pero esto no indica cómo acceder al Mundo Invisible, ni cómo funciona la lágrima.
- En realidad la lágrima de Thyrs es un objeto creado por Keborius el célebre joyero. Mira, los anillos se pueden mover en cualquier dirección.
- ¿Un rompecabezas?
- Con millones de posibilidades. En mi búsqueda del Mundo Invisible procuré saber donde vivía Keborius para buscar alguna pista, pero jamás lo encontré.
Con mucho cuidado y delicadeza, Malandrín limpió el objeto para sacar la suciedad y el oxido. Una vez limpia la lágrima resultó ser una magnífica joya. Malandrín la examinó mejor.
- ¡Cobre rojo! Observó.
- ¿Abypolis?
- Sí, ahí hay estatuas de dioses de cobre rojo. ¡No hay ningún otro lugar donde exista este metal! Debo ir allá, Abypolis está a dos días a caballo de aquí.
Malandrín se tomó menos tiempo que el previsto para llegar a la antigua ciudad. Abypolis era la tercera ciudad de Tantad, una joya que a pesar de los numerosos ataques jamás había sido tomada. Conocía bien la ciudad por haber vivido allí muchos años, las miles de maravillas no lo detuvieron, concentrándose sólo en su objetivo: el Cenáculo.
Este lugar era una amplia plaza soleada en medio de la ciudad, un hervidero de gente. Alrededor de este sitio circular, las estatuas de los dioses del panteón de Tantad dominaban los tejados de las casas. Malandrín dio una vuelta y se paró delante de la de Thyrs. Esta deidad estaba representada con una armadura y un casco cubiertos de runas y una lanza en donde cada extremo acababa en largas hojas filosas. Observó un símbolo que se repetía con bastante frecuencia, un triángulo con un círculo en su centro que tocaba los lados del triángulo. Uno de estos símbolos estaba hueco.
- ¿Acaso será esto? No, no puede ser esto...
Sin embargo, tras varios intentos, insertó ahí la lágrima colocando los anillos a cada lado para que al ser vistos de perfil formaran un triángulo. Al tercer intento funcionó. Entonces, Malandrín desapareció… literalmente. Para reaparecer en otro lugar en un lugar muy diferente y familiar a la vez. Alrededor de él todo estaba con vapor, como si hiciera mucho calor, excepto que la temperatura no era muy alta. Se encontraba en un templo, a algunos metros por encima de él no había nada, a parte de un inmenso cielo azul y casi opaco. Estaba asombrado por el silencio casi inquietante. También se percató que tenía en la mano la lágrima de Thyrs. Una vez pasada la sorpresa comenzó a registrar meticulosamente el templo. Era un verdadero laberinto de pasillos, piezas y cientos de columnas. Encontró unas escaleras anchas que subían con numerosos peldaños. Pero no estaba cansado, su corazón latía muy rápido. Una vez en la parte superior encontró de nuevo grandes columnas y varias habitaciones. En el centro de una de ellas, sobre un altar de piedra blanca cubierto de runas, se encontraba el cuerpo de una mujer. Una vez que se acercó, vio mejor y observó una máscara sobre su cara. Tenía el cabello largo que caía por ambos lados del altar. Estaba seguro, se encontraba delante del tesoro del Mundo Invisible.
- Tomaré la máscara y encontraré la forma de salir de aquí...
Fue a tomar el objeto cuando una voz lo detuvo.
- ¡No haga eso!
Se volvió y vio a la misma joven, no enmascarada y totalmente espectral. Su mirada vacía de vida se fijó en el visitante venido de las tierras de Guem. Varias veces Malandrín miró a la mujer sobre el altar y a la presencia delante de él. No había duda de que eran la misma persona, ambas tenían la misma cabellera.
- Todos aquellos que tocaron esta máscara murieron. Váyase de aquí y olvide lo que vio.
- ¿Usted es Antellechia la hija de Thyrs, no es así? No tengo elección, debo volver con esta máscara.
- No le impediré irse, sólo puedo advertirle.
- Tomaré el riesgo no tengo la elección, una persona retiene cautivos a mis hijos, los matará si no regreso.
Malandrín se volvió hacia el altar y retiró la máscara de la cara de Antellechia muerta. Si la superficie visible era muy convencional el interior tenía un aspecto fantástico. La energía azulada crepitaba de diez pequeñas runas.
- Cuando lleve esta máscara, usted morirá o quedará vinculado con ella para siempre. Atención, a veces usted verá su mundo de otro modo, se le revelarán muchas cosas. Hay sólo una condición para su utilización. Usted jamás debe hablar de lo que ve a través de ella, sino su alma será desgarrada y sufrirá tormentos eternos. Si usted muere, la máscara volverá a mí.
No me importa si el mundo se derrumba o que yo muera si esto pone en libertad a mis niños. Puso la máscara en su bolsa.
- ¿Sabe lo que sucede en nuestro mundo? Preguntó Malandrín por curiosidad.
- No, mi madre selló este mundo para siempre.
- ¿No sabe lo que hizo por usted? ¿No puede salir de aquí?
- No, no sé, ni lo uno ni lo otro.
- Si las leyendas son ciertas, su madre mató al que le quitó la vida, pero murió durante ese combate.
- Lo sospechaba, sino ya habría vuelto a verme.
- ¿Cómo salgo de aquí?
- Con la llave, concéntrese.
Malandrín cerró los ojos. Luego lentamente, oyó ruido… de gente que discutía y niños que jugaban. Abrió los ojos. Fue ante la estatua de Thyrs en Abypolis. Verificó que la máscara estuviera bien en su bolsa, lo que fue confirmado. ¡Uf! Sólo falta hacer el intercambio.
Malandrín no volvió a pasar por su casa, continuó su carrera directo hasta la Caleta de la Lechuza. Durante su viaje sintió como una presencia y repetidas veces debió parar a mirar que nadie lo seguía. Luego, mientras se acercaba al lugar indicado, algo cambió, pero no sabía muy bien qué. Detuvo su caballo en la orilla, advirtiendo así a Volius y a sus esbirros de su presencia. El lugar se había convertido en un verdadero campamento, con varias tiendas y una fogata que crepitaba cerca de la cual los tres niños atados esperaban el regreso de su padre. Comprendió lo que había cambiado cuando tuvo una extraña visión. Vio a Volius salir de la tienda, discutir algunos instantes con él, tomar la máscara y luego derrumbarse al suelo agarrándose el corazón. La visión acabó y Malandrín levantó su mano a su cara, ¡Llevaba la máscara! Sin embargo no tenía la sensación del contacto de la máscara sobre su piel, su campo de visión tampoco fue modificado. Volius salió entonces de la tienda, con el mismo traje y el mismo caminar que en su visión.
- Entonces Malandrín ¿Qué es lo que encontraste? Dijo al manco con impaciencia.
Se quitó la máscara y se la dio.
- Este es el tesoro del Mundo Invisible.
La mano de Volius tembló examinando el objeto. Luego su cara se paralizó, incapaz de sostenerla, soltó la máscara que se estrelló sobre la arena. Volius cayó de rodillas y luego... Murió. Las personas mayores observaron la escena, pálidos. Su jefe había muerto en circunstancias muy sospechosas. Temiendo por sus vidas recuperaron sus pertenencias - y las de Volius – y tomaron sus caminos sin darle una mirada a Malandrín. Este último recuperó la máscara y a sus niños para devolverlos a su casa cerca de su esposa...
Temporalis
Otro tiempo… Un futuro lejano...
El templo de Tempus, encaramado en la montaña más alta de esta tierra, allí dónde las nubes parecen un mar hasta perderse de vista. La fortaleza circular, oculta al resto del mundo, acogía una organización cuyo fin último era la protección de la Trama del Tiempo. Aquella mañana, los rayos del sol lamían las grandes paredes de alabastro, calentando suavemente esta pequeña ciudad adormecida por la agitación de la noche. Porque para el inicio de ese día, la gran mayoría de los Tempusien, había usado el paso prohibido, el Tempus Fugit...
En lo más profundo de las entrañas de la gran morada se despertó la última persona todavía presente ahí. Este despertar no fue menos extraordinario que los acontecimientos ocurridos por la noche. Doloreanna se sobresaltó como si estuviera en peligro. Con la respiración agitada examinó su cuarto, una pieza simple y rectangular con las paredes blancas, privadas de decoración, al borde de su cama había una caja de madera sobre la cual su ropa con los símbolos de los Tempusien esperaba pacientemente el momento en que se la colocarían. Algo no iba bien… pero ¿Qué? Esta impresión no la dejó cuando se colocó su vestido incluso cuando fue hasta la sala principal. Y entonces, nadie, ni el menor Tempusien. El fuego lentamente se sofocaba por falta de mantenimiento, y las brasas lentamente perdían su vigor.
- Pero ¿Dónde se han ido?
Luego, visitó la cocina y se encontró cara a cara con uno de los sirvientes.
- Ah, buenos d...
Pero el pobre cocinero estaba congelado, sujetando un huevo en una mano y una cuchara de madera en la otra. Doloreanna pasó la mano delante de los ojos del cocinero que no reaccionó, en absoluto, a los estímulos. No tardó mucho en comprender que el pobre hombre estaba atrapado en un momento fijo. Chasqueó los dedos para detener el destino que afectaba al hombre, con gran ingenuidad pensó que sería fácil. Se equivocaba, pues nada pasó.
- ¿Qué? Dijo asombrada.
Apretó con fuerza su bastón tras lo cual las agujas del reloj se detuvieron, luego utilizó más magia para reintentar liberar al cocinero. Relojes hechos de magia giraron alrededor del cocinero y cuando el sortilegio de Doloreanna cesó… no pasó nada, o casi. Mientras el cocinero se encontraba en su burbuja temporal la joven mujer sintió que la magia del tiempo no estaba como de costumbre, sino algo perturbada. Momentos más tarde encontró varias otras anomalías temporales, personas que no estaban congeladas sino que enlentecidas, otros iban más rápido. Todo esto la inquietó muchísimo. Fue fuera dónde la manifestación más importante podía ser observada. Por encima del templo, relámpagos verdes, cargados de magia temporal desgarraban el cielo. Con cada flash de un relámpago, Doloreanna podía ver imágenes de este mundo en un tiempo pasado, presente o futuro.
- Una fisura... ¡Y estoy sola para luchar contra esto! Gritó como si pidiera que el efecto mágico desapareciera. ¡Qué hago…! Qué hago… el Temporalis!
De inmediato corrió hacia la sala del tiempo, una pieza contigua a la gran sala de vida en donde había una estatua del célebre padre fundador de la orden, Tempus, que la miraba con aire severo. En el centro y sobre el suelo se encontraba un reloj inmenso cuyas ruedas, visibles, giraban en todos los sentidos. Doloreanna se colocó en medio con la firme intención de realizar uno de los poderosos sortilegios de la orden, el Temporalis. Su objetivo era restaurar los problemas del tiempo con el fin de corregir ciertos errores que no podían ser corregidos de otro modo. Ella ya había participado en este ritual, pero jamás sola. Se concentró sosteniendo su bastón con ambas manos...
El tic tac de las ruedas retumbaba sobre las paredes, el suelo y el techo. La aguja de los segundos avanzaba a un ritmo muy preciso luego disminuyó la velocidad, enseguida el reloj emitió una luz verde muy débil de donde salieron otras agujas, relojes espectrales y otras esferas que fijaban horas diferentes de la hora actual. La magia llenó la pieza y las ruedas se detuvieron, inmovilizando las agujas. Es en ese preciso momento el Temporalis se realizó. Las paredes desaparecieron para dejar sitio a otros lugares y a otros tiempos. Doloreanna sintió el gran poder del artefacto creado por Tempus y si al principio era dueña de la situación, ésta escapó de ella rápidamente. Las ruedas sonaron de nuevo, tomando velocidad, igual que las agujas del reloj. La magia, era demasiado poderosa y no pudo controlarla por más tiempo. ¡Doloreanna fue tragada y el Temporalis estalló!
Doloreanna se despertó con la vaga impresión de haber dormido un año entero. ¡No reconocía el lugar, pero un detalle le llamó la atención, había un enorme cristal en el horizonte! Dio un paseo por los alrededores y vio a lo lejos un árbol gigantesco cuya copa tocaba las nubes. Había un bosque de árboles magníficos hasta perderse la vista.
- ¿Cuando estoy? Vamos a ver, dijo agitando los brazos para poder ver el pedazo de la Trama del Tiempo sobre el cual se encontraba.
Pero la magia del tiempo parecía no querer cooperar. Doloreanna trató de nuevo varias veces, sin éxito. Estaba atrapada ahora en otra época, incapaz de poder volver a su casa...
En otra época, esta montaña todavía no era el refugio de la sociedad secreta, pero Tempus en persona estaba presente, atraído por la particular posición de la cumbre. Sentado sobre un peñasco, cerca del fuego, se apresuraba a dibujar los planos de una máquina increíble. Se detuvo cuando relámpagos verdes aparecieron brevemente por encima de él. Observó entonces el fenómeno con mucha curiosidad y lo que vio puso en marcha acontecimientos que lo harían entrar en la historia de las tierras de Guem. Las imágenes mostraban a personas que no conocía, pero sus trajes se parecían a los suyos, con colores y símbolos semejantes.
- Increíble, una fisura temporal... La gente juega con el tiempo, será necesario que me ocupe de arreglar esto. Y mi máquina no está completamente lista.
A algunas leguas de ahí los Tempusien enviados en busca del Relojero y del Apóstol, desde el futuro, acababan de aparecer en este tiempo. Ellos también observaron la fisura temporal visible desde lejos.
- ¿Qué es eso? Preguntó el Ejecutor.
- Una fisura temporal, respondió el Carcelero.
- No sólo eso mis hermanos, me temo que es culpa nuestra y de los que vinimos a buscar, explicó el Observador.
El último observaba el fenómeno mientras escuchaba a sus hermanos.
- Hermanos míos... Vamos allá, declaró el Observador. Sabíamos que este momento llegaría, nos espera.
- Pero él todavía no lo sabe, declaró el Anunciador.
Misma época, otro lugar. El Relojero y el Apóstol aprovechaban el calor de las llamas de una fogata. El Tempus Fugit les había llevado algunos años antes de la llegada de otros Tempusien y habían recorrido las tierras de Guem. Ellos también sintieron esta fisura en la Trama del Tiempo. El Apóstol no la vio con sus ojos pues era ciega desde que había leído el Gran Libro del Destino, pero su naturaleza de Guemeliana del Tiempo le hizo sentir los efluvios de magia.
- ¿Qué ves amigo mío? Pidió al Relojero.
- Problemas, problemas serios. Creo que el Tempus Fugit ha sido Usado.
- Sabíamos que nos perseguirían amigo mío.
- Sí, pero el Tempus Fugit jamás había sido usado muchas veces seguidas. Y no tenemos el Temporalis para controlar esto, la misma Trama del Tiempo corre peligro de colapsarse.
- Yo… tengo que confesarte algo. Cuando sumergí mi mirada en el Gran Libro de los Destinos, vi el destino de muchas personas, vi el de Tempus y el tuyo.
El Relojero levantó las cejas.
- Si me dices esto, ¿Es porque me contarás una revelación?
- Debo hacerlo. Pues está escrito.
- Realmente, el destino es muy particular. ¿Y si no acepto que me cuentes nada?
El Apóstol sonrió ampliamente.
- Ciertamente podrías, y veo la pregunta que te haces.
-En este caso ¿Leí que te negarías a escucharme? Y creo que te diviertes, en un momento en que no deberías. Así que no voy a responder tu pregunta.
- De todos modos jamás comprendes mis bromas…
- No, jamás.
- ¡Muy bien, muy bien! Te escucho.
- No voy a darte un curso sobre la historia de nuestra orden, pero voy a hablar de un punto en particular: la creación del Temporalis. Se nos enseñó que fue el mismo Tempus quien creó el artefacto y los sortilegios asociados a él. Eso no es del todo cierto. Fuiste tú quien lo ayudo… es decir, quien le ayudará a Tempus a terminar su obra y utilizaremos el Temporalis.
- ¿Cuándo?
- Mañana.
El Relojero sabía que Tempus existía en esta época en la cual se encontraban, pero las leyes de la Trama del Tiempo, ya violadas por su llegada no debían ser modificadas más por el encuentro con el legendario Tempus.
- ¿Estás segura de esto, Samia? Dijo inquieto el Relojero, si tratas de convencerme de encontrar a Tempus por puro altruismo, arriesgamos la caída inmediata de la Trama.
- ¿¡Me tomas por mentirosa!? ¡Mira mis ojos! ¿No crees que haya sido castigada lo suficiente por haber transgredido una ley de nuestra orden? Dijo enojada. Luego, suavizando el tono, hay algo más, convencerás a Tempus de fundar la orden, el Eternal estará presente.
- ¡El Eternal! ¡Esto quiere decir que casi la totalidad de la orden está presente en nuestra época!
- No del todo, pero pronto vamos a traer al último de nosotros, una que existía en el tiempo de dónde venimos.
El Relojero creó mágicamente agua sobre el fuego para apagarlo. Samia se levantó apoyándose en su paraguas, recogiendo al paso una bolsa con algunas pertenencias. Luego siguieron su camino rápidamente.
Tempus había pasado la noche intentando lo imposible. Aunque comprendía perfectamente la Trama del Tiempo, concepto que había descubierto algunos años antes, no podía hacer nada frente a la fisura que percibía como más importante de lo que parecía. Había dormido sólo algunas horas y el cansancio se hacía sentir. Creyó que alucinaba cuando vio llegar al Carcelero, al Anunciador, al Observador y al Ejecutor, con sus extraños trajes que escondían sus rostros.
- Ya los he visto antes... ¿Son reales? Dijo examinándolos.
Los cuatro extraños personajes se arrodillaron y el Anunciador tomó la palabra.
- Lo conocemos... Señor Tempus. Venimos de un futuro lejano.
- ¡Del futuro! Exclamó Tempus. ¡Dígame más!
- No podemos revelarle nada, declaró el Anunciador.
- Sino estaría obligado a intervenir y encerrar a mis compañeros, añadió el Carcelero.
- Ustedes son muy extraños… Dijo Tempus.
- Discúlpenos, señor, por lo que hicimos. Somos falibles y aceptaremos el castigo justo que nos será impuesto. Soy el Observador, he aquí el Anunciador, el Ejecutor y el Carcelero.
- Ustedes deben maldecir a sus padres, a menos que esos sean sus sobrenombres.
- Sí, estas son nuestras funciones dentro de… nuestra orden, respondió el Observador.
- ¿Cuál orden? Luego, dos personas más llegaron. Después de haber oído la pregunta, el Relojero se permitió responder.
- No se lo dirán, pero si queremos resolver de una buena vez por todos los desacuerdos entre nosotros, vamos a tener que contarle todo.
El Carcelero que todavía tenía una rodilla en el suelo, se levantó de un brinco y saltó sobre el Relojero, fuertemente acondicionando por su orden en que debía hacer su trabajo y detener a los fugitivos. El Relojero paró la carrera del Carcelero, congelándolo inmediatamente, despertando de inmediato la curiosidad de Tempus.
- ¡Un sortilegio del tiempo! ¿¡Alguien quiere explicarme!? Dijo con un tono a la vez irritado y curioso.
- ¡Voy a explicarle! Dijo el Apóstol, silenciando a la audiencia. En cuanto a ustedes, dijo señalando al Observador y sus compañeros, nosotros tenemos toda la intensión en dejar a un lado nuestros problemas.
- Tempus. Somos exiliados temporales. La historia comienza cuando esta joven mujer leerá el Gran Libro de los Destinos, contó el Relojero antes de ser interrumpido.
- ¿El Gran Libro de los Destinos? ¿El que Eredan escribió a mano? Lo consideraba desaparecido para siempre.
- Sí Señor lo está por el momento, pero este no es un tema que debamos abordar. Bien, continúo, en este libro intentó leer su destino y sus ojos fueron quemados. ¡Por lo tanto, la orden a la qué todos nosotros pertenecemos…!
- ¡Usted no! Cortó el Anunciante.
- ¡Todos! Desafió el Relojero. La orden, decía, decidió encerrar y castigar a la culpable. Pero yo no estaba de acuerdo, entonces ayudé a la prisionera a que se escapara y pedimos prestado el Tempus Fugit, un pasillo que corre a través de la Trama del Tiempo.
- ¿Hizo eso? ¡Parar o acelerar el tiempo es posible, pero viajar a lo largo de la Trama, es increíble!
- No tanto, en algún tiempo otros serán capaces de hacerlo y entonces usted fundará la orden de la que le hablo con el fin de prevenir los problemas temporales. ¿Usted sabe de qué hablo? Preguntó el Relojero.
- ¿Temporalis?
- Sí, en el futuro seré el que mantiene el Temporalis, soy el Relojero porque esa es mi función.
- Ya entiendo, es muy astuto. Pero entonces ¿Por qué está aquí?
- ¿Puedo ver el plano del artefacto?
Doloreanna había caminado varios días para volver hasta la montaña que más tarde acogería el Templo de Tempus. Su plan era simple: hacer una llamada de socorro. Si no podía abrir el Tempus Fugit esperaba grabar un mensaje en la roca, esperando que el destinatario la viera. Llegó a la cumbre de la montaña y aunque el paisaje era diferente encontró un lugar que sabía que existía en el futuro. Esperaba que Tempus encontrara lo que ella dejaría, es decir su bastón. Sólo un Maestro del Tiempo sería capaz de tomarlo. Lo plantó en la tierra y colocó pequeñas rocas a sus pies... El Relojero recuperó el plano y se percató entre los objetos de Tempus de dos extremadamente familiares. Eran dos agujas de reloj que emanaban magia del tiempo.
- ¿Dónde encontró eso? Se asombró el viejo mago.
- Justo aquí, cuando llegué, reconozco no haber tenido tiempo para estudiar el asunto.
- Usted debió hacerlo, si me lo permite. Le entregué esto a nuestra recluta más joven.
- Te lo advertí, dijo el Apóstol.
- Ella no es capaz de utilizar el Tempus Fugit, dijo el Observador. Probablemente utilizó el Temporalis.
- ¡Esto no es posible! ¡Esto no es posible! Rabió el Relojero.
- ¡Démelas! Ordenó Tempus, puedo localizarla a través de la Trama.
El relojero se las pasó al Señor del Tiempo, que sin demasiada dificultad remontó la historia de estas agujas.
- Hace mil años.
- Tempus, voy a ayudarle a acabar la primera versión del Temporalis. ¿Vosotros, vamos a necesitar al Eternal, pueden hacer eso?
- ¿Cuál es el plan? Preguntó el Observador.
- En cuanto el Temporalis esté listo, en el momento en que vayamos a acelerarlo, hará falta que alguien traiga a nuestra amiga aquí. Tiene que ser alguien poderoso para hacer esto.
- ¿Quién es el Eternal? Preguntó Tempus quién entendió el raciocinio del Relojero.
- Es el hijo de la Trama del Tiempo, es el ser Supremo, a la vez Anunciador, Observador, Carcelero y Ejecutor, dijo el Apóstol apuntando a los otros.
Algunas horas más tarde, los esfuerzos conjugados de Tempus y del Relojero permitieron la puesta a punto del Temporalis. Durante este tiempo los otros habían acabado de prepararse para la llegada del Eternal. El Tiempo los englobó y luego desaparecieron. Luego otra persona se materializó, mezcla estricta de los Tempusien desaparecidos. Hablaba como si cuatro personas hablaran al mismo tiempo.
- ¡Ha llegado el momento!
Todos se ubicaron en torno a un reloj de arena del tamaño de un humano, luego el Relojero acostumbrado a la maniobra accionó el Temporalis. La Trama del Tiempo se deformó, corrigiendo bajo el impulso de la orden reunida de Maestros del Tiempo los errores pasados, presentes o futuros. El Eternal parecía desfasado en relación a los otros. Las agujas de Doloreanna humeaban en su mano a lo largo de la Trama. Por fin la encontró. Decidió entonces llevársela con él, justo después que hubo enterrado su bastón en el suelo...
La energía mágica se atenuó hasta desaparecer. Todos ellos quedaron reunidos alrededor del reloj de arena que se quebró, dejando escapar la arena. El Relojero quedó asombrado de estar todavía ahí con todos los demás.
- ¿Por qué no volvimos a nuestro tiempo?
- Porque este Temporalis está sólo en una etapa temprana de lo que será, declaró el Eternal. No puede devolvernos a todos, estamos atrapados aquí.
El final de una época
-Los ejércitos de la alianza más increíble que se haya visto avanzan hacia el lugar dónde había estado la piedra caída del cielo hace dos años, día a día. Es el principio de un fin anunciado e inevitable. Quebrantará este mundo como nunca. ¿La guerra de Solar acaba pronto, está dispuesto a desempeñar su papel Archimaga Anryéna?
-¿De qué habla, Apóstol? Preguntó la hija de Dragón.
-Usted lo sabrá dentro de poco.
-¿Simplemente viniste a decirme esto? Conozco la historia que la concierne a usted, usted leyó el Gran libro y leyó mi destino. ¿Por qué venir hasta aquí en ese caso?
-Vengo contarle cómo esto va a suceder... o más bien cómo esta batalla se celebró. Usted se pregunta cómo puede ser qué nosotros adeptos de Tempus no intervenimos para evitarlo, pero sabemos que no podemos hacer nada al respecto.
- Una vez más usted no me ayuda mucho, pero la escucho, me decías sobre esta batalla...
- Nadie hubiera creído que el ejército de la Draconia hiciera una alianza con su peor enemigo - Néhant - y sus demonios. Sin embargo, y con la ayuda de la magia más poderosa de Guem, Ciramor el heredero de Eredan engañó al imparable Néhant y fue forzado a aceptar la alianza. Pero esto usted ya lo sabe. Sobre su camino Zahal que lideraba el ejército de la Draconia encontró al Visir Mahamoud y al príncipe Metchaf que acababan de enfrentarse con Sol'ra sin haber podido vencerlo.
-¿Una última batalla? ¿Alianza improbable? Se asombró Mahamoud rodeado de otros Nómadas. Venimos de lejos y no estamos al corriente de esta alianza.
- Es una larga historia, pero los demonios que ve corriendo en todas direcciones con nosotros, es parte del ejército de la Draconia. Metchaf vio allí la ocasión de poder enfrentarse de nuevo con Sol'ra y esta vez triunfar.
-¿Podemos unirnos a ustedes? Preguntó el joven príncipe.
-Usted dice que ya se han enfrentado, lo precisare para esta batalla. Sean bienvenidos entre nosotros Nómadas del desierto.
Entonces una luz brillante, seguida por un fuerte ruido interrumpió la discusión entre los nómadas y el Caballero del Dragón. Una explosión gigantesca acababa de producirse en la tumba de los antepasados. La tierra tembló creando pánico en las filas dracónicas.
-¡Detengan los caballos! ¡Detenga los caballos! Gritó Zahal.
-¡Sol'ra comienza a destruir todo! Afirmó Mahamoud.
- No tengas miedo, voy a poner fin a la presencia de esta plaga, respondió un hombre rodeado por dos grandes demonios. Los Nómadas tuvieron nauseas al ver a esta maligna criatura. No lo conocían pero emanaba un aura impregnada de una magia nefasta y negra como la noche.
-Ustedes pueden venir solo si no me molestan, dijo Néhant con un aire altivo.
Los Nómadas no se atrevieron a responder a este ser de odio y muerte, se contentaron con volver al camino. Con la esperanza de que por fin el "problema Sol'ra " fuese resuelto. La tierra continúo temblando, como un estruendo de peñascos que se estrellaba. Los ejércitos conjugados de Néhant, Dragón y Nómadas llegaron a una saliente desde donde ellos podían ver el cráter donde numerosas batallas se habían efectuado. ¡Pero allí delante de humanos, Guemelianos y demonios se extendían el caos! Sol'ra enloquecido en el centro de la tumba de los antepasados lanzaba un rayo de energía divina que perforaba la tierra con ferocidad. Néhant no esperó el consentimiento de sus aliados de Dragón para lanzar la ofensiva. Blandiendo a Cáliz ordena a la horda demoníaca ponerse en movimiento. Tal un maremoto los demonios bajaron la pendiente que llevaba a la meseta. Ellos que no sentían el cansancio podían correr distancias muy largas sin debilitarse, a diferencia de los humanos. Néhant y sus tenientes marchaban lentamente preparados para acabar el trabajo en cuanto los demonios hubieran debilitado al enemigo.
-¡Esto es un buen comienzo! Dijo un eufórico Aerouant siempre irritado por la presencia de los Néhantistas.
-No controlamos a los demonios Aerouant, grábate eso en la cabeza, replicó Zahal que examinaba con la vista la línea formada por sus tropas. Seamos prudentes, veamos cómo nuestros "aliados" van a salir a enfrentar a Sol'ra. Naya, quédate atrás con tus Guerreras-mágicas en caso de cualquier imprevisto y responder con rapidez. Qué los magos se queden en la retaguardia, escudos mágicos desplegados. Sabemos que la magia será ineficaz contra nuestro enemigo y quiero que se sea capaz de mantener y en el peor de los casos doblegar a los néhantistas si éstos se les ocurre oponérsenos.
A medida que las órdenes fueron dadas los comandantes de cada orden y de cada grupo organizaban las tropas en funciones.
- Caballeros Dragón conmigo, cada uno a la cabeza de un regimiento. ¿Ardrakar serás capaz de asumir el mando de los hombres?
-Por supuesto, respondió desenvainando a Azur. No fallaré.
Zahal tuvo una mirada de inquietud en contra de ella.
-Si nos traiciona debemos matarla, ustedes son conscientes de esto, replicó Valentín llamando la atención de Kounok y Zahal.
-Tengo más confianza en ella que en ciertos miembros de mi propia familia, explicó Profeta mirando hacia Aerouant. No olvide quien es, es lo último que te digo.
Por su parte los Nómadas discutían sobre la estrategia a emplear. ¿Cómo adaptarse a sus aliados para generar el mejor partido? Sabiendo que Néhant había empezado el ataque debían poner a punto un plan.
-Van a hacerse barrer como vulgares insectos, objetó Kebek.
-¿No saben con quién están tratando?, Deberíamos protegerlos de la voluntad divina de Sol'ra Sugirió Urakia.
Mahamoud, que sostenía su casco de cabeza de león bajo el brazo, reflexionaba. Había vivido varias batallas en el desierto, pero jamás había visto un ejército contra un solo individuo.
-La gente de la Draconia está expectante, parece ser que ya tienen un plan de batalla. Los dioses no ayudarán ni a los demonios ni a los no creyentes, podemos fiarnos sólo de nosotros. Cuando un enemigo es demasiado fuerte de frente lo mejor que se puede hacer es rodearlo y golpearlo mientras no somos vistos. Sé que esto no es muy conveniente, pero frente a Sol'ra todos los medios son buenos. Imploremos a los dioses para que nos permitan alcanzar nuestro objetivo. Dijo Mahamoud aferrando el hombro de Metchaf. Guardemos la fe y castiguemos a Sol'ra por lo que hizo y por lo que hace en momento, añadió poniéndose su casco.
Sol'ra vio acercarse a los demonios, innumerables, que correrían gritando pero permaneció inmóvil, considerándolos incapaces de perturbar su obra de destrucción. Se equivocaba porque entre ellos algunos tenían la fuerza de decenas de hombres. Tormento, encolerizada por la presencia de Néhant fue la primera que atacó a Sol'ra. Tomando impulso el demonio saltó sobre el avatar para golpearle con todas sus fuerzas. El golpe transportado fue terrible, Sol'ra no esperaba esto y detuvo inmediatamente su concentración, dejando un hoyo abierto debajo de él. Tormento cayo del otro lado sobre sus piernas. En ese momento otros demonios hicieron lo mismo, agarrándose a Sol'ra para arañarlo o morderlo. La reacción no se hizo esperar. El avatar emitió una luz brillante, quemando a los demonios tal cual papel echado fuego. Los aullidos de dolor cubrieron pronto a los guerreros. Al ver esto Néhant ordenó una retirada estratégica y de inmediato llamó a Infernal.
-Ve mi pequeño Infernal, ve a ayudar a Tormento.
El demonio se arrojó sobre su blanco ardiendo de deseo de satisfacer a su amo. Tormento apoyó el asalto de su semejante y ambos demonios se enfrentaron rápidamente contra el avatar que desplegaba poderes increíbles. Pero no pudieron aventajar porque a la luz del día y delante de este radiante día el sol irradiaba su calor sobre la tumba de los antepasados. Hacía mucho calor y el avatar recibía su potencia de Sol'ra. Infernal fue el primero en ser destruido, consumido por un rayo de sol, luego Tormento que era más ágil escapó por los pelos de la furia divina. Entonces el Avatar voló, deteniéndose fuera del alcance de los demonios. Los Néhantistas aprovecharon el descanso para tejer un velo de sombra, tratando de encontrar el punto débil del oponente.
Ahora, Sol'ra juzgaba la amenaza de manera más seria. Esta magia allí era muy diferente de la de los Draconicos y lo temía. Debía continuar la destrucción de esta gente, debía ganar tiempo. Así que dirijo sus pensamientos hacia aquel del que formaba parte, ordenándole enviar refuerzos. La respuesta no tardó, centenas de formas luminosas se materializaron frente a los demonios. Sol'ra se mostraba jubiloso porque ciertamente nada podría vencer a estos Solarians en la forma más pura. Otros Nómadas también estaban allí, venidos de la misma manera que otros. Djamena, la Esfinge, a Ahlem, Kroub, Shrikan, Lodir y Kararina, todos estaban allí para defender a su dios. Ahora con un fuerte ejército, Sol'ra regresó a su ocupación pensando que los Solarians estaban en condiciones de rechazar a los demonios. Cruzó los brazos sobre su pecho y de nuevo emitió un rayo mortal, continuando destruyendo un poco más el lugar.
Néhant soltó a los demonios sobre las criaturas de luz y la batalla comenzó. Zahal decidió intervenir lanzando el ejército de la Draconia a la batalla. El fin de los Solarians era simplemente ocupar el terreno, impedir a quienquiera acercarse a Sol'ra y deshacerse de los Néhantistas. Djamena tomó la delantera y organizó la defensa, comprendiendo rápidamente la situación. Esta vez la batalla no era una simple escaramuza. Los demonios eran tan numerosos como los solarians. Néhant abría numerosos portales demoníacos, vaciando los Meandros de sus habitantes. A pesar de eso los Solarians sobrepasaban las criaturas de Néhant con una facilidad desconcertante. Amidaraxar y algunos otros adeptos del Néhantismo lograron derrotar a algunos de sus oponentes, pero esto no salía como estaba planeado...
Zahal vio la situación degenerarse y ordenó la carga. Los Caballeros Dragón a la cabeza hendieron las filas, seguidas por el grueso de las tropas humanas. ¿Pero cómo vencer a enemigos constituidos únicamente por energía divina? Pilkim y Marzhin detrás del combate discutían justamente a propósito de eso. Alishk y Aerouant escuchaban con mucha atención. Este último tuvo una idea.
-El ritual de la piedra. Lo practicamos con Alishk para cortar a los Nómadas del lazo con Sol'ra. Podemos rehacerlo y aunque esto no tendrá impacto sobre esta transformación, esto tendrá un efecto sobre los Solarians.
-¡Es una idea excelente! Juzgó Pilkim. Estudié este ritual, creo poder modificarlo para darle un poco más de potencia. Pero antes de esto debemos estar seguros de los lazos existentes, y los mejores para descubrir los lazos son los néhantistas.
-Déjalos donde están, mira el espectáculo ellos sólo agitan al viento, criticó Aerouant.
-Yo me ocupo de prevenirlos, comiencen el ritual, ordenó el Maestro-mago Marzhin. Efectivamente Néhant no se contentaba con poner de manifiesto a los demonios con toda la fuerza. Observaba a los Solarians y a Sol'ra. Dimizar había creado una criatura hibrida de Solarian/demonio gracias a los pedazos de la gema de Néhant. Debía corromper a los Solarians modificando su naturaleza y atarlos a él. Fue entonces que Marzhin llego con él.
- Cir… eh... Néhant, vamos a intentar cortar los lazos de los Solarians, pero debemos saber de qué modo son atados, hacia la transformación o directamente a su dios.
El rostro impasible de Néhant se sorprendió. Sí, esto podía ayudar, incluso hasta lo duplicaría. Podría corromper a los Solarians más fácilmente si los lazos estaban rotos. Para el Amo de las Sombras y Máximo Corruptor los lazos no tenían secreto alguno, los veía naturalmente. Una buena parte de los Draconico estaban atados a Dragón, los filamentos azul claro se dirigían con destino a Noz'Dingard. Los demonios estaban atados a Néhant por hilos negros, igual que numerosas correas. Luego en el medio los Solarians no tenían los mismo lazos, pero representan un vinculo con Sol'ra y finas líneas blancas ascendió al cielo. Por último el Avatar también estaba en armonía, pero de manera más fuerte que los otros. Néhant le describió rápidamente los hechos a Marzhin que se volvió rápidamente hacia los suyos.
Muchos demonios y humanos murieron por los poderes divinos de los Solarians. La batalla estaba en marcha y pronto iba a tomar un giro todavía más increíble, porque el Avatar dejó escapar su cólera al mundo. Del hoyo abierto se escapaba lava, brillante y devastadora. A continuación, el piso se vino abajo en ese momento, una grieta cortó la tumba de los antepasados de este a oeste y se trago a humanos, demonios y hasta los mismo Solarians. La lava salpicaba los alrededores con géiseres inmensos y mortales.
-¡Ahora! Gritó Pilkim que veía esto. ¡Padre! La lava va a devastar nuestras filas, ¡Hay que hacer algo!
Marzhin controlaba la magia del fuego a la perfección, la lava era considerada como la sangre de Guem. Así que se dedico a retener lo máximo posible las grietas para evitar que alcanzaran las tropas Dracónicas. Un nuevo ritual de la piedra comenzó, pero esta vez la potencia era mucho superior al ya practicado. Pilkim tenía la piedra-corazón de la Comepiedra en ambas manos por encima de su cabeza, de una y otra parte Alishk y Aerouant se elevaron en los aires por el hechizo. Luego, una vez listos ambos hombres trasladaron su magia a Pilkim que se sintió investido de una potencia más allá de la normal. La magia de Dragón mezclada con la magia de Guem fue proyectada a los aires, cizallando los lazos entre Solarians y Sol'ra. Néhant actúa entonces, recuperando los cristales negros de los demonios y empezó a apuñalar sin discreción a los Solarians.
Cada vez que lo hacia las criaturas se retorcían de dolor y luego caían al suelo.
El Avatar no podía dejar que esto sucediera, el lazo con Sol'ra se había debilitado pero aún así podría destruir este inconsciente que se le oponían. Para ponerle fin a esto volvió a bajar de ahí dónde se encontraba para lanzarse hacia Néhant.
-¡Perfecto! Gritó Néhant viendo que el Avatar se lanzaba hacia él.
El plan funcionaba a la perfección y ambos mastodontes de impresionante poder se enfrentaron por fin...
En otro tiempo Néhant había combatido a muchos magos y guerreros. Hasta el Archimago Artrezil se había sido derrotado frente a él. Solo Eredan fue capaz, al precio de un futuro funesto, de encerrarlo. No destruirlo, solo encarcelarlo. Hoy Néhant tenía una venganza. Era allí la eterna oposición entre Solar / Sol'ra y Guem, como un ciclo eterno ambos dioses con su odio hacia el otro se enfrentaban una vez más. Era la Magia contra la Teúrgia. Néhant no podía apuñalar a Sol'ra con uno de sus fragmentos porque estaba rodeado de una barrera de protección que le bloqueaba el paso. Pero Néhant contaba también con Cáliz para perforar este escudo. La lámina perforó la protección que sorprendió al dios que lanzaba Teúrgia a todo lo que podía. Néhant soportaba con mucha dificultad los asaltos, pero no debía debilitarse. Una vez más Cáliz cortó el escudo y lo hizo pedazos...
Para ambas superpotencias nada más existía alrededor. Sólo existía su combate. Sol'ra se concentró para que la luz del sol destruya a su adversario. Pero en este momento allí Néhant descubrió la falla, porque Sol'ra había cometido un error. Si era el avatar de Sol'ra qué hacía frente a Néhant, ¡Este dios no tenía otra elección que poseer el cuerpo de un hombre! Y a pesar de la diferencia física Néhant sintió en él la esencia de Guem y por este hecho podía ser corrompido. Néhant envolvió al Avatar con tentáculos de sombras que se agarraron a Ozymandias el Sacerdote-rey. Inmovilizado el Avatar no podía hacer nada además que invocar la potencia de Sol'ra que todavía que golpeo a Néhant que resistía a pesar de quemaduras profundas. Pero para el Avatar era demasiado tarde, la encarnación no podía ser mantenida sin el humano que la protegía porque si no había más ancla nada lo mantenía en este mundo. Néhant se infiltró en pensamiento de Ozymandias como Ciramor le había hecho con él y tomó el control. Cortó el lazo entre el hombre y el poderoso Solarian. La energía divina se escapó como un humo blanco, evaporándose. Poco a poco Ozymandias bajo la voluntad de Néhant expulsaba la encarnación. Hecho marioneta en las manos de Néhant finalmente quedó convertido en sólo un humano. Los Solarians invocados antes en la batalla desaparecieron del mismo modo, incapaces de quedarse ahora que el Avatar no estaba más. En medio del campos de batalla, los Caballeros Dragón habían asistido a la derrota de Sol'ra.
-¿Entonces termino? Preguntó Zahal qué tenía el cuerpo de Valentín en sus brazos.
- No Zahal, si eliminamos una amenaza, pero la otra permanece como estaba previsto, tendremos que hacer todo lo posible para eliminarla. Da la orden de reagruparse, que las tropas formen las filas y destruyamos a Néhant.
-Pero esto parece imposible no somos más que un puñado.
-Entonces perderemos, pero no sin pelear, dijo Kounok apretando el puño de Quimera cubierto de la sangre de Djamena.